Cap 23. MEMORIA PRESENTE

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

XXIII

Mientras el sol llenaba de luz el cielo de Assam con sus primeros rayos del día, en la empresa Darshan un hombre de traje negro y portafolio entraba abriendo el paso con su sola presencia, los pasillos del edificio lucían vacíos con unos cuantos empleados que recién habían llegado para presenciar la sensación del momento. Ante miradas curiosas y saludos de sus trabajadores Nadeem llegó al ascensor dejando ver por primera vez su rostro antes que las puertas del mismo se cerraran.

En una pequeña casita a las afueras de la provincia, una mujer cepillaba sus largos rizos negros frente al tocador de madera de su habitación.

— Los niños están aquí —interrumpió un hombre de cabello largo asomándose por la puerta.

—Enseguida voy Jafed —dijo la joven colocando un velo azul rey en su cabeza tapando la mitad de su rostro.

La joven salió de la recamara dejando atrás el periódico de la mañana.

En una habitación gris con espejos por todo el cuarto un joven hacia bola la imagen de su eterno rival, por su lado en la mansión Darshan una joven no creían lo que veía en el primer programa de la mañana.

— ¡Rubí estás en televisión! —exclamó Nirali corriendo hacia el cuarto de su cuñada todavía en pijama, de prisa tocó varias veces hasta que obtuvo respuesta.

—Nirali ¿Qué sucede? —abrió la puerta la joven Rubí tallando sus ojos tratando de aclarar su vista.

— ¡Ven rápido! —gritó jalándola de la mano.

—Por favor Nirali ¡No tengo zapatos! —respondió Rubí siendo arrastrada hasta el cuarto de su cuñada.

Nirali Darshan paso corriendo a lado de la recamara de Celeste y golpeó su puerta varias veces.

— ¡Celeste ven rápido! —avisó su hermana y entró al cuarto de al lado— ¿Ves eso?

Rubí se acercó al televisor y vio las fotografías que les habían tomado a la salida del hotel.

— ¿Pero qué demonios sucede? ¿Por qué gritas Nirali? —entró Celeste amarrando su bata de dormir mientras su hermana la tomaba de la mano.

—Es Nadeem y Rubí en la televisión —respondió Nirali señalando el televisor.

Las tres se quedaron inmóviles concentrando su atención en la pantalla.

— ¿Por qué lo hizo? —cuestiono Nirali a su cuñada.

—Tú debes saberlo —señaló Celeste cruzada de brazos.

—No quiso dar explicaciones, lo mejor será que le pregunten ustedes —comentó Rubí y salió consternada a su habitación.

Era la primera vez que su imagen salía en uno de esos aparatos, apenas empezaba a comprender el peso de ser la esposa de Nadeem Darshan, tan pronto como llegó a su cuarto cerró la puerta y se recargó en ella dejando salir un suspiro.

En la oficina del joven heredero la puerta se abrió y Juman entró sosteniendo un sobre amarillo grande.

—Aquí está la información que envió el detective privado —dijo el hombre colocando el sobre frente al joven.

—Gracias Juman, necesito que mantengas todo en secreto no quiero que nadie comience a sospechar —indicó el heredero.

—No se preocupe joven nadie se ha dado cuenta, ya sabe que puede contar con mi discreción —manifestó Juman.

—Lo sé por eso te di esta tarea a ti, ¿ya llego Caín? —le preguntó.

—Está en su oficina ¿Quiere que lo llame? —consultó el secretario.

—No, Caín saldrá después de la junta con los rusos, avíseme cuando lo haga quiero revisar esto sin correr riesgo —ordenó el joven guardando el sobre entre un par de documentos.

—Por supuesto —contestó Juman— por cierto, llamó el representante de los inversionistas rusos estarán aquí en la hora acordada.

—Perfecto, avísame entonces cuando lleguen —solicitó y siguió revisando un par de papeles.

El secretario salió de la oficina dejando solo al heredero, por su lado dos jóvenes conversaban caminando por las calles de Assam.

—Estoy preocupado por Ashima —comentó Diego.

—Parece que es lo único que te preocupa —murmuró Luz caminando a su lado sosteniendo un par de bolsas con fruta.

—Luz creo que el momento ha llegado —dijo volteando a verla- es hora de irnos.

Luz Maharaní lo observó resentida.

—Te lo he estado pidiendo desde hace mucho, si esa persona no se aparece eres capaz de no mover un dedo —reclamó la joven frunciendo el ceño.

