Capítulo 48: Reunidos otra vez

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Abalanzándose sobre el robot, cinco de los soldados lo contuvieron. El vaso se quebró en pedazos detonando a la reina a dar un grito de desesperación. El general en seguida la escoltó a fuera junto con el resto de sus hombres.

— ¡Destruyan ese autómata y vuelvan a la formación! —Ordenó, desapareciendo su voz a través del corredor.

El autómata desarmo a uno de ellos, arrebatándole la espada. El resto de soldados desenvaino sus armas enfrentándose al robot entrenado. Usando el mango, el ómnico golpeo a uno de ellos inmovilizado, estrelló el canto filado contra el de otro tirándolo al piso.

Junkenstein no podía estar más orgulloso y por ende no perdió el tiempo que le habían dado, aprovechó el disturbio para entrar. Snowball se adelantó escaneando el cuarto. Sorpresivamente este era todo lo contrario al mapa del dron. El pequeño se detuvo frente a una pintura un tanto familiar.

— ¿Pero que...? ¿Tú sabías de esto, aparto? ¡TE RECONSTRUÍ PARA SER ÚTIL!

— !!! —Alterado empujó al Doctor hacia el cuadro.

— ¿Uh...? ¿La reina Wilhelm? ¿Otro retrato de ella aquí también?

— ¡Es Junkenstein! ¡Háganle saber al general!

Jamison instantáneamente se dio la vuelta, uno de los soldados se había zafado de la pelea con el ómnico. No podía dejar que ese lambiscón arruinara sus planes.


Mei se había quitado los lentes, la montura le resultaba pesada luego de usarla durante horas, además los cristales estaban empañados de tanto llorar. Habían pasado unas horas desde la última alarma, o eso es lo que sentía, la noción del tiempo solo se basaba en un triste conteo que perdía cada vez que llegaba a un número centenar. La garganta le ardía de tanto contener el llanto, solo quería soltarlo.

—No importa si hiciera algo bueno o malo ahora... ¿Verdad? Creo que debí empezar por ahí desde un inicio como dijo el joven Shimada...

De lejos escuchó un sonido metálico, no muy lejano. Se puso los lentes otra vez. En cualquier caso era algo de compañía, pero no quería ver a nadie, menos a la reina, si tan solo se tratara de...

— ¡¿Mei?! ¿Dónde demonios estas? ¿Sigues viva?... Hehehe... ¿Verdad?

Atónita, creyendo que no era más que una broma de su mente, se dejó llevar por la pregunta para contestarla. Una parte de ella simplemente quiso asegurarse de que era verdad.

— ¿Jamison...?

— ¡MEI! —Los pasos de la suela se hicieron rápidamente audibles, muy cerca de la puerta metálica- Descuida querida, el increíble Doctor Junkenstein te sacará de ahí~

En pocos segundos la piedra se rompió en enormes trozos por delante de ella obligándola a dar un salto de la sorpresa quedándose parada frente a la explosión tras la entrada. La ahora magullada puerta calló hacia atrás dejando ver la silueta del doctor. El reflejo de sus lentes y su sonrisa de oreja a oreja le hacía sentir una mezcla de miedo y alegría a la vez. A pesar de creer estar seca, las lágrimas brotaron inundando su visión. Corrió hacia él.

Soltó el lanzagranadas al suelo, recibiendo a Mei, estrechándola en sus brazos. Gracias al impulso de ella, cayeron ambos al suelo sin importarle demasiado a Junkenstein golpearse el trasero al caer.

— ¡Si eres tu...!

Rompió finalmente en llanto hundiendo la cara bajo el mentón de él, empapándole la bata. Desahogándose, llenó sus pulmones del aroma del óxido y gasolina que traía encima hasta calmarse, a pesar de no le agradase aquello, saber que era él podía sentir que el sabor de la amargura se atenuaba cada vez más. Bajo ese olor... había otra cosa familiar que le comenzaba a retorcer las tripas.

—Y yo creyendo que estabas muerta... Otra vez, hehehe —Apoyó la cabeza sobre la de ella acariciando su espalda.

