Capítulo 80 : La última idea (FINAL)

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



     Avanzando y en paso firme, la escudera pasaba al centro siguiendo la alfombra aterciopelada hasta el trono de Wilhelm. Su armadura de acero pulido, pieles peinadas se tintineaban cantando con el metal, como si en cada pisada contara una historia diferente en cada paso. Arrodillándose en una pierna, alzó la cabeza para mirar al Rey a los ojos, este con un gesto de su cabeza le indicó que proclamara su promesa.

—Yo Brigitte Lindholm, por mi honor prometo servir y proteger el Reino de Adlersbrunn, a tu legado, el bienestar y la paz de la gente, así como lo hice por Balderich. Yo doy mi vida por mantenerlos a salvo, porque seré su escudo.

Así como una simbología, colocando el martillo en frente de la muchacha, lo levantó para hacer retumbar el piso con la caída de este. El silencio se hiso presente en el salón, este revelaba en el eco de las paredes el respeto de su figura y autoridad. El significado de este era un potente sentimiento de confianza y lealtad a los oídos de Brigitte, y para Wilhelm y su reino una promesa de tranquilidad.

—Yo, Reinhardt Wilhelm, Soberano de Adlersbrunn, te concedo a ti mi confianza, la responsabilidad de la seguridad del Reino y su corona —Colocando una mano sobre su hombro, esta agachó la cabeza en señal de respeto— Te nombro a ti, mi mano derecha, Brigitte, la guerrera del escudo. Sé leal a mí, como lo serás para el prójimo.

—Sí, su majestad.

Alzando la vista nuevamente, la chica se encontró con una ovación que crecía hasta convertirse en un estallido de regocijo. Los aplausos se escucharon y los buenos deseos se gritaron a su alrededor. Esta se levantó y extendió el escudo, alzándolo por sobre su cabeza, con una enorme sonrisa en el rostro, ocasionando que una pequeña lágrima se desprendiera de los ojos de su padre orgulloso.

—Esa es mi hija... —Se dijo mientras golpeaba el metal de su garra metálica.

—Ahora, sin más preámbulos, por favor, demos paso a esta celebración —Ordenó Wilhelm, mirando al pueblo que esperaba ansioso tales palabras.

Tan pronto acabó la frase, la música cambió totalmente el ambiente. Las personas se hicieron de parejas y comenzaron a bailar en el medio del salón. La luz tenue y el aroma a comidas calientes era gratificante, otros varios fueron a deleitarse con los manjares dulces y salados, y licores afrutados del pueblo, alabando las buenas artes culinarias de quienes las hubiesen preparado. Un ambiente alegre y pacífico, llenándose de gozo, como si a cada segundo que pasaba fuese mejor que el anterior.

— ¿Me concede esta pieza? —Se acercaba Wilhelm a Ana extendiéndole una mano.

—Creí que nunca me lo pedirías —Le contestó mirándolo a los ojos con una sonrisa.

Guiándola al centro del salón, la tomó de la cintura con una mano y con la otra entrelazaron los dedos, siguiendo el compás de la melodía sin quitar la vista de su pareja.

* * *


—Felicidades Brigitte... —Pensó Mei en voz alta, mientras aplaudía con cuidado de no estropear los guantes.

El baile había comenzado y el corazón de Mei iba a mil. Tenía planeado un regalo para Jamison, pero no lo había visto llegar a la fiesta. Pidió lugar a las personas, que por el buen humor todas le respondían con una sonrisa haciéndole camino. Podía ver a la gente hablar, oírla reír y tararear las baladas, pero la voz de quien buscaba no estaba. ¿Habrá escapado? Pensar en ello de daba un sabor de boca dulce y amargo. Pero esto no duraría mucho. Una mano helada y dura la agarró del brazo. Al voltear, Jamison estaba parado allí sujetándola. Llevaba un traje de un apagado color mostaza, tonos verdes en su camisa y pantalones arrugados, y un pañuelo de bordes quemados, mal puesto. Un horrible conjunto, pero Mei no paraba de pensar que él es el único en el que algo así le luciría bien. No hacía nada, creía que la saludaría al verla, pero este solo se quedó observándola. Parecía confundido ¿Será que estuviese buscando a alguien más? No. ¿Y si el vestido no le quedaba bien?, ¿Será eso?

