"La varita"

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En una tierra desolada y sin vida, se encontraba una adolescente de 15 años, sentada sobre una roca mientras sollozaba. Alrededor de ella había destrucción: casas deshechas, comercios reducidos a escombros e inclusive un castillo hecho polvo. No entendía como fue que llegó a ese extremo. Estaba ardiendo en furia.

—¿Por qué? —se preguntaba con las manos cubriéndose el rostro. Las lágrimas fluían continuamente de sus ojos cayendo al suelo. En sus piernas se hallaba un artilugio que ahora presentaba el mayor peligro en todo el Universo. Con una ira acumulada, apretó sus dientes y apretaba con mayor fuerza sus manos en contra de su rostro. El suelo se humedecía con cada gota que de ella emanaba. Tomó la varita, la observó y gritó—. ¡Maldita cosa! ¡De no haberte cruzado en mi camino, nada de esto hubiese pasado! ¡Te odio! —se levantó y aventó la varita lo más lejos que su fuerza le permitió—. Yo… me odio —y cayó al suelo arrodillada mientras continuaba llorando—. Ojalá esa varita jamás hubiera existido…

La pobre se encontraba devastada, desconsolada. En Mewni no quedaba nadie más que ella. El cielo estaba en tinieblas y no había nube alguna. Definitivamente, toda la culpa la sentía en el fondo de su ser. Sin embargo, no fue del todo su culpa.

Tal vez, para entender todo esto, debamos regresar al principio de toda la situación.

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¿De dónde proviene la gema de la varita? Nadie lo sabe. El destino y la coincidencia guiaron a una jovencita de catorce años a un lugar desconocido dentro de la inmensidad del bosque, después de que su poblado fuese atacado y acabado.

La pequeña no sabía que hacer, así que con una pequeña esperanza, miró hacia el cielo estrellado y pidió un deseo, clamando ayuda.

De esta manera, un meteorito había caído del cielo y de ahí emanó aquella gema. La jovencita, de nombre Urania, vio este suceso y fue hacia donde la roca impactó. Al hacer contacto con ella, las marcas en sus mejillas surgieron, dando comienzo a una generación de futuras reinas con la capacidad de controlar la magia.

Glossaryck le ayudó a amaestrarse en el arte de la magia para poder controlarla con mayor facilidad. Por otro lado, Urania tuvo que improvisar, incrustando con un lazo rojo, la gema junto con un palo de madera, creando la varita que iría pasando de generación en generación.

Sin embargo, volvemos a nuestra incógnita inicial, ¿quién o qué hizo esta gema tan especial e inclusive poderosa? ¿Habrá sido acaso dioses o seres de una raza superior o algo por el estilo? ¿O simplemente habrá sido un verdadero milagro caído, literalmente, del cielo? De estas preguntas no se tiene la información suficiente, aunque, para entonces, en el Multiverso existían dos seres cuyo poder era más que el suficiente para crear ese tipo de cosas.

Ambos eran hermanos. Ellos habían avistado la gran desgracia por la que la pequeña Urania pasó. Tomando una decisión, optaron por crear esta gema, para luego introducirla a una roca y mandarla con ella, estando conscientes de todos los sucesos que vendrían después. Sabían que hacerlo daría inicio a un destino indefinido para cada una de las futuras reinas de Mewni, siendo que la última de ellas, portando la varita, sería la elegida para escoger su futuro entre dos importantes caminos.

Estaban indecisos al principio, ya que podría desatar una gran destrucción o podría salvar millones de vidas. A ambos les agradaba la idea de destruir o salvar respectivamente. A pesar de ser tan diferentes, ambos no podían dejar pasar esa oportunidad.

Entonces, el hermano menor preparó la roca en la que iban a forjar la gema. Él fue quien le otorgó a la gema la capacidad de pasarse de mano en mano, adaptándose a su portador, esta es la razón por la cual la varita siempre cambia de forma; pero, sin que su hermano lo supiera, hizo que la gema se volviera dependiente de la magia existente en ese Universo. Así, su fuente de energía provendría del reino de la magia. Una dimensión bastante antigua.

El otro hermano fue quien dotó de un poder inconmensurable a la gema, a tal grado que, cualquiera capaz de sacar su máximo potencial, sería capaz de destruir todo a su paso. Además, de que poco a poco, sus portadores serían capaces de lograr efectuar su magia sin la necesidad de tener en sus manos dicho cristal.

Aunque, a pesar de que haya pasado de generación en generación, nunca nadie había sido capaz de dar a relucir el poder total de aquella gema, la cual, con el tiempo, fue pasando de una varita a otra.

También sabían lo peligroso que podía llegar a ser si no se trataba con cuidado; pero a uno de ellos no le importó, ya que ese era el punto para él: tenía fe en que algún día, la siguiente reina, fuese lo suficientemente capaz de explotar esa varita y dar, por fin, todo su potencial. Sin embargo, eso requería un gran costo, un costo que nadie querría pagar.

