12. Una milla.

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—No sé de lo que me hablas, Trevor no hizo más que darme pura felicidad. —Dyan pone sus ojos en blancos y recupera su postura, apartándose del árbol.

—Lo que tú digas, Amunet. —Menea su cabeza en dirección a la salida del bosque—. La cena se cancelo y como se que no tienes ganas de volver a casa, te tengo un mejor plan.

— ¿Qué plan? —pregunto cuando me da la espalda.

—Si me sigues lo vas a descubrir por ti misma y me ahorrare muchas palabras, apúrate Amunet.

Cuando veo su cuerpo perderse por los arboles regreso a las calles de Burblon, reacciono y consigo alcanzarle justo cuando va a cruzar la calle. Dyan me ofrece un cigarro cuando comenzamos a caminar por la vereda de al frente y me extiende el mechero después de aceptárselo.

Al salir de las calles de Burblon, Dyan toma un atajo entrando por un callejón abierto que da hacia la cuadra de al lado. Cuando llegamos entramos en una puerta pequeña oxidada que esta al costado del edificio. Dyan pone una clave en la puerta que hay dentro del edificio, después de la oxidada y al abrirse verifica que nadie nos haya visto.

—Teníamos pensado enseñarte este lugar el mes que viene, cuando Leartled cumpliera sus diez años, pero veo que el momento se adelanto —me cuenta, antes de encender la luz del lugar.

Sin pulso me quedo helada sobre mi lugar al ver lo que hay dentro. Un jadeo sale de mis labios entre abiertos cuando recorro con mi vista todo el lugar. El edificio de dos plantas está repleto de coches, de todas las marcas, modelos, de lo que busques y esperes. En una parte de abajo, en un sector no tan grande, también hay motocicletas.

Al final del edificio cerca de la puerta donde salen los vehículos, hay un elevador donde se pueden bajar los vehículos de arriba. Dyan, divertido al ver mi expresión, me saca el cigarro que tenía en la mano y lo tira en el piso al igual que el suyo para apagarlo con la suela de su zapato. Tomándome del brazo me arrastra hasta el medio del edifico y con un meneo de cabeza me enseña el lugar de arriba detrás de mí.

Dyan apoya sus manos en mis hombros masajeándolos para darme apoyo cuando los ojos se me nublan de lágrimas. Expulso el aire de mis pulmones y parpadeo varias veces para que las lágrimas se aparten antes de que Dyan vuelva a hablar.

—No hay mejor persona para merecer todo aquello, no solo lo pensamos, lo sabemos porqué para Trevor no solo eras importante. Para Trevor tú eras su vida. —Aprieto mis labios bajando la mirada hacia las puntas de mis zapatillas—. La vida de Trevor se resumía en adrenalina, misterios, su vida eran las carreras y a ti te hizo parte de ella.

Cuando quedo estática en mi lugar Dyan me alienta a ir prometiéndome que me dejara un momento a solas. Nerviosa consigo subir las escaleras de caracol que da a ese sector privado y muy bien cuidado.

Mis ojos pasan por todos sus trofeos, por cada triunfo y cada recuerdo juntos. Su primera motocicleta, su primer coche, los vehículos que obtuvo como premios, recompensas, cambios, compras, todos estacionados a la perfección como si fuera un museo.

Sonriendo y deslizando mis dedos por cada belleza de aquel lugar, mis pies se detienen cuando llego al último. Esta vez no contengo mis lágrimas y se deslizan cuando con temor me acerco a su Maximus Charger, su coche favorito y el que uso por última vez.

A comparación de aquella noche, el coche está en buenas condiciones. Tuneado a la perfección como lo recuerdo, con sus vidrios arreglados, los asientos rojos de adentro brillosos y nuestros recuerdos muertos. Cada uno viene a mi mente como un canal al que le cuesta encender y te pasa sus mejores imágenes en un muy corto plazo.

—Este coche tiene un valor muy grande para mí. —Se acerca a la ventanilla y se inclina para poder ver a dentro—. Justamente aquí sucedieron tantas cosas, vi tantas maravillas de perfección, que tiene cada suspiro que daba en cada encuentro.

—Eres un imbécil —opino y no evito sonreír cuando los ojos azules de Trevor me observan coqueto.

—La mejor adrenalina que sentí en mi vida fue la que sentía cuando estaba dentro de ese coche en todos los sentidos que te puedas imaginar. —La parte izquierda de su labio se curva en una corta sonrisa—. Dyan tiene razón, en todo lo que dijo.

—Tú eres mi vida.

—Eso lo sé, pequeña. —Sonríe antes de desaparecer—. Eso lo sé.

Me acerco hasta el barandal para buscar a Dyan con la mirada y cuando lo hago, le pido que suba. Al acercarse una sonrisa se le ensancha al ver en donde quede y se cruza de brazos con la mirada en el coche.

—Buena elección, era su preferido —insinúa, mirándome de soslayo.

—Lo sé.

— ¿Te gustaría probarlo? Serias la primera, Trevor no dejaba que nadie lo conduzca y ahora es tuyo. —Me sorprendo al oírlo y quito mi mirada para observarlo sonriendo.

— ¿Mío?

—Todo lo que está aquí y que una vez fue de él, ahora es tuyo. —Deshace su postura y mete una mano en su bolsillo delantero. Saca un manojo de llaves y buscando la correcta, me la tira—. Es hora de una revancha, ¿Te va una milla?

— ¿Estás seguro? No quiero que luego estés llorando por los rincones. —Dyan se carcajea, dando pasos hacia atrás.

—Esta vez lo haremos a mi manera, pequeña tramposa.

Cuando nuevamente estoy sola me acerco al coche y coloco la llave en la cerradura, tomándome mi tiempo para abrir la puerta. Al hacerlo y ser invadida por miles de recuerdos, suspiro y me meto cuando Dyan me pide que me apure.

Con nerviosismo coloco la llave en el contacto del coche y la giro, logrando encenderlo al instante. Una energía que antes no había tenido me carcome entera haciéndome sonreír, antes de ponerlo en marcha para sacarlo. Al colocarlo en el elevador, Dyan no tarda mucho en presionar el botón para hacerlo bajar.

Ansiosa por ya querer probarlo, paso mi mano por el tablero y acomodo el espejo retrovisor antes de que Dyan abra la puerta hacia el exterior. Al abrirse la puerta Dyan menea su cabeza en un ademan para que lo saque y me pide que lo espere en la salida de Burblon.

Cuando presiono el acelerador con mi pie derecho una ráfaga de viento ahuyenta los mechones de mi rostro gracias a la brisa que logra entrar por la ventana abierta. Con el malestar en mi estomago y la alegría carcomiéndome cada centímetro de mi piel, no acelero mucho y llego con cuidado a la salida.

Sin saber que tocar por miedo a romper el momento único que me envolvía, estiro mi cuerpo hacia atrás bajando ambas manos hacia mi costado para esperar a Dyan. Con el nerviosismo sin haber disminuido logro conectar mi móvil en el coche y pongo un pongo de música para relajarme.

— ¿Estas preparada? —Sonríe apoyando su antebrazo en el marco de su ventana—. Cuando lleguemos al túnel, tomamos la carretera larga que da hacia la ciudad y hacemos la milla, ¿Te parece?

—Perfecto, ¿Y qué ganare si te demuestro que soy la mejor? —Dyan se carcajea observando hacia adelante, delatando cuando su nuez traga saliva.

—Bien, si es que me ganas pago los tragos, si no te los pagas tú, ¿Te va?

—Me va, ¿Entonces una milla?

—Una milla.

Una vez más ambos conducimos hacia el túnel que divide los caminos y esta vez nos colocamos en el comienzo del camino que da hacia la ciudad. Poniéndonos de acuerdo, ambos esperamos que el último coche que falta salir lo consiga para tomar aquello como la señal de comienzo.

Cuando el coche ya está llegando suspiro al oír como Dyan hace rugir su motor divertido con la situación y como me roba tiempo acelerando cuando quedo congelada sobre mi lugar. Cierro mis ojos unos breves segundos que se hacen eternos y bajo mis manos sudadas para pasarla sobre mi pantalón.

«No lo puedo hacer, mierda

«—Las carreas son esto Mun, es nuestra casa.»

Trevor, recuerdos que ya están muertos me congelan en el acto.

Nuestra primera carrera juntos, las risas que se hoyen como eco en este mismo coche, la escapada al lago, el paseo en avión, nuestra pelea en la feria, cenas en familia, el viaje a España, las cenas con los chicos, las risas, los abrazos, sus ojos azules, él y yo en navidad bajo los fuegos artificiales...

Abro mis ojos cuando escucho el claxon detrás de mí y con nerviosismo presiono el acelerador para moverme. Ya afuera del puente dejo que el viento golpee mi rostro a medida que voy tomando velocidad e integrándome a los demás coches que marchan con tranquilidad.

A lo lejos distingo el coche de Dyan a gran velocidad aproximándose a la ciudad para ganar la carrera, carrera que ya no veo como tal. Disfruto cada rincón de la parte de piloto de este coche con admiración al recordar de quien proviene y una sonrisa se dibuja sobre mi rostro cuando por el rabillo de mi ojo lo veo hacer lo que yo hice esa noche.

Saca su cabeza por la ventana dejando que sus mechones rebeldes oscuros se muevan con el viento y da el mismo grito de adrenalina que yo di. Solo que esa noche a mi me escucho todo el mundo y esta vez solamente lo puedo escuchar yo.

