Las llamas del infierno

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Este capítulo tiene contenido delicado ✋🏼

Dicen que la terapia ayuda... ayudará a la economía de mi Psicólogo tal vez pero a mi no.

Entré a su oficina para sentarme en el sillón, particularmente hoy no tenía ganas de escuchar sus sermones.

—Entonces en que nos habíamos quedado —me adelanté— en cuando soñé con perritos o gatitos.

—Muy gracioso Beck —dijo poniendo los ojos en blanco— no, hoy haremos algo diferente.

—Ya se le acabaron las ideas conmigo no —me burlé.

Él sacó una hoja de su maletín.

—Es un cuestionario, tiene diez preguntas —exploración dándomelo— pueden contestar tan largo como quieras y tan corto como un si o un no.

—Si se le acabaron las ideas —afirmé riendo.

—Te daré diez por cada pregunta que contestes —puso interesante— son 100 pavos que no te caerían nada mal.

Me quedé mirándole confundido.

—Es broma no es así —dije inseguro— me pagará por hacer algo que me pudo haber obligado hacer.

—No, pero tiene dos condiciones —aclaró.

—Ya sabía que no iba a ser tan fácil —gruñi poniendo los ojos en blanco.

—Tienes que ser honesto, sin mentiras —estableció— y si decides hacerlo lo tienes que acabar.

El cumpleaños de mi hermano se acercaba y el dinero me ayudaría a darle el regalo que se merecía.

—Bien, contestaré sus estupidas preguntas —acepté— pero el dinero sobre la mesa.

Grinch asintió y sonrió para sacar su cartera colocando el dinero sobre la mesa.

—Te estoy esperando —me miró burlón.

—¿Consideras que has tenido una buena vida? —leí— la mejor.

—Sin sarcasmo —regañó— esto es enserio.

Puse los ojos en blanco, no aguantaba nada

—Pudo ser mejor, pero también pudo ser peor —contesté.

Él tenía el mismo cuestionario al que anotó mi respuesta.

—¿Te gusta ir a la escuela? —preguntó.

—Preferiría quedarme en casa con mi hermano —asegure.

—¿Has tenido ataques de ansiedad? —prosiguió.

—No desde hace mucho —contesté, había sido tiempos oscuros.

Los cien dólares más fáciles de mi vida.

—¿Te has auto lesionado? —preguntó serio.

—No... bueno cuando me enojo suelo golpear cosas, me he lastimado así pero cortarme como adolescente dramática no.

Él asintió para anotarlo.

—A partir de aquí necesito que las leas —insistió.

Puse los ojos en blanco.

—¿Has tenido pensamientos o intentado suicidarte? —leí.

Lo pensé por un momento.

—Pensado si, pero nunca lo haría —aseguré— no dejaría a mi hermano solo.

Él asintió anotándolo, tranquilo como siempre.

—¿Has deseado que tu hermano no hubiera nacido? —leí molesto— ¡¿Qué mierda Grinch?!

Empuje su mesa molesto.

—Contesta la pregunta Beck —pidió— no te voy a juzgar por tu respuesta.

Suspiré, no hacía falta pensarlo.

—Si, hubiera sido mejor si no hubiera nacido —confesé— daría mi vida por ahorrarle todo el sufrimiento que a vivido.

Él me dió un liguero asiento para seguir anotando.

—Desearlo no te hace mal hermano —me calmó.

Tomé aire para continuar.

—¿Has probado algún tipo de droga? —continúe.

Le miré, él me observaba con esa cara seria.

—Si —contesté— mi madre solía drogarme cuando era pequeño para que dejara de llorar.

Se veía que trataba de guardarse sus comentarios.

—¿Quisieras que tú madre estuviera muerta? —continúe— Si —contesté, la vida sería mejor.

Leí la siguiente en mi cabeza... no sabía que contestar.

—¿Has sido golpeado por alguna figura paterna? —dije de una vez— ya mejor pregunta si mi madre me a golpeado.

—¿Tu madre te a golpeado? —preguntó dándome gusto.

—Si —contesté, ya se lo imaginaba.

—Ya casi terminas —sonrió.

Asentí para leer la última... no podía.

—Es la última Beck —me animó— tu puedes.

—¿Has sido... abusado... —leí con un nudo en la garganta— abusado...

—Sexualmente —terminó por mi.

Cerré los ojos para bajar la mirada, como le decía que me habían violado desde los seis hasta hace un par de años... que mi madre me vendía para pagar sus drogas.