Por otro lado, al igual que la varita pasaba de reina a princesa, Glossaryck también lo hacía, enseñando y amaestrando a cada una de ellas para el mejor uso posible de la varita, ya sea para bien o para mal. Cada una decidía conforme a su moral y ética.

Mencionando a Glossaryck, este ser tan poderoso, siempre supo de la existencia de esta gema y de quienes la crearon, sin embargo, este jamás mencionó nada debido a que nadie tenía que saber sobre la existencia de dichos seres. Así, cualquiera que se atreviera a preguntarle, mediante un gran laberinto de acertijos sumamente confusos, daría a entender que él era el creador de dicha gema.

Para el hermano mayor, la ansiedad se volvía cada vez más presente. Reina tras reina, veía sus acciones y como con el paso de cada una, la magia iba incrementando su poder. Esto hacía que tuviera una sonrisa en su rostro. Hasta que llegó una de las reinas más odiadas por la familia real, solamente por haberse enamorado de un monstruo, a pesar de ya estar desposada: Eclipsa.

Aunque ella es un tema aparte que se verá más adelante. Por ahora, nos enfocaremos en las siguientes generaciones de esta familia real: la familia Butterfly, la más reciente y la actual.

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Un año atrás…

Era un bello día en el reino de Mewni, pero, ¿qué hacía este día tan especial?

Star Butterfly, la princesa de este reino, cumplía 14 años de edad, la misma edad en la que Urania consiguió la varita real. La tradición dictaba que, a esta edad, la reina debía transferir a su legítima heredera la reliquia familiar.

Muy emocionada, Star había salido a hacer lo que le encantaba. Como ya se conoce, era rebelde e irresponsable; activa y ansiosa. Nunca le faltaba tener una actividad que hacer.

—¡Qué emoción! ¡Hoy es mi cumpleaños número catorce y eso significa que me darán la reliquia familiar! —explotando de felicidad, Star fue a los campos y se montó sobre un unicornio salvaje, no sin antes darle una merecida golpiza (?) a los monstruos.

Ya en el castillo donde se le otorgaría la varita (desafortunadamente varios salieron huyendo cuando venía corriendo montada en su unicornio, causando un gran caos), su madre le dijo que debía de cuidar muy bien de ella.

—No puede caer en las fuerzas del mal, Star —dijo con suma seriedad junto a su esposo, River.

—Sí, sí. Yo puedo cuidarla. ¡Verán que soy capaz de usarla!

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¿Cómo es que apenas pasaron unos minutos y el reino ya era una completa destrucción? Star veía el reino algo preocupada, estaba en llamas con un arcoíris encima… que también estaba en llamas. Sus padres, a través de unos binoculares, vieron una gran cara de angustia en ella y supieron de inmediato que no estaba lista aún para cargar con tal peso de responsabilidad.

Star veía su varita cabizbaja.

—Creí que podría hacerlo…

Quizá a este punto la historia parezca la misma, pero es justo aquí cuando todo cambia de rumbo.

Star seguía de pie sin saber qué hacer. Mientras tanto, sus padres tomaban acciones para mandarla a otra dimensión para, según ellos, entrenar sin peligro. En ese intermedio de tiempo en el que sus padres se encontraban ocupados, ella recibió una inesperada visita.

Un hombre alto de vestidura elegante yacía detrás de ella. Sus ojos estaban entre verdes y azules. Tenía las manos detrás de su espalda; una gran sonrisa se formó en su rostro. Habló.

—¿Perdida, pequeña?

Star, al oír su voz, volteó asustada encarando al extraño con la varita entre sus manos.

—¿Quién es? —estaba atenta al sujeto. Star sabía defenderse bien, al menos eso creía ella. Estaba lista ante cualquier movimiento que mostrara peligro por parte del extraño.

—¡Oh, miren! Si es nuestra princesa, Star Butterfly —hizo una reverencia demostrando su respeto. En ese momento, la chica tomó un poco más de confianza hacia el sujeto—. Mi nombre es Diego, por cierto —recobró la postura con una sonrisa interna en el rostro.

—Diego, ¿eh? —bajó la guardia y le mostró su sonrisa—. Bueno, Diego, no es necesario hacer eso. Sólo dime Star.

—De acuerdo, princesa Star. He de admitir que su nombre es digno de relucir en los cielos, si sabe a lo que me refiero —rio levemente. Ella lo imitó.

—Gracias, Diego. Fue halagador.

Diego se acercó hasta donde se encontraba la princesa y observó todo el desastre que ella causó.

—Parece que por fin llegó —murmuró para sí mismo mientras admiraba lo que para él era un espléndido paisaje.

—¿Perdón?

—Nada, mi princesa —giró su rostro para verla directamente a los ojos. También observó su varita, Star lo notó—. Supongo que usted acaba de cometer todo este desastre, ¿no es cierto? —rio.