— ¿Jamison? —Dijo tratando de que volviera en sí.

— ¡M-Mei! —Respondió— ¡Aquí estabas!

— ¿Estás bien? —Arqueó una ceja.

— ¡Claro! ¿P-Por qué no habría de estarlo? —Miró hacia arriba desviando la mirada— Vamos afuera, tengo algo para ti.

Mei creía que había vuelto a perder un tornillo, pero no tenía idea de que este se había quedado viéndola, no porque el vestido le quedase extraño. Todo lo contrario. Le encantó encontrársela de espaldas, había reconocido su figura adorable desde lejos entre la gente, su costumbre de recogerse el cabello con un palillo adornado; que luego se diese vuelta al tocarla y ver como parecía un copo de nieve resbalando por el piso de piedra, su corpiño abundante tapado por la seda y la piel rosada que se le descubría, le erizaban la piel como una corriente estática, que si no fuese por la mano robótica, su reacción hubiese sido más hormonal.

Habían llegado al estanque en el patio trasero del castillo. Las estatuas derribadas habían sido removidas, quizá planeaban poner unas nuevas. El agua era cristalina nuevamente, viéndosele incluso en el fondo los pedazos grandes de los escombros que se les hacía imposible de sacar a los autómatas, si el tiempo se daba tendrían que hacerlos a prueba de agua o algún tipo de revestimiento para que no les tomara tanto tiempo. Aunque la idea de crearlos ahora con una mayor resistencia al agua era simplemente genial, tomando en cuenta de que para la época de lluvias sería lo más conveniente. Pensando en esto último, Mei, se agachó a mirar el reflejo, simulando que era el suyo, se había puesto a husmear a Jamison que parecía extraño hace rato, percatándose de que este tenía uno de sus brazos tras la espalda.

—Oye, Mei —Dijo rascándose la nuca.

— ¿Qué pasa? —Respondió sin dejar de mirar el reflejo.

Este se percató de que lo estaba viendo desde el agua. Alargó la mano, abriéndola y cerrándola para que se diera cuenta de que quería que se levantase. La chica volteó y se sujetó de él para ponerse de pié. Jamison apretó un poco la mano que los mantenía unidos, no quería soltarla. Con una sonrisa, Mei hiso lo mismo cerrando los dedos que habían quedado sueltos del apretón.

—Yo... Eh... —Hiso una pausa para tragar saliva— ¡Tengo algo para ti!

Mostrándole el presente que tenía escondido tras la espalda, le dio un vuelco el corazón. Después de todo ella también tenía algo para él. Pero algo le decía que no estaría segura de que este lo aceptaría.

Sin soltarse de las manos, ella abrió el obsequio con la otra mientras él lo sostenía. Solo bastó con tirar de una de las puntas de la tela para que se desenvolviera por sí solo.

Una pequeña semiesfera de ojo viejo de alteraciones poligonales en los lados y un pequeño hundimiento en la parte superior, se abrieron tras quedar expuesta por la desenvoltura. Extendió ambas aletas laterales y un auto carga se levantó desde la fisura, simulando a sus ojos a una flor al abrirse con el sol. Este levitó hacia arriba mostrando sus propulsores y en un sonido electrónico se dio la vuelta para ver a la chica. Sus ambos ojos de pixel le sonrieron.

— ¡Doctora Mei!

— ¡Snowball! —Jamison soltó su mano.

Tomando al pequeño dron entre los brazos, lo aproximó a su rostro, no pudo evitar poner algo de fuerza para abrazarlo, creía que terminaría rompiéndolo. Pero era él, era su amigo de vuelta. Sonriendo comenzó a llorar.

Espantado de la reacción poco común, Jamison tomó a Mei de los hombros ¿Qué pasaba con ella? Se supone que debería estar feliz, no poniéndose a llorar ¿Qué tipo de gracias es esa? No sabía que hacer ¿Hiso algo malo?

