Capítulo 22: Nuevos días por delante

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—Ya había olvidado la calidez del sol —Objetó Mei con la vista hacia arriba sonriendo de oreja a oreja— Pasar tanto tiempo ocultándote de él te hace apreciarlo más.

Brigitte y Mei estaban disfrutando de la caminata por la villa hasta la herrería, ambas comenzaban a frecuentarse cuando tuviesen tiempo o bien cada vez que la oportunidad de trabajar juntas se tratase. Desde que Mei pudo disfrutar de la luz natural no había día en que se le viera trabajando bajo techo, a pesar del nublado del cielo, la radiación solar le reanimaba el color de la piel a un tono rosa, semejante al que tenía hace nueve años. Ahora, luego de una solicitud aprobada por la Reina, la científica pudo hacerse por completo de unas antiguas instalaciones de laboratorio. Brigitte, fue la primera en ofrecerse a ayudarla, aunque solo fuese para abrirle la puerta.

—Yo preferiría un poco de frío la verdad, aquí ha comenzado a hacer mucho calor últimamente. Hace nada dejamos el invierno atrás, me sorprende que no haya lloviznas...

— ¿No has visto todas esas nubes? Puedo decirte con certeza de que muy pronto lloverá. Espera a que sólo cambien de color y Boom, lluvia —Rió—.

—Perdona por interrumpir su buen humor, doctora, pero no hemos tenido esa clase de clima en meses, ni siquiera en los peores días que trajo el invierno. Antes solía haber toda clase de estaciones, en verano recuerdo que llegaban los mercaderes con pescado, ni te imaginas la cantidad de gatos que se agrupan por una trucha—Rió recordando un buen grupo de felinos agolpándose frente a un carro por el fuerte olor— O quizás en otoño cuando empiezan a caer las mejores manzanas, o el invierno que solía venir con nevadas fantásticas, la nieve se acumulaba de tal forma que las casas parecían pegadas al piso... Era divertido —Su expresión se cayó, la comisura de sus labios dibujó una triste línea que se mantenía recta dejando fluir los recuerdos de antaño—... Y la primavera... No te mentiré, todo era mucho mejor, de lo que puedes ver ahora...

—Lo lamento mucho, Bri...

—Tranquila, sé que tú lo arreglarás ¿no?

—Puedes apostar a que será mi prioridad —sonrió—.

Al llegar frente al enorme portón del laboratorio, una gran cerradura mecánica bloqueaba la posibilidad de entrar, esta aferraba ambas partes de los goznes hacia la empuñadura del pomo sin apertura para una llave normal, Si esta no estuviera oxidada, Mei podría haber hecho funcionar el mecanismo para verlo recrear un fiel desfile de engranajes y pistones trabajando coordinadamente. Pero ya llevaba demasiados años sin funcionar, el tiempo y el ambiente húmedo constante, le había cobrado factura al metal. Brigitte se agachó a ver dentro de la caja que llevaba, para ver qué cosas podrían ser de ayuda para no romperlo del todo. Estaba segura de que Mei lo quería en condiciones para repararlo.

—Vaya, tienes muchas cosas allí.

—Sí, me he hecho dueña de un arsenal de cosas, prácticamente estoy lista para todo.

—Oh, ¿Hay una razón? —Preguntó agachándose a ver más de cerca—.

—Bueno... La Reina me ha estado pidiendo armaduras especializadas para sus guardias desde que tu amigo llegó con la carta.

—De eso ya hace casi un mes... Brigitte, ¿Qué tanto has tenido que hacer?

—Ni te imaginas... La semana pasada tuve que reparar toda una tanda de soldados, habían estado practicando durante días, como si una gran guerra fuese a estallar en cualquier momento.

—Lo siento... Todo esto es sólo culpa mía...

—No digas eso, nunca tuviste una mejor opción, necesitabas ayuda, ¿Verdad? —La intentó animar mirándola con una sonrisa—Por otro lado, que bueno que lograste llegar a salvo, dejando de lado que el alumno de Zenyatta salió a duras penas de esa... Qué bueno que no te obligó a hacer nada extraño —Volvió a revisar la caja—.

—...Claro —Avergonzada desvió la vista hacia otro lado— ¿Crees que podrías ayudarme con algo?

—Lo que sea para un amigo de mi padre —Le sonrió enseñando todos los dientes— Y amiga mía, por supuesto, ¿Qué necesitas?

—Materiales, quiero hacer algo.