—L-Lo siento... —Se apartó metiéndose un mechón de cabello suelto tras la oreja— No quería...

—No me importa —Paso sus manos a las mejillas borrándole el rastro de lágrimas alcanzando a quitar unas de sus ojos bajo los lentes con el pulgar.

El Doctor la ayudó a levantarse con cuidado tomándola por debajo del hombro. Mei sentía el cuerpo, no se había percatado de ese detalle hasta la sensación de vértigo al levantarse, estuvo preocupada tanto tiempo que olvidó por completo que no había comido en días. Fue cuando recordó el sabor embriagante de la sangre, el dolor de sus tripas retorciéndose buscando restos de comida en su interior se manifestó. Se presionó el abdomen con una mano, tiñendo de un segundo a otro sus mejillas de vergüenza. Junkenstein se sobresaltó al escuchar el borborigmo, no era molesto ni desagradable, casi le resultó divertido por un instante, pero se preocupó cuando la idea le trepó por la cabeza, llevaba buen tiempo en ayunas para un sonido así.

—A menos que no tengas una hernia, eso es hambre... ¿No has comido nada?

—Bueno yo, antes me dieron comida, pero ya ha pasado un rato... No sé exactamente pero... —Lo miró aumentando la calidez del rosa sobre la cima de sus mejillas— ¡¿Q-Qué hace?!

—Vamos, hazlo rápido —Se había agarrado el cuello de la bata dejando al descubierto la clavícula.

—P-Pero yo... —Se agarró un brazo—...N-No...

—Acaso ya no... ¿Ya no eres una...Jiangshi?

—Pues... Me habían tratado para eso, pero aun así... —Abrió la boca mostrando los canes aún demasiado largos para considerarse de tamaño normal.

El pequeño gesto, lo hizo ruborizar un poco, puede que los dientes sean mucho más largos y afilados que los de los humanos, pero continuaban siendo pequeños por la proporción del tamaño óseo. Un asomo de curiosidad casi lo lleva a tocar uno con sus guantes, de todos modos desde esa perspectiva ella no lo notaría hasta que lo hiciera. Pero se detuvo, ya habría tiempo después para cualquier detalle competente. Negó con la cabeza desechando la idea volviendo a lo primordial.

—S-Supongo que servirán para solo una cosa ¿No? —Se agachó estrechándola con el brazo, acercándole la zona descubierta a la altura de su boca- Adelante, no te contengas, come lo que necesites para reponerte... No planeo llevar peso muerto por tercera vez ¿Oíste?

Mei no dijo palabra, no podía hacer más que aceptar. A demás de estaba débil y probablemente terminaría siendo una carga como él decía, tomando en cuenta que se molestó en llegar hasta ella. Abrió la boca lentamente rozando la piel, cerró los ojos clavando lentamente los colmillos.

—!!! —En seguida, todos los músculos del cuerpo de Jamison se tensaron por el pinchazo. Luego de unos instantes, los relajó poco a poco, como si estuviera reviviendo el éxtasis de un recuerdo. Sonrió empañando el cristal de sus lentes.

El aroma a hierro de la sangre era tiernamente nostálgico, la sensación de perforar la piel con cuidado abría la herida en su mente, un escándalo de escape que terminó en traición y guerra. Las lágrimas volvían a salir dañándole el borde de los párpados, aplicando fuerza en la mandíbula sintiendo la culpabilidad de su empeño por ''hacer lo correcto''. No había sido justa ni con Junkenstein ni con ella misma, peleaba para proteger nada, solo un valor cliché que le inculcaron y que fielmente grabó en su cabeza, terminando todo en una gran falla. Hasta ahora no lo entendía, pero le hacía falta morir para entenderlo, cada uno tiene su propio juicio y hasta ahora solo estaba protegiendo uno en general que creía suyo. Hartándose de ella misma y su ridícula forma de proceder, clavó los dientes inferiores propinándole a Jamison el calvario de una mordida sin piedad.

— ¡AAAAHG! M-Me... i... —Calló de rodillas al suelo, sujetando la cabeza de Mei, quien parecía nublada sin pensar en lo que hacía.


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