Angel Caído

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Desperté... para mi suerte porque si no hubiera dejado a mi hermanito solo y eso, eso era lo peor que podía hacer.

En el sillón de aquella casa colorida un chico en sillas de rueda miraba televisión.

Analice mi cuerpo lleno de vendas y gasas.

—Hola —salude al chico.

—¿Quien... quien eres? —preguntó.

Su habla era un poco confusa y un tanto espaciada, pero nada imposible para no entender.

—Me llamó Beck —contesté— ¿Tú eres Timothy no?

El chico asintió, Grinch entro a la habitación para vernos.

—Que bueno que despiertas —sonrió llegando a su hijo para besar su frente— le puedes traer una botella de agua —pidió.

—Está bien —dijo el castaño para irse en su silla eléctrica.

Grinch se acercó para sentarse al borde del sillón y verme, nunca había notado la mirada tan profunda que tenía.

—Nos diste un buen susto sabías, casi no la cuentas —señaló.

—Resisto más que un par de cortadas —me defendí.

—Tuviste mucha suerte de que no tocaran ningún órgano vital —regaño— cuanta más suerte esperas tener.

—Porque me regaña como si fuera mi culpa —ataqué— no es mi culpa que mi madre sea una mierda.

El hombre me miraba con impotencia, algo común.

—Entonces permíteme ayudarte Beck, déjame hacer esa llamada —insistió.

Suspiré para verlo.

—Ya me ayudo, pero esa llamada... esa llamada si me terminara de destruir —confesé.

—Beck me puedo encargar de que termines en un buen hogar junto con tu hermano...

—¿Y si no? —insistí— Grinch a mi hermanito... no le queda mucho tiempo —afronte la verdad — y no quiero que pase su último tiempo de vida en un hospital pasando las noches solo, con miedo de saber  si al día siguiente me podrá ver así que no, yo puedo aguantar.

—No aguantas si estas muerto —recriminó.

Su hijo entró terminando la platica.

Me tendió la botella para que pudiera tomar algo de agua.

Me levanté demasiado rápido mareándome de inmediato.

—Hey tranquilo —me calmó poniendo su mano en mi hombro para detenerme— perdiste mucha sangre necesitas descansar.

—Quiero irme a casa —pedí.

—Cuando estes estable de acuerdo —dijo ayudándome a tomar agua.

Me volvió a recostar checando el suero, su casa parecía un mini hospital lo que era comprensible, justo como mi casa.

Seguimos viendo Bob esponja, Tim me recordaba a mi hermano lo que me hacía pensar en él y lo asustado que debía estar porque no llegué.

—Voy a cambiar los vendajes de acuerdo —dijo Alana la esposa de Grinch llegando.

Asentí, tenía cerca de siete cicatrices, ellos no me querían matar de ser así hubieran sido puñaladas y no solo cortadas.

Ella limpio la herida lo que dolió un carajo para luego poner una pomada.

—Gracias —susurré.

—No hay de que —me sonrió, una hermosa mujer.

Al terminar revolvió mi cabello para taparme con una cobija arropándome con ese cálido amor de madre que emanaba.

—Duerme un poco —ánimo.

—¿Cuándo puedo irme? —apresuré cansado.

—Cuando esté segura de que no te morirás en tu casa —asintió— venga a dormir.

Asentí pues tenía razón, no le iba a meter un susto a mi hermanito que adelantar su muerte.

—Es muy buena, no se porque esta con alguien como Grinch —ataque confundido.

Una liguera risa se formó en su rostro.

—Gracias Beck —se quejó él desde el sillón de enfrente.

Ella negó para ver a su esposo,  me quedé dormido, en casa no me sentía seguro pero aquí... aquí si.

Me despertaron para que comiera un poco, con dificultad me senté en la mesa con ayuda de Grinch.

Lasaña casera... una de mis comidas favoritas pues mí papá solía hacerla para mi cuando me sentía mal.

Miré el platillo algo nostálgico.

—Si no te gusta te puedo preparar otra cosa...

—No está bien —detuve Alana— gracias.

Comí la lasaña recordando esos buenos momentos que había vivido con mi padre.

Después de la comida Alec me dió algo de ropa para poder bañarme en esa gran tina que tenía... que envidia.

