𝐧𝐢𝐧𝐞. the house of black

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IX —— the house of black

🦢

PERO ¿CÓMO SE DESTRUYE UN HORROCRUX? Fianna sigue pensando en ello al día siguiente, y al siguiente y al siguiente. Rara vez pensó en su existencia hasta el domingo por la noche, y ahora su mente sigue vagando hacia los Horrocruxes. Cómo los haces, por qué los harías, qué objeto usaría ella personalmente para hacer uno. Lamentablemente, Fianna se pregunta quién de la presuntamente larga lista de víctimas de Voldemort fue la que se convirtió en el catalizador del Horrocrux. ¿Quizás la primera? Tendría sentido, seguramente su alma no puede volver a dividirse después de haberse muerto. Pero, ¿a quién mató primero...?

No le gusta, pero varias veces desde esa noche, ella y Regulus han ido a la Casa de los Gritos tras el toque de queda para tratar de pensar en un plan. Como esperaba, la biblioteca no tiene ni un solo libro sobre horrocruxes, e incluso si lo tuviera, sabe que levantarían sospechas. Es una de las magias más tabú que existen y, por esa razón, se siente paranoica al hablar de ellas con tanta frecuencia. También es supersticioso por su parte, pero incluso pensar en los horrocruxes... la hace sentir rara, como si su propia alma fuera a corromperse.

—Creo que no sirve de nada —dice Regulus, dos viernes por la tarde después de ese domingo.

Están sentados en lo alto de la Torre de Astronomía tras haber pasado la noche anterior encantando el lugar para que nada pueda espiar mágicamente. (Fianna dudaba de esto de todos modos, pero Regulus insistió, comprensiblemente paranoico). Ella sí sugirió que fueran a su dormitorio, porque no creía que un mortífago podría poner cualquier cosa en la sala común de Gryffindor, pero Regulus se negó a poner un pie en la Torre de Gryffindor. "Me derretiré," dijo, como cuando se sentaba en la mesa de Gryffindor en el Gran Comedor. Entonces, después de la práctica de quidditch, Fianna se encontró con Regulus aquí, lejos del resto de la escuela.

—Me da que eres pesimista —dice Fianna. Ha pasado los últimos diez minutos barajando su mazo de cartas del tarot; con ganas de mejorar en eso, ha estado practicando cada vez que tiene tiempo libre. Además, le gusta la emoción de ver qué cartas caen. Hasta el momento no se le ha ocurrido nada... Aunque no sabe qué espera o qué pide de ellas.

—Cínico, sí —dice Regulus—. Puedo ser optimista de forma selectiva.

—Eso es muy deprimente. Creo que es bueno esperar lo mejor.

—No me gusta que me decepcionen.

—Así es la vida, vaquero —Fianna rueda los ojos.

Regulus está acostado en el suelo, junto al balcón que da al terreno, con el Bosque Prohibido a poca distancia. Fianna está a un metro de distancia, con las piernas cruzadas y las manos concentradas en barajar las cartas. Estaba mirando las estrellas tan melodramáticamente como lo haría Lord Byron, pero vaquero lo hace mirar a Fianna y alzar una ceja.

—Eres tan rara.

—Qué va —ella responde—. Y de todos modos... Debe haber algo ahí fuera que explique qué es un Horrocrux. ¿A tu familia no le gustan este tipo de cosas raras? Capaz tienes un libro escondido en alguna parte.

—No estoy seguro, la verdad; este es el tipo de magia que hasta mi madre desaprobaría —contesta Regulus. Fianna lo mira, justo cuando él le devuelve la mirada. La pequeña sonrisa aparece en sus labios.

Una carta del tarot cae en el regazo de Fianna: el Diablo, que muestra a un hombre y una mujer separados por un demonio encapuchado. La carta es casi idéntica a los Amantes del paquete, solo que esta vez la mujer tiene cabello oscuro como el hombre. Fianna frunce el ceño por un momento y se vuelve hacia Regulus.

—¿Tendrán los Lestrange algún libro?

—Puede —dice Regulus.

Le toma un segundo darse cuenta de lo que sugiere Fianna. Él se sienta y la mira, frunciendo el ceño con preocupación.

Regulus dice:

—No podremos salirnos con la nuestra si se dan cuenta de lo que estamos haciendo...

—Se supone que estamos enamorados, ¿verdad? —dice Fianna—. Podemos hacer lo que hicimos en el tren, fingir que nos fuimos a un sitio tranquilo para, bueno, echar un polvo. Saldremos a hurtadillas durante la fiesta de compromiso, echaremos un vistazo a su estudio o biblioteca o lo que sea que tenga su mansión...

