15. ❝Sollozo❞

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15
S O L L O Z O
❀───❝HUNTER❞───❀

— Podrías convertirte en pilar como sigas así, después de la muerte de Rengoku la fuerza ha decaído en los cazadores —Comentó, algo entristecido por el final del pilar de fuego.

A pesar, de como siempre, Leiko verse completamente calmada, aquella oración había logrado inquietar y hacer que una mueca de disgusto se mostrará en su rostro pálido. Se mantuvo quieta y callada, como si esperará que Ubuyashiki la dijera que era una simple broma.

— Muichiro se convirtió en pilar con sólo seis meses, tú, que tienes más experiencia en esto, seguro que podrías superarlo con un poco más de entrenamiento —Musitó.

La ceniza negó con su cabeza inútilmente debido a la incapacidad que el hombre tenía. ¿Superarlo ella? ¿Formar parte de los pilares? Imposible, no era capaz de recordar su objetivo, pero estaba claro que ese no era.

La capacidad de aprender los movimientos de los otros era una de las mejores habilidades que tenía Sadashi, sin embargo, era sólo su cuerpo el que lo memorizaba porque su cabeza era un caso perdido. Tenía un talento innato para la espada, tanto que no tuvo que esforzarse como lo hacían los demás. Kagaya, bien sabía el potencial de la descendiente y que con un arduo entrenamiento podría alcanzar con facilidad a los pilares. Sin embargo, también sabía que Leiko era una floja. No le interesaba entrenar, superarse o mejorar, pero no le gustaba perder ni sentirse inferior.

La combinación era tan extraña, que sólo hacía que Leiko se esforzará lo justo para ser fuerte. No entrenaba a no ser que la obligaran, en total, jamás había superado su límite ni llegado a tal.

— No me interesa ser pilar, mucho menos si soy un remplazo, es una estupidez —Espetó con disgusto, todavía sin moverse de la pared en que yacía recargada.

Con sus brazos cruzados observaba con recelo y desconfianza al varón de hebras cafés oscuras, casi negras. Él se mantenía reincorporado en el futon donde casi siempre yacía, aún cuando estaba ciego, sus ojos liliáceos invadidos por la enfermedad estaban puestos en la ventana abierta de la habitación, por donde cada cierto rato, una brisa de aire fresca se adentraba en el lugar.

— Ser pilar implica más responsabilidades y entrenamiento —Reiteró, con seriedad—, misiones mucho más difíciles que me matarán antes que lo haga mi corazón.

— Tal vez así lo veas tú, pero piensa, ¿porqué crees que los demás se convirtieron en pilares? —Inquirió, con sagacidad.

— Quien sabe —Admitió con poco interés—, no es que me interese tampoco... Tal vez por idiotas, tan solo mira como termino el anterior pilar —Un bufido salió de sus labios tras decir aquello, no le interesaba terminar como él.

Ubuyashiki dio una suspiro, esta muchacha le recordaba a Sanemi. Orgullos, impulsivos, malhumorados y groseros, pero había una diferencia, Leiko no se contenía ni con él. Estaba acostumbrado a ser respetado por todos, siempre lo lograba, pero Leiko estaba haciendo que fuera bastante difícil. De hecho, creía que jamás llegaría a inclinar la cabeza por él o a saludarlo como hacían los demás.

— ¿Sabes en rango éstas como cazadora?

— Hinoto —Respondió—, pero subí de un día para otro ¿porqué? No he hecho absolutamente nada —Sus ojos impregnados en la duda y desconfianza, seguían pegados al varón.

— La posición en la que estas es la tercera, Muichiro decidió que era la posición que te quedaba, pero estoy seguro que con el nivel que posees puedes convertirte en pilar, sin embargo, estoy seguro que sabes que para volverte un pilar, se necesita haber matado al menos cincuenta demonios, te faltan aún dieciocho —comento.

— No recuerdo ni a la mitad —Aseguro.

— Eso lo se, sólo espero que cambies de opinión.

Un chasquido de lengua se escucho en la habitación, así mismo, los rápidos pasos de las botas cafés que Leiko poseía, se inclino al lado de Ubuyashiki sin ocultar su malhumor y disgusto.

