De vuelta al infierno

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¿Cómo llegué aquí?

La pregunta que me hago cada mañana al despertar en esta habitación que comparto con tres personas más.

Un inodoro sucio, tres compañeros que me doblan la edad dispuestos hacerme cosas por las noches y este brillante conjunto color naranja que resplandece mi piel.

Dieciocho años y estaría aquí por lo que sería el resto de mi vida.

¿Cómo llegue aquí?

Me pregunto cada mañana con la esperanza de que la respuesta le de sentido a mi vida evitando que acabe con ella.

¿Por qué llegué aquí?

Sin duda diré que por mi madre... una madre que había asesinado ya, pero de la cual no se me había culpado.

Si, definitivamente iniciare diciendo que esto es su culpa.

Un dieciséis de agosto nací, tres meses antes de lo planeado... planeado sería decir que mi madre me esperaba, pero mierda ni siquiera sabía quién era mi padre y hasta la fecha nunca lo supo.

¿Control natal? Al carajo, cuando su vientre comenzó a crecer dio por hecho que tenía un bolllo en el horno.

Un bollo que lleno de alchol, cigarros y una que otra vez de droga.

Un bollo que nació pesando menos de un kilo, con sufrimiento fetal y un defecto cardiaco que arreglaron con cirugía.

Los doctores dijeron que había tenido suerte, suerte hubiera sido ahorcarme con el cordón umbilical.

Pase los primeros cuatro meses de mi vida en un hospital, los jodidos cuatro meses más felices de mi vida.

Y ahí fue su primer error en una larga lista que hasta la fecha no termina, su peor error fue no dejarme en el hospital.

Se aferró a la idea de que podría ser mejor madre que la que ella tuvo, fracaso brillantemente.

De todas formas siempre volvía, entraba y salía por infecciones, enfermedades o por exámenes de VIH por el tipo de vida que ella llevaba.

Así fueron los primeros tres años de mi vida, jugar con jeringas, robar comida, vivir entre drogas y asegurarme que mi madre no muriera de una sobredosis.

Y de alguna forma sobreviví, no lo sabía pero llegaría alguien a salvarme.

Mi madre se terminó embarazando, pero esta vez si sabía quien era el padre... o al menos nos consiguió uno.

Jason Jones era ese padre, un padre para mi hermanito quien no tuvo la misma suerte que yo...

Mi pequeño campeón, al igual que yo había nacido tres meses antes, con un corazón dañado, con pulmones pequeños y había nacido con algo llamado gastrosquisis, básicamente había nacido con los intestinos de fuera, cosa que lo llevaría a un futuro a causarle muchos problemas.

Aún con eso mi padre se hizo responsable de ambos, nos alimentó, vistió, lleno de amor e incluso trató de rehabilitar a mi madre, pero su terquedad terminó por matarlo.

Tres años es lo que considero infancia, donde pude ser un niño, jugar, dormir y no preocuparme por nada más.

Con su muerte yo pase hacerme cargo de mi familia, conseguir los medicamentos para mi hermano, cuidarlo, llenarlo de amor y salir a buscar a mi madre para encontrarla borracha en cualquier esquina.

La culpo por hacerme la persona que soy, por llenarme de odio... por convertirme en un asesino.

Pero todo esto inició nueve meses atrás, el día que salí de lo que creí era mi última condena.

—¿Vienen por ti? —preguntó la oficial Oksana Troy.

—Usted que cree —dije tomando mis pertenencias.

Una chaqueta azul, mi teléfono y mi cartera.

—Es tu tercera condena —señaló— a la siguiente te enviarán a la cárcel y no a la correccional.

Asentí colocándome la chaqueta.

—Ya se lo he dicho no fui yo —miré mi cartera a la que le habían sacado todo.

—Claro, la cajera de la farmacia te apuntó con el arma para que tomaras la medicina —se burló.

—Diga lo que quiera yo fui el que estaba ahí —me quejé mirando al guardia— me faltan diez cabron.

Richard me miró para burlarse, tragándose un panecillo que seguramente se había comprado con mi dinero.

Estaba dispuesto a pelar hasta que me detuvo Oksana, con su metro sesenta era pura fuerza en empaque pequeño.

—No quieres otro mes o si —insinuó.

La miré molesta para soltarme de su agarre.

—La trabajadora social te espera afuera —se apresuró— cuídate Back, no está de más decir que tienes toda tu vida por delante.

Asentí, ella me llevo afuera donde estaba mi trabajadora social.

—Linda —sonreí.

—No me tienes tan contenta Beck —me miró la rubia cruzada de brazos.

—Nada lo hace, eres una mujer muy complicada —le recordé.

Ella negó con la cabeza, como su nombre lo decía era linda, no pasaría de los cincuenta pero estaba bien cuidada.

—Vamos te llevo a comer antes de dejarte en casa —ofreció.

Estaba por irme cuando Oksana me tendió los diez que me había robado Richard.

—Cuídate de verdad —pidió con una sonrisa.

Le di una sonrisa para salir, en unos meses ella me detendría hasta llevarme a mi condena final.

Linda Ross llevaba mi caso desde que tenía siete años, había luchado con fuerzas pero aún no podía separarnos de mi madre.

Me había llevado a comer hamburguesas y no se lo iba a negar, estaba cansado de la comida de la correccional.

Después de comerme dos hamburguesas con unas papas iba a iniciar con la peor parte.

—Tienes que tomar terapia dos veces por semana —estableció viendo sus papeles— mantener tus notas, y no faltar a la escuela.