—Biblioteca —dice Regulus—. Me la enseñó Bellatrix hace unas semanas.

—Perfecto, así que sabes dónde está.

Regulus frunce.

—La verdad es que no...

Fianna frunce el ceño.

—¿Quieres destruir el Horrocrux o no?

—Bueno, sí, pero si...

—No seas tan crío —dice Fianna—. Querías destruirlo, por eso ya no quieres ser un mortífago. Habrá cincuenta millones de ocasiones en las podrían atraparnos. No podemos simplemente aparecer y destruir un Horrocrux sin riesgo.

—Tú podrías —dice él.

Fianna frunce el ceño.

—No seas gracioso. Creo que nuestra mejor opción es colarnos en la biblioteca de Lestrange en la fiesta de compromiso. ¿Qué opinas?

Regulus se toma un minuto antes de suspirar.

—Supongo.

Los Amantes y La Torre se caen. Fianna las recoge antes de que Regulus se dé cuenta, o antes de que pueda comprender esa horrible suposición.

🦢

POR FIN LLEGA LA NOCHE de la fiesta de compromiso de Lestrange. Fianna pasa la noche anterior estresada sobre qué ponerse; para cuando se durmió, el dormitorio de ella y Georgia estaba cubierto por los armarios de ambas, las dos intentando averiguar cuál sería el mejor atuendo para ir a la fiesta de compromiso de una mortífaga. Fianna cree que el negro es imprescindible, lo que parece deprimente para una fiesta de compromiso, pero Regulus dijo que llevaría su traje de etiqueta negro.

Terminó decidiéndose por su minivestido negro, el que tiene mangas largas que se ensanchan en las muñecas, cubriendo sus palmas, sus dedos asomando para revelar el esmalte de uñas color burdeos en el que Georgia insistía. Normalmente usa este vestido con botas hasta la rodilla, pero decide usar sus Mary Janes de tacón para hacerlo un poco más formal, combinado con medias negras para que el vestido parezca menos corto.

Fianna pone Fleetwood Mac en su tocadiscos para apoyo emocional mientras se maquilla. Se recoge la mitad superior del cabello mitad arriba y mitad abajo, añadiendo un gran lazo negro en la parte posterior, su peinado favorito desde que se puso el flequillo.

—Aún puedo apuñalarte y darte una razón para no ir —comenta Georgia.

Fianna levanta una ceja y, a través del espejo del tocador, mira el reflejo de Georgia acostada en su cama.

—Podría inventarme una excusa si quisiera cancelarlo —contesta Fianna.

Georgia niega con la cabeza.

—No, esos buitres necesitarán pruebas.

—Nunca he conocido a Bellatrix —dice Fianna—. ¿Crees que tendrá que ser amable conmigo?

—No creo que los mortífagos se porten bien. Y lo dudo... Ella es como diez años mayor que nosotras, ¿verdad?

—Me suena que Remus dijo eso —dice Fianna, y tras una pausa, agrega—: No le he hablado de esta noche.

—Yo se lo dije a James.

Fianna voltea en su silla.

—¿Qué? ¿Cuándo?

Georgia frunce el ceño.

—¡El otro día! ¡No voy a dejar que entres tú sola en casa de mortífagos sin que la Orden lo sepa! Lo siento, odio delatar, pero me preocupaba...

—No, tranquila —los nervios de Fianna mejoran un poco al pensar que alguien podría estar cuidando de ella esta noche... Aparte de su falso novio traidor, pero no hay mucho que pueda hacer—. Supongo que debí avisar a Remus.

—Seguro que todo va bien —dice Georgia—. En realidad, no. Creo que ésta va a ser una noche terrible para ti, pero lo superarás. No me creo que esté diciendo esto, pero quédate junto a Black. Imagino que te protegerá... —hace una pausa y frunce—. ¿Sabe que eres mestiza?

—Imagino. Sabe lo de Remus...

¡¿QUÉ?!

—¡No fui yo! —dice Fianna—. ¡Lo soltó sin más la otra noche!

—¿Lo sabe y no se lo ha contado a los mortífagos?

Fianna se congela por un segundo. Ha dicho demasiado. Odia mentirle a Georgia, pero sabe lo paranoico que está Regulus acerca de que cualquiera descubra que él quiere dejar de ser un mortífago...

—No, no se lo ha dicho a nadie... —dice Fianna—. Por favor, no se lo digas a nadie...

—¿Por qué no querría él que la gente lo supiera? —dice Georgia.

—Pues...