— ¡N-No llores! —Dijo entre preocupado y molesto— ¿N-No te gustó? Si es tu máquina voladora de siempre, es Snowball...

—No, no, Jamison —Se quitó los lentes para poder limpiarse, pero este se le adelantó sacándose el pañuelo del cuello para limpiarle los ojos— ¡Estoy feliz...!

— ¿Ah?

—Los sentimientos en exceso te hacen llorar, ¿No lo sabías? —Dijo tomándolo de una mano buscó su mirada preocupada— Estoy tan feliz de ver a Snowball. No creí poder verlo otra vez...

—Entonces, ¿Lo haces por estar...? ¿Feliz?

—Si... —Dijo acercando su cabeza a al pecho de él.

Como si la vuelta de tuerca del susto se hubiese llevado el buen ambiente y devuelto con un agradable sentimiento de calor, las manos del Doctor temblaron, para encerrarla entre sus delgados brazos. Envolviéndose así mismo con el perfume que ella tenía, era tan suave al tacto. Quería sentirla más, por lo que con el mentón apartó un poco de su cabello para poder sentir su mejilla con la de él al hundir la cabeza por un costado entre su cuello. Su piel estaba fría y refrescante, contrastando con la de él que era calurosa y seca. Podría morir así. Podría morir así...

—Tiene todo lo que tenía antes —Comenzó nervioso— Puede auto cargarse con la luz, tiene las grabaciones y datos que habíamos recolectado... No creo que te des cuenta de que es uno nuevo, de hecho usé los materiales con los que lo reparé, porque ya sabes, parece que alguien le dio un corte y-

—Gracias, Jamison... —Lo interrumpió.

Se separó un poco de él, depositándole instintivamente un beso en la mejilla.

Jamison, quien se había colocado lentes en vez de los apretados goggles, se le empañaron y la cara se tornó de un rojo cereza desde el tabique, las mejillas hasta la punta de las orejas. Una estática le recorrió la espalda y los hombros. ¿Qué fue eso? ¿Lo besó? ¿Ella, dio el primer paso antes que él? Había sido tan suave al contacto, tan dulce. Quedándose quieto, buscaba una respuesta con los ojos en ella.

El gesto de él, la asustó un poco. Parecía enfadado, pero en seguida pensó. Él es el tipo de persona que parece estar enojado cuando piensa. Así que él estaba pensando ¿Pensará que habrá sido demasiado? Hacer algo así de un momento a otro sin preguntar, quebrando el espacio personal, cruzar la línea. Por más que lo pensara no quería provocar mal entendidos, pero esa era la verdad. Unas gracias, con un beso. Beso que contenía sentimientos, uno que no podía simplemente soltarle en la mejilla, ya que este era dedicado para otro sitio.

—P-Perdona, no creí que fuese a molestarte...

Reaccionando, Jamison la tomó del rostro. No era justo, él quería hacerlo primero, sea donde fuese, en la mejilla o en el cuello ¿En el cuello? Y esas marcas que lleva aún con cariño tratando de curarse por sí misma en el pescuezo ¿no contaban como uno también? No era justo, ¡No lo era! Sin esperar a que la perdonase, sin esperar a que le diera permiso. Aquel era su turno. Simplemente no aguantaba más. Vio como Mei lo miraba a los ojos estupefacta, y ella lo veía encontrando locura y decisión en los suyos.

Cerrando la distancia que quedaba entre los dos, acercó su rostro al de ella, juntando sus labios con los de él lo más rápido que pudo para que no hablase. Sabía que si oía su voz se arrepentiría.

Tan pronto como sintió la dulce carne de sus rosados labios chocando contra los de él, una ráfaga de adrenalina le atravesó la espina dorsal acercándolo más. Había cerrado los ojos, esperando poder depositar todos esos sentimientos que había estado negando durante tanto tiempo, ¿En qué momento los había estado atesorando? Eso ya no le importaba pensarlo, podía dejarlos salir y que fuese ella quien tuviera la última palabra. Pero por ahora, solo quería que lo dejase expresárselos.

