Capítulo 30: Necesitaba un consejo

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Echó llave a la puerta. Aunque nadie tuviera intenciones de entrar, el sonido de la seguridad del cerrojo le regalaba un momento en paz. Se quedó un momento apoyada en la puerta. Snowball, quien se había despertado con su llegada, se la quedó mirando desde su batería. Mei no le dirigía la mirada, tenía la cabeza gacha como si una montaña de malos pesares no la dejara alzar la vista. Salió de su lugar para ver cómo estaba. Ella se sacó los lentes y se talló los ojos con la manga de su ropa. Quería llorar de verdad.

— ¿Mei?

Su dron estaba preocupado, volaba de un lado a otro para ver la cara enrojecida de su amiga. No podía hacer más que animarla, a ver si le decía que pasaba.

De pronto levantó la vista, con los ojos rojos medio hinchados, tenía la nariz volviéndose rosa moqueando por una fosa. Mei avanzó hacia el baño y se encerró sin cruzar palabras con Snowball.

Abrió el grifo dejándolo correr. Juntó ambas manos haciendo una poza pequeña de agua limpia. Se lavó la cara con fuerza pasándose a llevar un ojo, aguantó su torpeza y cerró la llave. Tomó la toalla que colgaba de una barra junto al espejo, luego de secarse, miró directamente a su reflejo bajando la toalla lentamente. Esperaba tener una cara terriblemente horrenda, sin embargo no estaba del todo mal. Sus mejillas estaban más rojas y los labios estaban de un color rosa natural de tanto apretárselos. Fuera de que su nariz estaba de un color diferente, la frescura del agua se lo alivió. Quizás si alguien la viera pensaría que se había quedado dormida boca abajo hundiendo la cara en la almohada.

Salió del baño para ver a su amigo chocar con el borde de esta, estaba preocupado. Mei le sonrió y se fue a sentar a los pies de su cama. Confundido, se puso justo en frente esperando respuestas de su actuar.

—Descuida, Snowball, solo tuve una mala tarde es todo... —Miró hacia la ventana— Aquí tampoco podré hacer lo que quiero... Por lo menos ya, ni siquiera intentarlo... ¡Ellos me están ocultando algo Snowball! —Ciñó el entrecejo— Y ese algo lo voy a saber... Quieran contármelo o no, la seguridad climática de este reino depende de mí... Quiero decir —Apartó la mirada avergonzada—... No —Miró al dron con seguridad—Hacen lo correcto. Pero, si no podemos cooperar... Tendré que tomar este asunto en mis manos...

Se levantó y avanzó a la computadora.

—Y sé exactamente quién puede ayudarme... Aunque sea visto por mí como una traición.

— ¿No crees que fuiste muy dura con ella? —Su padre estaba algo molesto, Brigitte no suele comportarse así, o al menos no la había visto hacerlo nunca— Se estaban llevando tan bien...

—Puso en peligro al pueblo, padre... Eso es algo que no se lo puedo perdonar... —Miró su vaso de leche alta en proteínas—...Sé que quiere ayudar... Pero si continúa haciendo experimentos, como me imagino que hará... Nos descubrirán a todos.

—Ella no se quedará de brazos cruzados... —La pirata de cabello blanco la miró acomodando el cinturón de su rifle en la espalda— ... Como bien has comentado anteriormente, Shimada —Miró a Genji en una esquina hablando con su maestro, este le devolvió la mirada— Ella en algún momento comprenderá que es su última oportunidad... Y si Junkenstein la revive otra vez lo haría nuevamente hasta conseguirlo... La idea de poder volver a iniciar, es peligrosa, porque nunca sabes cómo utilizaría ese beneficio.

— ¡Por eso mismo es mejor no decirle nada...!

— ¡Brigitte! —Su padre la sorprendió estrellando su tarro de cerveza en la mesa—.

—Lo siento, padre... Pero no veo otra solución... No cuando estamos tan cerca de descubrir la verdad... —Se retiró, dejando su vaso en la mesa—.

Jamison miraba el techo, toqueteaba su mano robótica de vez en cuando, la miraba, le daba unos retoques con un destornillador plano y la dejaba de un lado. El monstruo que ya empezaba a molestarle su actitud, destruyó la puerta con sus manos y salió caminando al pueblo. Miró como su creación siendo presa del pánico de la tranquilidad, por su posición, pareciese estar de cabeza la escena. Se levantó pensando en que el silencio también lo terminaría por volver loco. Chasqueó la lengua y se dirigió a la biblioteca.

