Crowley

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En ese momento todos los planes que había ideado se me olvidaron.

—Yo... —dije nervioso.

—Sin mentiras Samuel —gritó molesto.

—Lo siento —chille, si mis hermanas lloraban para salirse con la suya porque yo no.

Mi padre suspiró, ambos nos sentamos en su sillón.

—Puedes decírmelo —se calmó.

—No, no me creerás —contesté.

—Yo creo en ti hijo, dime que ocurre —pidió amable.

Entonces le conté, parte de mí se moría por contarle la verdad.

—Fue un accidente —establecí— Beck encontró a su madre tratando de tomarse las medicinas de su hermano, forcejearon y ella se resbaló golpeando su cabeza... él me pidió ayuda así que lo ayude...

—Samuel debiste haberme llamado —regaño molesto.

—No le hubieras creído que fue un accidente o si —recriminé.

Él lo pensó y suspiró.

—Entonces...

—Bueno sabíamos que no podíamos llamar a la policía así que ideamos el plan de hacerlo pasar por un accidente, ahí fue cuando de verdad me lastimé —confesé— creó que todo hubiera salido bien si no hubiera dejado el teléfono.

Mi padre me miró serio pues no le hacía gracia.

—¿Tú... nos meterás a la cárcel? —pregunté nervioso.

Él se quedó un momento procesando los hechos.

—No claro que no —dijo no muy convencido— el caso se cerró y creo que merecen una segunda oportunidad.

—Gracias papá —expresé dándole un abrazo.

Él correspondió al abrazó, un abrazo fuerte.

—Sammy necesito saber quién está implicado en esto —pidió nombres— quiero saber cómo actuar si pasa algo.

—Beck, Tristan y yo —confesé.

—Metieron al niño en esto —dijo algo asombrado.

—De quien crees que fue la idea —me defendí.

—Tiene sentido, no son tan listos —se burló.

Yo le miré algo molesto pero él solo sonrió.

—Sabes que estás castigado verdad —me dijo lo que esperaba no llegara— hasta la universidad... posiblemente hasta que me muera.

Suspiré abrumado pero aceptándolo.

—Me lo esperaba —contesté.

—Y no puedes ser más amigo de Beck —obligó.

—Papá...

—Sam —dijo claro, no cambiaria de opinión.

—Dijiste lo mismo de Cade —bufé algo molesto.

—Tu y yo sabemos la clase de chico que Cade era, y aunque admito que me equivoqué eso no significa que no mintiera los últimos meses de su vida —me recordó.

—Lo hizo para protegerme...

—Y Beck no, él te involucró en un crimen —remarcó— los amigos no hacen eso.

—Pero si se apoyan entre sí —asegure.

Me levanté del sofá de mi padre para salir, él me miró.

—No estoy jugando Sam —estableció— no te quiero ver cerca de él.

—Si papá —mentí.

Hubo tantas oportunidades para que mi muerte no sucediera, una de ellas fue no haberle hecho caso a mi padre.

Baje a mi cómodo sótano llamado recámara.

Me tiré al sofá para ver mi computadora, Beck había sido mi mejor amigo cuando niño, sin embargo al mudarme había sido Cade Hope quien de una manera u otra fue quien me ayudo afrontar todos esos años.

Admito que me la vivía en su casa pues era mejor que estar en la mía rodeado de mujeres, él era un idiota que siempre me llamaba rubia, estaba seguro que envidiaba mi cabellera.

había enfermando de cáncer lo que lo llevó a su muerte... nunca lo supe pues lo oculto bien, un día simplemente recibí una llamada anunciando su muerte.

Miré la foto cuando un par de lágrimas rodaron por mis mejillas, las sequé rápido porque aún no me permitía llorar por él.

El ruido de un golpe me sacó del trance, Beck había entrado por mi ventana azotandose como siempre.

—Mierda —susurró.

—¡¿Qué haces aquí?! —exclamé confundido.

Él me miró arqueando la ceja, la voz de mi madre me llamó.

—¿Qué fue eso Sam? —preguntó mi mamá desde arriba.

—Nada solo me tropecé —le grité.

Con lo torpe que soy no era para preocuparse.

Esperamos un momento hasta que mi mamá se fue para regañar a las gemelas.

—¿Y bien? —pregunté en un susurro.

—Venía hablar contigo —contestó— sobre lo del teléfono y eso.

—Está bien, mi padre lo sabe —explique.

—¡¿Qué?! —exclamó— estás loco porque le dijiste.

—Descubrió que era mi teléfono —confesé— pero tranquilo no dirá nada.

—¿Cómo estás tan seguro? —cuestionó.

—No metería a su hijo a la cárcel —asegure— lo dijo de verdad y para él su palabra es lo más valioso.

Él suspiró abrumado.

—¿Quién es él? tu novio —se burló viendo la foto.

—Mi mejor amigo —sonreí.

—Pensé que yo era tu mejor amigo —se quejó levantando la ceja.

—No, es él —confesé riendo.

—Golpe bajo Sammy —soltó dolido— aún así yo estoy aquí y él...

—Él está muerto, murió hace un año —dije, su cara cambió a una de vergüenza— cáncer.

—Lo siento —murmuró.

—Está bien, era un idiota como tú —recordé— y hablando de idiotas papá ya no quiere que me junte contigo.

Él se quedó serio por un momento.

—No lo culpo, yo nunca dejaría que Cas se juntara con alguien como yo —entendió calmado.

—¿Alguien como tú? —pregunté.

—Alguien que a estado en la cárcel tres veces, que golpea solo porque le miran y que mató a su madre en un accidente —murmuró nada orgulloso.

Suspiré y me acerqué a él.

—Alguien como tu es un amigo que esta en las buenas y en las malas, más que un hermano eres un padre para Cas, un chico de diecisiete no debería de recibir esa carga pero aún así tú lo haces y lo haces muy bien —afirme— ¿Por que estuviste en la cárcel? —pregunté para llegar al punto.

Él bajo la mirada.

—Robe un auto que después estrelle, casi mato a un chico a golpes y asalté una farmacia —murmuró.

—¿Y lo hiciste por...

—Tenía que llevar a mi hermano al hospital y al devolverlo se me fue la mano, el chico era el que le vendía la droga a mi madre y el asalto fue para conseguir medicina para Cas —explicó.

—No eres malo Beck, solo estás en el lugar equivocado —lo hice ver— ahora con todo ese dinero estoy seguro que puedes iniciar de nuevo.

Él asintió y sonrió con un dejó de tristeza.

—Ya compre una casa —sonrió.

—¿No necesitas ser mayor de edad para eso? —pregunté confundido.

—Estoy emancipado legalmente y soy tutor legal de mi hermano así que no —explicó— es una casa no tan grande pero es una mejor zona que en la que estábamos, también compre un auto usado.

—Es un buen inicio —reconforte.

—Gracias —dijo sincero.

—Sabes que no le haré caso a mi papá verdad.

—No, claro que no —dijo riendo.

—Solo no vengas aquí metiéndote por mi ventana como un ladrón —dejé en claro.

—De acuerdo —aceptó— te veo mañana Sammy.

—Nos vemos —me despedí

Él salió por la ventana con gran agilidad.

En ese momento no lo sabía pero a partir de que cruzo esa ventana empezaba mi cuenta regresiva por que en exactamente un mes diecinueve días y cincuenta minutos iniciaría mi muerte.

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