𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟

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«Un nuevo comienzo».


El campamento estaba en calma después del ataque. Los residentes y los soldados trabajaban juntos para reparar los daños y fortalecer las defensas, conscientes de que la amenaza de los infectados nunca desaparecería por completo. Feyre, con una venda en la pierna, observaba el ajetreo desde una de las torres de vigilancia, su mente llena de pensamientos.

Cardan se acercó, su expresión seria pero con un destello de preocupación en los ojos.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor —respondió ella, dando un golpecito en su pierna vendada—. Nada que no pueda manejar.

Se quedaron en silencio, observando el horizonte. Las cicatrices del ataque eran evidentes, pero también lo era la resiliencia del campamento.

—No podemos quedarnos aquí para siempre —dijo él finalmente—. El virus... está evolucionando más rápido de lo que pensábamos. Necesitamos encontrar una solución.

Feyre asintió, su mirada fija en el horizonte.

—Lo sé. Pero primero, necesitamos entender completamente lo que estamos enfrentando. Los datos que encontramos en el laboratorio son solo el comienzo.

Cardan tomó su mano, un gesto de apoyo y determinación compartida.

—Vamos a encontrar una cura, cielo. Lo prometo.

Sus momentos de tranquilidad fueron interrumpidos por la llegada de la Dra. Torres, quien subió apresuradamente las escaleras de la torre.

—Feyre, Cardan, tienen que ver esto —dijo, sin aliento—. Hemos encontrado algo en los archivos.

Se dirigieron rápidamente al laboratorio, donde el resto del equipo los esperaba. La Dra. Torres los llevó a una pantalla donde se mostraban una serie de códigos y mapas.

—Hemos descubierto una señal de radio que emite desde una ubicación desconocida —explicó—. Podría ser una base militar oculta o incluso otra comunidad que sobrevivió al virus.

Feyre se inclinó sobre la pantalla, estudiando los datos.

—¿Qué tan lejos está?

—Unos 200 kilómetros al norte —respondió la Dra. Torres—. Pero no sabemos qué encontraremos allí.

Cardan cruzó los brazos, su expresión seria.

—Es un riesgo, pero podría valer la pena. Si hay alguien allí que pueda ayudarnos, necesitamos contactarlos.

Feyre asintió.

—Preparen un equipo. Partimos al amanecer.

Esa noche, mientras el campamento dormía, Feyre se quedó despierta, contemplando las estrellas. La incertidumbre sobre el futuro pesaba sobre ella, pero también sentía una renovada esperanza. Habían sobrevivido tanto, y ahora tenían una nueva misión.

Cardan se unió a ella, llevando una manta para abrigarlos del frío nocturno.

—¿Qué estás pensando?

—En todo lo que hemos pasado —respondió ella—. Y en lo que nos espera.

Él sonrió ligeramente, besando su coronilla.

—Sea lo que sea, lo enfrentaremos unidos.

El contacto fue breve pero cargado de una emoción que ambos habían estado evitando. Feyre levantó la mirada y encontró los ojos de Cardan, llenos de una intensidad que hizo que su corazón latiera más rápido.

—Feyre, yo...

Antes de que pudiera terminar, ella se acercó, cerrando la distancia entre ellos, y lo besó. Fue un beso lento y lleno de promesas, de un futuro incierto pero que enfrentarían juntos.

—Eso fue... intenso —murmuró él, cuando se separaron.

—Hace tiempo que esperaba el momento adecuado para hacerlo —admitió ella, con una sonrisa tímida.

Al amanecer, el grupo se preparó para partir. Feyre, Cardan, Juno, Luna y Rex estaban listos, con mochilas llenas de suministros y armas. El Capitán Rhodes y la Dra. Torres los despidieron, deseándoles suerte.

—Traigan buenas noticias —dijo Rhodes, con una mirada firme—. El futuro de todos depende de ustedes.

Mientras se alejaban del campamento, Feyre echó un último vistazo a la fortaleza que había sido su hogar temporal. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero también sabía que tenían una oportunidad de hacer una diferencia.

El viaje fue largo y arduo. A medida que avanzaban hacia el norte, el paisaje se volvía más inhóspito, con señales de devastación por todas partes. Pero también encontraron rastros de esperanza: pequeños refugios abandonados que mostraban que otros habían intentado sobrevivir, igual que ellos.

Finalmente, llegaron a la fuente de la señal de radio. Era una instalación militar parcialmente en ruinas, pero aún en funcionamiento. Fueron recibidos por un grupo de soldados y científicos, liderados por una mujer de cabello gris y ojos penetrantes.

—Soy la comandante Avery —dijo, estrechando la mano de Feyre—. Hemos estado esperando su llegada.

Ella la miró, sorprendida.

—¿Nos estaban esperando?

Avery asintió.

—Hemos seguido sus transmisiones. Sabemos lo que han pasado y creemos que juntos podemos encontrar una solución.

Mientras los llevaban al interior de la base, Feyre sintió una mezcla de alivio y curiosidad. El lugar estaba lleno de equipos avanzados y parecía ser un centro de operaciones crucial.

La comandante Avery los llevó a una sala de conferencias donde un grupo de científicos los esperaba. En el centro de la mesa, había un dispositivo que emitía una luz suave.

—Esto —dijo Avery, señalando el dispositivo—, es nuestra mejor esperanza. Creemos que contiene la clave para detener el virus.

Feyre se acercó, sus ojos brillando con determinación.

—Entonces, ¿qué estamos esperando? Empecemos a trabajar.

El grupo se lanzó a la tarea, combinando sus conocimientos y recursos. Mientras trabajaban, Feyre y Cardan se encontraron cada vez más unidos, sabiendo que su relación había evolucionado a algo más allá de la simple supervivencia.

En una pausa, ambos salieron a tomar aire fresco. Se apoyaron en la barandilla, mirando el paisaje desolado que los rodeaba.

—¿Crees que realmente podamos hacerlo? —preguntó ella, con una mezcla de esperanza y miedo.

Cardan la miró, sus ojos llenos de confianza.

—Lo sé. Y cuando lo hagamos, será el comienzo de un nuevo capítulo para todos nosotros.

Se quedaron en silencio, disfrutando del momento. El futuro era incierto, pero juntos, sabían que podían enfrentarlo.

La señal de radio crepitó, interrumpiendo su paz. La voz de la comandante Avery resonó en el aire.

—Equipo de investigación, necesitamos que regresen. Hemos encontrado algo importante.

Feyre y Cardan se miraron, una chispa de emoción en sus ojos.

—Vamos —dijo ella, sonriendo—. Tenemos trabajo que hacer.

Y así, con el destino del mundo en sus manos, se dirigieron de vuelta al laboratorio, listos para enfrentar los desafíos que les esperaban. Sabían que su viaje estaba lejos de terminar, pero también sabían que, juntos, podían lograr cualquier cosa.



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¡Querido lector!

Gracias por acompañarme en este viaje lleno de aventuras, risas y quizá algunas lágrimas. Tu apoyo y dedicación al leer cada página significan el mundo para mí.

Llegar hasta aquí no hubiera sido posible sin ti. Espero que hayas disfrutado tanto de esta historia como yo al escribirla. Este es solo el comienzo, porque pronto podrás sumergirte en el segundo libro de esta bilogía.

¡Nos vemos en la próxima aventura!

Con cariño,
Melissa 🧟‍♀️💗

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