Capítulo 53: Él estaba vivo

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La puerta se abrió con un rechinido familiar para Mei, entrar a las prisiones por segunda vez la hacía sentir como una fugitiva. Snowball pasó sobre ellos para alumbrar el camino. Comenzaron a descender, haciendo eco con sus pisadas. Ella reconoció el sonido de la gotera en seguida, aquella que terminó de ayudarla con la mezcla.

—Así que... De vuelta a prisión —Intentando romper el silencio— Mei, tú no aprendes la lección, ¿Verdad?... Hehehe...

—Esa es una buena... —Le respondió sin importarle demasiado.

—Oh... Si... —Se rascó la nuca— ¿Por qué tan seria?

—Perdona... —Sonrió para sí— Supongo que es porque aún tengo curiosidad por saber qué es lo que pasó realmente aquí...

—Sobre eso... Si aún persiste la idea de que ellos fueron asesinados por ti... ¿Qué tal si lo miras desde otro lado?

— ¿Hablas desde otra perspectiva?

—Claro, por ejemplo, está el hecho de que escuchaste algo... ¿Metálico?

—Pues sí... —Intentó mirarlo— ¿A qué quieres llegar con eso?

—Si tú eres inocente y la única que sobrevivió a eso fue Athena, ¿Qué tal si lo hizo ella?

— ¿Qué? —Se detuvo— ¿Siquiera escuchas lo que dices? —Continuó caminando— Es una locura, ella...

Al voltear por el pasillo que señalaba el mapa que mostraba el dron en el piso, se dieron cuenta de que una luz había pasado en uno de los costados. Ambos se plantaron a ver que la luz se apagara, como si algo hubiese pasado tras la pared de abajo arriba.

— ¿Ese era el elevador? —Miró a Junkenstein con una sonrisa de victoria en su rostro— Te dije que era buena idea ir por el camino largo, nos hubieran descubierto.

— ¿Y yo dije lo contrario? —Colocó una bomba— Aléjate, ahora sí vamos a usar el camino corto.

Corriendo por el pasillo, se apartaron lo suficiente. Al detonarse la bomba, la explosión dejó expuesto un ancho túnel vertical. Al acercarse a mirar el fondo solo lograron ver un oscuro agujero que conducía hacia un lugar incierto.

—Es una caída muy fea... —Miró la pared viendo los cables moverse- Estoy seguro de que esta cosa es lo único que nos puede llevar sin morir.

—Claro... Solo debe tener dos puertas, una desde arriba y otra... Allá —Agachándose a mirar.

—Debe haber alguna forma de llamarlo... ¿No creo que sea tan difícil o sí?

Se escuchó un sonido de cierre sobre ellos. Junkenstein volvió a ver los cables, estaban quietos. Miró a Mei y luego nuevamente a la cuerda.

—Tengo una idea, sujétame.

— ¿Ah?

Agarró con ambas manos la cuerda y con la otra se sujetaba como podía a la pared. Mei estaba detrás de él sujetando su bata usando su el peso de su cuerpo como palanca para que el Doctor no cayera al vacío del túnel.

— ¿Segura que estás bien? -Trató de mirarla.

— ¡Apresúrate y deja de preguntar! -Jalaba anclando los pies en el borde de la piedra rota.

Tiró de una de las cuerdas sin conseguir que se moviera, luego de la otra que le resultaba muy fácil en comparación. Desde arriba, sintió como piedras pequeñas le comenzaban a caer en la cabeza. El elevador estaba descendiendo. Tomó entonces desde lo más arriba que pudo y comenzó a tirar la cuerda hacia abajo varias veces.

— ¡Lo conseguí allí, viene!

— ¡E-Estupendo, Doctor!

De pronto la cuerda le pereció estar demasiado tensa, para luego comenzar a bajar por su cuenta.

— ¡MEI! —Le gritó desesperado, no quería imaginarse las posibilidades de que un elevador adquiriendo tal velocidad le cayera sobre la espalda.

Con todo el esfuerzo que pudo poner, tiró de la bata de Jamison hacia ella. Este, empujándose, salió disparado del túnel cayendo de espaldas sobre su ayudante. Un ruido oxidado se aproximaba rápidamente hasta ellos. Casi sin tiempo, Mei apuntó con su arma creando un pequeño témpano de hielo en lo que justo choca el elevador quedando frente a ellos un poco ladeado por el proyectil.

