Ragnarök

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Nos concentramos en las tres personas que podían haber estado presentes aquella noche.

—¿Quiénes son? —me atreví a preguntar.

—Bueno uno es Jason —mencionó.

—Perfecto, ¿Quién es Jason? —me adelanté.

—Un metro setenta de pura maldad —aseguró Tris.

Beck sonrió negando por un momento.

—Jay era uno de mis amigos...

—Otro criminal —murmuró Tris aún molesto.

—¡Tristan! —regañe.

—Es verdad, mató a una persona —mencionó.

Esperaba que Beck lo negara pero no hizo nada.

—¿Con que gente te juntas? —ataqué.

—No lo mató solo medio lo mató —trato de arreglar— y aún así es mejor persona que nosotros.

Puse los ojos en blanco para proseguir.

— ¿Crees que sea él? —pregunté.

—No, Pomi se fue hace un par de meses y no he sabido nada de él —murmuró— y de saber algo el cabron es más de chantajear.

—Bueno entonces quien —apresuré.

—Está Eliot pero evidentemente él no es —aseguró.

—Tal vez esta contigo para que no digas su secreto —murmuro Tris.

El chico se giró para meterle un tremendo putazo en el hombre, mire a Tris que se retorcía.

—Si me lo merecía —susurró.

—Bueno si no es Eliot ¿Quién? —pregunté.

Beck se quedo pensando hasta suspirar.

—Grinch —murmuró.

—¿La cosa verde que se roba la navidad? —pregunté confundido.

Ambos se empezaron a reír de mí, tomé una de las almohadas para lanzárselas a la cara.

—Grinch es el terapeuta escolar —explicó Beck.

—Joder, con lo que sabes del psicólogo con razón dejo de atenderte —murmuro— eso o lo traumaste.

Beck se giró para verle alzando la ceja.

—¿A caso quieres otro golpe? —preguntó molesto.

El pequeño negó algo asustado.

Estaba por contarme cuando el teléfono de Tris sonó para revisarlo.

—Oh no, mierda, mierda —murmuró levantándose.

—¿Qué? ¿Es él? ¿Qué quiere? —pregunté nervioso.

—Es mi madre, sabe que no estoy en la escuela —dijo aterrado— Este es mi fin.

—No seas dramático —lo calme.

—No... si es su fin —aseguró Beck.

El menor asintió nerviso, entró a la habitación para despedirse de Cas y posteriormente salir corriendo, ya se le ocurriría algo bueno.

Me quedé solo con Beck como de costumbre.

—Entonces, ¿Qué sabes de él? —preguntó.

Él negó para mirarme.

—No es lo que sé, es de lo que lo puedo acusar —confesó.

Mire a mi amigo confundido.

—El te...

—No, eso no a vuelto a pasar desde que aprendí a chocar mi puño contra un rostro —aseguró— pero él lo sabe.

Abrí los ojos probablemente como platos para después quitar esa mirada.

—¿Qué tanto sabe? —pregunté.

—Lo sabe todo Sam —confesó algo incómodo.

Suspiré para sentarme a su lado, yo sabía... sabía que la vida de Beck había sido mayor que una mierda, que había cosas que no era capaz de decir... cosas que aún le lastimaban.

—Hiciste lo de siempre verdad —murmuré.

Él asintió, entendía entonces porque el hombre le tenía miedo a Beck.

—¿Crees que él fue? —pregunté.

—Tal vez, no lo sé —bufo— pero si fue él no creo que lo diga.

—Tanto confías en ese señor —murmuré.

—La verdad es que ya no se... estoy acostumbrado a que las personas me lastimen así que no me sorprendería.

—Yo no haría eso —asegure.

—Ya lo has hecho —susurró.

Le mire, tantas cosas que se guardaba el cabron.

—¿Irme? —pregunté.

Él asintió sin mirarme.

—Esa no era mi decisión, si entiendes que a esa edad no decidía por mi —le recordé— ni ahora al parecer.

Él asintió sin muchos ánimos.

—Sabes cuando llegue ahí mis primeros días me la pasaba chillando —confesé.

—No lo dudo, desde pequeño eras un dramático —me miró por fin— aún lo eres.

Le mostré el dedo medio a lo cual solo contestó con una risita burlona, no soy un chillon soy muy sensible solamente.

—Como sea, el punto es que mis padres para callarme siempre me decían que vendríamos el fin de semana y así me trajeron por dos años —conté— me di por vencido pero nunca me olvide de ti.

—¿No me remplazaste con un tal Cade? —preguntó ofendido.

—Remplace un cabron por otro —sonreí.

Él negó la cabeza ofendido.

—Te prohíbo tener alguien más cabron que yo en tu vida —aclaró.

—El chico nunca me dijo que se estaba muriendo, ¿De verdad quieres pelearte con un chico muerto? —pregunté resaltando los hechos.

Negó aceptando su derrota, incluso muerto Cade seguía ganando.

—Estoy aquí, hicimos algo que nos unirá de por vida —le recordé— puedes aceptar el pasado y proseguir.

Él me miró para asentir.

—Está bien, te perdono rubia estupida —me llamo.

Lo abracé con fuerza, porque sentí que tenía que hacerlo ante aquella frase que solía decirme mi mejor amigo, nos quedamos así por unos minutos.

—Ya suéltame Sam —bufo quitándome de él.

—Bien perdimos mucho tiempo que hay que recuperar —sonreí— qué tal si vamos al deshuesadero a romper un par de cosas.

—No podemos —arqueo la ceja.

—No me digas que ya lo quitaron —me asusté.