Brigitte forzó la cerradura con ayuda de unos punzones a modo de ganzúa, líquidos lubricantes y mucha paciencia. El mecanismo quedó intacto, pero el borde de la cerradura quedó abierto de los lados.

En seguida, Mei entró en lo que Brigitte se quedaba a ver el resultado de su propio trabajo con ambas manos en las caderas. El observatorio era muy amplio por dentro a pesar del tamaño que pareciese tener por fuera. No había mucha luz entrando al lugar ya que unas mantas cubrían por completo las ventanas, lo que hacía que el polvo se ocultase entre los pliegues de la tela. Toda la pared estaba amurallada de planchas metálicas unidas únicamente por pernos que resaltaban todo el borde. El techo subía en una estructura en forma de cono estrecho. Como si estuviese escondido en las vigas, tenía lo que parecía ser una enorme ventana cerrada, se notaba por el borde resaltante que vivió tiempos mejores, un marco elaborado con madera estaba inflado por la humedad, los clavos oxidados y el postigo igualmente corriendo con la misma suerte. Apostaría su mejor par de gafas a que se abría únicamente para estudiar el cielo estrellado con cierto artefacto que faltaba en todo el laboratorio. La muchacha en seguida pensó en el telescopio que Junkenstein estaba preparado para ella. Una maravilla que podría surcar más allá del color cian y revelar información meteorológica en vivo a través de tecnología artificial, semejante a la de su querido amigo. Qué terrible desperdicio... ¿Qué estará haciendo ahora? En su mente estaba algo preocupada.

— ¿Se encuentra bien?

Brigitte había dejado la caja de herramientas a un lado junto a la puerta para hacerle de tope.

—Si...

—Bueno te dejo el resto a ti, tengo que ir a pasar el tiempo con mi padre. Le quedan solo unos días de hospedaje antes de volver al mar a cazar dragones —sonrió luego de rodar los ojos, poniendo los ojos en blanco—.

—Espera, ¿Se irá?

—Por supuesto. No creas que el viene aquí a vivir. Oh, no. Él vive de sus aventuras y sangre de dragón en las manos. Nunca se queda lo suficiente para hacer que alguien lo extrañe.

— ¿En serio?

—Sí, así es papá. Quizás algún otro día te cuente un poco más sobre él. Hasta luego, Mei.

Tomó la caja de herramientas y la puerta se entrecerró dejando pasar solo un poco de luz. Mei miro como el polvo bailaba en el aire a través del rabillo de día que se asomaba. El lugar necesitaba limpieza con urgencia antes de engendrar alergia por el polvo. Salió afuera para notar que el cielo aún estaba nublado de hecho podía notar un ligero tono gris en algunos lados. ¿De verdad no llovería?

— ¡Está listo! —Junkenstein se apartó del monitor.

Había reemplazado el vidrio roto pegando una placa más resistente por atrás a modo de parche. Los datos no se habían salvado del todo, aunque no suponía ningún problema por ahora. Ya comprendía como era el orden y comportamiento en los códigos y las especificaciones en las variantes que Mei había mal diseñado a buena voluntad. Sin embargo ella le había regalado un poco de su paciencia, quizás la suficiente cantidad para idear uno por su cuenta. El resto del laboratorio solo era un desastre que varios autómatas debían limpiar.

La batería la había reemplazado por un generador a rueda bajo el castillo. Simplemente un gran grupo de autónomas manipulando engranajes por debajo, nada tan complicado. Incluso la misma energía proporcionada por ellos los mantenía con "vida" por cables de alimentación conectados a la maquinaria en su espalda.

—Veamos que tal funciona ahora.

Encendió la máquina y esta funcionaba sin problemas, incluso era más rápida que antes. Se metió a ver los archivos que seguramente estuviesen incompletos y solo fuesen peso muerto para la memoria. Por suerte la mayor parte de estos estaba completo o casi sin rasguños en los códigos. Uno de los más importantes pareciese estar casi deshecho, un programa que conectaba a un dron.

—No sabía que tenía esta cosa... —Alcanzó con la mano una taza de té y bebió fijándose en el icono.

Inició husmeando la carpeta que contenía lo comandos principales del archivo en la memoria, tal cosa no tenía mucha ciencia, era semejante a escrutar entre una gaveta de carpetas ordenadas por la primera letra, entre ellos muchas cosas que eran solo un lío de códigos para parchar problemas venideros, es decir que solo estaban ahí por llenar espacio. Que un montón de basura esté en orden no significa que ahora sea útil. Era como si nunca se convenciera de un comportamiento, tenía la idea y la base, pero lo arruinaba con parcheados temporales, nunca arreglando el problema en realidad. ¿Quizás esto es propio de ella? ¿Huir? Hah.