Que dejaba que sus "amigos" me tocaran, me violaran e hicieran de mí lo que quisieran sin importarle que me hicieran daño.

Como le decía que a los seis una loca casi me mataba ahorcandome para violarme y dejarme ahí tirado.

—Si —susurré.

—Beck —me llamó— puedes verme por favor.

Levante la mirada, una lágrima había rodado por mi mejilla la cual seque rápidamente.

—Le falto la más importante —le miré.

—¿Cual? —preguntó confundido.

—¿Mi psicólogo es un idiota? —pregunté serio.

Él sonrió negando con la cabeza.

—Si —contesté.

Tome mi dinero que me había ganado.

—¿Quieres hablar de eso? —me preguntó.

—No, ya se divirtió demasiado conmigo hoy —dije levantándome del sofá.

Me acerqué a la puerta dudando por un momento.

—Me quieres ayudar verdad —le recordé lo que me dijo la primera vez.

—Claro que si —aseguró sin dudarlo.

—Entonces no hagas un reporte de esto —pedí— no me separes de mi hermano.

Él se quedó serio, salí de su oficina con demasiados sentimientos.

Fui al baño para echarme agua a la cara, quería despejarme de lo que le había contado.

No pude... confesarlo solo me lleno la cabeza de recuerdos que había tratado de olvidar por años.

Me miré en el espejo, odiaba lo que veía.

Mi puño golpeó el espejo, una y otra vez.

Cada golpe era más fuerte, uno, tras otro.

Un golpe por cada persona que me toco, que me humillo y lastimo... iba por la mitad hasta que unos brazos me alejaron.

—Venga ya está Beck, ya está —calmó Eliot.

Caímos en el suelo en el forcejeo, empecé a llorar, llorar como no había hecho en años.

—Jay la puerta —ordenó Eli.

El ojiazul salió a cuidar la puerta para que nadie entrara.

—Ya está, tranquilo —dijo dando unas palmaditas en mi hombro.

Respire para calmarme, nadie veía a Beck Jones llorar.

—No hagas eso —me miró— no lo guardes, déjalo salir.

Negué con la cabeza, si lo hacía no podría parar.

Después de un par de minutos me calmé, fue entonces cuando me empezó a doler.

—Así que por fin te quebró —dijo mirándome.

—No, pero creo que mi mano si —comenté mirándola.

Estaba llena de sangre, ya estaba al doble de su tamaño usual.

—Eso no se ve bien —agregó asqueado— te llevare con la enfermera.

—Ya que —me quejé.

Eliot me ayudó a levantarme, en la puerta estaba Jason empujando a un chico.

—Por favor ya no aguanto —pidió el de primero bailoteando.

Jay le plantó cara molesto, a nada de hacer que se orinara ahí.

—Jason nos vamos —le dijo Eliot.

Nos miró molesto por detenerlo pero recayó en mi mano.

—No nos viste —aclaró, me gustaba escuchar su voz.

Nos dirigimos a la enfermería, Mercedes la enfermera me miró asustada.

—¡Beck! —exclamó.

—Tranquila está vez es mi sangre —sonreí.

Ella puso los ojos en blanco, y me sentó en la camilla.

Empezó a limpiar la sangre lo cual dolía insoportablemente.

—Lo está disfrutando no es así —gruñi entre dientes.

Ella suspiró, claro que lo hacía.

—Beck tienes que ir a un hospital —concluyó alejando el algodón lleno de sangre— yo creo que puede estar rota o por lo menos fracturada.

—Está inflamada nada más —la calmé— póngale algo de hielo y ya está.

Ella negó molesta, escribiendo algo en una nota.

—Iras al hospital —aseguró— llamaré a tu madre para que venga por ti.

—Claro, si la contacta —me burlé.

Ella suspiró, todos aquí sabían que mi madre era una perra.

—Tendré que llamar a tu trabajadora social —soltó, todos los profesores aquí estaban al tanto.

—Está en Atlanta por un caso —mentí— venga ya estoy bien solo hielo y vendas.

—Entonces tendrá que venir otra persona —insistió.

—Yo lo llevo —interrumpió Eliot— llamaré a mi padre, él trabaja con mi papá así que no habrá problema.

Después de un par de súplicas ella aceptó, el papá de Beck no tardó en llegar para llevarme al hospital.

Estuvimos un largo rato esperando al doctor, hasta que llegó quien no esperaba ver.

—Beck —me llamó preocupado.

—¡Grinch! —exclamé— ¿Qué haces aquí?

—Tus amigos me dijeron que estabas aquí —contestó— ¿Ya te atendieron?

—No, al parecer hay mucha gente —comentó molesto Grant— nos hacen perder tiempo.

Asentí, ya me quería ir de aquí.

—Me voy a quedar con él, usted puede irse si necesita volver a su trabajo —se ofreció.

Grant me miró, no estaba seguro de irse o no.

—¿Está bien si me voy? —me preguntó,

—Si, voy a estar bien —lo calmé— anda al rato te veo.

—Tomate el día —me permitió— si me necesitas me llamas.

Asentí para verle irse.

—¿Cuánto llevas esperando? —preguntó.

—Una hora —contesté cansado— como sea estoy bien solo me hacen perder mi tiempo.

Él examinó mi mano, al momento de tocarla di un pequeño salto.

—Bien como te lo dije —aseguré burlón.

—¿Acaso crees que soy estupido? —me preguntó.

—De verdad quieres que conteste —murmuré mirándole serio.

Él negó con la cabeza y se fue a pelear con un doctor, para ser un psicólogo era divertido verse pelear.

—¡Una hora! —le gritó— tiene la mano rota y lleva esperando una hora.

—Señor no exagere —lo calmó— si la tuviera rota no estaría tan tranquilo.

Él suspiró para juntar sus manos.

—¿Lo conoce? No —gruñó— ahora lo va a revisar o demando al hospital por negligencia médica, porque esos tres solo los he visto comer en vez de atenderlo.

Los pasantes que disfrutaban de su café se dieron la vuelta.

Él doctor suspiró para seguir a Grinch hasta donde estaba.

—¿Cómo te sientes? —preguntó el doctor.

—Estoy bien —contesté.

—Bueno déjame revisarte antes de que tu padre mate a alguien —bromeo.

Miré a Grinch divertido.

El doctor miró mi mano, se acercó para tomarla, una oleada de dolor me recorrió por todo el cuerpo.

—Puedes abrir y cerrar el puño —pidió.

Traté de hacerlo pero a penas y pude mover el dedo pequeño.

—Te sacaremos una placa de acuerdo —dijo mirando mi mano.

—¿Está rota? —pregunté nervioso.

—Es probable —contestó mirando a Grinch apenado— ¿Qué ocurrió?

—Practico box, estaba entrenando y me distraje —mentí— creo que golpee mal.

Él asintió creyéndosela por completo, solo sentí la mirada de Grinch.

Me hicieron la radiografía y esperar otra media hora más, a este punto ya me quería ir.

—Me largo —dije poniéndome de pie en la habitación del hospital.

—Siéntate —gruñó él.

Suspiré abrumado, esperaría a que distrajera para huir... el doctor llegó para arruinar mi plan.

—Bien muchacho tienes fractura en tres falanges y ruptura de dos metacarpos —explicó— supongo que golpeaste mal más de una vez.

—Me emocione —sonreí— pero bueno póngame el yeso para poderme ir.

—Lo siento Beck pero eso no es posible, el daño es muy grande y necesitas cirugía —dijo lo que no quería escuchar.

—¡¿Qué?! —exclamé— ni hablar no.

—Beck...

—No tu cállate —le grité— no tengo tiempo para una cirugía, póngame el estupido yeso y me largo de aquí.

—No puedo...

—Entonces me largo —interrumpi, por error me apoye en la mano mala —Joder —grité.

El doctor miró a Grinch por ayuda.

—Puede dejarnos a solas —pidió.

No lo pensó solo salió.

—Beck, tienes que hacerte esa cirugía —dijo tomándome de los hombros para sentarme.

—No puedo...

—Entiendo que tengas miedo pero... —me interrumpió.

—No puedo dejarlo solo —confesé.

Él me miró para suspirar.

—Llamaré a Linda —sentenció— ira por tu hermano y arreglaremos esto.

—¿Arreglar que? —pregunté con molestia— deja de tratar de ayudarme que por tu culpa estoy aquí, eso es lo que querías no quebrarme, pues felicidades lo lograste.

Él pasó saliva, se levantó del sofá de donde estaba para aproximarse a la puerta.

—¡Eso vete! —grité— como todos en mi vida, al igual que ellos no regreses.

—No me voy Beck —contestó sin mirarme— estaré afuera haciendo llamadas.

Me había fregado la vida.

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