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—¿Qué haces?

—Nada.

—¿Quieres dejarlo ya?

Marco rodó los ojos, pero no se volvió a la persona que le hablaba y continuó con su tarea.

—¿El qué? —preguntó, remangándose.

—Esas fotos no cambiarán nada, ¿lo sabes?

Allí estaba el castaño, en su habitación, colocando fotos con ayuda de chinchetas en las paredes. Fotos en las que aparecían él y Star, y a veces más personas.

—Claro que lo sé. No soy idiota...

—¿Entonces por qué lo haces?

—Porque son buenos recuerdos.

Con cuidado, pegó una foto en la que se veía a Star muy sonriente, con su brazo rodeando los hombros de Marco. Este sonreía forzadamente.

—Recuerdos que sólo te dañarán más.

Marco ignoró ese comentario y sólo siguió colocando fotografías. Las había ordenado por fechas, y ahora una larga línea de fotos recorría las paredes de la habitación. Recordaba perfectamente todos los momentos vividos en aquellas memorias a papel...

—Marco, tienes que olvidar ya todo esto. Superarlo.

—Estoy bien. Ya ni siquiera duele.

—¿Entonces por qué haces esto?

Él no respondió y pinchó la última chincheta sobre la última foto, sonriendo al ver su resultado final.

—¡Ta-dá! —exclamó, observando la hilera de fotografías con alegría— Así nunca me olvidaré...

—Estás siendo un idiota... —dijo la otra persona con la voz temblando.

Marco se volvió a ella con los labios fruncidos.

—¿Por qué dices eso?

—¿No lo ves? Di lo que quieras, pero esto no es bueno para ti.

—¡Claro que lo es! ¡Estoy perfectamente bien! Unas cuantas fotos no hacen daño.

—¡Ya no son sólo las fotos...! —El otro hablante se abrazó a sí mismo— ¡Mírame! ¡Yo soy el problema!

Marco desvió la mirada y escondió las manos en el bolsillo de su sudadera.

—No sé a qué te refieres...

La otra persona caminó hacia él y le agarró el rostro con las manos para que la pudiera ver a los ojos. Mirada azul se cruzó con marrón al instante.

—Marco, por favor... —murmuró Star, con los ojos llenos de lágrimas— Estoy muerta. Acéptalo ya.

Marco se deshizo del agarre de su amiga y le dio la espalda, para no tener que ver su dolor.

—Star, estoy bien —respondió con sequedad—. Todo está bien. Que tú estés aquí no es nada malo, ¿verdad?

—Sí que lo es, Marco.

—No, no lo es. Ahora estamos juntos... —Se giró de nuevo, sonriendo con calma. Extendió los brazos con ternura— Sólo un tiempo más. Te pido un tiempo para estar tú y yo, Star.

Ella se sorbió los mocos y se lanzó sobre él para abrazarlo.

—Sólo un tiempo más... —repitió la rubia— Y dejarás de dañarte.

—Te lo prometo —respondió él, dejándose abrazar por el aire mientras dos gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas.


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