—Por favor Luz no empecemos —agregó el joven con la mirada cansada.

— ¿A dónde irás? —le exigió una respuesta.

—No sé tal vez al otro extremo del país, solo quiero ir a un lugar tranquilo donde vivir, ¿A dónde quieres ir tú? —levantó la ceja el chico Jahar.

—A otro lugar Diego, quiero conocer el mundo —mencionó ella desviando la mirada.

—Por un lugar tienes que empezar, no puedo obligarte a que vengas conmigo y sé que ella no te agrada, pero puedo hacer algo para facilitar tu libertad —dijo sacando una hoja de su bolsillo.

— ¿Qué es Diego? —le cuestionó desconcertada.

—Es la solicitud para anular el matrimonio nuestros padres no lo saben, estaremos lejos cuando se enteren —explicó mirando la expresión de asombro de su amiga— solo es cuestión de días para que nuestro matrimonio quede anulado.

—¿Cuándo quieres que abandonemos la casa de tus padres? —interrumpió ella terminando de leer el documento.

—Esta misma noche —respondió.

En la mansión Darshan sentada frente a una mesita en el jardín Rubí revisaba un par de folletos de escuelas.

—Perdón que la moleste señora —se acercó Kaeme a la mesita.

—No me molestas ¿Qué sucede? —dijo levantando la mirada.

—Limpiando la habitación de la señorita Celeste encontramos esto —comentó colocando un sobre rojo frente a la joven.

— ¿Por qué me lo das a mí? —le preguntó sosteniéndolo.

—Este sobre es para el joven, pero estaba tirado debajo de la cama de la señorita —señaló la mujer.

—Seguro se le olvido entregárselo —destacó Rubí.

—Probablemente así que me pareció prudente que usted se la entregara en persona —indicó Kaeme.

En su cuarto Inayat vigilaba los pasos del mayordomo quien limpiaba su habitación mientras ella fingía tejer.

—Me alegra mucho que hayamos arreglado nuestras diferencias —dijo el hombre mientras movía unas cosas del tocador.

Inayat seguía sin querer hablar, había regresado a esa actitud pasiva para no levantar sospechas.

—¿Sabes cuándo viene el señor? —le preguntó levantando la mirada.

—Me parece que hoy tenía que asistir a una reunión importante con el cónsul de Turquía —respondió el sujeto.

—Llámalo no me siento bien y me gustaría su compañía, tengo la garganta un poco seca creo que voy a enfermarme ¿no tienes algún remedio?

—Iré a la cocina a revisar, le prepare un té para que pueda dormir un rato —comentó el mayordomo.

—Después continuas, tráeme algo me empieza a doler la cabeza y llámale al señor por favor —insistió ella.

—Enseguida señora.

Inayat miró al mayordomo salir de su habitación estaba decidida, la cuenta regresiva comenzaba.

En empresas Darshan el silencio reinaba el pasillo principal, la junta con los rusos había terminado de acuerdo a lo planeado el contrato estaba firmado, pero una sombra de envidia andaba rondando.

Solo en su oficina el heredero sacó el sobre que horas antes Juman le había traído, con el seguro en la puerta se atrevió a abrirlo, entre sus manos una grabadora negra comenzó a reproducir una voz familiar en el momento que Nadeem apretó el botón.

"—Habló desde el mundo los muertos ya supe lo que querías hacerme eres tan idiota, anda ve a limpiarme los zapatos con la lengua —dijo soltando una carcajada- Espera que asco.

—No cantes victoria Brunéi sé tú secreto tus días están contados —advirtió el hombre.

Al igual que la mujer que enviaste también terminarás muerto..."

Nadeem detuvo la reproducción y leyó la información que le había enviado el detective privado, observando la fotografía en una esquina de la oficina su mirada se clavó en la imagen de su tío el sultán Abbadon.

Lejos de ahí detrás de un bar que parecía caerse a pedazos dos jóvenes conversaban cuidando de no ser vistos.

—Por fin se lo dije Ashima —sonrió Diego.

—No creo que sea buena idea Diego, Temaran seguro se dará cuenta que no estoy y mandara a sus hombres a buscarme —comentó la bailarina.

—Tenemos que intentarlo no puedes quedarte aquí con esas personas —insistió el chico tomándola de las manos.

—Mejor llévate a tu amiga lejos, ayúdala a ella yo no soy importante Diego —pronunció bajando la cabeza.

