{Capítulo especial de micro cuentos por el puesto 304}

Ayer, en la calle, le vi. Me asusté bastante. Aún llevaba la misma ropa con la que le enterramos.

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Me quedé paralizada.
No podía correr, no podía gritar.
No podía hacer nada.
Él me había encontrado.

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Salté de la cama del susto.
Me estaban observando.

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-¡Calla! -le grité a Louise - ¿No te das cuenta? Nos están viendo.

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Me sonreía. Su sonrisa era tan siniestra como la primera vez que le vi en el cementerio.

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Siempre me habían gustado las cosas de terror.
Películas, libros, historias... etc.
Hasta que, aquella noche, una de ellas se hizo real.

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Solía dormir tranquila pero, desde el día que le vi bajo la cama, ya no.

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Debajo de la cama había una nota.
"No mires hacia atras, no grites, no le mires a los ojos."
Por desgracia, le miré.

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La norma era muy clara. Solo tenía que hablar con ello.

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-Continúa andando y puede que tu muerte sea menos dolorosa.-

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Entré por la puerta y todos comenzaron a gritar.
Un disparo. Dos. Tres.
La sangre derramada.
Sonreí.
Que sensación más buena.