Capítulo 52: Tuvieron que hacer equipo

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    Comenzó a seguir el silbido de las balas entre la espesura de la niebla. Por más que lo intentase no lograba dar paso alguno sin chocar con alguna estructura destrozada, menos darse cuenta de quien tenía en frente si habían dejado de gritar por sus vidas por quedarse pasmado en medio de la nada. La mitad de la gente refugiada estaba protegida por los guardias dentro del vestíbulo, el resto era historia.

Frente de él un gran montículo cubriendo su visión, pedazos de lo que quedaba de la hermosa fuente del centro de la plaza le estorbaban el camino. Sintió como las balas de su torreta pasaban una tras una paralelamente por un puente de granito lijado por ellas mismas en el borde. Movió con ambos brazos la enorme muralla que se había creado soltando una gran nube de escombros. Combinándose junto con el estallido del resto de balas y chillidos metálicos, la máquina disparaba a través de la zona de batalla.

— ¡Abran paso! —Apresuró el rumbo apuntando hacia el frente por si algo se le cruzase— ¡Tomen armadura!

Lanzaba cartuchos de reforzamiento cerca de los soldados de la reina en lo que avanzaba. No sabía el paradero de su hija con certeza, pero tenía la corazonada de dirigirse donde estaba, justo al frente del mayor peligro, teniendo como objetivo el mismo que el de su torreta.

No tardó en llegar a la última intercesión del camino, uno se dirigía a los campos y el otro hacia la salida del gran cañón. Tomando la dirección de este último, esquivó un par de omnicos que chocaron entre sí por la falta de visión.

— ¡Pedazos de chatarra...! —apuntó al frente al ver una enorme silueta.

— ¿Papá...? —Brigitte se dio la vuelta, vestía una enorme armadura que nada femenina la hacía lucir, salvo por la coleta que oscilaba al movimiento brusco— ¿Por qué estás aquí?

— ¿Estas de broma, hija? Creí que eras el objetivo de mi torreta, estás muy alta —Rió para sí colocándose a su lado— ¡Casi te disparo!

—Qué bueno que no lo hiciste —Volvió a darle la espalda para golpear un par de autómatas con el mangual mecánico— Encárgate de tu torreta, ¡Yo te cubro!

Diciendo esto último activó su escudo en frente de él. Asintiendo con la cabeza sin responder, el cazador se dispuso a poner una torreta en la esquina hundida de un almacén. La chica defendía la espalda de su padre en lo que este daba los últimos retoques a la ametralladora usando el martillo de forja. Empujando al ómnico, al piso, Brigitte salió del campo de visión de la torreta, para que esta le disparara al robot.

—Y dime, porqué estás aquí —Colocó el escudo en una dirección aparentemente vacía para que una bomba estallara en este— Creí que defenderías la herrería a menos... —Miró a su padre por el hombro.

—Verás, primero mi torreta se volvió loca, no atacaba a nada salvo a algo que venía desde aquí —De vuelta a usar la remachadora, disparó a otro autómata que se aproximaba a su posición reventándole el pecho— Quizás es solo una corazonada, pero...

—Y no se equivocaba —Dijo ella interrumpiéndolo.

— ¿Ah?

La torreta comenzó a disparar en una dirección vacía, exactamente como la anterior. La chica preparó su escudo en dirección a las balas. De pronto un grito asqueroso lleno de arcadas sobresaltó a Torbjörn. Una mano golpeó fuertemente la barrera de Brigitte, tirándola consigo contra la muralla. Soltó todo el aire de sus pulmones en un bufido para luego caer rendida por su propio piso.

— ¡C-Cuidado papá! —Gritó a su padre intentando incorporarse.

— ¡Brigitte! —Trató de ver a su hija a través de la niebla— ¡...!

La enorme bestia apareció entonces totalmente ante sus ojos como una pesadilla que creía haber olvidado. Como si no le importara la presencia del cazador, priorizó los balazos de la ametralladora antes que el ataque de su arma de fuego.

— ¿Qué crees que estás haciendo bestia endemoniada? ¡Aléjate de mí torreta!

Alzó un brazo al aire y lo bajó con fuerza destruyéndola. Los pedazos de esta se esparcieron por el piso, rodando una tuerca a los pies del hombre.

— ¡Mi pequeña...! —Furioso dirigió los ataques de su remachadora a la cabeza, pero a este parecía seguir sin afectarle.

La bestia ahora priorizando el ataque del cazador, levantó ambos brazos para aplastarlos. Desesperado continuó disparando a la cara puesta de cerdo del monstruo mientras este reía de él. Con impulso de su enorme cuerpo saltó hacia el cazador. Torbjörn retrocedió unos pasos sin dejar de dispararle a su rostro deforme entre ceja y ceja.

— ¡Ugh...! —Ahogando un quejido, se detuvo antes de caer sobre sus rodillas.

De un momento a otro, el monstruo cayó al piso, levantando una gran nube de polvo junto al confundido cazador. Había sido atacado por algo que no vio venir.

— ¿Pero qué...?

—Que tengas dulces sueños...

Una figura delgada saltó desde un tejado poco visible, hasta él. La mujer cargó su arma otra vez apuntando a Brigitte. Esta respondió en señal de dolor al proyectil. La chica se incorporó del piso, volviendo a levantarse.

—G-Gracias... Supongo —Se sujetó sobre la pared con una mano con notable dificultad al respirar— Creo que me rompió una costilla... Ugh...

—Que oportuna eres, Amari... —El cazador parecía más relajado— Como en los viejos tiempos.

—Ya llegará el momento para recordarlos... —Apuntó hacia el frente conjuntamente cambiando de tema— Por lo que veo, este no venía solo.

— ¡Detrás de mí! —Brigitte se puso en frente de ellos con su escudo, cubriendo la zona sangrante en su costado con la otra mano. 

Tras la pared, ambos escuchaban atentos al grupo de guardias en la primera planta. Debían atravesar todo sin ser descubiertos si querían ahorrarse persecuciones innecesarias y de paso ahorrar municiones. La falta de atractivo al plan no le gustaba a Junkenstein, pero el entusiasmo y determinación de Mei era demasiado para su cabeza ya hecha un lío. Ella miró el vestíbulo por un costado del borde de la muralla. Habían tanto sirvientes del castillo como pobladores del reino agrupados casi como si fuesen rehenes, los guardias los rodeaban dándoles las espaldas teniendo en la mano la espada lista para desenvainara por cualquier inconveniente.

—Demonios... Hay muchas personas... —Mei se mordió el labio pensando en una solución, haciéndole señales con ambas manos para que se acercara— ¡Ven, ven...!

— ¿Q-Qué? —Nervioso, puso su oreja lo más cerca de los labios de ella para que le susurrara.

—A parte de bombas, ¿Tienes gas?

— ¿Gas? Eh... —Tomó una de sus bombas— Espera solo le quito esto... —Abrió un compartimiento de está dejando caer mucha parte de la pólvora— ¡Boalá, una cortina de humo! Explota, pero no es nociva.

— ¡Shhh!...-Marcó con un dedo sus labios casi asustada—...Es perfecta.

Junkenstein descolgó la lámpara de pared sobre ellos dejando ver los cables en el agujero. Ubicó uno en específico, apuntándole con un dedo el color del cable, Mei asintió con la cabeza, alargó la mano hacia este apagando solo la luz de esta. Aprovechando el filo de sus guanteletes metálicos, partió el cable a la mitad. El Doctor peló cada extremo plástico con ambas manos, ella colocó la mecha de la bomba en medio. Poniendo cada extremo lo suficientemente cerca, comenzó a hacer conexión con un poco de electricidad haciendo parpadear la bombilla, casi enseguida, la estática provocó que la cuerda empezara a arder. Agachándose, Mei lanzó la bomba apuntando al medio de la habitación haciéndola rodar por el piso.

A penas terminó de consumirse la mecha. Una enorme nube de humo se alzó cubriendo todo el lugar, espantando a los pueblerinos. Sorprendidos, los guardias desenvainaron sus espadas sin poder ver nada, el grito de la gente y el ataque de tos no pudo dejarlos saber de quien se trataba.

— ¡Es él! —Largó a decir uno de los guardias— ¡Junkenstein debe estar por aquí!

— ¡Que no cunda el pánico! —Trató uno de calmar a la gente en vano.

Cuando finalmente pudieron ser capaces de ver a su alrededor, una bomba estalló desde una muralla. Estos corrieron inmediatamente a ver. Pero tras esta solo se encontraba una lámpara descolgada y el agujero que dejó la explosión.

Tras haber congelado la cerradura, Mei bajó el arma aprovechando la instancia para hacer una recarga. Acomodó sus lentes para luego girarse a ver al Doctor mirando el mapa bajo Snowball.

—Esto... Es extraño...

— ¿El qué? —Dijo Mei acercándose a él.

—Según tu dron, ahora que estamos en la primera planta es más notable... ¿Recuerdas todo ese cablerío extraño en las paredes? Creo que no tiene nada que ver con la buena iluminación.

— ¿A qué te refieres?

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