¿Qué había pasado? Un calor pesado a la vez de acogedor la envolvía, entibiándole el rostro bajo los ojos, teniendo que cerrarlos para comprenderlo. Era besada por los labios temblorosos de Jamison. Algo tan tierno que no podía venir de él. Pero ese no impidió que la misma corriente eléctrica pasase por ella, necesitaba altura y los talones se le elevaron para ayudarla. Instintivamente sus manos pasaron a su cuello, rosando esa misma área especial donde quedaba ese recuerdo de la última vez, en seguida la delgada tela pudo traspasar el calor de la piel a sus manos. ¿Qué tipo de respuesta es esta? No quería pensar en lo que ocurriría luego, solo deseaba con todo el corazón que nunca terminase. Quería sentirlo, saber que esa forma de actuar era solo algo para ella. Probarlo y que la probara, hiriéndolo sin pena con la punta de los dientes. El delicioso sabor a ese natural flujo se expandió por ella, teniendo que hacer presión con los labios para que nada se le escapase, llevándola a relamer el interior.

Tan pronto como ella le correspondía, la tomó de la cintura atrayéndola más hacia él para sentir su cuerpo, su existencia, para conversarse de que aquello era real y no una fantasía. De estar despierto y que no era una ilusión o una imagen tras el monitor. Y sí, en su mente explotaba la idea de que era ella, una y otra vez, haciéndose la pregunta varias veces en su conciencia de que estaba viva y en sus brazos, correspondiéndole a una idea descabellada, como si también hubiese ese deseo de no separarse, de seguir así un tiempo más. Que no fuera la primera y última, que hubiese muchas más a partir de ese momento. Que ese sentimiento no terminase de explotar y se congelase en el mismo instante, y si terminase que empezase de nuevo y más fuerte, más creciente. Pero... ¿Ella siente lo mismo? ¿Lo siente? Lo tocaba y él a ella, pidiendo un segundo más para seguir probando el sabor de la miel en el té y la delicada champaña derritiéndose en la sangre, respirar sin soltarse y hundirse en el recuerdo que iban creando con sus labios. Qué maravilla es estar de acuerdo.

Separándose con lentitud, se encontraron con los ojos del otro envolviéndose en el silencio del viento remeciendo las hojas de los árboles. Limpiando el uno del otro el rastro de sangre que les quedaba en las comisuras con las manos. Se sonrieron, hallando finalmente el momento que necesitaban para aceptar su propia realidad, de estar en la misma página.

Una nueva melodía había comenzado a oírse desde el salón del castillo, las luces del ventanal no lograban llegar a ellos, pero sí se sentían como una realidad que los fuese a condenar. Tomándola de una mano y la cintura, ella del hombro y de su mano gentil, dieron los primeros pasos fuera del alcance del brillo que los delataba.

El compás tenue y alegre los hacía dar vueltas alrededor del agua, reflejándose. Riéndose de la falta de práctica de ambos, haciendo distancias cada vez que entonaban con la melodía. Pero juntos al fin.

— ¿Jamison estas...? —Mei se detuvo al ver que al abrir los ojos este la miraba con los ojos y nariz enrojecidos— ¿Llorando?

—Lo estoy... ¡Estoy malditamente feliz! —La tomó de los hombros para acercarla— ¿Y si...? —Hiso un gesto apuntándola a ella y luego a él al no tener las palabras listas para decir— ¿O-Otra vez?

—E-Eso... No se pregunta —Dijo nerviosa desviando la mirada.

— ¿Eso es como un "Sí" permanente? —Sin detenerse a preguntar si podría ser un no.

La muchacha vio como sus ojos tenían un brillo extraño, encantador como los de un niño a los que les muestras un nuevo juguete, o a un gran lector cuando le entregas un libro en las manos; y desesperado por una aprobación. Mei sentía como el pecho se le llenaba de ternura, queriéndolo abrazar otra vez, pero tal pregunta era imposible de responder con un "si" a secas. Daba vergüenza y él era una persona que no conocía esa palabra. Dándole una mirada rápida para cerciorarse de su atención le respondió:

—A-Algo por el estilo...