Agua caliente, meses que no podía bañarme así más que con el agua helada de casa.

Termine de nuevo en el sillón, estaba cansado a más no poder.

—Necesitas descansar por lo menos tres días para que tus niveles de sangre se normalicen, nada de ejercicio o cargar cosas pesadas —me dijo Alana poniéndome las nuevas gasas— limpia la herida por las noches y te veo en un par de días para quitarte los puntos.

—Gracias Alana —agradecí de verdad.

—Si te sientes mal no te hagas el rudo y ve al hospital —insistió.

Asentí, claramente no, Grinch por fin me llevó a mi casa... o bueno más o menos.

—Me dejas en la panadería —pedí.

—No debes trabajar debes descansar—regañó.

—Solo quiero ir por un pastel para mi hermano y avisarle a Eli, no le conteste y a este punto ya debió armar un mega drama. —asenti— me quedaré un rato con él no es necesario que te quedes.

—Bien, cuídate de acuerdo —pidió— te veo mañana.

—Si —dije bajándome— gracias.

El hombre se fue, entré a la panadería donde estaba Eli.

—Ah sigues vivo —Se quejo Eli— gracias por contestar cabron no sé para que tienes teléfono si no lo vas a usar.

No iba a poder contra él a menos de que lo dijera la verdad.

—Me atacaron Eli —me levanté la playera mostrándole— agradezco si no haces tu mega drama.

—Mierda Beck —dijo llegando a mi— ¿Estás bien? ¿Quién fue? ¿Qué pasó?

—Ah mamá debía dinero yo solo fui el insentivo —me quejé.

Eli me ayudo a sentarme para darme un panquesito, me quería abrazar pero no podía.

—Fuiste al hospital —me miró Grant aguantándose los comentarios.

—Estoy bien que es lo importante —lo calmé.

Me quedé un rato ahí hasta que tomé mi pastel para llevárselo a mi hermano y que no estuviera tan molesto.

Al abrir la puerta ahí estaba él frente al ordenador, una escena que no quieres ver... a tu hermano haciendo boletines de se busca.

—He que yo no te dejo ni muerto —lo llamé.

Mi hermano se giró para verme, se levantó molesto como nunca antes lo había visto.

—¡Pero que mierda te pasa, no me vuelvas hacer algo así! —me gritó.

—Lo siento Cas yo...

—Nada estaba muy preocupado por ti —regañó molesto— no llamaste, esto no es una parte linda Beck haya fuera muerte gente y yo... tenía miedo... —dijo pegándome en el pecho con lágrimas en sus ojitos.

Retrocedí ante el dolor y mi hermano me miró.

—¿Qué tienes Beck? —me miró confundido.

—Nada campeón solo eres muy fuerte...

Sin previo aviso mi hermano levantó mi camisa para mirarme aterrado.

—Beck —me miró triste— tú...

—Me asaltaron de acuerdo, me desmayé y no me pude comunicar —suspire— lo siento mi niño.

Una lágrima rodó por su mejilla, lo abracé con fuerza aunque me dolió hasta la muerta.

—Ya volvió el desaparecido —se burló mi madre— vez cariño te dije que estaba bien, él solo es un inconsciente.

Me lo guardé porque no quería molestar a mi hermanito de más.

Él me miró y por primera vez vi una cara que no había visto en él...

—Fue por tu culpa —reprochó serio.

—Disculpa, que lo asaltaran —lo miró igual de confundida.

—Por favor que nos van a saltar —señaló— aquí solo asaltan a las pobres almas que cruzan por error, a nosotros hasta pena les daría.

—Casper —lo llamó confundida.

—Te han atacado no es así —le miró preocupado— te han atacado para mandar un mensaje porque claramente les debes dinero.

Mi madre se quedó seria, algo más que sorprendía.

Casper se acercó a la repisa para sacar su puerquito escondido, todo su dinero.

—Tómalo —se lo dió.

—Cas —dije confundido era su puerquito para un día ir a la playa.

—Tómalo... tómalo y déjanos tranquilo, tómalo y no vuelvas —se lo aventó llorando.

—Cariño —dijo acercándose.

—¡No! —se alejó— es que no haces más que lastimarnos una y otra vez, que te hemos hecho nosotros eh.

