Belphegor

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Me desperté por el ruido del despertador, mi hermano estaba dormido a mi lado y sinceramente no recordaba como había llegado aquí.

Me trate de levantar pero el menor se quejó.

—Quédate, hace frío y estas calientito —gruño él— como un oso.

—Que más quisiera yo Cas, pero tengo que ir al trabajo —murmuré cansado.

Mi hermano se giró dándome espacio para levantarme, lo hice para taparlo con la cobija pues hacía mucho frío.

Me mire en el espejo, un ligero rubor en mis mejillas.

Me metí a bañar, por suerte algo de agua caliente pero eso no me quito el frío, me abrigue con un suéter extra para salir pues tenía que llegar temprano.

Al llegar ya estaba abriendo las puertas para bajar las bolsas de harina que eran pesadas.

—Toma —dijo Grant dándome una faja.

—No la necesito —asegure.

—Créeme, me lo agradecerás cuando seas grande y no te duela la espalda —insistió.

Asentí para ponerme la estupida faja, entraba y salía con los costales, de un clima frío a uno cálido pero yo solo tenía frío.

—Es el último —informo poniéndome el costal, asentí para dar unos pasos.

En ese momento no sé que me pasó pero mis piernas me fallaron haciéndome tropezar cayendo al suelo, el costal se abrió tirando toda la harina.

—Beck —dijo Eliot llegando a mi— ¿Estás bien?

Asentí cansado mirando el costal.

—Mierda lo siento —murmuré viendo el costal.

—Tranquilo chico —aseguró Grant— los primeros tres son gratis, después de eso los descuento de tu paga.

—Yo aún le debo seis —sonrió Eliot.

El chico me tendió la mano para ayudarme a levantar, se la di para que me ayudara, él me miró extrañado para acercarse.

—Eh qué haces —gruñi.

—Cálmate cabron —dijo él para poner su mano en mi frente— Beck estás hirviendo —aclaro.

Su padre hizo el mismo gesto para verme.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

—No me quejo —la verdad me sentía de la verga.

El hombre negó cansado.

—No puedo dejarte trabajar así —aseguró.

—Estoy bien —aseguré— puedo hacerlo.

—No Beck si es algo viral no puedo dejarte trabajar, seria todo un contagiadero —explicó —ve a casa, toma una ducha fría y descansa.

—No puedo, si es viral puedo enfermar a mi hermano —explique.

El hombre asintió.

—Llévalo a casa de acuerdo —le dijo dándole las llaves.

—Gracias pero...

—Camina Beck —dijo Eliot jalándome.

Para entrar a su casa debíamos dar vuelta a la calle, al llegar me di cuenta que su casa ya era un hogar, era acogedor y bonito.

—Venga te daré un té para la fiebre —dijo sentándome en el sillón— tú recuéstate.

—Solo necesito una ducha fría —asegure.

Él asintió para levantarme y llevarme hasta su baño, me dió una toalla.

—Niégalo pero estás caliente por mi —me guiño.

—Largo —gruñi.

Traía mi ropa para bañarme después del box así que me cambie con esa, salí aún cansado y con dolor de estómago.

Me tire en el sofá tapándome con una cobija que encontré.

Eliot regresó con el té para dármelo y quitarme la cobija.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

—Mejor gracias —asegure.

Me recosté un poco para cerrar los ojos cansado.

—Duerme un poco aún falta para irnos a la escuela —me calmó.

No hubo necesidad de rogarme pues me quedé dormido de inmediato, desperté por el ruido de la televisión.

—¿Qué hora es? —pregunté.

—Veinte para las ocho —me calmo.

Me levanté para frotarme los ojos.

—¿Te sientes mejor? —preguntó apagando la tele.

Negué cansado, me dolía el estómago terrible.

—Nos quedamos no hay problema —aseguró.

—Una no puedo faltar es parte de mi sentencia de libertad, dos no me usarás de excusa flojo —regañe.

El chico asintió, nos fuimos a la escuela pues se nos hacía tarde, al llegar ahí estaba Pomi, con el pómulo un poco morado.