Fianna se siente perpleja. ¿Qué puede responder para no revelar que Regulus quiere dejar a los mortífagos? No puede decir que Regulus estaba cuidando a su hermano porque él no querrá que eso salga a la luz. Y si Georgia le contó a James sobre esta fiesta... Dios, ¿qué puede hacer Fianna?

—¿No se lo dirá por ti?

—No creo que yo sea su brújula moral... —Fianna dice, incómoda.

—Pero si fuera eso, si rompéis, ¿y si se mosquea y se lo comunica a los mortífagos? —afirma Georgia, poniéndose en pie. Fianna siente como si las paredes se derrumbaran sobre ella; ¿cómo puede volver atrás el último minuto? Dios, ¿por qué ha dicho que él lo sabía?—. Fee, lo siento, pero es demasiado. Remus tiene que saberlo; no confiarás seriamente en que Black lo protegerá, ¿verdad?

—Georgia, no debería haberte dicho esto, no puedo...

—¿Hay otra razón por la que no se lo diría a los mortífagos?

Fianna siente como si hubiera entrado en una pesadilla.

La cara de Georgia cae.

—¿Ya no está de acuerdo con lo que están haciendo?

—Para, Georgia.

—Ay Dios, que es eso.

Fianna siente como si fuera a desmayarse.

—Georgia, por favor...

—Fianna, tenemos que decírselo a...

No sabe cómo suceden los siguientes treinta segundos. En un minuto, siente como si la habitación se hiciera más pequeña con cada respiración, como si su corazón estuviera a punto de detenerse. Y al siguiente, su varita está apuntando a Georgia mientras la palabra "Obliviate" sale de su boca.

Fianna mira su varita con horror, mientras Georgia da un paso atrás, confundida.

—¿Cuándo me puse de pie?

—No me acuerdo —Fianna hace una pausa y rápidamente coloca su varita sobre el tocador—. Me distraje, lo siento, ¿qué estabas diciendo?

—Um, ¿Black sabe que eres mestiza?

Fianna recuerda el último minuto y se encoge de hombros.

—No lo sé. He tratado de no decirlo.

—Es justo —dice Georgia, sentándose de nuevo—. Joder, me duele la cabeza...

Fianna quiere vomitar. Mira fijamente su reflejo en el espejo, pero su rostro no se ve bien, como si estuviera mirando a una persona malvada, terrible y perversa. Pero ha sido ella, le lanzó un hechizo tan horrible a su mejor amiga, su amiga más cercana en todo el mundo...

¿Qué ha hecho?

Georgia dice algo sobre la necesidad de acostarse, pensando que se avecina una migraña, y Fianna desearía poder encerrarse en los baños y llorar. Rápidamente se disculpa y abandona la torre de Gryffindor con las entrañas pudriéndose y la culpa carcomiéndole. Recorre la ruta donde acordó encontrarse con Regulus, pero todo el tiempo su mente da vueltas y le pregunta: ¿por qué le hizo eso a su mejor amiga...?

—¿Estás bien?

Fianna mira a Regulus, quien la mira confundido. ¿Realmente parece tan culpable?

—Le lancé un encantamiento a Georgia para que perdiera la memoria —ella deja escapar.

—¿Por qué...? —Regulus frunce.

—Casi te descubre —responde Fianna—. No sé qué pasó, ella estaba hablando y bueno, entré en pánico y...

—Está bien —dice Regulus—. No se lo diré a nadie, y ni siquiera es un encantamiento ilegal.

—Debería ser ilegal cambiar la opinión de alguien de esa manera. Me siento terrible.

—Bueno, esta noche tendrás algo en común con los demás.

—No tiene gracia —dice Fianna, frunciendo el ceño—. Um, diría que usemos el túnel secreto hacia Cabeza de Puerco, pero es posible que otros vayan hacia allí porque es sábado...

—Hay otro más cerca de las mazmorras —señala Regulus.

Fianna lo mira en confusión.

—No, qué va.

—... ¿Es que eres maestra en túneles secretos?

—No, pero no hay ninguno cerca de las mazmorras en el mapa...

—¿Qué mapa?

Oh, joder.

—... Nuestros hermanos hicieron un mapa del colegio. No se lo digas a nadie.

—Tengo secretos más urgentes que nuestros hermanos haciéndote un mapa. ¿Qué, lo traes contigo desde primero...?

—¡No es un mapa normal! ¡Es especial!

Regulus le da una mirada divertida.

—¿Está hecho con cariño y amor o alguna mierda de esas?

—¡No! Bueno, dirían que sí, ¡pero no! —Fianna gime y busca el mapa en su bolso—. Está hechizado. Te muestra a la gente de Hogwarts.

—No suena tan especial —dice Regulus.