Se quedó callada por primera vez, si se lo hubiera dicho yo solo se hubiera reído pero de la voz de mi hermano...

—No merecemos esto, no merecemos nada de esto —chillo— y ya no quiero, así que vete.

Ella le miró una vez más.

—¡Que te vayas! —le gritó frustrado.

La mujer soltó una lágrima, la primera en su puta vida.

Besó la frente de mi hermano para irse.

—Lo siento —murmuro a mi lado para salir.

Miré a mi hermanito.

—Estoy cansado —suspiró.

Me acerque a él para abrazarlo, su piel fría como siempre, nos quedamos así por unos minutos.

—Muy cansado —suspiró desvaneciéndose en mis brazos.

Mi corazón se detuvo.

—Cas —lo llamé— Cas, Cas —dije moviéndolo con fuerza— venga hermano no me hagas esto.

Mi hermanito no respondía, cheque su pulso, era débil pero ahí estaba.

Llame a Eli pues las ambulancias tardaban demasiado.

—Hey dulzura ya me extra...

—Eli necesito ayuda es mi hermano él... está mal ven con el auto por favor —pedí a gritos.

—Voy para haya —dijo sin más.

—Por favor no me dejes —suspiré besando su frente— no me dejes.

En mis brazos yacía con esas ojeras bajo sus ojitos con una respiración casi superficial, no podía perderlo.

Eli llegó junto con su padre para ayudarme a llevarlo al hospital, en el camino llame a Rita pues hoy trabajaba ahí.

Al llegar ya me esperaba con todo un equipo médico.

—Traquilo Beck —dijo recibiéndolo en la camilla, de un segundo a otro tenía los doctores sobre él.

—Por favor ayúdenlo —susurré.

Se lo llevaron, sentí la mano de Eli.

Nos fuimos a sentar al área de espera.

—Estas sangrando —mencionó.

Alguno de los puntos se debieron abrir.

—Estoy bien —suspiré temblando.

Eli se quitó la chaqueta para ponérmela y cerrarla.

—Estará bien, ese niño es tan fuerte si debe soportarte —bromeo.

Asenti cansado, me atrajo a él para que me recargara en su hombro.

—Se supone que debes descansar —señaló.

—Cuando me muera —bufé.

—Si no descansas será pronto —ordenó.

Suspiré, si me sentía cansado.

Después de un rato Rita llegó conmigo.

—Él...

—Está bien —me calmó— fue una descompensacion, lo dejaremos en revisión.

—Puedo verlo —pedí.

—Claro que si —accedió.

Me levanté para despedirme de ellos.

—Gracias Grant —suspiré.

—Cuídate y aquí estamos para lo que necesites —asintió.

Fui a la habitación para ver a mi hermanito en su cama, con el respirado y un par de sueros pero despierto.

—Niño como me vuelvas hacer algo así —regañe.

—Ven aquí —pidió cansado.

Me acosté a su lado para abrazarlo y besar su mejilla.

—Perdón —suspiró.

—Los dos la liamos no —suspire.

—Si —asintió acomodándose en mi pecho— te duele.

—Creo que se me abrieron un par de puntadas —supuse.

El negó, llamamos a Rita para que me cosiera y limpiara la herida, me llevé mi buena regañada pero con la atención gratis.

—Lo que le dijiste a mamá —asentí— mis respetos.

—Tenía que decírselo —suspiró— ya no soporto ver como te hace daño.

—Yo lo soporto bien —asenti — tu tranquilo que yo aguanto por los dos, un par de golpes no es nada.

Él me miró serio para negar.

—Yo se que te haces el fuerte y lo eres, —asintió— se ensaña contigo pero lo que te ha hecho...

—No es nada —negué.

—Beck yo se lo que te hice cuando eras niño—confesó— yo lo sé Beck, lo sé.

Miré a mi hermano... había tratado de proteger a mi hermano de eso, que no se enterara de mi más oscuro secreto.

—Me has cuidado toda mi vida Beck, era hora de que yo te cuidara a ti —suspiró— yo te cuido hermanito.

Me quedé acostado entre sus brazos para quedarme dormido.

Mi hermano lo hizo... me cuido hasta que partió de esta vida.

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