—Acaso creen que tengo tiempo —me quejé llenando mi boca de papas.

—Tuviste tiempo para asaltar una farmacia no —regañó.

Baje la mirada, no me sacarían de eso.

—¿Te fueron a visitar? —preguntó sabiendo la respuesta.

—No iba a exponer a Cas a un ambiente así —me quejé, el menor lo había intentado pero por sus medios nunca llegaba.

—¿Y tu mad...

Ni siquiera termino cuando recibió mi mirada de molestia.

—Ni para que pregunto —sonrió torpe— vamos te llevo a casa.

—Llegó desde aquí —asegure, tenía cosas que hacer.

Aunque lo intento yo no la dejé, termino por comprarme un par de hamburguesas para cenar, no hacía falta ser vidente para saber que no habría nada de comer en casa.

No estaba lejos así que emprendí mi viaje sin antes pasar a comprar lo prometido.

Podía aguantar las golpizas, los baños fríos o los constantes insultos, pero estar lejos de mi hermano era lo que verdaderamente me desgastaba.

Me dirigí a la pastelería para comprar su favorito, y así no me odiara tanto por estar lejos de él por dos meses.

Entre a esa vieja panadería para buscarlo, su pastel de zanahoria favorito, solo a él le gustaba eso.

La pastelería no era muy grande pero tenía los mejores pasteles que mi economía cubría.

Ahí estaba ese pequeño pastel en la vitrina.

—Me das ese por favor —pedí al chico de porte dura frente a mi, al parecer el viejo John ya no estaba.

El castaño lo sacó para ponerlo en una caja.

—Son trece —dijo él serio.

—Es broma no es así —ataque mirándole.

—Yo no pongo los precios —se defendió.

—Tengo diez tómalo o déjalo —gruñi.

El chico arqueó la ceja, se vió interrumpido por su jefe gritando su nombre, Eliot, aquel castaño se dió la vuelta para entrar a la parte trasera de la pastelería.

Dejé los diez en el mostrador para tomar el pastel e irme, esperaba no volver al reformatorio por un estupido pastel.

Se empezaba anochecer pero en el infierno como decían la vida se hacía por la noche, llegué a casa de sorpresa, ni siquiera sabían que hoy salía y así era mejor.

Entre por la puerta sin problemas, siempre estaba abierta.

Al entrar lo vi, recostado en el sillón con una manta sobre él mientras veía televisión.

Me acerqué despacio para sentarme a su lado de golpe, con cuidado de no lastimarlo.

—Hola hermanito —saludé.

El castaño no pudo evitar sonreír, pero claro nunca es grato que metan a tu hermano a la correccional así que trató de girarse para darme la espalda.

—Beck —dijo molesto, se veía más flaco.

—De verdad Cas —me adelanté— no nos vemos en dos meses y así mi recibas.

—Y de quien es la culpa —argumentó molesto, aún no sabía porque me habían metido.

Suspiré algo cansado, puse mi mano en su hombro pero se limitaba a ignorarme.

—Te traje pastel —anuncié.

El menor se giró para verme, sus ojitos cafés ya se habían llenado de lagrimas.

—Te extrañe —chilló.

—Yo también Casper —contesté abrazándole.

Él me devolvió el abrazó con sus huesitos, conforme crecía su condición iba empeorando y se le notaba, su piel pálida, grandes ojeras... siempre encorvado por el dolor.

Tenia quince años pero había pasado por más que cualquier persona.

—¡Miren quien volvió! —exclamó mi madre interrumpiendo el momento.

—Jessica —contesté mirándole.

—No te mataría llamarme mamá —gruñó.

—No lo haría comportarte como tal —ataqué.

Ella puso los ojos en blanco, dispuesta a pelear.

—Por favor no discutan —pidió Casper cansado.

Le miré para darle una sonrisa y revolver sus rulos.

Mi madre se acercó para besar mi frente y luego la mejilla de mi hermano.

Con un escote que dejaba ver la mitad de sus bubis y una falda que apenas y le quedaba se dirigió a la puerta.

—¿A dónde vas? —pregunté pues ya era tarde.

—A trabajar, después celebramos que ya pueda decir que mi hijo no está en la correccional, otra vez —se burló.

Levante el dedo medio a lo que ella respondió con la misma acción para salir de la casa.

—Eso no lo extrañaba —aseguró Cas negando con la cabeza.

Lo rodee con mi brazo para atraerlo a mi, era la única razón por la que seguía aquí y no me había ido hace años.

Comió un poco de su pastel, a la cantidad que comía le podría durar un mes, a comparación mía que me había  acabado la hamburguesa en minutos.

Después de un rato lo lleve a su habitación, sosteniendo su peso con mi ayuda, encorvado por el dolor, una vez en nuestra habitación me acosté a su lado.

—¿Me contarás porque estabas en la correccional? —preguntó mirándome con sus ojos castaños.

—No Cas, tal vez cuando seas mayor y no perturbe tu sueños —bromee, como decirle que era por su culpa.

Él negó con la cabeza para reír.

—¿Cómo estas? —pregunté esperando nada malo.

—Mejor ahora que estás —me sonrió omitiendo la verdad.

No dije más, estaba cansado.

Me di una buena ducha para luego tirarme en mi cama para dormir.

En mi vida hubieron muchas personas que trataron de ayudarme, profesores, amigos, la oficial Troy o la trabajadora Ross.

Al final termine decepcionándolos a todos.

Esa noche había sentido que por fin era libre... solo empezaba mi cuenta regresiva para regresar.

Culpado de matar a mi mejor amigo.

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