— ¡Es decir cuando quiera! ¡Eso es perfecto!

Diciendo esto último Jamison le dio un rápido beso en los labios, con una sonrisa que mostraba todos los dientes.

— ¡Jamison!

—Oye, una duda, cariño... —Se acercó lo suficiente a su cara para hacerla retroceder— ¿Te avergüenza que te pregunte este tipo de cosas? —Alzó el músculo de la ceja, viéndose la malicia tras las gafas.

— ¡Por supuesto que sí! No puedes ir preguntando esas... ¡Cosas! Como si no tuvieran sentido y simplemente las hicieras por... Querer hacerlas.

—Entonces si te preguntara... "¿Puedo besarte?" ¿Te molestaría?

— ¡Jamison, basta! —Se tapó el rostro.

— ¿Puedo tocarte? —La toma de los hombros.

— ¡Me voy a enojar!

Se acercó a su oreja para susurrarle.

— ¿Y si...? ¿Hacemos el amor? —Soltó una carcajada. Dándose cuanta de lo que había preguntado, se tapó la boca con ambas manos— ¡Solo bromeaba, solo bromeaba! Hehehe ¿...No estás molesta?

— ¡JAMISON JUNKENSTEIN! —Pero no pasó a más que solo alzar la voz, la muchacha se cubrió toda la cara con ambas manos, estaba demasiado avergonzada para continuar gritando— ¿C-Cómo te atreves...?

—Vamos es solo una broma, no te pongas tan seria—Tragó saliva, la sola pronunciación de su nombre completo le había erizado los bellos de la piel.

— ¡T-Tú...! —Subió la nariz— ¿A qué huele?

—No fui yo —Miró hacia atrás— ¿Qué es eso?

Cortando ambos con la conversación, el olor repulsivo se acercaba cada vez más con el viento. El familiar buqué a muerto, arrastrándose desde lejos les daba cierta inquietud. Mirándose el uno al otro asintieron para decidir ir a ver.

* * *


Arrastrándose en la tierra usando las manos, Mako había dejado un sendero de carne podrida suelta, sangre y pus cayéndosele. Los dedos estaban raspados y ensangrentados por el peso de su propio cuerpo desesperado por avanzar y sobrevivir. En el instante en que Junkenstein pudo ver los restos vivientes de su monstruo, echó a correr junto con Mei, atravesando los matorrales de un salto.

— ¡Mi monstruo está vivo! —Celebró tras llegar a su lado, pero tan pronto lo vio su expresión cambió a una más severa frunciendo el entrecejo— Y hecho mierda...

—Por Dios, ¿Cómo pudiste llegar así? —Miró a Junkenstein— Ay no... ¿Qué pasa si lo ven?

— ¿No es obvio? —Sonrió— ¡Wilhelm nos colgara a los dos! ... Pero eso no importa, pueden enterarse todo lo que quieran después, ahora hay que llevar a este gordo de alguna forma —Miró a Mei pensativo— Oye, Mei... ¿Tienes aún un poco de tu solución de hielo?

—... —Entrecerró los ojos buscando la razón de usar hielo. Recordó entonces, las veces en que este había sido útil en carrera. Chocando el puño en la palma abrió los ojos de par en par dándose cuenta— ¡Claro! Tienes razón, vuelvo en seguida. Aún quedan unas horas de fiesta.

Viéndola correr hacia el castillo, esbozó un suspiro mientras se apoyaba del monstruo, cruzando la pierna ortopédica sobre la real. Este parecía estar descansando con la cara al suelo sin hacer movimientos de vida. Un tanto preocupado lo miró, poniéndose de cuclillas para intentar verla la cara.

—No estarás muerto, ¿verdad?

—No... —Respondió sin moverse.

— ¡Oh! —Se irguió de nuevo al ver que estaba bien—Oye, grandote —Sonrió.

— ¿Qué quieres? —Ladeó la cabeza para acomodarse.

—Tenías razón... Sí la estaba espiando.