—No solo que yo no puedo —confesó— me destroce la mano hace unos meses, no puedo hacer fuerza aún, por eso mi gancho izquierdo mejoró demasiado.

Me quedé pensando en lo que había dicho.

—Vaya que si —sonreí sorprendido— ¿De que más me perdí?

Entonces nos pusimos al día, básicamente no había pasado mucho más que sus tres condenas, una nueva panadería no muy lejos de aquí, altos y bajos con su hermanito, tantas cosas que parecía una vida entera.

Yo... yo le conté de mi, mi vida en aquella ciudad con una cafetería en cada esquina sin mentir, le conté de mi primer beso, mi primera peda, la mayoría de mis primeros.

Pasamos horas hablando hasta que me tuve que ir, me fui a despedir de Cas.

El chico se veía cansado y como no después de todo lo que me había contado su hermano.

—Nos vemos Caspi —dije revolviendo su cabellera.

—Sam —sonrió feliz— me alegro que hayas vuelto.

—Me  alegro de volver a verte —sonreí.

El chico me abrazo y yo le abracé de vuelta, no era difícil no amar al chico cuando desbordaba alegría y cariño.

—Tenemos un trato Sam —susurro el pequeño.

Asentí sin dejar de abrazarle.

—¿Ya lo sueltas? —preguntó Beck.

—Sabes mentí hace rato, solo volví por este chico —sonreí.

—Me lleve todo el encanto —sonrió el pequeño.

Me reí para soltarlo de una vez por todas.

—Nos vemos chico —choque puños con él,

—Nos vemos —asintió— te quiero.

—Yo también —dije dando un abrazo fugaz antes de que su hermano se molestara.

Salí de la habitación, Beck choco puños conmigo.

—¿Puedes salir solo del infierno? —preguntó.

—Por favor —sonreí— ya no me tienes que llevar a casa como cuando era pequeño.

El chico revolvió mi cabello para sacarme de su casa, caminé rumbo a la mía pensando en muchas cosas.

Una vez aquel idiota de mí pasado me dijo que donde yo estuviera él estaría, me lo tome a broma como todo lo que salía de su boca, pero después de su muerte nunca deje de pensar qué tal vez lo sabía pero no lo quise ver.

Me dio tantas indirectas que ahora sabía que había podido pasar más tiempo con mi mejor amigo... era mi culpa no haberlo hecho.

Empecé a sentirme acosado en un momento del trayecto.

—¿Te llevo algún lado? —preguntó la voz de un hombre.

—Aléjate mi padre es policía —dije apresurando el paso y diciendo lo que mi padre siempre me decía que hiciera si un extraño se me acercaba.

—Tu padre está muy orgulloso Sammy —reconocí.

Me giré para verlo en su auto.

—Hola papi —sonreí torpe.

—Sube al auto Sam — pidió.

—¿Esto aún es una prueba? —pregunté confundido.

Me vió con la cara de siempre "No mames Samuel" me metí al coche nervioso.

—Para que sepas lo siguiente era correr, buscar a alguien que me pueda ayudar y llamarte —agregué por si las dudas.

Él asintió no muy contento.

—¿Por qué estabas aquí? —preguntó molesto.

—Bueno escuche de una nueva pastelería...

—Sam —me gritó— la madre de Tris me llamó asustada porque su hijo no estaba en la escuela así que fui y adivina quien tampoco estaba —regaño.

También era mi fin.

—Solo me salte educación física, de todas maneras no puedo entrar —trate de defenderme.

—Esto no se trata de si faltas o no, si no con quien estás y que me desobedeces —regaño.

—Está bien, si estaba con Tris y si también con Beck —me delate, era obvio siendo que salía del infierno— pero no puedes prohibirme su amistad.

Él soltó una pequeña risa.

—Tu no entiendes la gravedad de lo que hicieron —expuso con molestia.

—Tu no entiendes que no quiero perder otro amigo —solté.

Mi padre me miró, no lo pude evitar y empecé a llorar.

El hombre paró el auto para abrazarme y tratar de calmarme.

—Sam —dijo abrazándome más— sé que aún te duele lo que pasó, pero no hago esto para lastimarte.

—Sé que no, pero por favor no me prohíbas su amistad —rogué.

Mi papá suspiró cansado, solo era un padre tratando de salvar a su hijo y fui tan estupido para no hacer caso.

Ahora estaba en esta cama medio muerto, medio vivo, escuchando a mi padre culparse por no hacer más... por no haberme tomado e irnos de aquella ciudad cuando tuvo la oportunidad.

Ya era muy tarde.

—No Sam, por favor hazme caso —pidió.

Negué con la cabeza molesto.

—Voy a seguir siendo su amigo quieras o no —asegure.

Él se quedó serio por un momento, sorprendió de los acontecimientos.

—Sam si no te alejas de ese chico me encargare de que regrese a donde pertenece —agregó.

—No puedes hacer eso...

—Si puedo, lo sabes bien el chico está en alerta roja un pequeño error y está de vuelta —me miró serio.

—¿Qué hay de Casper? No crees que ha sufrido demasiado, no pasará por esto él solo —ataqué dolido.

—Entonces está en ti que ese chico no sufra más —aseguró— no hay segundas oportunidades Samuel, me entero de que estuviste con él y es todo entendiste.

Asentí para cruzarme de brazos.

No dijo más para llevarme a la casa y dejarme ahí, como siempre la cena fue demasiado silenciosa.

Antes de acostarme recibí un mensaje de Beck.

Quería contestar, quería decir que si pero no lo hice... prometí no hacerle daño, prometí quedarme a su lado... tantas promesas que rompí en una noche.

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