—Ya lo decidí nos iremos de aquí Ashima, Luz estará bien la acompañaremos a un lugar seguro y después tú y yo desapareceremos —explicó sonriendo.

—Diego no me siento bien, te será imposible escapar con una persona enferma a tu lado —le dijo mostrando un par de heridas en sus brazos.

—Entonces llevaré a Luz a un lugar seguro y me quedaré aquí a vivir el repudio de la gente —contestó mirándola a los ojos.

—No lo hagas van a presionarte para que les digas donde está tu esposa, tienes que irte tu también —le advirtió.

—Solo si tú te vas conmigo —sentenció el joven Jahar.

—Diego por favor...

—Esta noche en el árbol al final de la calle pasaré por ti —Indico señalando en aquella dirección.

En una casita a las afueras de Assam una joven tocaba el piano en la soledad de aquellas paredes azules.

—Debería descansar un rato señorita Tara —Dijo un hombre de cabello largo.

—Este es mi descanso Jafed, mi alma descansa al oír la música —Susurró ella.

—Es hermoso como toca el piano a los niños que vienen les gusta escuchar su música —Dijo dejando sobre una mesita un par de libros.

—Ellos me hacen más feliz a mí —contestó sonriente.

—Debería tirar esto a la basura —señaló Jafed tomando el periódico de la mañana.

—Déjalo todavía no termino de leerlo —agregó Tara.

—Pero...

—Déjame sola en un momento bajo al salón —ordenó la joven.

La tarde estaba cayendo fresca y coloreaba el cielo de un azul más oscuro que se combinaba con la luz de la luna que comenzaba a asomarse.

En la mansión Rubí seguía su investigación mientras leía un par de folletos mientras sus cuñadas miraban una película, la puerta se escuchó enseguida del saludo de Kaeme.

—Bienvenido joven —dijo la mujer de baja estatura.

—Buenas noches —respondió el chico sosteniendo un portafolio negro.

Las hermanas se levantaron de prisa y fueron a encontrarlo, Rubí levantó la mirada y fue detrás de ellas.

—¡De verdad lo hiciste! —Exclamó Celeste con una sonrisa.

— ¿Qué se siente? —le preguntó Nirali.

—Horrible, estaré en mi despacho no me interrumpan —respondió el joven.

—Espera tengo que contarte algo —intervino Rubí.

—¿Es urgente? —le cuestionó volteando a verla.

—Si no lo fuera no te lo diría —indicó ella.

Nadeem le hizo una seña a Rubí quien lo siguió hasta la oficina al fondo del pasillo. Agotado se dejó caer en la silla frente al escritorio y miró a la joven.

—¿Qué es eso tan urgente? —preguntó.

—En la tarde las empleadas encontraron esto —dijo entregándole el sobre.

—¿Algo más?

—Bueno es que encontré estas escuelas, pero estoy algo perdida —explicó mostrándole un par de folletos.

—No te fijes en el precio toma la que quieras —comentó el joven.

—No es eso, es que estoy un poco confundida no sé qué carrera debería elegir —dijo ella sentándose frente al escritorio.

— ¿Para que eres buena? —agregó el joven.

Rubí se quedó en silencio mientras el heredero se levantó de su asiento y se acercó al enorme librero en la pared.

—Política, cultura, deporte, finanzas, biología —comenzó a mostrar cada repisa— toma uno de cada uno y ve cual llama más tu atención.

—Gracias —respondió sonriente y se acercó a revisar los libros.

Nadeem camino hacia el escritorio y abrió el sobre rojo con su nombre escrito, exaltado se giró hacia Rubí.

— ¿Cuándo llego esto? —cuestionó serio.

—No lo sé, me lo dio Kaeme al parecer se le olvidó a tu hermana entregártelo —Respondió tranquila ojeando un libro azul.

Molesto prendió una lámpara y acercó la fotografía.

—¿Pasa algo? —interrumpió la joven.

—Dile a Kaeme que venga —Ordenó el chico.

—Pero...

— ¡Ahora! —exigió el heredero.

La joven salió de la oficina y fue por Kaeme.

Lejos de ahí en su oficina el sultán Abbadon preparaba un par de documentos para su cita con el cónsul de Turquía cuando el teléfono sonó.

—¿Pasó algo? —preguntó serio— es verdad no he podido ir a verla dile que se quede tranquila, iré más tarde cuídala bien debo irme —dijo colgando la bocina del teléfono.