—Eres tan desagradable —Fianna saca la varita de su escondite en su bota. Apuntando al mapa, suspira y dice—: Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

—¿Qué estás...?

—Cállate.

En sus días escolares, Remus y sus amigos crearon un mapa encantado de Hogwarts que solo se revelaría a destinatarios confiables. En su pergamino marrón-beige, calcomanías de estilo antiguo se mueven a lo largo de las ranuras, rastreando con precisión a las personas dentro del colegio que el mapa piensa que será útil para el usuario. Fianna ve a Dumbledore en su oficina, a Georgia en su dormitorio y a la gata de Filch en el piso debajo de ellos. Junto a Fianna Lupin se encuentra Regulus Black.

—¿Ves? Mapa mágico.

La cabeza de Regulus se alza sobre la de ella. Casi puede sentir su aliento, pero intenta sacudir sus nervios ante su cercanía, dando un paso atrás y cerrando el mapa con "Travesura realizada."

—¿Dónde está entonces ese túnel tuyo? —ella dice.

—Por aquí —dice Regulus, guiando el camino hacia las mazmorras del castillo.

Fianna no puede esperar a que termine esta noche.

🦢

LOS LESTRANGE VIVEN EN UNA MANSIÓN en el norte de Inglaterra, separados de la sociedad por bosques, colinas y pantanos. Salome se lo dice mientras Fianna está en el vestíbulo de la casa, señalando las pinturas al óleo en las paredes, los paisajes verdes que rodean la mansión. Fianna piensa que es extraño tener fotos de lo que hay fuera de la ventana (es como tener un poster de la Torre Eiffel mientras vives en París), pero las fotos son bonitas, así que da igual.

Hay paneles de madera oscura que cubren las paredes del vestíbulo, la misma que hay en el suelo asomándose debajo de la alfombra verde hiedra. Salome saluda, luciendo un vestido de satén negro por el que debió adelgazar para encajar. Se detiene justo antes del suelo y roza ligeramente de lado a lado mientras camina frente a Fianna y Regulus, mostrándoles el lugar.

Salome apunta a las pinturas color ciruela de las paredes, con retratos de Lestrange muertos a lo largo de los siglos. Hay uno de una mujer casi idéntica a Salome, vestida como en el siglo XVIII, con peinado rizado y todo.

—Esta es mi tocaya, Salome I —dice (presumiblemente) Salome II—. Se ganaba la vida como adivina de María Antonieta... Está claro que se le olvidó lo más importante.

—Creí que a tu familia no le agradaban...

—¿Los muggles? —ofrece Salome—. Oh, los despreciamos. La realeza, sin embargo...

Camina delante de Fianna y Regulus, dándoles la oportunidad de intercambiar una mirada. Fianna mira hacia otro lado, sintiendo que podría empezar a reírse de la hipocresía.

—Es un lugar hermoso, Salome —Fianna intenta ser educada.

—Lo es, ¿cierto? No deseo mudarme... Rodolphus siempre dice que quiere trasladarse a Francia. Es el mayor, así que si renuncia a su derecho a este lugar, pasará a ser mío —Salome se gira para mirar a Fianna y se frota las manos melodramáticamente—. Claro que no tendrás que preocuparte por eso. Supongo que Grimmauld Place será tuyo algún día.

Fianna se siente como si le hubieran disparado.

—¿Cómo? —dice con voz débil.

—Bueno, si os casáis algún día... —dice Salome—. No es que Sirius vaya a heredar el lugar, ¿verdad?

—No creo que pensemos en ello hasta dentro de mucho tiempo, Salome —dice Regulus, claramente tan incómodo como Fianna—. Salazar.

—Vale —Salome luce aburrida—. Bueno, déjame mostrarle a Fianna los alrededores. ¿Puedes cuidar de ti mismo, Reggie?

—Estoy seguro de ello —dice Regulus, molesto.

Salome da un paso hacia Fianna y la toma de la mano, alejándola del gran salón en el que parecía tener lugar la fiesta. Caminan más por el pasillo, pasando por los muchos, muchos retratos, mientras Salome habla sobre el lago cercano y la colección de plantas venenosas del invernadero.

—Si pudiésemos hablar legalmente de él, sería el considerado el mejor lugar de Europa —explica Salome—. Tenemos una elfa doméstica, Lilith, que cuida sólo del invernadero. Aunque yo empecé a ayudar. Es interesantísimo cómo todas estas pociones y objetos mágicos obtienen sus encantos de las plantas que los componen.

—Supongo que si el invernadero es tuyo, tienes un mejor argumento para conservar este lugar —Fianna trata de ser amigable. Sabe que no ha pasado tanto tiempo desde que Salome estuvo en la escuela con ella, pero siente que le cuesta recordar cómo se llevaban o de qué hablaban. Supone que todo comenzó en gran medida porque Fianna a veces necesitaba a alguien con quien quejarse de su hermano...

Exactamente lo que pienso, Fifi —dice Salome con una sonrisa maliciosa—. Además, nunca se es demasiado educado.

—¿Crees que estudiarás algo más ahora que has acabado los estudios en Hogwarts? —cuestiona Fianna cuando Salome abre las puertas de lo que parece un salón. No entiende muy bien cómo funciona la educación superior en el mundo de los magos; Hogwarts empuja a los estudiantes a conseguir trabajos, muchos de los cuales incluyen formación, así que el conocimiento propiamente dicho se deja de lado. Pero ha oído hablar de algunas universidades pequeñas, sobre todo en Europa. Supone que Durmstrang y Beauxbatons están menos centradas en las carreras.

Salome se encoge de hombros.

—Me gusta cómo suenan los cursos en París, pero quiero estar aquí durante los próximos años...

Fianna tiene que controlarse para evitar que su mirada se desvíe hacia la muñeca de Salome. Dios, ¿cómo puede responder a eso? ¡Oh, vaya, ser un mortífago y matar gente suena genial! Joder, no puede esperar para escabullirse, buscar en la biblioteca cualquier cosa relacionada con los Horrocruxes y volver a Hogwarts... volver a la habitación que comparte con su mejor amiga cuyo recuerdo quitó antes porque se dio cuenta de que Regulus ya no quiere ser mortífago. A la mierda mi vida, piensa.

—De todos modos, esto es lo que quería enseñarte —Salome enciende la luz del salón. En la pared opuesta a la chimenea hay hebras de hiedra que se enroscan alrededor de pequeños retratos de hombres y flores. Fianna puede distinguir palabras en caligrafía—. Los Black tienen el mismo mural, pero este muestra mi árbol genealógico. Genial, ¿verdad?

—Muy genial —dice Fianna, acercándose—. ¿Dónde estás tú?

—Oh, aquí sólo se retratan hombres —le responde—. Cuando tenga la casa, agregaré retratos de las mujeres. Puede que incluso les ponga flores a los hombres, a ver qué les parece.

Fianna sonríe, estando de acuerdo.

—Sería gracioso.

—Y les estaría bien empleado —dice Salome, con una mueca de desprecio.

Frente a Fianna, hay una flor de color rosa claro con bordes magenta en los pétalos. Cree haberla visto antes en un libro de Herbología, y supone que significa que es mágica o venenosa... Probablemente venenosa, considerando la perorata anterior de Salome sobre el veneno y las plantas y blah, blah, blah... Debajo de la flor, en cursiva, pone Salome II.

—Bellatrix aparecerá pronto, y sus hijos si es que tiene —dice Salome—. Pero ya veremos, supongo... —Fianna recuerda a Salome en la escuela lo suficientemente bien como para reconocer ese tono en su voz: significa que no le gusta Bellatrix—. ¿Ya conociste a Bella?

—Aún no —responde.

—Menuda suerte —Salome sonríe—, pero supongo que será de mala educación si no la conoces. Me quedaré contigo hasta que encontremos a Reggie otra vez; así tendrás a alguien que hable por ti.

—¿Por qué? ¿Ella es, eh...?

—Una capulla —dice Salome—. Espero que muera ante el altar para que su feo nombre no quede pegado en mi árbol genealógico por el resto del tiempo. Pero creo que es carismática, cuando quiere. Creo que se acuesta con el Señor Tenebroso, pero no le digas eso a nadie.

Fianna se lleva dos dedos a los labios y hace un gesto para indicar que los mantendrá sellados.

—Por eso te adoro, Fee. Eres la mejor Gryffindor de todos los tiempos.

Regresan al pasillo y Fianna por fin entra al salón principal. Sus paredes con paneles de color verde bosque están desnudas, salvo las lámparas de bronce, pero el techo está pintado con hiedra como el árbol genealógico, con flores que jura que se mueven ligeramente. Es tan grande que hay una chimenea a cada lado con un gran espejo colgando encima de cada una. Bandejas de bronce flotan en el aire entre los invitados, con champán y aperitivos. Un arpa suena sola en el centro, rodeada por un grupo de mortífagos riendo y charlando.

Regulus aparece junto a Fianna antes de que ella pueda buscarlo; él le toma la mano y mira a Salome.

—Creo que Bella te estaba buscando.

Salome gime.

—Esperemos que no me muera de aburrimiento. O me quede ciega al contemplar su fealdad.

Se aleja, su vestido hace que parezca como si estuviera flotando por la habitación.

Regulus se vuelve hacia Fianna.

—Bellatrix no preguntó por ella —murmura—. Pensé que debería advertirte que creo que Salome ha puesto veritaserum en la comida. El champán está bien, todavía es demasiado francesa para alterarlo.

—¿En serio? —dice Fianna. Recuerda lo que dijo Salome acerca de pensar que Bellatrix está teniendo una aventura con Voldemort. Por más asqueroso que parezca, tiene sentido que esté tratando de hacer que ella cometa un error—. Bueno, gracias...

—Además, no pensé que llegarían a esto, no les gusta alinearse públicamente con los mortífagos, pero...

—Fianna Lupin, por fin.

Todo su cuerpo se pone rígido.

Voltea para ver a Walburga y Orion Black. Su corazón comienza a latir con fuerza, sintiéndose como si estuviera en una película de terror y parada frente al vampiro carnívoro. De repente Fianna se siente intensamente consciente de cómo se ve, de lo corto que es su vestido, si parece demasiado muggle, si Walburga ya la odia porque conoce a Sirius. Dios, ni siquiera es la verdadera novia de Regulus y, sin embargo, siente que quiere morir. ¿Por qué no pensó en esto? Claro que Walburga y Orion estarían aquí, Bellatrix es la prima de Regulus...

—Um, hola —logra decir.

—Qué chica tan habladora —dice Walburga con desdén. Su cabello negro está recogido en un moño, luciendo como una institutriz victoriana de luto. Lleva un vestido negro que la cubre desde los pies hasta la barbilla—. ¿Cómo está tu hermano? Debe estar encantado con esta relación.

Fianna siente una sensación de protección hacia Remus, dándole un extraño impulso de confianza. Rápidamente se da cuenta de que una mala primera impresión con la madre de su novio podría justificar que ella y Regulus desaparezcan por un tiempo... Suficiente para que busquen en la biblioteca.

—Está tan emocionado como usted, diría yo —dice Fianna—. Sirius está bien, por cierto.

—¿He preguntado? —Walburga la mira con extrañeza.

—Madre —Regulus se aclara la garganta.

—Regulus —Walburga le lanza una mirada asesina—, espero que esta chica no esté siendo una mala influencia para ti.

—Difícilmente —dice Regulus, agarrando con fuerza la mano de Fianna.

—Ya sabes lo que le ocurrió a Andromeda —suelta Walburga.

Fianna recuerda vagamente que Sirius habló del tema. Su prima Andromeda, una de las hermanas de Bellatrix, fue repudiada por la familia hace unos años por casarse con un hijo de muggles. Aparentemente tuvieron un bebé hace unos años, uno que Sirius (y Remus, extrañamente) ha visitado varias veces.

—Ese no es el caso aquí, madre.

Walburga le da a Fianna otra mirada. Como todos, ella es más alta que Fianna, lo que la hace sentir como una estatua horrible elevándose por encima de ella. Agarra el brazo de Orion y se desliza alrededor, desinteresada por Fianna.

—Si deseas hablar con nosotros esta noche, mantenla alejada —Walburga le dice a Regulus antes de alejarse.

Fianna se gira hacia Regulus con los ojos muy abiertos.

—¿Qué coño? —sisea.

—Lo siento, no pensé que vendría —le dice a ella—. No le cae bien nadie, no eres solo tú...

—¡Pero aún así! No debería haber llegado a esto, Reg...

La expresión de Regulus se modifica ligeramente, lo necesario para que Fianna se dé cuenta. Ha comprendido lo que estoy haciendo, piensa ella, mareada. Mira sobre su hombro, hacia donde se han alejado sus padres, y se vuelve hacia Fianna, agarrándola de ambas manos.

—¿Quieres dar un paseo para aclararte la mente?

—Sí, por favor —Fianna asiente.

—Pues vamos.

La lleva fuera del pasillo, agarrándola de una mano. Pasan por el salón y caminan más y más, hasta que finalmente llegan a la biblioteca de la mansión. Regulus abre la puerta para entrar.

—Que sea rápido —comenta él.

No es una biblioteca grande ni mucho menos; la puerta da a una estancia algo más pequeña que el salón, con las paredes forradas de estanterías y un arco que conduce a otra igual. Hay una tumbona junto a la ventana y un escritorio integrado en una de las estanterías. No es la biblioteca de Hogwarts, ni mucho menos, pero aunque se trata sobre todo de libros de magia negra, no deja de ser una colección considerable.

—Bella dijo que lo peor ya pasó aquí —dice Regulus, caminando por el arco.

Fianna lo sigue, sintiéndose demasiado nerviosa en una casa de mortífagos como para tener tanta confianza al buscar entre los libros. Sabe que podrían cerrar la puerta con llave, pero eso los incriminaría aún más. Seguramente si estuvieran tan desesperados por salir corriendo para tener intimidad, no se molestarían en esperar para cerrar la puerta, simplemente encontrarían la primera habitación vacía que estuviera lo suficientemente lejos como para que nadie los interrumpa. Y para que sea creíble necesita estar lo suficientemente cerca de Regulus para arrojarse sobre él si la puerta se mueve...

—No tenías que mencionar a Sirius, ¿sabes?

—Ya, creo que me dejé llevar un poco —dice Fianna—. Me portaré bien la próxima vez.

—No es que no me importara —dice Regulus—. Es agradable ver a madre puesta en su lugar.

Atónita, Fianna sonríe suavemente.

—Esa es una gran afirmación, Reg. Pensé que la adorabas.

—No —dice Regulus. Fianna observa cómo sus dedos se mueven por los lomos de los libros, escaneando los títulos y pasando al siguiente—. Sólo no quería meterme en problemas como Sirius... Pero no se lo digas a nadie. Aún amo a mis padres, es solo que...

—Es difícil de explicar, lo comprendo —afirma Fianna. Pues no, no lo entiendo, porque mis padres me quieren por lo que soy, pero me imagino lo difícil que es ser tú y tener unos padres que no te quieren.

Regulus hace una pausa y se gira para mirarla. Una pequeña sonrisa aparece en su rostro.

—Por cierto, te ves muy bien esta noche.

—Oh, gracias —ella dice, sorprendida.

—Me gusta cuando te recoges el pelo así —dice, volviéndose hacia la estantería—. Te queda muy bien.

Fianna lo mira fijamente en estado de shock. ¿Le devuelve el favor? ¿Le suelta un cumplido? Pero parece tan adobado que ha tenido el pensamiento por un tiempo. ¿Qué le gusta de él? Joder, supone que no es malo a la vista, pero no puede simplemente decir eso, ¿verdad? ¿Supongo que eres guapísimo? ¡Sería vergonzoso decirlo! Mira lo que lleva puesto, pero es el mismo tipo de ropa que le ha visto antes, así que...

—Fee —dice él.

Regulus saca un libro y en el frente dice: Secretos del arte más oscuro.

—¿Has oído hablar de este antes? —dice Fianna.

Comienza a hojear las páginas, escaneando el contenido.

—He oído a algunos hablar de ello; incluso Lucius dijo que era un libro desagradable, así que espero que diga algo sobre... —Regulus hace una pausa y mira a Fianna triunfalmente—. Hay un capítulo entero sobre los Horrocruxes.

—Oh, Dios mío —ella sonríe.

Regulus saca su varita y murmura el hechizo de duplicación. Un segundo Secretos del arte más oscuro aparece encima de la copia de Lestrange, y se lo entrega a Fianna mientras coloca la copia original en su sitio.

—Así no notarán que falta... Incluso si alguien nos ve aquí, no sabrán lo que estamos haciendo en realidad.

—Qué inteligente —ella dice suavemente.

Regulus le devuelve la sonrisa.

—Lo intento.

Fianna mira el libro y abre su bolso.

Él luce confuso.

—¿Va a caber?

—Todos mis bolsos tienen el encantamiento de extensión —dice Fianna, metiendo el libro en su bolso y volviéndolo a cerrar. Cuando levanta la vista, ve que él sigue frunciendo el ceño y ella se encoge de hombros—. Llevo como mínimo cuatro brillos de labios. Necesito espacio extra.

—Eres tan tonta —Regulus se burla.

—Mis labios se ven perfectos, así que no me importa.

—Bueno, sí, pero... —Regulus hace una pausa y escucha voces afuera. Vuelve a mirar a Fianna—. Regresemos antes de que alguien se dé cuenta.

Fianna asiente.

—No puedo esperar.

—Arruínate los labios perfectos, ¿quieres? Para que parezca que nos hemos besado.

Ella pone los ojos en blanco y besa el dorso de su propia mano antes de frotarla.

—Haré todo lo posible por volver a presentarme —dice Fianna.

Regulus le devuelve la sonrisa.

—No espero menos de una Gryffindor.

—Qué gracioso —ella murmura—. Vamos entonces, sol.

Regresan a la fiesta de la mano. Salome aparece frente a ellos, dándoles una mirada traviesa.

—¿Adónde fuisteis?

—Oh, ya sabes... —dice Fianna, justo cuando saca un brillo de labios de su bolso. Mientras vuelve a aplicar, le guiña un ojo a Salome, quien sonríe—. ¿Nos estabas buscando?