—Hey Jason yo quería decirte que lo siento —me disculpé.

El pequeño me miró, asintió para darme tremendo putazo que me abrió el labio.

—Me lo merecía, pero si lo haces otra vez te lo regreso y te aseguro tu pequeño cuerpo no lo aguantará —advertí.

Jay sacudió un poco su puño para sonreírme triunfante, Eliot me dió un par de pañuelos para limpiar la sangre.

Caminamos dentro hasta que sentí una mano en mi hombro me giré dispuesto a golpear a quien se atreviera a tocarme, era Grinch.

—Usted —dije molesto quitando su mano de mi hombro— ¿Qué quiere?

—Buenos días Beck —saludó— me acompañas.

—No tenemos cita hoy —le recordé.

—No te enteraste, ahora eres mío cinco días a la semana —sonrió.

Mire a Eliot harto.

—Nos hubiéramos quedado —susurré para ir tras del hombre.

Entramos a su salón para sentarme en el sillón, presione mi vientre un poco para reducir el dolor.

—¿Te sientes bien? —me preguntó extrañado.

—Siempre —mentí.

—He notado que no te gusta el contacto físico —señaló.

—¿A quién si? —pregunté irónico.

—Muchas personas —me recordó— veras Beck el contacto humano es...

No sé qué mierda dijo después, me concentré en canalizar el dolor pero no me salía muy bien.

—Me presta su bote —señale interrumpiéndolo.

El hombre arqueó la ceja, pero gracias a dios hizo caso pues en cuanto me lo dió vomite lo poco que tenía en el estómago.

—Hey está bien —calmó sobando mi espalda.

—Lo siento —murmuré con el sabor a bilis.

Grinch me tendió un par de pañuelos para luego pasar su mano por mi frente.

—Estas hirviendo en fiebre Beck —mencionó preocupado.

—Estoy bien —dije retorciéndome un poco por el dolor.

Grinch suspiró para negar, agobiado por una extraña razón.

—¿Desde cundo te sientes mal? —preguntó molesto.

—Desde que desperté, tengo fiebre desde la mañana —expliqué— solo déjeme dormir un momento y estaré mejor.

Trate de recostarme pero el dolor me lo impidió.

—¿Donde te duele? —preguntó.

—El abdomen, aquí —señale, el hombre me miró para levantarse y tomar las llaves de su mesa .

—Vamos te llevare al hospital —ordenó preocupado.

—Estoy bien...

—Beck creo que puede ser el apéndice, ahora estás bien pero cuando te explote y se complique no dirás lo mismo —regaño.

—No suena mal —mencioné.

—Te llevo yo o llamo a una ambulancia —arqueo la ceja.

Suspiré para asentir, me ayudo a levantar para salir hablando con la secretaria del director explicándole que pasaba.

Nos subimos a su auto para ir al hospital.

—Lindo auto —sonreí.

—Trata de no vomitarlo quieres —pidió.

—No prometo nada —murmuré.

Me quedé dormido hasta que llegamos al hospital, simplemente no era mi lugar favorito, al llegar me pusieron un suero y dieron medicamento para bajar la fiebre.

Me sacaron sangre y una placa para ver si era mi apéndice, mientras esperábamos los resultados Linda llegó.

—Linda —sonreí— ¿Qué haces aquí? —pregunté.

—Es protocolo Beck, si llegas al hospital me tienen que informar —dijo mi trabajadora social— además crees que dejaría a mi chico solo.

—Pero si te dijeron a ti eso quiere decir...

—Beck cariño —mencionó Jessica—¿Estás bien? Vine en cuanto me avisaron.

Mire a Grinch sentado a mi lado quien me dió esa mirada "se amable cabron"

—Estoy bien, creen que puede ser el apéndice —mencioné.

—Oh cariño —vaya mierda que si actuaba bien.

La mujer tomó mi mano y luche por no soltársela.

—Tranquilos no es el apéndice —calmó la doctora.

—¿Segura? —insistió mi madre.