En una casita pequeña una joven servía un poco de té a la familia que se encontraba sentada alrededor de la pequeña mesa de madera.

—¿Alguna noticia que quieras decirnos hijo? —preguntó el padre de Diego tomando un pedazo de pan.

—El negocio va muy bien, la semana pasada vendí el lote de terciopelo azul que teníamos en el almacén —dijo el joven mirando en complicidad a su todavía esposa.

—Eso es una buena noticia, sigue así y el negocio será muy próspero —agregó el señor tomando un sorbo de la taza de té que su nuera había colocado enfrente de él.

—Veo que ambos ya están acoplándose a su matrimonio —sonrió la madre del chico.

Luz y Diego se miraron dejando ver una mueca en sus rostros y bajaron la mirada.

—Eso me tranquiliza —indicó el padre— Eres un buen vendedor y quiero que siga así, escuché que Sohan está en aprietos parece que no es tan recto después de todo.

La pareja de jóvenes se miró de nuevo confundidos.

— ¿A qué te refieres padre? —cuestionó Diego para saciar su curiosidad.

—A que el padre de su amiga anda metido en negocios turbios, unos amigos comerciantes del centro me platicaron que hay una campaña para advertirle a la gente que compra sus telas para que ya no hagan negocios con él —relató limpiando sus bigotes.

—¡Qué barbaridad! —exclamó su esposa.

—Si hay justicia en este mundo Sohan perderá su negocio para siempre, y gente honesta como nosotros podremos prosperar —opinó el hombre— pero al parecer su yerno anda tirando dinero para limpiar su nombre.

Diego se abstuvo de decir algo y continúo comiendo mientras él y Luz esperaban que el té hiciera efecto.

En la mansión Darshan una puerta fue cerrada de repente dejando escuchar un golpe por toda la casa.

Rubí ojeaba un libro en la sala cuando se percató de lo ocurrido. Nadeem salió intempestivamente de la casa, Kaeme apareció por el pasillo.

—¿Qué sucede Kaeme? —preguntó confundida.

—El joven...—pronunció con debilidad señalando la dirección por dónde había salido el heredero— no dejé que se vaya señora.

Rubí la observó confundida y apresuró sus pasos a la salida, al abrir la puerta pudo ver que el auto negro arrancaba tan velozmente que apenas le dio tiempo al guardia de abrir la reja.

Las hermanas Darshan aparecieron sobresaltadas.

—¿Qué sucede? ¿Por qué se fue así mi hermano? —preguntó Nirali.

—¿Esto tiene que ver contigo? —señaló Celeste tomando a Rubí de los hombros.

—Déjame en paz —dijo molesta soltándose del agarre de su cuñada— ¿Kaeme que fue lo que pasó?

—El joven me preguntó por el sobre rojo y después salió así —explicó nerviosa.

—¿Cuál sobre? —cuestionó Nirali.

Rubí miró seriamente a Celeste.

—El que tu hermana no le entrego a él —comentó la joven Farash frunciendo el ceño.

—No sé de qué hablas... —interrumpió Celeste.

—Yo tampoco entiendo nada —Agregó Nirali.

—Kaeme sígueme —ordenó la joven subiendo las escaleras.

—Mírala te dije que era cuestión de tiempo para que todo el asunto del matrimonio se le subiera a la cabeza —mencionó Celeste cruzándose de brazos.

—Celeste ¿De qué sobre hablan? —preguntó su hermana menor.

En las afueras de Assam un hombre bajaba de su auto con un ramo de rosas blancas, el silencio reinaba la casa que se encontraba con la puerta entre abierta. Desconcertado entró a la casa.

—Señor ella sabe...—Dijo el mayordomo tirado en el piso de la sala con una herida en el abdomen.

Abbadon dejó caer el ramo de rosas blancas sobre el charco de sangre en el que se encontraba aquel hombre.

—Te estaba esperando —interrumpió la voz de Inayat detrás del sultán.

—¡¿Por qué?! —exclamó de frente a la mujer.

—Eres un maldito enfermo, ¡traidor y mentiroso! —gritó Inayat con un par de agujas de tejer empapadas de sangre entre sus manos.

—No es como te lo imaginas, yo te salvé —le dijo él tratando de acercarse a ella.

—No des un paso más —le advirtió.

—¿Por qué no puedes ver el amor que siento por ti? —le preguntó— todo ha sido por ti, recuerda lo feliz que has sido conmigo todos estos años.