— ¿Sabes? Olvidé preguntarte algo. Estoy cansado del té... —Se levantó extendiéndole la mano— Pero no quiero dejarlo.

—Creo que tengo una buena idea para eso... —Se levantó afirmándose se su mano— Pero más tarde, solo si logramos sobrevivir.

—Hecho —Le sonrió agarrando la cuerda de antes para controlar el elevador.

A penas el carámbano de hielo se rompió, el piso se estabilizó, sobresaltando a Junkenstein por un segundo. Con cuidado, comenzó el descenso por el túnel.

—Creo que estoy un tanto ansiosa... —Miró a Jamison— ¿Podría ser claustrofobia...?

— ¿Luego de nueve años encerrada en un sarcófago? Pfft, nah... —Miró a otro lado para no mostrarle directamente que le había hecho gracia su propia broma.

—Muy gracioso... —Miró hacia arriba topándose con Snowball- Hay algo que quería probar antes...

Tomando al dron entre sus manos lo acercó hasta ella. De su bolso sacó una carga de solución que usaba en su bláster. Dio vuelta el aparato para ver el puerto conector. Para sorpresa de ella parecía estar actualizado.

— ¿Qué... hiciste aquí?

—Algo que seguramente te encantará... Solo... —Con una mano le quitó la carga, la destapó con el pulgar y se lo puso en el centro del agujero central bajo el dron— Hay que hacer esto.

El dron se zafó de las manos de la científica para dar unas vueltas sobre sus cabezas. Mei sintió frío sobre la suya, lo que al mirar arriba le dio la respuesta. La carga le había dado habilidades de hielo, no muy potentes, pero bastante útiles.

— ¿Cómo supiste que quería hacer algo así con él? —Lo miró sorprendida con un ligero rubor.

—Primero, no, no fue por espiarte... Creí que ya lo habías pensado, pero no lo habías hecho, así que... Me tomé ciertas molestias. De nada —La miró y enseguida apartó la vista con una sonrisa nerviosa aparentando desinterés.

—Gracias, Jami...

— ¡Vamos, ahora no! —Brigitte sacó una de sus herramientas intentando reparar el escudo— ¡Ana! Necesito tiempo.

La protección había terminado por descalabrarse, la barrera se había roto por el daño masivo de la ráfaga repentina de balas. Sea quien fuese, lo había hecho con tal de tener tiempo para que su compañero despertase. La respiración del monstruo volvía paulatinamente a ser rápida, incorporándose a medida que abría los ojos.

—Como no —Se puso en frente de ella con la mira en dirección al monstruo para hacerlo dormir de nuevo a penas se levantase— No podemos darnos el lujo de retroceder.

El cazador, en tanto, se apresuraba a acabar de reparar su torreta, estaba calleándose a pedazos. Se había colocado esta vez tras de esta con la intención de dejarla disparar en lo que este le daba los últimos retoques. La idea no tardó en rendir frutos, los cañones de esta comenzaron a disparar desenfrenadamente, lo que llevó a la corsaria a apuntar en la misma dirección. Pero no era a la bestia que tenían en frente, según la lógica de estas, aún no habían visto lo peor. Este aprovechaba la neblina para esconderse.

—Ya es hora, no te quedes atrás —Arrojó las escopetas sin carga, sacando otras nuevas detrás de sí- Sabes que hacer...

—Si... Yo... Seré tu escudo —Ubicándose frente a él, preparó la barrera. Se colocó el casco, con miedo y vergüenza de mostrar su rostro frente a cualquiera que lo llegase a reconocer. Dando un último respiro, encendió los propulsores de su armadura.

Una nube oscura atravesó el camino de las balas, como un fantasma, las ametralladoras tardaron un poco en volver a marcar su nuevo objetivo, pero Ana no lo pensó dos veces antes de tratar de darle a quien fuera que estuviera avanzando. Brigitte, presurosa, se puso frente a su padre con el escudo nuevamente.

De pronto, un estallido sonó, rebotando en las paredes de las montañas. Un familiar sonido para el cazador, uno oído en batalla que le revolvió el estómago. Como una enorme bala de cañón, se acercaba a ellos con queriendo pasar de forma recta hacia el pueblo. Torbjörn al verlo pasar, bajó la remachadora, Brigitte, sin entender miró a su padre desconcertada.

— ¿Qué haces papá? ¡Se dirige al castillo!

—Torb... ¿Ese era...? —La pirata estaba igualmente inquieta que él.

—... Wilhelm.


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