El crimen del Anticristo

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Tomé el teléfono y marqué el número de Tris, tardó en contestar y me lo suponía pues debía estar dormido.

—Hola —dijo una voz medio adormilada.

—Tris —lo llame.

—Sam son las doce déjame dormir —exclamó.

—Tris necesito tu ayuda... estamos en problemas —confesé.

—¿Qué? —preguntó confundido.

—No puedo decirte más... solo ven a casa de Beck —dije para después colgarle.

Él llamó un par de veces más pero sabía que si se lo contaba no vendría.

—No vendrá —dijo Beck desanimado.

—Lo hará —aseguré.

—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó desconcertado.

—Porque confío en él —confesé.

Él sonrió ante lo dicho.

—El pequeño Sammy siempre confiando en todos —se burló.

—Si no lo hiciera tú y yo no seríamos amigos —me defendí.

Él me miró, esa mirada que me traía muchos problemas.

—Gracias —susurro sincero.

El tiempo pasó y con cada minuto que pasaba me sentía más presionado, Casper se quedó dormido lo que tranquilizaba las cosas.

Después de veinte minutos Tris llegó, un chico aún en pijama con estampado de patitos.

—¡Por que tardaste tanto! —exclamé algo molesto.

—Yo... corrí... hasta acá —dijo entre suspiros— necesito... sentarme.

El chico se tiro en el sofá cansado, no vivía muy lejos pero era un gran esfuerzo.

Cuando por fin se calmó pudo hablar.

—¿Y para qué requieren mis servicios? —preguntó en tono burlón.

Beck suspiró frustrado.

—Necesitamos que nos ayudes con algo... un poco delicado.

—Interesante... como esconder un cuerpo —se burló.

Beck y yo nos miramos algo tensos.

—¡Que mierda! —gritó retrocediendo.

—No grites despertarás a mi hermano —exclamó Beck molesto.

—Son unos idiotas —dijo Tris bajando la voz.

—Tristan se que esto no se ve bien pero eres la única persona que puede ayudarnos —pedí nervioso.

Él lo pensó por un momento.

—Por que debería ayudarlos, tú nos dejaste hace nueve años sabiendo que te necesitábamos y tú te la pasas golpeándome e insultándome —se quejó el menor.

—Tal vez por que eres un puto niño maricon —dijo Beck— te quejas de que te golpeó pero si no te has dado cuenta soy el único que lo hace.

—Porque eres el único idiota —exclamó molesto.

—Sabes cuantas caras tengo que golpear a diario por que hablan mal de ti —se acercó más a él— a cuantos no les he partido la madre para que ni siquiera se atrevan a tocarte un pelo maldito malagradecido.

Tris se quedó serio por unos segundos.

—Bien enséñenme en qué estoy metido —aceptó.

Subimos a donde se encontraba su madre, Beck contó lo ocurrido pero Tris se limitó a observo detenidamente, examinó cada detalle.

Yo ya no podía verle sentía que me iba a desmayar.

—¿Y bien? —preguntó Beck nervioso.

—Bueno está muerta —contestó con media sonrisa.

—Habla Tristonto —ataque con su viejo apodo.

—No hay que decir —murmuró— no sé qué hacer.

Beck suspiró frustrado.

—Creo que si llamo a mi padre él podrá entender, a demás tu madre no era una santa —dije nervioso— seguro si le contamos todo lo que te a hecho entienda.

—No —intervino Tris— si contamos todo lo que le a hecho pensarán que lo hizo a propósito.

Tenía razón, estábamos perdidos.

—Podemos enterrarla... no sé desintegrarla con ácido —dijo Beck desesperado.

—Esto no es un programa de televisión Beck—conteste abrumado.

Nos quedamos en silencio por un momento.

—Tu madre no era una santa —soltó Tris de la nada.

—Amigo eso ya lo sé pero por favor está ahí tirada, muerta, pueden dejar de decirlo —pidió molesto.

—No, no lo entienden ella no era una santa y desaparecerla no es una opción —dijo teniendo una idea.

—¿Por qué? —pregunté confundido.

—Con un hijo enfermo y uno que entra y sale del reformatorio, servicios sociales la tiene bien ubicada —explicó Tris— si desaparece se abrirá una investigación.

—Pero... —dije esperando algo que nos ayudara.

—Pero si la encuentran muerta nos libraríamos de todo —soltó con esa sonrisa que ponía cuando tenía un plan.

—Niño somos de lento aprendizaje explícate —exclamó Beck a nada de soltarle un golpe.

—No podemos desaparecerla pero si podemos hacer que la encuentren muerta —contestó.

—¿Tienes un plan? —pregunté confundido.

—Oh claro que si —sonrió— ¿Tu madre estaba ebria cuando esto pasó?