Cuando llego al coche de Dyan aparcado en la orilla de la carretera al terminar la milla, me estaciono al lado suyo y finjo sorpresa por su victoria.

—Escoge el bar que más te guste, te sigo.

A Dyan se le ensancha aun más su sonrisa y asiente con su cabeza para volver a acelerar, esta vez bajando la velocidad para ir al bar.

Karma, destino o casualidad, llámenlo como quieran pero cuando estaciono el coche afuera del bar donde estuve con Tyson la noche anterior, la sonrisa se me borra. Bufo con molestia cuando bajo y reconozco las motocicletas de los demás, pero agradezco al no encontrarlos cuando ingresamos gracias a todas las personas que ocupan lugar en el establecimiento.

—No pensé que estaría tan lleno, ¿Quieres irte? —pregunta aún detenidos en la puerta. Arrugo mi nariz cuando mi flequillo le da comezón y rascando el puente de mi nariz niego.

—Me da lo mismo, vamos por algo de beber —propongo, Dyan asiente con su cabeza y comienza a moverse entre las personas hasta llegar a la barra.

Le digo que pida por ambos porque la barra está repleta y detenida en mi lugar por instintos propios miro el lugar que habíamos tomado con los chicos. En ese mismo lugar y colocados de la manera exacta en la que estaban la noche anterior, están todos solo que mi lugar ahora es ocupado por alguien más.

La risa de Tyson resuena sobre el lugar cuando Lyes le arroja un cubo de hielo a Fénix y este cae a su escote provocativo. Juntos y en la aurora de tranquilidad, solo puedo ver la gran amistad que se tienen entre todos y no puedo evitar envidiarles al recordar nuestras salidas cuando estaba Trevor.

—Logre encontrar un lugar en la barra, ven.

Mis pies se mueven cuando Dyan tira de mi brazo y obligada aparto la mirada de ellos para no caer en el camino. Sentados en los taburetes Dyan me entrega mi cerveza y saca su móvil cuando comienza a vibrar. Cuando me enseña el nombre de Drake, asiento con mi cabeza para que vaya afuera para atenderlo y guardo su lugar.

Titubeo con mi mirada cuando la revoloteo sobre todo el lugar y nuevamente queda en ese sector. En como Lyes mira con ternura a Fénix y se acerca a dejar un beso en su frente, como ella cierra sus ojos y la sangre me hierve de envidia al ver el cariño que nadie me da y que tanto pido en una noche desolada en mi habitación.

No a gusto con la situación me enojo cuando veo como ella comienza a reír luego de colocarle aderezo en su nariz y como lo toma de ambas mejillas para besarlo, para crear la escena exacta donde sus amigos comienza a hacerles comentarios lindos y vergonzosos para los dos.

Entonces me imagino ahí sin ni siquiera medirlo, en ese espacio que ella ocupa sobre la silla y sobre sus corazones. El hueco de mi alma comienza a llenarse de solo imaginar tanto cariño, ser la atención y el cristal donde todos pueden conocerme. Pero la realidad me golpea cuando Lyes gira para ver la barra y me encuentra.

El brillo de sus ojos ya no existe, su sonrisa de borra y no hay más que pena en sus ojos antes de apartarlo como si la noche anterior no me hubiese llevado a casa y actuando como si esta misma no me reconociera.

Entonces lo entiendo, en segundos el corazón me delata y me hace saber que necesito a una persona que se siente adelante mío y que vea realmente detrás de mis ojos. Que cuando me pregunté como estoy no se quede con la primera respuesta. Que note que nada está bien, lo nerviosa que me pongo cuando me lo preguntan, las dudas que tengo al responder, la falta de brillo en mis ojos, el poco interés sobre el tema, que vean que me da la mismo si estoy hoy o no, que estoy dolida, muerta, sin rumbo, pérdida, exigida, cansada, estresada, que aunque me repitas que me quieres, jamás me sentiré querida. Necesito que verdaderamente alguien me vea a los ojos, me estudié y me conozca por primera vez.

Odiada por mis propios demonios y dolida al ver su indiferencia, veo como Lyes se levanta de su asiento para acercarse a la barra justo cuando Dyan aparece en mi campo visual. La tormenta de mi mente me pide algo incoherente y mi cuerpo actúa de una forma errónea cuando Lyes está a unos pasos de nosotros y yo me inclino para besar a Dyan.

Ahí, contacto de labios entre los dos lo tomo de las mejillas cuando veo que no reacciona y me adelanto a querer profundizar el beso. Perdida no soy consciente cuando Dyan ejerce fuerza en mi agarre y con un tirón fuerte logra separarme, haciéndome tambalear en mi lugar para terminar de culo en el piso, siendo la vergüenza del bar y viendo como se marcha sin mirar atrás.

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