Capítulo 4: Ensamblando piezas

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Termino de pasar por la piel una toalla vieja y mohosa. Cuidadosamente de no dejar demasiadas motas de pelusa, pasó también una brocha de cerda suave para quitar el resto de suciedad. Gracias al tiempo en el agua caliente, el cadáver parecía más un cuerpo durmiente, esperando a despertar. Jamison acercó su nariz al cuello de ella, doblando su cara hacia el lado contrario con la mano, inhaló profundamente casi apegándose a la piel, pudiendo incluso sentir el calor momentáneo.

—Aaah... Ya no huele a ese maldito vómito de abeja, solo a ella... ¡Perfecto! Ese afrodisiaco ya me estaba cansando...

Se alejó para observar con mayor detalle. Por un momento no dejaba de ver como la curvatura del cuello se amoldaba inquietantemente al borde de la bañera. Actuando rápido su ayudante tomó y el cuerpo y se lo llevó nuevamente a la camilla, abandonando al perplejo Doctor en la habitación de baño. Poco a poco iba entendiendo, hay algo raro con él, creía no tener el derecho a pensar en ello... Algo simplemente lo movía involuntariamente a hacer lo que su mente quería. Debía alejarla lo que más pudiera, por lo menos hasta que vuelva a tener conciencia.

—Eh... Sí, bien hecho.

Apuntó con la luz de la lámpara el vientre descubierto, que aún humeaba el poco calor que quedaba en su interior. Con el dedo índice repasaba el medio del estómago hasta llegar a un punto donde su dedo se hundió considerablemente.

— ¡Es aquí! —sonrió triunfante.

Abrió una caja sobre una mesa metálica junto a él, registro gasta sacar de su interior un escalpelo mojado. Secó el instrumento en sus ropas.

—Ahora, para que no preguntes después, voy a cortar... —casa un marcador azul con la otra mano, destapa el lápiz con tus dientes y escupe la tapa al piso- justo aquí - hace una pequeña cruz un poco más arriba del ombligo.

—Espera, olvidé algo.

Salió corriendo del lugar, pero volvió después de unos instantes de oír un ruido de arranque de telas. Llevaba ahora con sigo un manta delgada, por el esfuerzo, pareciese ser pesada. Lo más rápido que pudo puso la manta encima, con el bisturí abrió un tajo a la altura de la marca.

—No volveré a bañarla.

Con un corte preciso, hizo un agujero lo suficientemente grande para que su mano cupiera. Acercó un poco más la luz hacia la carne expuesta. El calor que albergó por un rato se había comenzado a disipar, esto lo pudo notar al introducir los dedos para abrir la apertura.

—Parece que no solo hice mierda los riñones... ven —le ordenó al monstruo lo cual le provocó cierta emoción a este al ver el espectáculo— la parte de aquí terminó pudriéndose -levantó lo que bien podría ser una parte del colon, de un color entre negro y morado, se rompió con facilidad al estirarlo un poco fuera del cuerpo.

— ¿Yo... puedo... tocar? —dijo nervioso—.

— ¿Esta cosa? —Lo miró extrañado— ¡Claro! Mi grandote quiere aprender en la práctica —Le acercó los restos de las vísceras en una de sus manos—.

Con el enorme pulgar tiernamente rompía el órgano muerto, lentamente lo esparcía en su palma hasta que este no pudo seguir deshaciéndose más, quedando solo una posa negra algo viscosa.

— ¿Qué te parece? Iré a traer los órganos nuevos, no se te ocurra meter tu dedo en medio, ¿eh?

—Me siento.... Exaltado.

—Ouh... criaturita, ¿quieres ir a romper algunos huesos?

—...Si

—Bueno... —pensativo miró el reloj de la pared— Te daré tu primera misión; ve a la aldea vecina y trae solo lo que creas que pueda servir, ya sabes... brazos fuertes de gente que puso resistencia notable, gente inteligente, cuerpos completos en lo posible, ¿De acuerdo?

—...!!!

— ¿Te emociona? ¡A mí igual! Tienes 4 horas para volver, ahora LARGO —apuntó en dirección a la aldea—.

La bestia sin reparar en su entorno, atravesó a toda marcha en línea recta siguiendo fielmente la dirección atravesando unas dos paredes que lo obstaculizan.

— ¿No es un encanto?

Sacándose los guantes ensangrentados, aprovechando la apertura en sus paredes salió a la entrada. Tomó los extremos de la carreta y terminó de volcar todo al piso. Movió un poco el montículo con el pie y pudo encontrar lo que quería.

— ¡Un torso! Que suerte que lo hallé sin golpes.

Se agachó y lo recogió, se echó el brazo roto del cadáver tras de sí y agarró la cintura con ambas manos. Volviendo a entrar, depositó los restos junto a la camilla.

Rápidamente, hizo unos cuantos cortes sin mirar, metiendo casi todo el brazo por debajo del vientre, sacando las partes que necesitaba sólo reconociéndose al tacto. Tiró el sobrante al piso, pateándolo lejos para que no estorbase.

Por alrededor de dos horas se limitó a trabajar en las costuras, intentando que quedasen lo más perfecto posible, cosiendo primeramente desde adentro como si se tratase de un peluche al cual el tiempo magulló, cerrando huecos con piel ajena, músculos que podían cubrirse de grasa a modo de sellante. Por suerte las costillas no resultaron ser un problema, estaban intactas.

Se apartó para ver su trabajo. Las costuras estaban cuidadosamente elaboradas, cada una con más de un minuto de dedicación. Por alguna razón le comenzó a tomar algo de cariño. Probablemente siendo este resultado del empeño. Destapó el cuerpo. Con un paño mojado retiró la sangre sobre el vientre. Pasó la vista al reloj.

—Llegará en cualquier momento... Si pude con ese armario de tres puertas, podre con esta —dijo descolocando el seguro de la camilla con el pie—.

Llegó a la habitación en donde le dio vida a su monstruo anteriormente. No creía que terminaría devolviéndole la vida a alguien a quien él mismo decidió arrebatar. Con esto en mente miró el mecanismo de arriba hacia abajo. Una oleada de adrenalina le subió por el pecho acelerando su pulso. Accionando una palanca, la plataforma vertical se giró para quedar en espera de un cuerpo sobre sí. El Doctor acomodó a la chica, amarrando las correas de cuero a sus extremidades.

— ¿Lista para volver, Doctora Zhou?

Con una maliciosa miradasonrió al cuerpo ya frío sobre la superficie de metal.

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