No había pasado ni medio segundo para que se le esfumaran las ganas de trabajar. Fue directamente al trono del Rey, se echó encima abriendo las piernas hasta quedar cómodo. Con una seña de la mano, la pantalla se desplegó en frente de él, comenzó a revisar los archivos a ver si encontraba algo con que distraerse. De pronto, la pantalla se apagó.

— ¿Ah?

— ¿Doctor?

La pantalla se volvió a encender mostrando a la científica sentada frente al ordenador vistiendo la bata blanca y el suéter de la vez anterior. Parece ser que era el mismo lugar de donde lo había contactado por primera vez desde el castillo.

— ¿M-MEI? —Habiendo reaccionado tan bruscamente tiró la silla hacia atrás y a él con ella.

— ¡Doctor!... ¿Se...? ¿Se encuentra bien?

—Claro que sí, ¿porque habría de no estarlo?, es más, ¿cómo siquiera puedes preguntar eso viendo en el estado que estoy? ¡ACABO DE CAER DE UNA SILLA MIL DEMONIOS! ...Pero sí, estoy bien, me alegra que lo preguntes —Le sonrió.

Tiró los pies hacia a tras dándose una vuelta en el suelo, levantó el asiento con ambas manos. Se volvió a sentar en el trono apoyando toda la espalda en el respaldo. Mei esperaba a que estuviera más desocupado, miró todos los movimientos que hacía, como acomodar la mesa junto él, limpiar el brazo de la silla con el revés de la palma. Sentarse otra vez, pero menos desparramado que cuando lo encontró.

— ¿Doctor...? —Hizo una pausa, estaba nerviosa. No sabían nada del uno del otro, por lo menos en cuanto ella sabía y no sabía por dónde empezar— Yo... Pues... Yo... ¡Ugh...! —Cerró los ojos con fuerza— N-Necesito su ayuda...

—Mi... ¿Mi ayuda?

— ¡Sé que no hablamos hace mucho...! y usted debe odiarme. Pero...

—... Espera un momento ahí.

—!!! —Mei sintió un escalofrío recorrerle la espalda, miró rápidamente al monitor.

— ¿Estás esperando a que te perdone y que te ayude después de que te escapaste?

—Técnicamente... Me dejaste ir

— ¡Eso no importa! —Se acomodó— Tú abandonaste todo lo que estaba aquí... Entre todo eso estaba yo. ¿Ahora lo quieres todo de vuelta?

—Lo siento...

—No, no, no. Así no funcionan las cosas, dices perdón cuando le pisas el pié a alguien con algo como esto —Levanta su pierna metálica— Por supuesto que allí tienes todo el derecho de pedir perdón. En cambio tú, quieres que te-

—No es eso...

Su mirada estaba sentida, llena de vergüenza y temor. Había tomado una elección, escogió su bando y no era el de él. Estaba prohibido tener cualquier tipo de contacto fuera del territorio del reino, sin embargo estaba convencida de que esta sería su última oportunidad para hablar. Ya había dejado su orgullo de lado en cuanto contactó la primera vez, armada de valor miró a los ojos a Junkenstein a través del monitor.

— ¡Doctor Junkenstein!

—!!! —Los nervios se le subieron por la columna enderezado al sujeto en el asiento. Tragó saliva esperando lo peor— ¿S-Sí?

—Escucha atentamente, ahora mismo estoy violando las reglas al hablar contigo y no tengo mucho tiempo hasta que alguien descubra que lo logré... Acabo de casi destruir la mitad del pueblo y no me dejarán experimentar con nada hasta que terminen las reparaciones y-

—Espera, espera, espera... ¿Destruiste el pueblo~? —Un pequeño regocijo le floreció en el abdomen, intentando fingir que no tenía idea—.

— ¡N-No! ¡Solo en parte! Y... No fue intencional.

—Oh, sí... Por supuesto —Se sentó intentando parecer serio mirando en otra dirección. Del otro lado no visible para Mei, tenía una sonrisa nerviosa.

—No pude hacer bien la solución... —Dejó caer los hombros.

—... —Se mantuvo inmóvil, excepto su pie que se doblaba de arriba abajo desde el talón.

—No sé que estoy haciendo mal... —Comenzó a revisar entre sus anotaciones del mismo escritorio revolviendo y votando cosas al piso.

Los ruidos de desorden le llamaron la atención y la miró con más interés. Levantó un par de hojas al aire, como si esas fuesen parte de lo que buscaba, luego agregó otras en lo que buscaba por debajo del escritorio.

— ¡Estas...! —Se acomodó sin bajar las hojas— Hice todos los cálculos posibles. Pero no sé qué estará saliendo mal... ¿No tendrá algún consejo para mí?

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