— No me interesa ser pilar —Reiteró de mala gana—, tampoco superarme o llegar a mi límite, solo quie... — Y se calló de la nada, pensando en lo ultimo que iba a decir mientras el varón a su lado se mantenía con una sonrisa sagaz.

¿Qué era lo que quería...?

— Anda continúa —Kagaya parecía estar provocando a la rubia, sabiendo que esta era incapaz de hacerlo—. ¿Porqué eres cazadora? ¿Qué anhelas conseguir, Leiko?

No pudo decir una palabra, porque no sabía que decir, que contestar. Se levantó y retrocedió con aparente ansiedad e inquietud. El incapacitado parecía tener un don para provocar dolores de cabeza en Leiko.

— ¿M-Mi objetivo? —Balbuceó en pregunta, con su mano en la frente y la mirada en el suelo de madera.

— Exactamente, ¿cuál es? ¿Porqué te convertiste en cazadora, Leiko? —Interrogó, y el silencio fue su respuesta, todavía no estaba lista para contestar aquello.

Doloroso, era una palabra que llegó a su mente cuando trataba de recordar más allá de lo podido, tal vez si había superado su limite, más no físico. Todo tenía que ver con él, con aquel chiquillo castaño y ojos lilas, que no hacía más que atormentarla.

Leiko era una persona egoísta, y por ello mismo, se negaba a creer que era ella misma quien se había propuesto a olvidarlo todo. Y si era sí, porque la gente se empeñaba en que lo recordará, si lo olvido seguramente fue porque era lo mejor ¿o no? Pero, en ella yacía una insaciable curiosidad, que a pesar de ser mucha, los dolores de cabeza e insaciables mareos la hacían volver a pensar que sería mejor no saber nada.

Venganza, de repente llegó a su cabeza tal y como doloroso. ¿De quien debía vengarse? ¿Porqué debía vengarse? No parecía ser Kibutsuji la persona que verdaderamente quería asesinar.

— Venganza —Musito con clara debilidad, casi en un quejido a dolorido.

Ubuyashiki, aún siendo ciego, no pudo evitar abrir sus párpados con sorpresa, así como sus labios, tal vez la Stugikuni si estaba lista para contestar.

Con una suma lentitud, bajo su brazo que anteriormente estaba en su rostro, y con el cabello rubio tapándole la cara con levedad, alzo el rostro mostrándose impasible aún con la jaqueca que anteriormente la dominaba.

— Venganza —Formuló nuevamente, con firmeza y seriedad—. Venganza —Repitió—... Es como si esa palabra atormentará mi cabeza —Dijo, y aquella fachada llena de seriedad se derrumbó. Su rostro, afligido ahora observó a Ubuyashiki con impotencia—, no entiendo el porque, pero no es la venganza mi verdadero objetivo. ¡Es como si alguien más me hiciera pensar aquello! —Se sinceró con aparente dolor, cerrando los puños con fuerza. Y por muy poco creíble que pareciera, Leiko quería llorar— ¡Estoy harta! Odio la amnesia, odio los dolores de cabeza que aparecen, ¡odio mi enfermedad misteriosa! —Exclamó.

De alguna forma, Kagaya siempre conseguía hacer que las personas se abrieran a él, que se desahogaran y contaran sus penas como si fuera un mismísimo dios. La joven Sadashi había caído, el logró abrir a la osada de la cazadora que a pesar de querer retener las lágrimas, no pudo. Se abrazo así misma, aguantando los gimoteos y limpiándose las lágrimas con rudeza.

— Lo has conseguido —Murmuró entre su llanto—. ¡Deberías estar feliz! —Exclamó, dándose la vuelta para no verlo por vergüenza— Me he abierto ante ti... Como todos los demás...

Como pudo, el mayor de hebras cafés atino a levantarse de la cama. Haría lo de siempre, consolarlos como haría un padre... Los hacía sentir protegidos, amados, y por ellos mismo la gente le tenía tanto respeto.

Camino hasta acercarse donde lloraba la del aliento de luz, Ubuyashiki insistiría en que se desahogara con él.

