17. Eclipse.

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L Y E S

Doy media vuelta en la cama y luego otra cuando no consigo encontrar la postura perfecta. Suspiro al ser preso de los brazos de Fénix en mi cuerpo y me rindo pasando ambos brazos detrás de mi cabeza para ver el techo marrón que tengo a la vista.

Incomodo cuando la conciencia parece no cansarse y me revive aquellos minutos, me siento en la cama al sentir una gota de sudor arrastrarme el alma. Miro el cuerpo semi-desnudo de Fénix en la cama y una sonrisa curva mi rostro antes de inclinarme y arroparla.

Contemplando su rostro tranquilo decido que es mucho acoso para dos segundos y me levanto sin querer causar ruido. Con desdén miro la cama matrimonial de al lado por impulsos propios, tratando de no sorprenderme a la imagen que vi hace un momento, pero de todas formas me sorprendo al no verla dormida en los brazos de Dimitris, ni en la cama.

Tomo la chaqueta que había dejado en la punta de la cama y al verificar la hora, bajo en busca de una distracción para el insomnio. Cuando termino de bajar las escaleras me sorprendo al ver a Tyson sentado en el mesón con una taza de café en sus manos.

— ¿Sabías que existen personas que se duermen con los ojos abiertos? —Tyson pone sus ojos en blanco y le da un sorbo a su café.

—Si no me lo decías, tal vez y no me enteraba. Muchas gracias, Lyes —ironiza, devolviéndole la atención a la oscuridad que se ve por la ventana.

— ¿En qué piensas? —pregunto desinteresado.

— ¿Realmente preguntas por qué quieres saber?

—No, pero hare un esfuerzo en escucharte. Eso es bueno.

—Wow, que gran mejor amigo eres. —Sonríe irónico.

—Es lo que hay, ahora cuéntame. —Le saco la taza de café de las manos y le doy un sorbo bajo su mirada reprochadora. Hago una mueca de disgusto al sentir lo azucarado que esta y se lo devuelvo.

—Para que aprendas...—dice—. Okey, estoy confundido.

— ¿Con la llegada de Lourren?

Lourren fue una muy buena mejor amiga desde que tengo uso de razón. Es la única persona que conozco de toda la vida y gracias a ella es que los conocí a los demás. Hubo una temporada donde Lourren salía con mi hermano menor y luego de su ruptura —que fue la causante de que él se vaya— Lourren me había comentado que salía con alguien más. Ese alguien fue Tyson.

—Sí, ósea, hace unos días estaba todo muy bien con Rain. —Suspira—. Pero con su llegada, sinceramente, me descoloco.

Antes de que Lourren me dejara de hablar cuando comencé a tener un amorío con Fénix, supe que se había ido un tiempo a vivir con mi hermano. Las cosas entre los dos estaban muy bien después de mucho tiempo, yo lo sabía, pero quien no lo sabía al parecer fue Tyson y por eso el comenzó a salir con su hermana.

—Lourren siempre te descolocara. El cabron eres tú, quien no pudo mantener la polla fuera del círculo familiar y ahora te manda a tomar por culo. —Tyson me mira y comienza a reír.

—Nunca me cansare de oírte así cuando te enojas. —Muerde su labio inferior y niega con su cabeza—. Ya se me pasara y volverá todo a la normalidad. Solo que verla después de nuestra última pelea me tomo por sorpresa.

—A todos, no solo a ti.

—Aja, ahora cuéntame tú. —Se acomoda en el mesón y deja la taza de café.

— ¿Contarte qué? —pregunto curioso de su mirada interrogativa.

—Somos mejores amigos, Lyes. Te conozco. —Elevo una de mis cejas al recordar la última vez que se olvido mi fecha de cumpleaños. Él parece entenderlo porque chasquea su lengua y gira sus ojos—. Bueno, en realidad los vi. A los dos.

—No te estoy entendiendo.

—Que vi cuando Amunet te beso. —Sonríe con picardía.

— ¿Y? Tú lo has dicho, ella me beso.

—Pero tú no hiciste nada para separarte de ella.

—Solo fueron unos segundos —recuerdo, colocando mis ojos en blanco.

—Pero no lo hiciste. —Se encoje de hombres, como si fuera la poca cosa—. Te seguí, Lyes.

—Lo sé, por algo nos viste. —Me bajo del mesón, sonriendo con ironía.

—Lo sé, pero lo que quiero decir es que no solo te seguí hoy, te estuve siguiendo todos estos días. —Hundo mis cejas al oírlo y giro sobre mis talones para verlo—. En Leartled, el bar, su departamento, la casa de los Dawash, ni por Fénix has hecho tanto.

—Juro que estoy dudando de que si aún tienes una vida.

—La tengo, pero la tuya es más interesante. —Se encoje de hombros.

— ¿Así? ¿Tienes una vida? —Tomo las llaves del cuatriciclo y una cajetilla de cigarros—. Entonces no se qué esperas para vivirla.