—... Idiota.

* * *


Entrando por la puerta trasera que daba al comedor, subió a la segunda planta para llegar al salón del trono. Apoyada tras el umbral de la pared de piedra, se ocultaba a la vista de todos. Iba rápidamente a cruzar en cuanto la música diera el paso a cambio de parejas. Las risas y el grato ambiente le daban algo de nostalgia, recordando aquellos tiempos en cuando la Reina bailaba con el Rey y el joven Junkenstein estaba ocupado con experimentos pequeños. ¿Quién diría que crecería tanto en nueve años? Al fijarse bien en el tumulto de baile y cabezas, observó cómo Wilhelm se veía feliz, bailando sin cambiar de pareja con Ana, Brigitte celebraba con su padre acompañándolo con un bote de cerveza de metal con tapa. Eso le ayudará a que el giste no se le quedase pegado en la barba. La condesa bebía de una copa mirando a los músicos, disfrutando la música con tranquilidad. El cultista y su estudiante no estaban, pero podía hacerse una idea de que estaban en un lugar con menos bullicio.

—Todos hemos cambiado con el tiempo... —Sonrió negando con la cabeza— Vamos, Snowball —Le hiso una seña a su dron para que la siguiera.

Volviendo a su misión, subió las escaleras, topándose con una de las doncellas.

—Perdone, ¿Necesita algo? —Le preguntó gentil.

—N-No, descuida —Se detuvo a pensar, no podía dejarla ver que saliera de la habitación— Por favor tómate el tiempo libre, todos merecemos esta fiesta.

—Gracias, es muy amable, pero debo terminar con esto —Le enseñó unas mantas polvorientas y se dispuso a bajar.

—Yo me encargo de eso, por favor, ve a ayudar abajo.

—M-Muy bien, si así lo desea Doctora —Nerviosa, le entregó la manta, dándole una reverencia antes de bajar.

Tiró las mantas por el ducto que daba a la lavandería, limpiando sus manos al final. El castillo solo tenía tres ductos, algo muy inconveniente, pero era básicamente porque solo tres habitaciones eran consideradas importantes y las damiselas solo con el permiso de sus respectivos dueños tienen permitido entrar. Volviendo a lo suyo, buscó la batería con la mirada. Snowball que la había estado siguiendo en silencio, la guió conectándose al encontrarla. Junkenstein había hecho un buen trabajo, encajaba como un guante.

—Bien hecho, amigo.

* * *


— ¿Cuánto tiempo más me ibas a tener esperando? —Le dijo al verla llegar corriendo— Este tipo huele peor que la muerte, necesita un baño.

—Pues, si —Lo miró— Pero de eso te encargas tú.

— ¿Ah? ¿Por qué yo?

Mei alzó una ceja cruzándose de brazos.

— ¡Solo es broma! — Levantó los brazos dejándolos caer a los costados— Bien, basta de relleno a esto, vamos haciéndonos camino.

Mei apuntó al monstruo con el bláster, de no haber sido por la máscara de piel de cerdo sabrían lo poco que le importaba a estas alturas cualquier cosa que hicieran con él. Congelándolo, lo encerró en una gruesa capa de hielo que a los pocos segundos cuando comenzaba a derretirse era lo suficientemente resbaloso para moverlo con facilidad.

Se llevaron el cuerpo del monstruo al laboratorio sin problemas, de vez en cuando era necesario congelarlo de nuevo para que se pudiese seguir deslizando. Atravesaron el pueblo dejando un camino de agua devorada por la tierra hasta la entrada. De un choque contra la muralla, detuvieron el andar quebrando el hielo que lo envolvía.

—Lo siento por eso, Mako —Dijo Mei palmando la cabeza del monstruo.

—Solo... Terminen con esto rápido.

—Un momento, un momento no te exasperes —Le respondió Junkenstein.

A duras penas, lograron entrar al monstruo para recostarlo en la camilla metálica que tantos recuerdos le traía a la mente desde el momento en que lo había hecho despertar. Trabajaron colocando las pútridas piezas en su lugar para comenzar a cocerlo.