Obligo a encararlo, tomando su mano y haciendo que esta la mirara con el rostro rojo por las lágrimas y vergüenza. Pero más que nadie, ella sabía que no podía guardarlo, pero el orgullo era tanto que retrocedió para evitar tener más contacto con el mayor.

— No necesitó tu lastima —Gruño, cuando por dentro se sentía completamente desconsolada. Añoraba un abrazo, pero no lo admitiría.

Con seguridad y calma, su cabeza negó a las palabras dichas por  Leiko.

— Te daré consuelo, no lástima —Con las pocas fuerzas que poseía, atrajo a la chica a un abrazo, colocando las manos tras su espalda.

No había fuerza, ni rudeza en su acto, Leiko diría que parecía el tacto de un niño por lo cálido que se sentía, pero no correspondió. Su llanto, sin embargo, siguió aún. Tal vez, ahora entendía porque Ubuyashiki era tan amado.

Era como un padre...


❀───❝HUNTER❞───❀


      Aún se sentía avergonzada por haberse visto de tal forma, se diría así misma que era un debilucha y que se había visto patética por ser consolada cuando sus problemas sólo eran suyos. Pero, Kagaya parecía tener aquel como don.

Con sus pasos rápidos y silenciosos, avanzaba por el sendero con el rostro colorado, y una mueca extraña. Se había ido de la sede de cazadores, y no expresamente de misión.

« — Tal vez, si vas aquí puedas recordarlo todo Leiko —Con un tono amable pero débil, mencionó, entregándole un papel donde su hija había escrito algo.

No contestó, pero si tomó el pedazo de papel blanco, leyéndolo con extrañeza y intriga. Era una dirección, indicaba Kanasawa.

— No te diré que es, pero seguro te llevas una gran sorpresa... Y más adelante te acompañarán. »

Y ahora mismo, la orgullosa de la rubia se dirigía hacía ahí. Con un mal presentimiento y una inquietud de la cual no lograba descubrir el porque.

Fue largo y aburrido el viaje, contando con al menos tres días andando y dos noches.

Le aterraba en su interior pensar que era lo que encontraría, y estando ya tan cerca de llegar, no podía regresar por donde venía.

Tomó con su mano derecha la nichirint en su costado, sintiéndose más segura de esta forma, y atravesando ahora con una enorme parsimonia el camino de piedras, en su panorama entro un pueblo de mala apariencia.

Sintió un enorme escalofrío recorrerla, freno ante al lugar, con el dolor de cabeza punzado en ella y sin poder evitarlo Leiko retrocedió con temor e inquietud, llevándose las manos a la boca en un indició de querer vomitar.

Tal vez, comenzaba a recordarlo todo...

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— ¿Cuán egoísta puedes ser? —Preguntó, pero no pudo decir ni una sola palabra.— Arrogante, caprichosa e impulsiva, ¿sabes que forman esas tres palabras? —Y de nuevo, el silencio surgió tras hablar. La observo ensismado— la respuesta es 'Leiko'. El mundo gira entorno a ti. Crees sufrir por estar enferma, por no recordar tu pasado, y bla, bla, bla. Me tienes aburrido, tú y estúpido orgullo. ¿Pero sabes qué? Cómo soy una excelente persona te ayudaré a recordarme… a recordarnos, Sadashi —cerrando los ojos, le dedicó una dulce sonrisa.

Trago en seco, murmurando palabras intangibles antes de poder continuar hablando. Tomó asiento en una desgastada silla de madera, que parecía se rompería en cualquier momento y juntos sus dos manos encima de sus piernas, formulando de nueva aquella bonita mueca.

— Es hora de descubrir el origen de tú 'sufrimiento', Sadashi.


❀───❝HUNTER❞───❀


» Con aburrimiento, su vista grisácea se encontraba puesta en los peces naranjas que nadaban sobre un riachuelo en el patio su casa, de agua cristalina. Su pequeño cuerpo era protegido del sol por la sombra de un árbol a su lado. Movía su dedo índice sumergido en el agua de un lado a otro.

