Estrella de la mañana

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En esos momentos en mi desesperación vi la opción de escapar por la ventana pero estaba en un quinto piso y de esa caída no sobreviviría.

Diez minutos después entró Alec, con esa cara en blanco que me fastidiaba.

—Llamé a Rita, está al tanto de la situación y se quedará con tu hermano hasta que regreses —explicó— te operarán y mañana por la tarde te darán el alta.

Suspiré abrumado para terminar por asentir, el doctor entró con un bonche de papeles.

—Te prepararemos para la cirugía de acuerdo —me calmó— ¿Tienes el nombre de tu cardiólogo? Me hace falta los datos de tus últimas revisiones, el historial solo llega hasta tus seis años.

—No he tenido ninguna revisión desde los seis —contesté apenado.

Él doctor miró a Grinch con molestia.

—No soy el padre —se adelantó— soy su psicólogo, en estos momentos tutor.

El doctor me miró de nuevo, inseguro de que decir.

—Te vigilaremos de cerca —me calmó— pero hay probabilidades mayores de complicaciones en cirugía.

—¿Hay manera de que me operen sin anestesia general? —pregunté nervioso.

Él negó con la cabeza.

—Saldrás bien —me calmó— las enfermeras te preparan para subirte a quirófano.

Asentí, esperaba no morirme.

Mientras las enfermeras me preparaban miré a grinch.

—Puedo llamar a mi hermano —pedí frustrado.

—Rita le dijo que te quedarías con Eliot, para que no te equivoques y sospeche —explicó mientras me tendía mi teléfono que estaba en la mochila.

Marque el número y no tardo en contestarme.

—Hola Beck —saludó feliz.

—Hola enano —contesté— ¿Cómo estás?

—Bien, Rita dijo que te quedarás con Eliot por un trabajo —remarcó nervioso— ¿De verdad no puedes venir a dormir aquí?

—Quisiera enano pero ya sabes lo pendejo que estoy y no puedo reprobar —mentí, era bueno mintiendo— pero Rita se quedará contigo así que no le des muchas molestias.

—Está bien —contestó riendo.

—Me tengo que ir —me apresuré— te amo enano.

—Yo también Beck —dijo de corazón— nos vemos mañana.

Colgué antes de llorar, le di el teléfono a Grinch para respirar y tratar de calmarme.

—Vendrán los internos para subirte —informó la enfermera para salir.

—Todo saldrá bien —me calmó Grinch.

—Lo sé —traté de convencerme.

Él se quedó serio por un momento.

—Puedo saber porque se puede complicar la cirugía —pidió confundido.

—Nací con algo llamado Tetralogía de Fallot, son diferentes defectos del corazón, es de las cardiopatías más graves —expliqué— me operaron cuando nací, ahora estoy bien creo pero debí hacerme seguimientos.

Iba a decir otra cosa cuando me vi interrumpido por los internos quienes me sacaron de la habitación para llevarme al quirófano, Grinch venía a mi lado.

—Hasta aquí puede llegar —le dijo el interno.

—Te veré después de la cirugía de acuerdo —me clamó con media sonrisa.

—Vaya a casa Grinch —dije riendo.

Él negó con la cabeza.

—Alec, si me pasa algo... cuídelo —pedí nervioso.

—Tu lo harás Beck —aseguró.

Entramos al quirófano, mientras me conectaban a máquinas uno de los doctores me miró.

—Vamos a iniciar de acuerdo —informó el doctor— no tengas miedo.

—De acuerdo, por favor no me mate —pedí nervioso.

—Tranquilo —me calmó— estas en buenas manos, ahora por favor cuenta de el diez al uno.

Suspiré cansado.

—10... 9... 8...

Fuera luces.

El murmullo de las voces me fueron despertando.

—Ya era hora —dijo Eliot con esa estupida sonrisa.

—No es lo que esperaba ver al despertar —gruñi atontado.

—¿Qué esperabas? —preguntó riendo.

—Ángeles —susurré adolorido.

—Tu y yo sabemos que tienes lugar reservado abajo —se burló.

Sentí un ligero apretón en la mano buena, poco a poco fui abriendo los ojos un poco más.

Me sentía cansado y algo mareado, como prometió ahí estaba Grinch, no era el único, sentado frente a mi estaba Jason abrazando un pingüino de peluche.