Beck soltó una carcajada.

—Es miércoles tu que crees —respondió riendo.

Y tenía razón, era más fácil preguntar cuando era la última vez que su madre había estado sobria.

—Muy bien entonces esto es lo que haremos...

El plan era fácil... o eso esperábamos.

Lo primero era salir de ahí.

El patio trasero conducía al bosque, fácil.

Lo difícil fue pasar el auto por la inestable cochera hasta el patio.

Una vez ahí con el auto estacionado solo faltaba lo más importante, el cuerpo.

Beck era fuerte sin embargo no lo suficiente como para poder cargar el cuerpo gordo de su madre.

Los tres con guantes y bolsas de plástico en los pies cargamos el cuerpo de su madre que había duplicado su peso.

Llevamos el cuerpo hasta la parte trasera, hubiera querido decir que la dejamos con delicadeza pero no era cierto, azoto como res en el asiento trasero.

—Mi hermano está dormido y dudo que despierte —dijo Beck algo cansado.

—Bien nosotros nos iremos ahora, te veremos en el lugar —apresuro Tris.

Él asintió, estábamos por irnos.

—Suerte —exclamé.

—Igual —sonrió cansado.

Nos metimos en el coche con el cuerpo de Jessica en la parte trasera, el olor empezaba a ser terrible.

El segundo paso del plan era crear la distracción, Beck se quedaría en casa para llamar a la empresa donde trabaja su madre.

Claramente no estaría ahí pero eso dejaría registro de un hijo preocupado.

Unos minutos después pediría a la vecina que cuidara de su hermano mientras él salía a "buscarla".

Mientras él realizaba ese plan nosotros salíamos por el bosque hasta la carretera 30, una carretera que nadie usaba.

Tristan iba conduciendo ya que yo apenas y podía sostenerme de los nervios.

—¿Crees que funcione? —pregunté nervioso.

—Eso espero —suspiró él.

Llegamos rápido pero la espera fue larga.

Casi cuarenta minutos después llegó Beck cansado.

—Bien hagámoslo —soltó.

Nos acercamos a lo que era un pequeño lago.

—¿Qué traes ahí? —pregunté confundido mirando aquella bolsa.

—Creo que debe verse más creíble —dijo sacando un six de cerveza.

—Mira que no eres tan tonto como creí —se burló Tris.

Beck solo gruñó, esparció dos latas en todo el coche, otras solo las dejó en el suelo del auto.

El penúltimo punto era el más complicado, partir la pequeña cerca de madera vieja.

—¿Por qué tengo que ser yo el que lo haga? —pregunté nervioso.

—Porque Beck no puede ser y ni muerto lo hago yo —explicó Tris.

Yo solo suspiré, el plan era simple, tenía que partir la cerca que conducía al pequeño lago, según Tristan parecería que la madre de Beck conducía ebria.

Me metí en el coche y suspiré, tenía miedo de salir lastimado.

—Bueno ahora no tenses tu cuerpo —recomendó Tris para apartarse.

Beck seguía ahí con cara de preocupación.

—No tienes que hacerlo —me aseguró.

—Claro que si —suspiré— ahora apártate antes de que me arrepienta.

Él sonrió débil y se alejó, prendí el auto para empezar avanzar.

Necesitaba una velocidad considerable pero no tan alta para matarme.

Atravesé la cerca tan fácil que termine golpeándome contra el volante además de quedar más cerca del lago de lo esperado.

Baje del auto a tropezones.

—¿Estás bien? —preguntó Beck asustado.

—¡Termina con esto! —exclamé mientras las lágrimas salían.

La parte final era acomodar el cuerpo en el asiento del conductor.

Beck colocó a su madre para después dejarla ir al fondo del lago.

Los tres observamos cómo el auto se hundía junto con los problemas de Beck.

Volvimos caminando, mi pecho me dolía horrores, solo esperaba no haberme roto nada.

Llegamos a una pequeña parte en la que los tres nos íbamos por nuestra parte.

—Gracias —dijo Beck sincero.

—Fue un placer —sonrió Tris— ahora me voy por que si mi madre no me encuentra ella ocultara un cuerpo.

El menor se fue riendo dejándonos a solas.

—¿Estás bien? —me preguntó.

—¿Tú lo estás? —pregunté.

Él solo bajo la cabeza, era su madre pero comprendía si no se sentía de tal manera.

—Te veré mañana —dije para irme.

Llegué a mi casa y me metí por la misma ventana por la que salí.

Me cambié de ropa y me tiré en la cama para dormir esperando olvidarme de todo.

Olvidando que no llevaba mi teléfono, se había quedado en el auto.

Aunque eso no lo sabía en esos momentos.

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