— Señorita, no debería gastar su tiempo aquí. —Con un tono exagerado, exclamó casi aquello, reprendiendo a la ceniza infante—. Es seguro que sus padres estén buscándola como locos —aseguro, seguido de un bufido de parte de Leiko.

— ¿Cómo locos? —Dio una risa burlesca— ya lo están. —Su dedo, un poco arrugado por estar en el agua, salió de la superficie y goteó por breves segundos.

Una mirada rencriminatoria la esperaba al rotar su rostro para encontrarse a su maestra. Su cejas fruncidas y sus labios mostrando una mueca de disconformidad y disgusto hicieron a Leiko dar una risilla.

No te eduque así ¿verdad? —Inquirió, poniendo los brazos en jarra mientras la chiquilla se levantaba.

Encogiéndose de hombros, Leiko le resto importancia al asunto, a la par que ponía más atención en arreglar las mangas dobladas de su kimono que en la que era su profesora.

— Está apunto de comenzar la sesión usted debe comportarse como la sacerdotisa que es —gruño.

— Que tontería —espeto—. Sigo sin entender porque la gente creé en eso. Que soy alguien caída del cielo, que traigo la buena suerte, que bendeciré a su familia. —Saco la lengua con disgusto— y lo peor, a mi que me importa saber sus problemas y creencias. Por mi que se mueran —Admitió.

La mujer mayor no evito formar una mueca de disconformidad, tentada en darle un enorme golpe para que la chiquilla insolente se callará. Contó hasta diez mentalmente, mientras avanzaba con la Sadashi menor en parsimonia.

— Será mejor que no diga eso frente a su padre, señorita, o pasará lo de antes —advirtio, con seriedad, pasando sus ojos cafés por la rubia antes de adentrarse en la residencia que las esperaba—. Debe recordar que sólo tiene que asentir y reconfortar al cliente, pero si pide algo no debe otrogarselo.

— ¿Y porqué no? Si somos ricos.

Su acompañante de pelo negruzco no contestó, ocupada en abrir la puerta del templo, y al poco tiempo dándole paso a la infante. La futura cazadora, con una mueca de mal humor, se sentó encima de una silla de excelente calidad. Recargo su codo en un lado de la silla y encima su mejilla.

Comportese por favor —pidió—. Evitemos problemas, señorita —y nada más dijo eso, cerro la puerta del lugar y se posiciono en una esquina del cuarto. «

— Estamos cerca de conocernos, Sadashi...

» A pesar de su disgusto, Leiko se sentó como debía en la enorme silla, mostrando sus ojos grises aburridos en la puerta delantera que comenzaba a abrirse.

Un hombre que no parecía superar los cuarenta años, entro en la cara residencia de la ceniza. Con un rostro afligido y con pasos débiles. Se inclinó frente a ella como muestra de respeto, y alzo con debilidad el rostro, mostrando unos extraños ojos lilas, que de alguna forma conmocionaron a Leiko.

¿Qué diría él?

Leiko-Sama. —No era raro, todo el pueblo sabía el nombre de la 'gran sacerdotisa'—. Mi nombre es Kenji Nakahara y tengo un hijo menor a usted —Comenzó, con seriedad y tristeza—, está enfermó y nosotros... Nosotros no tenemos el suficiente dinero para comprar sus medicinas... —Bajo la cabeza, avergonzado.

Sus orbes grises lo observaron con cierta lástima, y sin saber del todo que decir, observó a su tutora pidiendo ayuda con la mirada. Su negación, hizo titubear a Leiko antes de hablar.

“¿Porqué no? Somos ricos..."

— No haré lo que me pides —Su sola respuesta termino por destrozar al varón castaño, con sus ojos lilaceos demostrando la tristeza y decepción que estaba llevando acabo.

— ¡No puede...! ¡Por favor pienselo! —Pidió, precipitándose al levantarse para recibir una respuesta más consista, fue atrapado por cuatro brazos— ¡Lo necesitamos de verdad...! —Exclamó sin querer rendirse.

La Sadashi menor vio aquel brillo esperanzador en sus ojos y esa fue la primera vez que se sintió mal por alguien.

— ¡Ha dicho que no! ¡Fuera! —Aquel guardia, que protegía a ambas chicas le espeto a su lado, intentando convencerlo.