—Muy segura, su hijo no tiene apéndice se lo quitaron cuando tenía un año —explicó amable mirando mi expediente— pero si tiene una bacteria intestinal, te dejaré en observación por un rato, con la medicina y los líquidos te debes sentir mejor.

—Gracias —dijo Grinch a la doctora.

Ella me sonrió para posteriormente retirarse, mire a mi madre para soltarle la mano.

—¿No sabias que no tengo apéndice? —gruñi.

—Bueno Beck te enfermabas mucho de pequeño —se excusó— contigo y tu hermano no recuerdo ni la mitad de lo que han tenido —se excusó mamá haciéndose la mártir.

—Por que será —murmure.

Ella miró a los adulto para darles una sonrisa fingida, por favor ellos dos más que nadie sabían lo mierda que era mi madre... o al menos Linda lo sabía bien.

—Llamaré al trabajo para quedarme contigo de acuerdo —mencionó.

—Ve a trabajar —dije molesto— yo estoy bien.

Mamá solo me sonrió para irse.

—Iré hacer el papeleo y regreso de acuerdo —me calmo Linda para besar mi frente.

Asentí, ella y Rita eran las únicas mujeres que les permitía algún rasgo de afecto, me quedé con Grinch que me miraba serio.

—Ya va a empezar no —gruñi.

—Aún estás en mi hora —sonrió— ella quiso quedarse.

—Ella ni si quiera sabía que no tenía apéndice, que madre no sabe eso —gruñi— si a mi me preguntas sobre mi hermano te puedo recitar todo su historial, si te preguntan a ti por tu hijo estoy más que seguro que al menos sabe si su hijo tiene o no apéndice.

—Entiendo que estes molesto...

—No lo que usted no entiende es que estoy cansado de que la gente me diga que será una madre decente pero llevo diecisiete años esperándolo y adivine que, no pasará —bufé.

El grinch asistió para verme.

—Sabes mi hijo una vez me dijo que era el peor padre del mundo porque no le permití ir a la fiesta de su mejor amigo —contó.

—Que ser tan desalmado —me burlé.

—El lo pensó así —aseguró— pero ese día mi hijo tenía fiebre, uno de los dos tenía que ser el malo y adivina quien fue, tu solo tienes una madre Beck, si te das la oportunidad podrías ver la parte buena —aseguró.

—Sabe la mitad del tiempo pienso que lo que dice es una idiotez y la otra mitad solo me lo confirma —gruñi— hágase el favor de leer los putos expedientes para dejar de decir tanta mierda.

Esa mirada de "en qué me metí" otra vez.

—No lo haré —aseguró— te hice una promesa, y tal vez podría comprender más si dejarás de ser tan cerrado.

—Hablar de mis sentimientos no me hará mejor —asegure.

—Al contrario no hablar de ellos te está hundiendo —aseguró.

—Me desgasta — bufé dándome vuelta.

—Es mutuo chico —aseguró— te dejo con Linda, tengo que ir a comprar la despensa, bajo en grasas y azúcar porque soy un pésimo padre.

—Al menos usted lleva comida a su casa — sonreí hostil.

El hombre se paró frente a mi para poner los ojos en blanco y revolver mi cabello.

—Recupérate pronto de acuerdo —mire al hombre para gruñir.

—Vuélvame a tocar y se la rompo —asegure.

—Correré el riesgo —sonrió.

Grinch se fue en cuando Linda llegó, se sentó a mi lado para acariciar mi mejilla.

—¿Cómo estás? —me preguntó.

—Mejor —la calme

—Sabes que siempre puedo hacer la llamada —me recordó.

—Sabes que la respuesta siempre será no —le recordé.

Ella suspiró agobiada para arroparme.

—Descansa un poco —dijo mientras acariciaba mi cabello.

Me quedé dormido de inmediato.

Una llamada... solo una llamada necesitaba y todo mi infierno se acababa.

Una llamada y me separaban de mi hermano.

Una llamada que de haberse hecho mi mejor amigo seguiría con vida... mi madre también.

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