La enorme bestia no ofrecía resistencia alguna cada vez que su piel era atravesada por las agujas de ambos lados, el Doctor era rápido y de zanjadas enormes, mientras que Mei se tomaba su tiempo para realizarlo bien. Un sentimiento de pertenencia se le subió a la cabeza de pronto, rearo, pero acogedor, él lo mantendría a completo y a ella la obedecería, como si fuesen suyos y ellos de él. ¿Qué lazo era ese? Relajándose a sentir el gusto por el dolor punzante, terminó quedándose dormido.

Las horas habían pasado, dejando al Monstruo descansar. Al ver la sangre, Mei recordó el terrible sabor a fluido rancio de Mako. Poniendo sus manos en la cadera sintió el detonador que tenía para Junkenstein. La fiesta estaba por acabarse y el regalo no había sido entregado.

—Mei, yo creo que es hora de que te vayas— Dijo seriamente, lo que la preocupó en seguida.

— ¿Por qué?

—Tarde o temprano, vendrán por mí... Y cuando vean a nuestro grandote, nos encerrarán a los dos. Las cosas no podrían estar peor...

—No si podemos escapar.

— ¿Ah?

—Tengo algo para ti también —Levantándose el vestido de un costado.

— ¿Q-Qué haces? ¡Creía que no querías hacerlo aún...!

— ¿De qué estás hablando...?

Desabrochando de una liga sacó un detonador de un solo botón con una pequeña tapa. Ofreciéndoselo, le sonrió preocupada.

—Ouh, ya, ya veo... ¿Qué es?

—Un detonador, llené el armamento del castillo con un incienso potente para dormir, no es muy potente, pero al estar todos cansados seguro se quedan todos dormidos —Este se lo recibió mirándolo por todos lados, luego a ella— Con esto podemos tener tiempo.

—Pero y... ¿No te meterás en problemas?

— ¿Eso importa? No pienso estar un segundo más haciendo mandados que no me conciernen. Contigo yo... Estoy bien, estoy feliz —Miró hacia abajo avergonzada.

— ¿En serio lo harás? No me lo esperaba de ti.

—Descuida, prometí al Rey no dejarte solo. Así que no estaría desobedeciéndolo ¿Verdad?

—Oh, chica astuta... —La tomó de las mejillas para depositarle un beso que la hiso sobresaltar— Entonces ¿Tienes una idea de a dónde ir exactamente?

—Pues... Tenía una idea. Recuerdo haber leído en la biblioteca un día, sobre una antigua mansión abandonada lejos de aquí. Allí solían alojarse burgueses antiguos, artistas y alquimistas, con la finalidad de estar solos a investigar y pulir sus habilidades. Pero según una maldición, la dejaron deshabitada. Se dice que una muchacha murió electrocutada allí, buscando información sobre los reyes para derrocarlos de la corona. Aparentemente se trataba de alguien que trabajó aquí en el reino una vez. ¿Qué te parece?

— ¡Es perfecto! ¿No te dije ya que eres la que mejor me complementa, linda?

—Acabas de decirlo.

—Tú si sabes, ahora ¿Qué estamos esperando?

Con una sonrisa maliciosa, destapó el detonador, presionando el botón con fuerza para desatar una cortina de caos sobre la fiesta. 

Próximamente

**********************
Este ha sido un gran proyecto, el cual espero haber terminado debidamente.
¿Aveis notado que las siglas del título "Static after death" es SAD?
Ahora me doy cuenta el porque me duele dejarla :c

Gracias a todos vosotros que se habeis quedado a leer

Soportasteis mis narraciones interminables y diálogos sin sentido, faltas ortográficas para quitaros los ojos y pasciencia esperando los capítulosDe verdad, gracias por todo el apoyo, chicos, se os agradece un montón

Quiero que este sea el inicio de una pequeña saga de novelas con las skins de Mei y Junkrat
¡Compartid la historia!
Que aún queda mucho por hacer

No más spoilers de esta shipper
¡Que tengais un feliz Halloween!

¡Cambio y fuera!


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro