Cap 12. NUEVA REALIDAD EN ASSAM

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XII

La mañana parecía más fresca de lo habitual y en un barrio de Assam una familia conversaba mientras tomaban los primeros alimentos del día.

—Es una grosera —decía Eiinar mientras servía una taza de té a su esposo.

—Déjala ya está casada, ya no es asunto nuestro —respondió Sohan a su mujer.

—¿Padre cuando podré visitar a mi hermana? —Preguntó Alisha sentándose a lado de su madre.

—Se fue ayer y ya quieres visitarla —interrumpió Eiinar— dale su espacio, necesita convivir con su nueva familia, nosotros ya la tuvimos diecinueve años de su vida.

—Tu madre tiene razón —intervino el padre— el egoísmo es malo, déjala que se acostumbre a su esposo y a sus cuñadas.

—La extraño mucho —comentó Alisha mordiendo una ciruela.

—¿Cuándo te dan el resto del dinero? —Preguntó Eiinar.

—Más tarde mujer, hoy mismo llegarán las cabezas de ganado que el Sultán quedó en darnos —le explicó.

—Con eso seremos los más envidiados en la comunidad —festejaba su esposa.

—Hablando de egoísmo —comentó Alisha en voz baja mirando a su madre— ¿Y dónde piensa meter tantos animales?

—Ya hablé con el señor Bhat y me rentó el terreno detrás de su casa.

—Pues tenga cuidado padre porque nadie que sea familia de Alessanbali puede ser de fiar —añadió Alisha mirando a su madre.

—¿Y tú por qué me ves así? Termina de comer y ya vete para la escuela —ordenó Eiinar a su hija— y aprovecha porque a la mejor y te nos casas tú también —añadió la madre de la joven.

—¿No les basta con el provecho que han sacado de mi hermana? —Preguntó la joven tomando una hogaza de pan.

—Escucha nada más a esta hija tuya —comentó Eiinar a su marido.

—El beneficio es para tu hermana ahora será respetada gracias al apellido de su marido y será una mujer civilizada —agregó Sohan.

—Quién quita y nuestro nieto sea el próximo heredero de empresas Darshan —dijo la mujer quitándole la mitad de pan a su hija.

—Ciertamente mujer ¿Pues a que vas a la escuela niña? —preguntó Sohan volteado a ver su hija— ¿Nada más a gastarte mi dinero?

—A estudiar padre -respondió la muchacha quitando el último bocado de pan a su madre.

—¿A estudiar? ¡Lo mejor sería ya buscarte un marido así ya podría vivir tranquilo! —Exclamó a ambas y se levantó para irse de ahí.

En otra casa en el mismo barrio una pareja discutía, una mujer de larga trenza de encontraba arrodillada frente al joven que llevaba más de una hora hablando, en el pequeño cuarto retumbaban las puertas de madera que protegían las ventanas.

—¿Cómo pudiste avergonzarme de esa manera? —Reprochó el joven.

—No sé, creo que bebí alcohol de más —contestó Luz apoyada sobre sus rodillas.

El recuerdo de la noche anterior en la que ella reía a lado de Ranjit parecía ser solo una alucinación, una que le estaba costando muy caro.

—¡Pégale hijo solo así aprenderá a respetarte! —Intervino el suegro de la chica.

Detrás de una cortina roja la madre de Diego se mantenía atenta mirando cada movimiento.

—¡Golpéala si te dices hombre o yo lo haré contigo por mal hijo! —Gritó el padre de Diego.

Luz Maharaní levantó la cabeza y miró a su amigo, entre sus cabellos las gotas de sudor dejaban ver sus ojos de temor.

Ambos jóvenes caían en la realidad de estar atrapados en un matrimonio arreglado y sin amor dominados por la voluntad ajena de seres dispuestos a controlar sus vidas.

La madre de Diego cerró los ojos y apretó la cortina cuando él primer golpe se escuchó.

Mientras tanto tres suaves golpes en la puerta trajeron de vuelta a la joven Farash, la voz de una mujer la traía a su nueva vida.

— ¡¿Señora puedo pasar?! —Se escuchaba detrás de la puerta blanca.

—Adelante —respondió la chica sentándose rápidamente sobre la cama.

Rubí acomodó sin éxito su cabello enredado con la joyería que aún llevaba puesta, su maquillaje había manchado de negro sus mejillas y algunas flores del tocado yacían entre las blancas sábanas de seda.

—Buenos días presento mis respetos, señora —saludó una mujer regordeta y algo mayor agachando la cabeza— yo estaré a su servicio personal, espero que mi trabajo la complazca —agregó mirando a la muchacha con sus largos cabellos enredados en joyas.

—Yo soy Rubí —respondió mirando a la mujer— ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Kaeme, ¿Quiere que le prepare el baño?

—¿El baño? —Preguntó distante.

—Las señoritas ya no tardan en bajar a desayunar y usted no puede llegar tarde —explicó Kaeme— permítame ayudarle a desenredar su cabello señora.

—No me diga señora es raro, dígame Rubí —pidió la joven dejando que Kaeme fuera quitando cada una de las cosas que tenía en lo largo de sus cabellos.

—No puedo hacerlo si alguien más escucha que le llamo por su nombre puedo ser castigada —respondió la mujer colocando un par de flores doradas alado de chica.

—Tal vez más tarde se nos ocurra algún punto medio ¿Le parece? —Contestó Rubí.

En una oficina dos agentes de la policía revisaban el lugar, el cadáver de un hombre yacía sentado con un cuchillo clavado en la entre pierna.

—¿Alguna pista? —Preguntó un policía.

—Encontramos un anillo sobre el charco de sangre —contestó el agente.

—Debe ser del occiso —aseguró el uniformado.

—Negativo, sus dedos son gordos y no encajan en el anillo —respondió otro de los agentes— seguramente es del asesino, revisaremos las cámaras de seguridad no toquen nada y asegúrate que los empleados mantengan la calma.

—Entendido —contestó el policía.

En la mansión Darshan la joven Rubí envuelta en una bata blanca se mantenía de pie frente a un armario repleto de ropa fina de mujer con otro tanto de zapatos de diferentes colores.

—Tiene que elegir uno señora —dijo Kaeme detrás de la chica quitándole la toalla de la cabeza.

—Pero no voy a ir a ninguna fiesta —contestó sin quitar la vista de los ganchos de ropa.

—Usted es la señora Darshan y tiene que lucir como tal —explicó la sirvienta.

—No puedo necesito mi ropa, mis cosas, eso no es mío —respondió asustada cerrando el armario.

—Tengo entendido que esta tarde uno de los chóferes irá a casa de sus padres por unas cosas que le enviará su madre —Mencionó Kaeme- por ahora no hay otra cosa para ponerse, todo eso es suyo.

—Abajo tengo puesto un vestido, solo ayúdame a quitarme esto de encima —pidió Rubí tratando de calmarse quitándose las joyas.

—Si señora, puedo limpiar su vestido si gusta...

—Si por favor...

—Entonces déjeme ayudarla, verá que rápido le limpio su vestido —sonrió la mujer acercándose para ayudar a desvestir a Rubí.

En las puertas de la empresa Darshan cuatro hombres escoltaban al heredero que venía llegando temprano como de costumbre, pero un sultán se encontraba sentado la silla de la oficina principal.

—¡Tío que sorpresa! —Dijo Nadeem entrando a su oficina

—La sorpresa es mía, tú no deberías estar aquí —respondió serio jugando con un bolígrafo.

—¿A qué te refieres? —Cuestionó inmóvil.

—No es bien visto que un recién casado venga a trabajar el día después de su boda —Explicó Abbadon— mantén las apariencias y regresa a casa —agregó poniendo sobre el escritorio un periódico con la imagen de Nadeem en la portada.

—Hay mucho trabajo y no deseo estar en la mansión ahora —contestó tajante el joven sin darle importancia al encabezado.

—Si me dejas darte un consejo, vete a dónde quieras y manda a tu mujer a otro lado si eso te tranquiliza —sonrió el hombre levantando una ceja— solo ten cuidado que nadie lo sepa, las miradas de la sociedad están puestas sobre ti.

—Necesito ocuparme de unos negocios —respondió Nadeem planteándose frente al escritorio— siempre he estado bajo el ojo de la sociedad.

—Deja que Caín se encargue, ese bastado es muy inteligente seguramente cubrirá tu puesto muy bien —añadió Abbadon— la empresa no se irá a ninguna parte —insinuó divertido— yo me encargo de tus hermanas.

En el comedor de la mansión Darshan dos chicas discutían.

—¡Ya tengo hambre parece que he estado toda la mañana aquí sentada! —Exclamó Celeste Niyam jugando con un par de cubiertos.

—Ahora tenemos que esperar a Rubí —explicó Nirali.

—Ahora resulta que me tengo que quedar con hambre por esa —refunfuño Celeste.

—Perdón por la demora —interrumpió Rubí entrando a la habitación ofreciendo una reverencia.

La risa de Celeste fue ahogada gracias a la mirada autoritaria de Nirali.

—¿Cómo dormiste? —Preguntó Nirali con una sonrisa, sin dejar de ver su hermana.

—Bien gracias —contestó la joven sentándose en una de las sillas ayudada de Kaeme.

—Me tomé la libertad de decidir el desayuno de hoy de ahora en adelante tú serás quien elija lo que se comerá en esta casa —explicó Nirali

Las palabras de su cuñada la asustaron todavía más.

—Pues yo prefiero que Nirali se siga encargando de la mansión como hasta ahora —comentó Celeste.

—Estoy de acuerdo —respondió Rubí para sorpresa de su cuñada— a decir verdad, creo que tienes mucho que enseñarme Nirali, espero que puedas hacerlo, si no te molesta.

—Para nada —asintió Nirali.

—Si le molesta, tiene muchas que hacer —intervino Celeste.

—Claro que te ayudaré Rubí —sentenció Nirali remarcando sus palabras.

Los sirvientes llegaron y procedieron a servir los alimentos.

En una casa de uno de los barrios más sencillos de Assam una discusión por fin se había terminado, pero las lágrimas no terminaban de brotar.

—¿Por qué Diego? —Preguntó la chica entre lágrimas dudando en tocar a su amigo que yacía agachado.

Varias hebras de hilos de sangre escurrían por aquella espalda apiñonada, al tiempo que los sollozos de Luz Maharaní trataban de ahogarse en mil palabras.

—Te dije que jamás dejaría de ser tu mejor amigo —pronunció el chico ocultando su rostro entre sus manos.

—Tenemos que irnos —respondió la joven limpiando con la manga de su ropa la sangre de Diego— perdóname —dijo tratando que la voz no se le quebrara.

Los latigazos que el padre de Diego le había propiciado habían cesado cuando ambos chicos perdieron la cuenta.

En frente de la casa de los Darshan un auto rojo llegaba estacionándose detrás de un carro blanco, de pie en las escaleras de la entrada Rubí y Kaeme sostenían un par de maletas.

—Nadeem —pronunció Rubí al mirar llegar al joven.

El heredero descendió del vehículo con una expresión seria.

—Mira mi madre me ha enviado mis cosas, tendré mucho que acomodar —dijo Rubí sin poder ocultar el entusiasmo en sus palabras.

—No acomodes nada —ordenó Nadeem sin mirar a la joven pasando de largo.

Kaeme y Rubí se miraron mutuamente siguiendo al joven que se abría pasó al interior de la casa.

—¡Vaya mira quién llegó temprano! —Gritó Celeste tratando de llamar la atención de su hermano, pero él simplemente la ignoró lo que ocasionó que ella también lo siguiera.

En la estancia Nirali se mantenía de pie con una valija negra frente a ella.

—Todo está listo, apenas me diste tiempo para preparar todo —dijo la chica a su hermano.

—¿Qué significa esto Nadeem? —Exigió Celeste una respuesta por parte del heredero.

—Nos vamos —soltó Nadeem tomando la maleta que Nirali le había preparado.

Inmediatamente se giró de manera impulsiva y tomó a Rubí del brazo.

—Deje a Caín y a mi tío a cargo de todo —dijo el joven dirigiéndose a la salida.

—¡¿De qué hablas?! —Gritó Celeste— ¡Contesta! —Exigió la hermana sin recibir contestación.

Nadeem siguió caminando jalando a Rubí tan fuerte para no dejarla zafarse, pero no lo suficiente para hacerle daño, juntos llegaron al vehículo Rubí se detuvo frente al auto, giró su cabeza y miró nerviosa a Kaeme quién con sus manos la alentó a seguir al joven, consternada se subió al auto llevándose las pocas cosas que tenía en sus manos.

Tan rápido como había llegado, Nadeem partió de la mansión acompañado de su ahora esposa.

Continuará...

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