— ¡Mi hijo...! No sobrevivira de seguir así —Insistió, pero ella volvió a negar con una mirada cohibida, no podía, estaba prohibido.

— Lo lamentó... —Bajo los ojos ojos hacia el suelo caro de la residencia, incapaz de seguir observando aquello luceros lilas.

— ¡Mi hijo no puede sobrevivir sin aquellas medicinas! —Siguió a gritos él, para finalmente, ser sacado de la finca.«

— ¿Sabes quien era él, cierto? —Preguntó, y por primera vez desde que se vieron, Leiko asintió con lentitud.

Se sentía mal por el, y se odio así misma por su comportamiento. Tenía razón, era alguien tan egoísta...

— Tranquila, Sadashi, es sólo el principio.

» — ¿Porqué éstas aquí? —Preguntó, con receló.

Leiko, sin decir una sola palabra, extendió su brazo para darle una bolsa, que a pesar de su desconfianza, él hombre término por tomar. Pesaba, y el sonido que obtuvo cuando lo agitó, hizo que se sorprendiera de sobremanera.

— Es... —Musito, apresurándose en quitar el listón que mantenía atada la bolsa de cuero— ¿Porqué me ayudas ahora?... —Inquirió al ver las monedas en el interior, y al instante negó con su cabeza, moviendo sus hebras chocolates— No importa, gracias. —Sintiendo las ganas de llorar, dijo, pero aún así, algo anonadado por el noble acto de la Sadashi menor.

Leiko chasqueo la lengua, a la par que se cruzaba de brazos y le dirigía una mirada severa.

— Nadie debe enterarse de esto —advirtió—. O te matarán.

El varón mayor trago en seco con nerviosismo, pero no tardo en asentir a sus palabras, verdaderamente feliz por dentro.

— ¿Quieres conocerlo? —Con una ceja alzada por su repentina pregunta, el hombre continuó— a mi hijo, debes ser unos dos o tres años mayor... —explicó.

— ¿Para qué? No es necesario —Y cuando se iba a ir, una dulce e infantil voz la detuvo tras de ella, haciendo ruido cuando bajo las escaleras con lentitud.

— ¿Quién es, papá? —Se mantuvo quieta, y de reojo paso a observar al niño recién llegado, era tan parecido a su padre que diría era su propia copia.

Kenji no contesto al instante, y esperó a aquel chiquillo castaño llegara a su lado, para observar a la otra. Toru titubeo antes de poder decir algo, aparentemente nervioso.

— ¿Quién es? —Con timidez, se escondió tras su padre mientras Leiko lo observaba con cierta lástima, sin poder evitarlo.

“Es tan joven y está enfermo...” pensó.

— Ella es quien te esta ayudando con tus medicinas —Risueño, habló el padre— ¿Porqué no te presentas y le das las gracias? — Con vergüenza, el de hebras chocolates menor, asintió a las palabras dadas, saliendo de su 'escondite'.

Estaba delgado y pálido, y el cabello café parecía estar seco y poco brilloso, Leiko pensó que moriría pronto si no fuera por su ayuda, incluso su mismo padre lo había dicho.

Toru... —Hizo una leve reverencia, y todavía cuando no sonó avergonzado, notó el temblor en sus manos juntas.

Sin saber que decir, la primogénita de los Sadashi asintió.

— Me tengo que ir —Aviso, si quería ser rápida y poco vista para no ser descubierta debía irse ya. Nakahara asintió ahora, un poco más serio.

Y lo último que vio de ellos aquel día nublado, fueron los ojos de Toru, decepcionados por su ida... Pero ¿porqué? «

— Así nos conocimos... Sadashi.

Bueno, capítulo de tres mil palabras! Ha pasado mucho, desde que publique y tengo mis excusas, de verdad.


Resumirse la situación; No tengo internet ni dinero para recargas, hasta hoy, que por un milagro conseguí datos.

Verdaderamente perdón, me sentía fatal por no actualizar :c

Pero por fin, ah, el próximo capítulo esta siendo escrito, y coló tengo una semana de datos, voy a poder subirlo :D

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