Salgo de la casa y en la oscuridad de la madrugada me subo al cuatriciclo antes de arrancarlo y conducir hasta el lago. Enojado, aferro mis manos en el manubrio y me levanto del asiento cuando cruzo un pozo. Sin saber el porqué de mi enojo, solo lo aumento al no tener respuesta para ninguna de mis propias preguntas.

Al llegar apago el motor y saco la cajetilla de cigarro del bolsillo de mi chaqueta. Hago un puente con mi mano, saco el mechero y le doy una calada para terminar de encenderlo. En silencio miro el cielo estrellado y me sorprendo al ver algo cerca de la luna que no hace más que mejorar mi ánimo.

Un eclipse.

Me despabilo de mis pensamientos cuando escucho una risa cerca de mí y busco con mi mirada al dueño de la interrupción. A unos metros, recostada en la arena Amunet alza una mano apuntando una estrella aún sonriendo y luego mira hacia su costado para decir algo pero me encuentra.

Se levanta de la arena como si acabara de cometer un crimen y cuando ve que no quiero apartar mi mirada de la suya, observa la arena y se sienta ignorándome, esta vez sin ninguna sonrisa. Enciendo el motor sin ni siquiera proponérmelo y cuando quiero detenerme, ya estoy en su costado apagando el motor para crear nuevamente un gran silencio.

— ¿Qué haces aquí?

—Veo un eclipse, ¿Y tú? —pregunta desinteresada, mirando el lago. Suspiro bajándome y sentándome a su lado.

—Si no te molesta, me gustaría decirte que el eclipse se ve en el cielo —opino.

—Por el reflejo del agua también se puede ver —responde tajante.

— ¿Un eclipse? Lo dudo, pero si tú dices.

— ¿Me estás dando la razón como a los locos?

—Efectivamente. —Sonrío, al sentir su mirada en mi rostro.

—Eres un imbécil —murmura.

Decido quedarme en silencio solo para que crea que se quedo con la victoria. En silencio me recuesto en la arena y cruzo mis brazos detrás de mi cabeza. Al poco tiempo Amunet hace lo mismo, colocándose unas gafas de sol.

— ¿Sabes que las gafas de sol se usa solo cuando es un eclipse solar, no?

Amunet suspira.

—Hazme recordar que a mis hijos les haga ver Toy Story así no le arruinan la infancia a los demás como lo haces tú. —Se cruza de brazos molesta.

—Tu infancia ya paso, mojigata.

—Tengo veintiuno y aunque no fuera así, la infancia nunca es tarde. Siempre esta, todos somos inmaduros e infantiles alguna vez en la vida.

—Vaya, acabo de darme cuenta que no soy de este planeta —bromeo, haciéndola sonreír—. Tal vez mi don de arruinar las infancias es porque la mía no fue una de las mejores.

Amunet chasquea su lengua.

—No hay malas o buenas infancias, Lyes, solo son infancias. Todo ser en este mundo ha vivido una experiencia hiriente para ser quien es. Por eso, aunque le quieras poner el nombre que quieras, la infancia es una enseñanza y no es ni buena, ni mala, es solo una etapa.

—Wow, por primera vez en las primeras de las veces me has dejado sin palabras, Amunet.

—Lo sé, soy fabulosa.

—No he dicho que lo eres, solo...

— ¿Puedes mantener tu boca cerrada? Quiero ver el eclipse.

—Ni que el eclipse hablara.

—Lyes...

—Okey, okey, lo entendí.

Sumergidos en un profundo silencio las ansias de voltear a verla me comienzan a consumir como los minutos que pasamos tumbados en la arena. Pero así mismo no la veo. No porque no quiero, si no porque la imagen de Fénix en mi mente me detiene, me consume esta vez de desesperación y pena.

Pena y culpa por sentirme tan traicionero aunque realmente no le deba nada. Fénix es lo más cercano a una novia que tengo, aunque no fuéramos algo muy formal, éramos ese algo que sin decir una sola palabra con respecto a algo nos entendíamos con solo las miradas.

Fénix no sabe acerca de toda mi vida, pero si sabe cosas de las que me avergüenzo y de las que ella trata de ayudarme dándome el tiempo correspondido.

—Amunet, con respecto a...

—Olvídalo, Lyes —murmura, girándose a verme al igual que yo—. Fue un estúpido impulso, no quiero que le des tanta importancia.

—Bien, pero no era eso —miento, sonriendo para que se vea más creíble—. ¿A qué hora se terminar el eclipse?

Amunet suspira.

(...)

Me remuevo en mi lugar cuando siento algo líquido caer sobre mi rostro. Incomodo trato de girar mi cuerpo, pero al sentir algo pesado en mi abdomen me veo obligado a abrir los ojos. Tratando de acostumbrarme a la luz del día abro y cierro mis ojos hasta detectar un cuerpo en mi campo visual.

