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Umiko se miró en el espejo admirando su vestuario. Ya estaba lista para la cena aunque en su mente seguían las palabras de Clint. Lo quería y deseaba estar a su lado pero sentía que estaría traicionando a su familia si lo hacía. Y para ella, su familia siempre había sido lo primero.

Se quitó el collar que traía puesto y lo cambió por otro.

—¡Umiko! Debemos irnos— escuchó la voz de su padre.

Suspiró agotada mientras cerraba los ojos. Esperó un par de segundos para salir de su habitación.

La chica no comprendía por qué su padre le había permitido entrenar y pelear si al final la casaría con un hombre adinerado para sólo dedicarse al hogar y procrear. Probablemente porque nunca tuvieron más hijos y el hombre tenía la ilusión de entrenar a un varón.

Los Ichigo son una familia muy respetable que se encarga de combatir criminales, les enseñan a dar su vida por lo que aman y a no temer a la muerte.

Pero esas lecciones iban dirigidas principalmente a los varones, a las mujeres se les enseñaban las tareas del hogar y siempre ser la sombra de su esposo. Umiko había tenido suerte de ser hija del líder de familia y que éste le haya enseñado a defenderse. De lo contrario, habría sido criada de otra manera desde su nacimiento.

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La familia de tres ingresó al restaurante que parecía bastante lujoso, los llevaron hasta la mesa donde estaban los Inozuka.

La chica se limitó a sonreír y hablar monosílabos. Se concentró en su comida y por más que quiso, no logró prestar atención a la conversación que llevaban los demás. Todo parecían animados hablando y riendo de algo pero ella no era capaz de estar presente en la conversación pese a que estaba a un lado de ellos.

Su cabeza estaba hecha un lío y no lograba pensar con claridad. Había muchas cosas en su cabeza y sólo quería tener un momento a solas para reflexionar las cosas. Se sentía abrumada y cansada, además del persistente dolor en su hombro.

—Umiko será una excelente esposa— escuchó a su padre— está lista para tener hijos y darnos muchos nietos.

Los presentes rieron y ella se resistió a poner los ojos en blanco y resoplar. En su lugar, apretó el tenedor en su mano.

—Espero al menos cuatro— habló Hideki en tono burlón mientras miraba a Umiko.

La estaban tratando como un producto, tal vez antes no le hubiera importado, pero luego de ayudar a salvar la humanidad, su forma de ver el mundo había cambiado por completo.

En realidad, estaba muy molesta. Había olvidado por completo esa sensación.

—Espero que cocine muy bien, porque Hiroshi es un poco especial con el tema— habló la esposa de Hideki— es alérgico a varios alimentos.

Eso hizo estallar sus nervios.

Se puso de pie ruidosamente y estampó ambas manos contra la mesa.

—Para su información, los cinco años que estuvieron desaparecidos me dediqué a pelear contra los yakuza, viajé por todo el mundo enfrentando a grandes criminales que si los vieran mojarían sus pantalones. Y también ayudé a salvar el universo peleando junto a los vengadores— levantó su blusa dejando expuesta la gran herida— casi pierdo la vida en más de una ocasión y no pienso casarme con este bueno para nada que sólo quiere una criada y máquina de bebés, no una esposa. Además, yo amo a Clint Barton. Y no, no sé cocinar.

Todo estaba muy silencioso, los comensales y meseros la miraban con impacto. Había gritado todo lo anterior.

—Umiko...— dijo su madre en un susurro fuerte.

—Gracias por la cena —sintió que su cara comenzaba a arder pero no se iba a retractar por sus palabras.

La chica aclaró la garganta y dio media vuelta. Ya no tenía nada más que hacer en ese lugar.

Llegó a casa, un poco arrepentida por sus palabras pues sabía que la deshederarían, aunque se sintió aliviada y liberada. Ya no le importaba nada, ella era la dueña de su vida, nos sus padres.

Unos minutos más tarde llegaron sus padres y los miró avergonzada. Pudo haber dicho lo que pensaba sin llamar la atención de todo el lugar.

—¿Por qué no nos lo dijiste?

Se encogió de hombros.

—No quería preocuparlos, además ya estoy mejor. De todas formas no hubiera cambiado nada.

—Perdón, Umiko. Es sólo que a veces olvidamos que tu si viviste todo aquello y nosotros no.

Ella lo entendía muy bien, para ellos no pasaron cinco años, fue sólo un momento.

—No debí gritar, lo siento. Pero no me quiero casar con Hiroshi. Ni con nadie más.

—Y no lo harás. Hija, estoy orgulloso de ti y tienes razón... no somos los dueños de tu vida, nunca lo fuimos.

Umiko sonrió y un par de lágrimas recorrieron sus mejillas. Abrazó a sus padres, agradecida de que la comprendieran. Pese a que tuviera que explotar para que eso sucediera.

nova wayne ┊ 2024 edition

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