Se levantó para mirarme y aventarme el peluche.

—Gracias Jay —dije cansado.

Asintió para ver a Grinch.

—Venga chicos déjenlo descansar —pidió él— mañana lo podrán ver.

Eliot revolvió mi cabello y Jay solo extendió el puño para que lo chocara.

Ellos se fueron para dejarme a solas con él, seguía un poco aturdido.

—¿Cómo te sientes? —me preguntó.

—Creo que me gustan las drogas —sonreí atontado.

Él solo negó con la cabeza para darme una pequeña risa.

—No es mi amigo, mi hombro para llorar ni una figura paterna pero aquí está —me burlé repitiendo lo que me dijo al conocernos.

—Todos cambiamos de opinión —sonrió tomando mi mano.

—Me quiere —dije con una pequeña risita.

—Ganaste mi corazón chaval —confesó— y por eso lo siento Beck.

—¿Por qué? —pregunté cerrando los ojos, me iba a quedar dormido al parecer.

—Por quebrarte, pensé que estabas listo para enfrentarlo, a veces subestimo lo duro que puedes ser —explicó— pero aún eres un niño.

Asentí cansado, me estaba quedando dormido.

—Te perdono papá —susurre.

Era la anestesia hablando o tal vez mi corazón.

Desperté quien sabe después de cuanto, sentí que me había quedado dormido por años.

—Cenicienta despertó —dijo Eliot riendo.

—Es la bella durmiente idiota —corregí.

—Dije lo que dije —se defendió.

Suspiré algo cansado, miré mi mano la cual tenía una férula, no me dolía lo cual deducía era por los analgésicos.

Frente a mi había una bandeja de comida sin nada, Jay estaba al borde de la cama comiendo mi gelatina.

—¡De verdad! —exclamé.

El chico sonrió para dar otro bocanada de gelatina.

Miré a mi lado, ya no estaba Alec.

—Fue a desayunar —explicó Eli— pasó toda la noche aquí, mientras tú estabas aquí dormidote y yo partiéndome la espalda en la panadería.

Levante mi mano que tenía la férula.

—Te estoy levantando el dedo —señale.

Él negó divertido para besar mi frente.

—¿No deberías estar ahí? —pregunté, aunque era sábado la panadería abría todos los días.

—Papá me dejó venir a verte —contestó— te mando un pastel de zanahoria —se burló.

Negué, ese eterno pastel de zanahoria.

—Y tu pomi, a esta hora no deberías estar haciendo llorar a un bebé —señale.

El chico me miró con molestia entre cerrando los ojos.

—Vale, perdón —me disculpé— gracias por venir.

Alec entró con un café en mano.

—Se supone que me avisarían cuando despertara —regaño a los chicos.

—Se nos olvidó —sonrió Eli torpe.

—Veo que ya comiste —miró la bandeja.

—Me quedé con hambre —dije viendo a Jason.

—Veré si te pueden dar más comida —sonrió.

Gracias a que abogaba bien me dieron más de comer, aún así el pequeño se terminó comiendo mi gelatina cuando estaba distraído.

El doctor llegó un rato después, al fin pues ya era tarde.

—Ya me puedo ir —pedí con molestia.

—Si, te daré el alta —aceptó— podrían dejarnos a solas.

Miró a mis amigos... aún no me acostumbraba a decir eso, ellos no se movieron.

—Afuera chicos dejen hablar al doctor con Beck —pidió Alec.

Él tampoco era autoridad para ellos.

—¡Largo! —exclamé.

Los chicos se levantaron para salir de la habitación.

—Viene a decirme que ya me voy a morir —me adelanté— no me caería nada mal.

Él doctor se quedó serio.

—Oh mierda si me voy a morir —dije nervioso.

—No Beck —me calmó— durante la cirugía tu corazón se paró, estuviste muerto un par de minutos pero te revivimos sin complicaciones.

—No lo hubieran hecho —susurré.

—Beck —regañó Grinch.

—Vale ya perdón —gruñi.

—Te hicimos un par de estudios —mencionó— tienes inicios de miocarditis, una ligera inflamación del miocardio —explicó— te daremos tratamiento y con suerte te recuperarás pronto.

—¿Es grave? —preguntó Grinch preocupado.