Cuando mi mente parece encenderse, trato de levantarme pero me vuelvo a recostar en la arena cuando me golpeo la frente con el cuerpo de al frente.

—Pensé que estaban muertos —bromea Tyson.

Corro mi vista hacia Amunet cuando se levanta y trato de sobar mis ojos, pero cuando mi mano hace contacto con mi piel suelto un gruñido. Una despabilada Amunet gira a verme cuando su cerebro se enciende y cuando se saca los lentes de sol ambos comenzamos a reír.

Muerto de la risa trato de apartarme las lagrimas de mis mejillas, pero nuevamente de solo tocar mi piel suelto un gruñido. Amunet deja de reír cuando recuerda dónde estamos y sacando el móvil de su bolsillo se mira con la cámara frontal. Cuando nota que gracias al sol sus lentes le quedaron marcados, abre sus ojos exageradamente y se vuelve a colocar los lentes maldiciendo en un murmuro.

—Ni de que te reías, tú también estas igual.

Dejo de reír cuando la escucho y le saco el móvil para verme. Mi rostro está completamente rojo debido al sol, pero sobre la parte de mis ojos aun esta blanca porque dormí con mi antebrazo cubriéndome esa zona. Dejo de lado el móvil y miro a Tyson cuando este comienza a carcajearse sin control.

Tratando de ignorarlo me levanto de la arena cuando veo el cuerpo de Fénix tomar camino hacia los cuatriciclo y comienzo a correr para alcanzarla. Le quito las llaves antes de que lo encienda y suspiro al ver su rostro confundido.

—Se que no somos algo muy formal y que no debo hacerte estas escenas de celos, pero ya deja de hacerme quedar como una estúpida delante de todos. —Trato de tomar su mano pero ella la aparta—. No, Lyes. Desde que ella apareció estas muy raro, como si incluso hubiera más detrás de tu estúpida escusa de que solo quieres ser su amigo porque le tienes lastima...

Hundo mis cejas.

—Oh, que incomodo. —Giro sobre mi eje cuando escucho la voz de Lourren a mi espalda.

Cuando apenas logro girar y estabilizarme, su puño en mi mejilla me hace perder el control. Como si el golpe de Amunet no fuera poco, Lourren me da una bofetada antes de seguirla.

— ¿En serio, Fénix? —Muerdo mi labio inferior para no gruñir cuando quiero sobar el lugar adolorido.

—Lo siento, Lyes yo...

—Ahórratelo.

Empujo el cuerpo de Tyson antes de que se suba al cuatriciclo y me subo en el para ir hasta la casa. Cuando llego tiro las llaves en la mesilla que está en la sala y subo para poder darme una ducha. Al verme en el espejo una sonrisa curva mis labios al ver mi rostro y decido quitarme la ropa con cuidado. Envuelvo la toalla en mi cintura cuando termino y salgo de la habitación en busca de Rain.

Cuando la encuentro le pido una crema para mi rostro y entre risas esta logra dármela. Al obtenerla vuelvo a la habitación y cierro la puerta con pestillo para poder cambiarme.

—Si no se me sale esto del rostro, juro no salir hasta que mi piel cambie como la de una serpiente.

Giro para verla cuando termino de ponerme el bóxer y ella al verme da un saltito en su lugar. Aún con sus lentes puesto trata de cubrirse pero al ver su acto estúpido, resopla indignada y aparta la mirada hacia la pared.

— ¿Quieres crema para el rostro? Rain me la dio —ofrezco.

— ¿Tardarás mucho? Necesito la habitación.

—Recién estoy comenzando. —Me encojo de hombros, tomando la crema.

—Entonces avísame cuando termines. —Intenta acercarse a la puerta, pero yo me interpongo en su camino y me apoyo contra ella. Amunet bufa—. ¿Qué sucede, Lyes?

—Pedirte...

— ¿Me estás haciendo una broma? Ya dímelo, porque si no consíguete otra frase para las ocasiones donde propinan a no darte una patada en los huevos.

—Pedirte que te calmes —término de decir—. ¿Podemos hablar civilizadamente?

—Oh, dale. —Sonríe sarcásticamente—. Soy todos oídos, dime toda la lástima que me tienes, últimamente me está gustando esto de ser masoquista.

Pongo mis ojos en blanco.

—Fénix...

—Fénix es una perra.

—Lo que dijo...

—Fue la verdad.

— ¡¿Puedes cerrar cinco minutos tu preciosa boca?! —Amunet aprieta sus labios, ignorando al igual que yo mis propias palabras—. Gracias, lo que te quería decir es que...

— ¡Lyes! ¿Estás aquí? —Cuando veo la intención de Amunet al oír la voz de Fénix detrás de la puerta, me giro sobre mi lugar tomando el cuerpo de Amunet y la apoyo contra la puerta tapándole la boca—. ¿Estás bien?

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