Capítulo 32: Los materiales necesarios

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— ¿No crees que es demasiado para solo un experimento? No quieres algo más económico, digo, si esto falla, será material perdido, ¿Sabes?

Athena se abanicaba miraba hacia el cielo desde el balcón. Al fin había encontrado un hueco en la mañana para hablar con la joven científica. Luego del desastre climático que ocasionó, consideraba era más que prudente hablar al respecto. Pero para su sorpresa, la chica venía no solo por unas disculpas.

—Lo sé, pero es necesario. Le aseguro que todo esto tendrá un buen resultado, su majestad —Mei estaba demasiado nerviosa y la reina solo la bombardeaba con más y más preguntas acerca de su ''nuevo proyecto para el clima''— Pero lo necesito, quiero hacer un satélite capaz de neutralizar toda esta contaminación atmosférica.

— ¿Y crees que todo ese material te podrá ayudar? Puedo hacerlo, claro, pero me temo que es tanto que no creo que pueda simplemente dártelo. Significa no tener repuestos para el reino por un buen tiempo. Y con lo ocurrido...

—Pero si resulta bien, en ese mismo tiempo que se reponen los materiales, podría tener mejores cultivos, mejorar la salud para sus habitantes. Piense en la parte beneficiosa.

—Muy bien... Confiaré en ti —Con una señal, uno de sus hombres le otorgó un pergamino en el cual comenzó a escribir el permiso.

Luego de hacer la firma oficial, lo enrolló, otro hombre lo encintó y la reina le puso un sello de cera

—Ten, debes entregarlo en la herrería. Brigitte te dirá que debes hacer.

Con una sonrisa nerviosa recibió el mensaje.

Había salido del castillo para hacer el encargo, pero no quería hablar con Brigitte, la chica no confiaba en ella y eso le molestaba. No era la enemiga, lo era Junkenstein. Sin embargo, trató de verlo por otro lado, sabe que acaba de llegar al reino hace nada y si hay un complot en el cual se está involucrando el clima, su presencia no estaba incluida en los planes. Cayó en cuenta, de no sabía absolutamente nada y Brigitte tenía razones para no confiar, pese a que creía haber hecho una amiga, resultó solo ser una extraña bien educada. ¿Quizás hablar con Torbjörn podría animarla? Incluso podría darle un consejo de como reconciliarse con su hija. Cambió de dirección hacia la taberna. Tal vez no todo estaba perdido...

—...Y ese fue el último golpe que le di a esa arpía.

El enano estaba fanfarroneando tanto beber cerveza. La historia era bastante buena, pero ya era la decimoquinta vez que la contaba, porque se le olvidaba el final. El plato de comida está intacto y frío, por lo que se entiende que el alcohol llegó más rápido a la cabeza. El resto de gente que lo observaba estaba riendo mientras comía su cena, soltando trozos de esta cuando abría la boca al carcajearse.

Mei entró para sentir el olor al menú cárnico y al tabaco quemado en todo el lugar. Las tripas le temblaron tras recordar que no había comido nada en todo el día.

Ubicó al amigo de su Rey hablando en una esquina elevando su brazo mecánico. En seguida se abrió paso entre las personas que hacían fila en el mostrador, intentando no empujar al resto. El hombrecillo la reconoció en seguida y una enorme sonrisa llena de cebada la recibió.

— ¿Qué haces tan tarde aquí borrego? ¿Vienes a saber más de mis hazañas como el resto del público? —Torbjörn parecía haberse olvidado todo lo ocurrido en la mañana.

—Tengo que entregarle esto a Brigitte —Le muestra el rollo con el sello.

— ¿Me viste con cara de paloma mensajera? Ve tu misma a dárselo —Se llevó el tarro de cerveza a la boca empapándose la barba.

—Pero ella...

—Oh, es cierto, no quiere hablar contigo... —Dejó el tarro en la mesa y se cruzó de brazos— Es una chica testaruda, no lograrás hacer que entre en razón tan fácilmente...

—No quiero molestarla... Por eso-

—Solo dale ese roio, ¿Es de la reina Athena, verdad? Tendrá que hacerlo de todos modos.

—Pero-

—Solo ve con eia, niña. Brigitte no te morderá, te lo aseguro, quizás ladre un poco pero es tan inofensiva como un conejito esponjado. Ve.