—Puede llegar a serlo, más en su condición perlo lo detectamos en una etapa muy temprana, quien diría que romperte la mano salvaría tu vida —comentó contento.

Suspiré abrumado que asco de destino.

Me dieron de alta una hora después, tendría que usar cabestrillo para no mover la mano, limpiar las heridas y cambiar de vendajes.

Contando que me llenaron de medicamentos.

Grinch me llevó a casa, venía demasiado callado para ser él.

—No diga nada sobre lo de mi corazón —ordene serio.

—Tienes que estar apoyado por tu familia—mencionó.

—Mi familia es mi hermano, quien está en peores condiciones que yo al que no voy a meterle más preocupaciones —aclaré— me sé cuidar solo.

—Entonces porque no volviste a revisión —me miró sintiéndose muy listo.

—Porque era un niño, se lo explicó con manzanas para que me entienda —ataqué— además no estamos en su hora de terapia.

Suspiró, no me fastidiaría en estos momentos.

Llegamos a casa, podía ver su cara de preocupación con solo mirar la casa.

—Si, vivo en esa pocilga —gruñi— mejor quédese en su auto no se le vaya apegar algo.

—Hablaré con Rita sobre los cuidados que debes tener —dijo abriendo la puerta para bajarse.

No quería que estuviera aquí, dejarlo entrar era solo confirmarle sus dudas.

Abrí la puerta para entrar, mi hermano estaba en el sofá, aún no sabía nada.

—Beck —dijo dándose vuelta para mirarme— te extra... ¿Qué te pasó?

Él pequeño me miró preocupado.

—Tu torpe hermano que no sabe caminar —lo calmé.

Me senté a su lado para besar su frente, me abrazó con cuidado de no lastimarme.

—¿Te duele mucho? —preguntó triste.

—Nada que no pueda soportar —lo calmé— pero hey tengo un lindo yeso que será todo tuyo para dibujar.

Mi hermano asintió más animado pero aún preocupado.

—Iré por mis plumones —mencionó más tranquilo.

Asentí, mi hermano se fue para mi intervención con Rita.

—Necesito explicaciones de esa mano rota —me miró molesta.

—Solo sigue el juego si —pedi.

Rita besó mi frente para tomar mis medicinas las que marcaría para que me tomara.

—Ya me voy, cuídate quieres —insistió Grinch.

—Hago lo que puedo —me quejé— pero gracias, por cuidar de mi.

Alec solo asintió para irse.

Mi hermano regresó con sus plumones y una sonrisa.

—¿Qué quieres que te dibuje? —preguntó feliz

—Tomate tus libertades artísticas —permití.

El chico se dió gusto dibujando todo lo que quería y si, mi hermanito tenía un don para el dibujo.

Por la noche el niño me dió mis medicinas.

—Tómatelas —ordenó.

—Estoy bien —lo calmé— con nuestros antecedentes no quiero hacerme adicto.

Mi hermano negó insistiendo.

—No solo son para el dolor, te mandaron antibióticos, desinflamatorio y para tu corazón —me miró.

Le miré sin saber que decir.

—Quien...

—No soy tonto puedo leer medicamentos —me miró dándome el vaso de agua— y te recuerdo que soy un experto.

Suspiré para tomarme la medicina.

—Pero que te quede claro que estoy bien —bese su frente atrayéndolo a mi.

—Déjate cuidar —insistió recargándose en mi hombro— todos estos años has cuidado de mi pero de ti no, tu cuerpo te pasa factura.

—Hablas como si fuera un viejo —me burlé.

—Pero si te truenan las rodillas al pararte, y hay días que no puedes con el dolor de espalda —dije divertido.

—Vaya si soy un viejo —bufé negando para atraerlo a mi.

—Déjame cuidar de ti si, no quiero que te pase nada malo —afirmó mirándome con esos ojitos.

—Está bien —lo calmé— pero prométeme que no te vas a preocupar por mi.

—Tu alguna ves te dejas de preocupar de mi —me miró.

Suspiré para abrazarlo y besar su frente.

Claramente todos los días me preocupaba por él,  vivía aterrado de perderlo pero ya era grande y no podía ocultarle cosas como cuando era pequeño.

Terminé dormido tratando de evitar pensar lo que me había llevado a esta muñeca rota.

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