—¡¿Cómo puedes decirme eso?!, ¿Cómo puedes ver a mis hijos a los ojos haciéndole esto a su madre? —reclamó enfurecida.

—Ellos están bien, gracias a mi —respondió Abbadon— ellos no te necesitan yo si —dijo estirando su mano hacia ella.

—¡Les mentiste! Todo esté tiempo te has aprovechado de mi familia —pronunció con las manos temblorosas.

—¡Tú eres mi familia Inayat! Yo te amo —contestó el sultán.

—Yo a ti no, te odio, te aborrezco ¡Y quiero sacarte los ojos! —exclamó levantando las agujas.

—Éramos felices ¿Te acuerdas? Has sido mi mujer todos estos años —trató de convencerla.

—Tú me hiciste creer que lo era, llenaste mi cabeza de historias que nunca sucedieron, pero pude recordarlo todo yo no me llamo Dayak soy Inayat Darshan y mi único esposo ha sido Kiran —respondió sintiendo que recobraba las fuerzas.

—Está muerto —sonrió mostrando los dientes.

—¡Ya lo sé! Quién debería estarlo eres tú —le dijo ella— ¡No puedes imaginar el asco y desprecio que siento por ti!

—¡Siempre Kiran! ¡Él está muerto! ¡Muerto! —exclamó soltando una carcajada— Yo pude ver como su cuerpo se quemaba entre los fierros retorcidos, así como ahora se está quemando ¡En el infierno!

—¿Como no pude verlo antes? Siempre le tuviste envidia, él tampoco pudo ver el demonio que eres, Kiran nunca te menosprecio siempre te vio como su hermano —le reprochó ella dejando caer lágrimas de impotencia.

—Era un maldito hipócrita como mi padre, Kiran me envidiaba a mí por eso siempre me quitaba lo que yo quería, por eso tuve que poner todo en su lugar, tú conmigo como deberías estar desde el principio y tus hijos —dijo sonriendo nuevamente— tus hijos acatando mis órdenes y mirándome como a un dios.

Inayat dejó caer las agujas de sus manos mientras su mirada se clavaba en el hombre que tenía enfrente al tiempo que gotas de sangre se mezclaban con la que estaba regada en el suelo.

Lejos de ahí en una casita una joven leía por última vez la misma noticia del periódico antes de guardarlo en un pequeño cajón.

Un joven la interrumpió entrando con una bandeja con té y galletas.

—Perdón por interrumpir, no comiste muy bien así que prepararon esto para ti —sonrió entrando a la habitación.

—Gracias Jafed, pero de verdad no tengo apetito —se excusó la chica.

—¿Que te pone así? ¿Es él verdad? —sospechó el chico acercándose a Tara.

—No me digas nada por favor —lo miró triste.

—No es justo que siempre sufras por su culpa —dijo arrebatándole el periódico— ni siquiera es tan bonita —comentó refiriéndose a Rubí.

—No me importa —Agregó ella.

—Quítaselo —dijo él— Como sea ese lugar te pertenece a ti no a ella.

—Por favor no me digas nada más, no quiero escuchar nada —le pidió desviando la mirada.

—Vamos Tara siempre has dicho que él es el amor de tu vida ¿Por qué vas a dejárselo a ella? —reprochó el joven— Solo basta con que lo llames y él volverá a buscarte como aquella vez.

—No tengo ganas de hablar de lo mismo —volvió a pedirle.

—Lo único que tienes que hacer es pedirle que se quedé cuando te encuentre ¿Me vas a decir que ya no estás enamorada de él? —le cuestionó arrodillándose frente a ella.

—Sabes mejor que nadie lo que siento, lo extraño tanto quiero estar con Nadeem —se sinceró con su amigo.

—Entonces quítaselo, no le debes nada a esa mujer al contrario la ayudarías a no estar atada a un hombre que no la quiere —insistió Jafed.

—Pero...

—Se acaban de casar se conocieron a hace poco Tara, prácticamente son un par de desconocidos, míralos ni siquiera van de la mano —comentó mirando el periódico.

Tara observó la fotografía de la pareja Darshan y después volteó a ver a su amigo.

—No se lo quiero dejar, es mío —pronunció seria.

En la mansión Darshan en la habitación de Rubí, la joven calmaba a Kaeme que parecía estar más tranquila.

—Tómalo despacio —Dijo Rubí sentada frente a la mujer.

—Perdón niña —dijo Kaeme tomando un poco de agua.

—Dime que es lo ocurrió.