Ya cuando estaba llegándole hasta la coronilla de estar leyendo comportamientos, encontró lo que parecían ser comandos de controles externos; una cámara dentro del sistema, una serie de micrófonos y manejo manual del desplazamiento del rotor. La combinación perfecta de un espía, pensó.

—Al fin algo que vale la pena...

Se pasó la mano por la cabeza, exhausto tiró la cabeza hasta atrás del respaldo de la silla. Se cansó de leer títulos con el mismo nombre en una infinita carpeta dividida en secciones, ¿Si quiera ella misma es capaz de entender lo que hace? Al menos el pequeño momento de despegarse del infernal brillo de la pantalla lo despejó, lo suficiente para retomar su trabajo. Volvió a sentarse encorvando la espalda para volver a quemarse las retinas.

—Así que esto es lo que usó para comunicarse afuera... Astuta, muy astuta Doctora Zhou.

Luego de juguetear con el localizador del aparato terminó por encontrar la ubicación. Este expandió en el monitor en forma de un mapa generado por líneas rectas y cálculos dentro de un plano, creando relieves y dimensiones a escala del sector. Acercándose cada vez más al detalle lo vio. Estaba en el castillo vecino. Una opción dentro del programa, permitía ver por una cámara oculta dentro del dron.

— ¿Será posible...?

Seleccionó la opción. La pantalla pasó de negro a verse la imagen más nítida. Una especie de laboratorio polvoriento estaba siendo aseado por la servidumbre, todos y cada uno acarreando máquinas y muebles de un lado a otro. ¿Esto es lo que estaba viendo el dron? La verdad, no valía la pena, tal vez es una memoria de alguno de los archivos que tiene perdido por ahí. La piel se le erizó como si un anhelo se le hubiera cumplido. Después de haber pasado una semana de no escuchar esa voz, era algo tranquilo y desconsolador. Se levantó bruscamente de su asiento, quedando parado frente a la pantalla.

— Los que están limpiando el mostrador, cuando terminen ¿Pueden ayudarme a mover este mueble hasta la esquina de allí? Por favor.

— ¿Mei...? —Junkenstein estaba anonadado, ardiéndole la garganta por hablar. Se subió las gafas para despegarse las lagañas del lagrimal con la mano robótica—.

De pronto la pequeña máquina comenzó a crear sonidos horrorosos de alarma, alterando a Jamison. Este calló de bruces junto a la silla. La cámara no tardó en mostrar a Mei sosteniendo un par de libros viejos en los brazos. Los ojos de Junkenstein se abrieron de par en par, pero como si no estuviera listo aún para volver a verla, cerró los ojos con fuerza.

—No seas bruto, Junkenstein, no puede verte ni saber que estás viéndola... ¿O sí?

Convenciéndose de sus propias palabras, abrió un ojo antes del otro para verla. Estaba vestida con una bata blanca que le llegaba casi hasta los tobillos. Tenía el pelo arreglado en el palillo de siempre, por debajo parecía traer un suéter de cuello de tortuga negro que le hacía resaltar la piel blanca dándole un toque más sereno que algo colorido. Jamison sonrió por un lado del rostro, mezclándose en su estómago una serie de amargura y bienestar. Estaba tan linda vestida para trabajar... ¿En qué demonios pensaba?

— ¿Snowball? ¿Qué ocurre, amigo? — Ella tomó al pequeño en sus brazos acercándolo a su rostro— Cálmate, apágate y vuelve a encenderte. Tendré que hacerte una revisión más tarde.

Con la cara de ella tan de cerca de la cámara Junkenstein estaba de piedra, tan solo le habían bastado unos segundos para caer en cuenta de en cuanto la extrañaba. Cuando le dio la espalda, esperó a no volver a verla, pero cada cosa se la recordaba, por ínfima que fuese, todo tenía alguna relación con ella, como si la joven científica hubiese tocado todas y cada una de sus cosas, convirtiéndolas un valioso suplicio al verlas. Y ahora... Parecía tan cerca. Tembloroso, acercó una mano a la pantalla, porque solo quería tocar su rostro una vez más.