Diciendo esto último comenzó a comer de su plato frío.

Mei temerosa, salió de la Taberna. Las luces de la noche ya habían salido, por lo tanto...

—Esa nube horrorosa otra vez... —Miró al cielo ciñendo el entrecejo.

—Doctora Mei... —Snowball que había permanecido durante tanto tiempo callado, la distrajo de sus pensamientos.

—Descuida amigo, no es nada... —Lo miró y siguió caminando volviendo a su mente.

El espesor de la neblina volvió a aumentar. Las nubes se movían de forma muy tenue, solo alguien que estuviera mirando el cielo por mucho tiempo notaría este pequeño cambio. Negó con la cabeza, en algún momento llegaría al fondo de ese atroz crimen y lo haría estallar por los aires.

Caminó por el sendero iluminado hasta llegar a la herrería. Aún era muy temprano para que estuviera cerrada, pero las luces estaban apagadas y la puerta cerrada. Tocó la puerta y retrocedió, esperando a que fuese ella quien abriese. El pomo empezó a moverse.

— ¿Sí? ¿Qué desea? —Un hombre usando un overol de tela negra había salido a recibirla, este se la quedó mirando, fijándose en el rollo que traía entre las manos.

— ¿Se encuentra Brigitte?

—Eh... Pues en estos momentos se encuentra indispuesta, quiero decir, está trabajando al fondo de la tienda... —Se acercó un poco y hablo en voz baja— No quiere que nadie la moleste. Dijo que tuvo problemas con una ''amiga''.

— ¿Amiga? —Mei se sorprendió, estaba segura de que esa palabra sí había sido dicha por ella, de otro modo hubiera inventado algún pronombre diferente, y probablemente menos agraciado, para diferenciarla de una extraña— Tengo algo para ella... —Le entregó el pergamino.

—Oh vaya, es de la Reina. Descuida, iré de inmediato a dárselo —Estaba a punto de devolverse al interior pero se detuvo— Eh... ¿Cómo dijiste que te llamabas?

—Mei. Y... ¿Puedes decirle que su ''amiga'' quisiera volver a hablar con ella...?

—Ouh... Claro —Luego de agradecerle asintiendo con la cabeza, entró.

No esperaría a que sucediera una escena. Se encaminó a ver si el laboratorio seguía abierto, así podría preparar los materiales que necesitaba para su químico.

Lamentablemente al llegar este seguía cerrado, incluso habían colgado un cartel sobre la cerradura. Mei miró hacia arriba esperando encontrar alguna posible entrada, pero lo único que estaba disponible era esa vieja y oxidada ventana que se usaba más como tragaluz que un mirador por donde pasase un telescopio.

—Si es lo único que puedo usar... Es lo único a lo que puedo apostar.

Junkenstein se encontraba ensamblando unas piezas diferentes esta vez, había mejorado la placa un poco más. Las soldaduras eran mucho más precisas, por lo que los cables estaban más ordenados entre sí. No era una obra maestra como pensaba, pero era la primera parte para poder construir una sección de un cerebro autómata más grande. Pensaba en ubicarlo en el pecho, como si fuera un corazón, pero estaría demasiado cerca del núcleo y temía que este terminara sobrecalentándolo.

Fue entonces cuando el ruido de fondo lo interrumpió. No había estado viendo el monitor, simplemente lo tenía como ruido de fondo. Escuchó el familiar sonido del hielo creándose. Extrañado, volteó a ver la imagen.

Mei había hecho un escalón por fuera del marco de la ventana de la torre a modo de balcón. Luego, creó un puente escalonado hacia abajo. Solo eran unos cuantos metros hasta llegar al laboratorio, pero no dejaba de ser una altura de temeraria. Estaba nerviosa, no quería fallar. Pero esta vez no tendría por qué, ya conocía las consecuencias y la cantidad de peso que podría resistir el hielo. Apuntó con el arma a sus pies e hizo de la mejor forma que pudo un camino en dirección al laboratorio. Snowball la miró con preocupación.

—No te preocupes mi amigo, estoy segura de que puedo hacerlo...

Diciendo esto último, Mei se sentó al borde de la ventana, se impulsó y saltó hacia el resbaladizo camino helado.

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