—Le estaba contando a la fea Bella todo sobre vosotros —dice Salome—. ¿Dónde está esa bestia?

Mira hacia arriba y saluda a alguien al otro lado. Fianna reconoce a Narcissa Black, de pie junto a su novio, el hermano mayor de Pandora, Lucius. A su lado, una mujer alta con cabello negro y rizado se da vuelta y hace una mueca cuando ve a Salome. Pero, tratando de ser amable, se acerca.

Ahora bien, Salomé miente con toda claridad cuando llama fea a Bellatrix. ¿Había intentado exhibir sin tapujos a Bellatrix en su propia fiesta de compromiso? Naturalmente que sí. ¿Pero Bellatrix es fea? Por supuesto que no. Lleva los rizos negros recogidos en una coleta, con tirabuzones enmarcando su rostro, dando protagonismo a su pálida y cincelada estructura ósea. Viste un traje largo que recuerda al de Stevie Nicks en la portada del álbum Rumours, con tiras de tela aún más largas colgando de las mangas. Aunque no lleva el vestido de Salome, no está nada mal.

—Bella —dice Salome, entre dientes—. Esta es mi protegida, Fianna.

—¿Y ella está con Regulus? —dice Bellatrix, sus ojos se iluminan con malvada picardía—. Oh, vaya.

—Hola, Bella —Regulus luce incómodo.

—Tu novia es bonita —dice Bellatrix—. ¿En qué casa estás?

—Es Gryffindor, pero no se nota —dice Salome, antes de que Fianna pueda abrir la boca—. Es la Gryffindor más Slytherin que he conocido.

—Porque tu palabra importa —dice Bellatrix, perdiendo la sonrisa por un segundo—. Entonces, Gryffindor. ¿Eres de los nuestros o no?

—Uh... —el corazón de Fianna se detiene.

—Aunque está de acuerdo con nosotros, su hermano está en la Orden, así que es difícil —dice Regulus, dando un paso adelante. Toma la mano de Fianna y ella se pregunta si este afecto es fingido o no—. Pero puedes confiar en ella.

—Supongo que tomaré tu palabra —dice Bellatrix. Sin embargo, sus ojos no se mueven de Fianna, mirándola como si fuera carnada—. Espero que hayas puesto tu confianza en las manos adecuadas, primito... Sería una lástima que tuvieran que desollar esa bonita cara suya.

Fianna desearía poder correr y esconderse como un niño que se enfrenta a un monstruo. Su corazón todavía late con fuerza y todo el salón se siente congelado, como si esperara ver su reacción. Dios, ¿qué puede decir? Todo lo que se le ocurre es condenatorio, y luego qué, será torturada, desollada y devorada viva por toda esta mansión de mortífagos y...

—¿Crees que no tomaría represalias, prima? —dice Regulus, con calma—. Sería una pena estando tan cerca de la boda.

Fianna quiere abanicarse. Joder, ¿cómo de excitante fue eso?

—... Touché —dice Bellatrix—. Que tengas una buena tarde.

Bellatrix regresa con Narcissa, ignorando a Salome.

—Qué protector —dice Salome, pareciendo complacida con la amenaza de Bellatrix—. Voy a molestar un poco más a esa imbécil, que tengas una buena tarde... Vete cuando sea necesario, sé cómo es Filch.

Mientras ella se aleja, Regulus se vuelve hacia Fianna.

—¿Diez minutos y nos vamos?

—Sí, por favor.

Hablan de los estudios y cosas así, y al final salen por el pasillo, saliendo al patio para Aparearse de vuelta a Hogwarts. Fianna sigue mirando a Regulus, asombrada de que le dijera algo así a Bellatrix, pero aún más de que lo dijera defendiéndola. ¿Era parte del acto? ¿Lo decía en serio? Y lo que dijo en la biblioteca, que le gustaba su pelo de cierta forma, que estaba guapa...

—No tenías que decirle eso, ¿sabes? —dice Fianna.

Regulus se encoge de hombros.

—Lo sé. Simplemente no me gustó que dijera eso sobre ti.

Woof, piensa Fianna.

—Vaya, gracias —susurra.

Regulus se encoge de hombros, como diciendo "cuando sea."

Fianna mira a su lado; un poco más adentro del terreno de la mansión, iluminado por la luz de la luna, se encuentra un gran ciervo. Su culpa de antes por Georgia comienza a aparecer nuevamente, pero ella agacha la cabeza y el ciervo asiente también.

—Vámonos —dice Fianna, cogiendo la mano de Regulus... y queriendo mantenerla esta vez.

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