La pantalla se apagó antes de que pudiese apoyar la mano sobre la superficie. Empuñándola al darse cuenta de la estupidez que estaba por hacer, la empuñó y golpeó el monitor. Acomodó la silla otra vez en su lugar, tomó la taza de té y se sentó con bajos ánimos de beberla a pesar de que tenía la garganta seca.

—Esa entrometida porquería metálica... Supo cuando estuve usando la cámara... Necesito—La luz reflejada de la pantalla no dejaba ver la expresión de sus ojos—... ¿Verla? Un momento... ¿¡QUE ME ESTÁ PASANDO!?

Mei tomó a su amigo que ahora estaba "dormido" a la sala siguiente, un almacén de químicos y muestras de materiales extraños. Lo llevó a su equipo de carga para conectarlo, no quería que en medio de todo el ajetreo se le agotase la electricidad o diera una vuelta de tuerca y terminase colapsando por lo que sea que se haya metido. En cualquier caso, apagado manualmente y conectado a la batería no habría nada que temer hasta que lo encendiera ella misma. Abrió la tapa que cubría el mecanismo de la cima. Echando un vistazo apartando el cablerío; físicamente no parecía haber problemas. Volviendo a cerrar el sistema de Snowball, agachó la cabeza.

— Creo que necesito revisarlo en una computadora —Acarició la cabeza del dron— Dame un poco más de tiempo, ¿si mi amigo? Todo está muy sucio ahora, tendrás que esperar... —Suspiró antes de continuar, otro amigo que se iba de su lado, al menos por ahora— No podré usarlo hasta que esté segura de que no tiene algún mal funcionamiento... —Le dio unas palmadas en la cabeza a su amigo y lo dejó dormir— Quisiera no estar encargándome de todo esto yo sola... Descansa, amigo.

Cerró la puerta tras de sí y siguió trabajando en la limpieza.

Tocó la puerta de madera usando la punta de su escoba. Hacía muchos días que no le dirigía palabra alguna. Este era el momento justo para iniciar una conversación interesante, las noticias volaban y su humor mejoraba cada vez más. A falta de respuestas, esta abrió la puerta por su cuenta, al parecer el Rey estaba perdiendo los buenos modales. Wilhelm ese encontraba mirando como siempre hacia la ventana, desafiando al sol o era la pose que adaptaba vez que la bruja entraba para incordiarlo. La bruja por su parte no pudo evitar soltar una risa que delatara su presencia por segunda vez. Pero Rey no se inmutó.

— ¿Vienes a pedirme aquel favor?... Ya he sanado, así que no me imagino que vengas a otra cosa...

—Así que ya te lo imaginabas, ¿Huh? —Se sentó frente a él tapándole el sol —Quisiera que me miraras cuando te hablo ¿Si?

Se ubicó en un taburete junto a una mesa de madera. Este alzó la vista y la buscó por el rabillo del ojo.

—Si quieres volver a ser Rey... Debes proteger a Junkenstein.

Wilhelm apretó la dentadura hasta hacer rechinar las muelas, tensando el cuello se obligó a tragarse la rabia que le provocaba tan reverendamente desquiciada petición para responderle a palabras legibles.

—No hay trato, bruja. Estás loca.

—Oh... Yo creo que aún continuará, cielo~ —Apoyando ambas manos en el extremo de su escoba puso el mentón entornando una sonrisa— Digamos que... Junkenstein ha traído de vuelta a una persona un tanto importante para la Reina y para ti... A una pequeña genio que los dejó inesperadamente y fue... Terriblemente mal tratada tras esa "dulce" muerte...

—...No es posible... ¡Ella jamás...! No...

De detuvo. Sabía de lo que el Doctor era capaz, no podía simplemente decir que no, él era capaz de todo. Luego de prácticamente destronarlo, acabar con la vida de incontables inocentes y enfocarse en sus inventos por sobre el bienestar del reino, ya podía pensar que las palabras de aquella mujer contenían más verdades de lo cosas que él quisiera enterarse.

—Trabaja para Junkenstein ahora... Justo en este momento, ella se encuentra en el reino vecino apoderándose de este desde el interior... Digamos que le dejé un pequeño enigma que resolver para entretenerla un rato, quizás ni siquiera salga de esta... Te lo diré de otro modo. Coopera... O no podrás volver a verla, mis poderes tienen un límite y ese límite es mi paciencia contigo... ¿Qué dices? Saldrás ganando en ambas partes, verás a tu pequeña científica otra vez y le podrás pedir perdón y volver a ser un Rey... o Morirás aquí y ahora sin tu bendita gloria...

—Tu... 

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