—Sí —suspiró—, aunque no es gracioso. Yo de verdad creí que podría con una varita. Pensé que sería sencillo. Creí que sólo era: "Piu, piu" —lanzó dos rayos que hicieron explotar una roca en mil pedazos—. ¿Ve? Soy un desastre, y ahora, ¡seguro mis padres me enviarán al reformatorio Santa Olga para princesas caprichosas! —su rostro demostraba el completo terror.

Diego no hizo más que reírse.

—No te entiendo, ¿qué es tan gracioso? —frunció el ceño molesta.

—Princesa Star, carga en sus manos la varita real. Un arma mágica capaz de realizar casi cualquier cosa. Solamente que no sabe usarla totalmente. ¿Sabe…? Quizá, yo podría ayudarla.

Star levantó una ceja.

—¿Cómo así? —una pizca de curiosidad la invadió.

—Ya picó el anzuelo —pensó con una gran sonrisa en su rostro—. Digamos que provengo de tierras lejanas. He estudiado mucho el arte de la magia y sus poderes. Tanto así, que ahora soy capaz de realizarla simplemente con chasquear los dedos —chiscó los dedos y, al momento, una silla apareció detrás suya, en la cual se sentó. Puso sus brazos detrás de su cabeza y se recostó sobre ellos mientras la seguía mirando de una manera altanera.

—¡Vaya, eso fue increíble! —los ojos de Star se iluminaron mostrando destellos en los mismos. Fue rápidamente con el sujeto elegante y con ansiedad empezó a insistirle—. ¡Tiene que enseñarme su secreto! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! —estaba de rodillas, suplicando con ambas manos juntas mientras sostenía la varita en medio de las dos.

—Me tomó años aprender lo que ahora sé, princesa, ¿por qué debería de otorgarle esta valiosa información?

—¡Haré lo que sea! —hacía un puchero verdaderamente enternecedor.

—¿Lo que sea? —se levantó y chiscó los dedos, desapareciendo la silla.

—¡Sí! ¡Lo que sea! —su actuar demostraba desesperación. Tenía miedo de ser enviada al reformatorio. Quizá si le demostraba a sus padres que sí podía ser capaz, la dejarían en paz.

—De acuerdo, te daré un empujón. Será como un atajo, ¿qué dices?

—¿Los atajos son rápidos? —Diego asintió—. ¡Entonces por mí está bien!

—De acuerdo. Estas son mis dos condiciones: primero, solamente déjate llevar por lo que te dicte tu instinto —extendió la mano hacia Star—. Toma mi mano.

Sin pensarlo dos veces (o siquiera pensarlo) la princesa extendió su mano y se dieron un apretón.

Quizá si todavía lo hubiera razonado un poco mejor, Star no hubiese sellado su destino con el apretón de manos que dio, pero en ese momento, era una chica despreocupada que casi no medía las consecuencias de sus actos.

En ese preciso instante, Star sintió una chispa de electricidad recorrer todo su ser. Sintió como si le dieran un fuerte golpe en la cabeza, pues de hecho, se tomó la misma con la mano izquierda; un fuerte dolor la invadió.

—¿Qué pasó? ¿Qué hiciste?

—Es un pequeño precio para develar el verdadero poder de esta varita, princesa Star. Hasta hoy, ha sido la única que aceptó mi oferta, pues hasta hoy, ha sido la única en la que he visto un cierto potencial. Yo sé que será usted quien devele a este Universo lo que la varita puede hacer en verdad.

Poco a poco, Star fue recuperando sus fuerzas y se levantó con totalidad.

—Ya no duele tanto. ¿Qué hizo exactamente?

—Creí haberle dicho ya, princesa. Le di un empujón, el suficiente para que usted misma dejara relucir toda la magia que reside dentro suyo.

—¿Y cuándo sabré que funcionó?

Diego sonrió y sólo se limitó a decir lo siguiente.

—Cuando todos sus problemas hayan desaparecido. Ahí se dará cuenta.

—¡Muchas gracias, Diego! —le dio una gran sonrisa—. Aunque ya debo de irme, seguro mis padres me andan buscando —dando saltitos de felicidad, ya se iba; pero de pronto, recordó algo. Volteó hacia el hombre elegante—. Disculpa, ¿no habías dicho que había una segunda condición?

—Efectivamente, princesa Star. Lo último que le pido es que no le cuente a nadie de nuestro acuerdo. Será como un secreto. ¿Está bien? —asintió sonriente—. Excelente.

—¡Hasta luego! —se despidió de él con su mano, luego se fue dando saltitos nuevamente.

—Adiós, princesa —retomó la posición de sus manos, estando estas detrás de su espalda. Cuando vio que Star se había alejado lo suficiente, comentó para sí mismo—. Reina Moon, ¿qué pensaría si supiera que, en este momento, su hija es la fuerza del mal más letal que existe? —luego rio, satisfecho de saber que por fin encontró a la princesa que desataría el poder de su creación.

Y por supuesto que el nombre de Diego era una simple fachada para ocultar su verdadera identidad.

De esta forma, Star inició su camino, el cual comenzaría retorciéndose más y más.

—Todo puede ser peligroso si se utiliza para el camino del mal…

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