—No le diga nada a las señoritas, el joven me prohibió decir algo —respondió la señora.

—Te lo prometo no diré nada, pero cuéntame ¿Por qué se fue así? —preguntó desconcertada.

—En el sobre rojo había una fotografía —comentó Kaeme dejando de lado el vaso de cristal.

—¿Qué fotografía? —indagó Rubí.

—Una de la señora Inayat con el sultán —Comenzó a explicar.

—¿Y eso qué tiene de extraño? —cuestionó la joven Farash.

—Como usted sabe los padres del joven fallecieron en un accidente automovilístico —relató la mujer.

—Si lo sé —contestó Rubí sin imaginar lo que le relataría Kaeme.

—Pues en la fotografía la señora Inayat no se ve como en aquellos tiempos, luce distinta —pronunció con un nudo en la garganta.

—Explícate —le pidió confundida.

—Venga conmigo —dijo tomándola de la mano.

Ambas salieron de la habitación de la joven y fueron a la recamara principal de la mansión que siempre estaba cerrada, Kaeme sacó un par de llaves y abrió la puerta. En silencio ambas entraron revisando que nadie se diera cuenta.

—Estos son los padres del joven, está foto familiar fue tomada el mismo año en el que fallecieron —dijo entregándole un retrato de la familia en el jardín de la mansión.

Rubí lo tomó entre sus manos.

—Aquí está el sultán ¿Ve cómo se mira distinto? —le preguntó señalando con su dedo.

—Se nota que fue hace algunos años —comentó la joven.

—Hace ocho años así se miraban todos, la fotografía que recibió el joven es reciente, en ella aparece su madre —mencionó la mujer sintiendo de nuevo esa incertidumbre.

—Eso quiere decir que ella está viva —dijo Rubí sorprendida.

—El joven me ordenó no decirle nada a las señoritas, no hasta que no esté seguro que no sea un montaje —explicó Kaeme.

En un bar clandestino con algunos focos rotos y humo de cigarro el heredero conversaba con un hombre.

—Investiga si es real —le dijo entregándole el sobre rojo.

—Si señor —contestó guardando el papel.

—Tienes cuarenta y ocho horas para entregarme toda la información que necesito —sentenció el heredero.

—Pero señor...

—Te pagaré el triple de lo acordado —añadió serio.

—Déjelo todo en mis manos, comenzaré a mover a mi gente —dijo aquel hombre— pude contactar con el secretario de Rayman Fusher él me afirmó que el occiso contrató a una mujer para asesinar al sultán.

—¿Tienes pruebas de lo que dijo? —le preguntó tomando un sorbo de licor.

—Aquí en este sobre está un documento que firmó aquella mujer con Rayman —dijo deslizando los documentos— el secretario me los envío está tarde, me dijo que esa joven no apareció por lo que cree que el sultán la eliminó.

—Pregúntale que quiere para darme toda la información que tenga de mi tío —agregó Nadeem dejando el vaso de whisky sobre la mesa.

—Le pregunté, le tiene miedo a su tío solo quiere irse lejos —respondió el investigador.

—Dile que lo mandaré a dónde quiera, pero quiero toda la información que tenga de la relación de Rayman Fusher y mi tío —ordenó el joven.

—Entendido señor —contestó el sujeto.

En un camino oscuro debajo de un árbol Ashima esperaba con las manos temblorosas que apareciera el joven Jahar.

De repente los perros de la zona comenzaron a ladrar alertando a la bailarina, por el camino apareció la figura de Diego seguido de Luz. Ambos cargaban un par de bultos.

—Sabía que estarías aquí —sonrió Diego cargando un bulto de ropa.

—Tengo miedo Diego —dijo la bailarina abrazando una pequeña maleta.

—Vámonos ya —interrumpió Luz abrazando a su pequeño perro.

Los tres desviaron su camino para evitar ser vistos por la comunidad.

El aire frío de la noche abrazaba a todos, en un lugar a las afueras de Assam una mujer con las manos manchadas de sangre venía caminando desorientada a la orilla de la carretera.

En la mansión Darshan Rubí miraba por el ventanal que daba para el frente de la casa, un par de luces anunciaron el regreso del heredero.

La oscuridad reinaba los pasillos y el silencio era mancillado por los pasos del joven que subía las escaleras. Escondida detrás de la puerta de su habitación Rubí miró pasar la sombra del chico, cuando Nadeem entró a la suya la joven se encerró.

Continuará

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro