22. Bajo la lluvia.

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Me acerco al balcón cuando Lyes se dirige al baño y observo la Space Needle sin darle mucha atención. La noche estaba hermosa, aunque se haya levantado un poco de viento debido que para la madruga esta pronosticado una gran tormenta. Dejo que el viento de Seattle me envuelva en un abrazo y suspiro dejando que se mezcle con el aire.

—Creo que debería irme. —Lyes me cubre los hombros con una chaqueta. Se la acepto y sin apartar la mirada de la vista de la Space Needle me la coloco.

— ¿Crees? —murmuro y lo miro de soslayo cuando se apoya contra el barandal.

—No tengo apuro en verdad, pero sé que necesitas descansar. —Saca un cigarro de su cajetilla y hace un puente para encenderlo.

—No tengo sueño —me apresuro a decir, girándome para verlo. Lyes eleva una de sus cejas y sonríe—. Digo, podríamos ir a Leartled un rato.

— ¿A esta hora? —Mira su reloj en su mano derecha—. Son las tres de la mañana.

—La hora perfecta para ir.

Lyes asiente con su cabeza y le da una calada a su cigarro antes de seguirme. Subo las escaleras para ir a mi habitación y tomo las llaves de mi coche. Afuera del departamento Lyes se sube al suyo y yo al mío para ir hasta las calles de Burblon.

Ya en el coche pongo la llave y lo enciendo para poder calentar el motor. Pongo música, le bajo un poco el volumen y acelero saliendo del estacionamiento. El coche de Lyes se coloca al lado mío y dándole una mirada rápida siento como el móvil me vibra desde el bolsillo.

— ¿Sucedió algo? —Atiendo su llamada, colocándolo en manos libres sin despegar mi vista de al frente.

— ¿Hacemos una carrera hasta Leartled? —propone, colocándose nuevamente a mi costado.

—Bien, si quieres perder, te lo concedo —bromeo.

—Amunet. —Suelta una risa ronca desde el otro lado de la línea—. Un kilómetro conmigo, nena, es un pasaje al paraíso.

Trago saliva sin verme capaz de detener la sensación de escalofrió que me recorre. La piel se me eriza y cuando me veo en la lejanía de la realidad, la voz de Lyes me saca de mis nubes.

—Te veo en Leartled, Amunet. —Finaliza la llamada.

Acelero el coche cuando veo que Lyes se me adelanta y le subo el volumen a la canción de Alan Walker-Alone. Me acomodo en mi lugar cuando consigo pasar el coche de Lyes y entro al puente que divide los dos caminos. Las calles están solitarias, así que no es complicación para Lyes colocarse a mi costado.

Tarareo la poca letra, meneando mi cabeza de un lado hacia el otro sin quitar la mirada de al frente. Sonrío observando por el espejo retrovisor como paso nuevamente a Lyes y acelero el poco kilometro que me queda.

Las luces de Leartled se ven a lo lejos, una sonrisa curva mis labios y cuando llego clavo freno haciendo rechinar las llantas. Me bajo del coche ansiosa y sonriendo espero que Lyes baje del suyo para poder verlo.

—Realmente eres genial —halaga, dando leves aplausos. La sinceridad es parte de sus gestos, así que agradezco sus palabras.

—Te enseñare, doy clase los viernes y no cobro demasiado —bromeo con aire de superioridad.

—Aja, como digas. —Menea su mano restándole importancia—. ¿Ahora qué haremos?

Me encojo de hombros.

—Tenía pensado caminar un poco antes de que la lluvia comience.

Lyes hunde sus cejas.

— ¿Caminar bajo la lluvia?

Asiento con mi cabeza.

—Sí, para hablar y conocernos mejor. —Lo animo, alzando mi vista cuando siento una gota golpearme el rostro—. ¿Cómo quieres que sea tu mejor amiga si no conozco nada de ti?

—Tienes razón, no lo había pensado, ¿Pero caminar bajo la lluvia?

Pongo mis ojos en blanco.

—Es la mejor parte.

A Lyes no le queda otra y asiente con su cabeza, guardando sus cosas en el coche antes de que comencemos a caminar bajo la llovizna. El pecho se me infla de oxigeno puro cuando una ráfaga de viento nos envuelve y no puedo evitar sonreír exageradamente bajo la mirada curiosa de Lyes.

—Nunca había visto esa sonrisa en tu rostro —comenta.

—Cuando era pequeña Trevor y yo nos escapábamos para dar caminatas nocturnas bajo la lluvia —le cuento, sin saber el porqué—. Nuestra parte favorita también era al otro día, cuando tomábamos un resfrió y juntos permanecíamos en la cama mirando películas animadas.

— ¿Eras muy pegado a él? —pregunta con curiosidad.

—Demasiado, más de lo que me gustaría confesar.

—Lamento su muerte, oí mucho de él cuando llegue a Leartled.

—Trevor sabia ganarse el amor de todos a la perfección, no me sorprendo de que te hayan contando de él en realidad. —Sonrío, dándole una mirada de soslayo—. Cuéntame sobre ti.

—No hay mucho que contar, más de lo que se sabe. —Alzo mi vista cuando el cielo se ilumina y dejo que por breves segundos las gotas se deslicen por mi rostro—. De mi padre no hay mucho que decir y mi madre falleció en el nacimiento de mi hermano, hubo complicaciones y no pudo sobrevivir.

—Lo siento —murmuro.

—Descuida, igual sabíamos de esa probabilidad y pude disfrutar el último tiempo con ella. Me llevo muy buenos recuerdos de mi madre. —Se encoge de hombros, metiendo ambas mano en los bolsillos de su chaqueta—. Luego de su muerte mi padre no me pudo tenerme consigo mucho tiempo debido a su reputación e enemigos, entonces dejo a mi hermano con mis abuelos y a mi decidió encerrarme en un internado especialmente para hombre. Según él, si nos separaba era menos la posibilidad de que nos puedan encontrar y pase gran parte de mi vida ahí.

—Tyson me había dicho en una oportunidad que sus padres habían decidido meterlo en un internado por su mala conducta, ¿Es ahí donde lo conociste?

—Exacto, Tyson entro al internado justo el día de mi cumpleaños. —Sonríe—. La química fue mutua, luego de conocerlo esa noche fuimos prácticamente inseparables. Obviamente hasta que tuvo que irse, pero así mismo no nos dejábamos de mandar cartas y cuando le conté que ya estaba afuera a mis dieciocho años, me propuso venir a vivir con él para recuperar los años perdidos.

—Él nunca me había hablado de ti —confieso.

—Éramos reservados en cuanto a nuestra amistad se trataba. —Pasa una mano por su cabello cuando pequeñas gotas comienzan a escurrirse por su rostro—. ¿Y tú donde lo conociste?

—Justo aquí. —Lyes gira para prestarme atención—. Había desobedecido a los Dawash y ellos me habían quitado mis prioridades. Recuerdo que solo para hacerlos cabrear decidí irme con Dimitris y Tyson, creando nuestra propia banda. Fue antes de que me fuera de Seattle.

— ¿Te fuiste de aquí? —Hunde sus cejas.

—Luego de la muerte de Trevor mi madre decidió que sería mejor mudarnos a otra parte en busca de una nueva vida. —Una mueca de disgusto se instala en mis labios, vacilando mi vista por el lugar—. Fuimos a París.

—París, cuando salí del internado pase unas noches en París porque mis abuelos son de allí.

Elevo ambas cejas.

—Vaya, al parecer estábamos tan cerca y nunca nos dimos cuenta —bromeo.

—Puto destino por no haberte puesto antes en mi vida.

— ¿Antes de Fénix? —No mido mis palabras y cuando ya es tarde resoplo por mi descuido—. ¿Cómo se conocieron?

Lyes hace una mueca de disgusto y vuelve a pasar una mano por su cabello cuando la lluvia cae con más intensidad.

—Dimitris me la presento en una fiesta a los pocos días que llegue —cuenta—. Nos llevamos muy bien e inmediatamente tuvimos química. Cindy no es una mala persona, solo es que últimamente sus celos le están jugando en contra.

— ¿Cindy?

—Fénix se llama Cindy en realidad, pero luego nos acostumbramos a llamarla por su apodo. —Se encoge de hombros restándole importancia.

—De todas formas no tiene porque sentir celos. —Bajo la vista hasta la punta de mis tenis—. Digo, somos amigos, ¿No?

Claro que lo éramos, nunca íbamos a ser más por mas atracción que tuviera por él. Lyes me veía de esa manera y jamás iba a cambiar reconociendo a la mujer que tenia al lado.

Jamás me había considerado una mujer hermosa, pero tenía mis encantos para conseguir a los hombres que me gustaban. Dimitris y Elyas eran el claro ejemplo. No dudaba de ellos y en como lo sabia utilizar, pero no competía al lado de Fénix ni queriendo.

No solo por su belleza y su fluidez de manejar vehículos, si no porque Fénix no tenia tantos secretos vergonzosos que esconder. Fénix no estaba rota por dentro y trataba de aparentar ser otra persona, si era una loca desquiciada llevada por sus celos, pero era entendible considerando que su novio era el ser más precioso que podía existir.

Lyes tenía la figura de poder comerse al mundo, incluso con la manera en como caminaba o actuaba te recordaba a una película antigua donde el hombre mantenía el poder del encanto bajo la manga. La apariencia de Lyes siempre te engañaba y nunca te daba indicios para suponer u opinar algo al respecto.

Pero cuando lo conocías, cuando tenias la posibilidad de aceptar dos palabras suyas, te dabas cuenta con la dulzura que se manejaba. La inocencia, la oportunidad de verlo sonrojado o la facilidad que tenía para pedir disculpas sinceras aunque el problema no fuera suyo.

Lyes había superado mis expectativas en mi estereotipo de hombres.

—Fénix no lo tiene tan claro como nosotros, piensa que se repetirá la misma historia.

— ¿Qué historia?

—Fénix y yo éramos mejores amigos.

—Oh, ahora entiendo. —Realmente no, no comprendía como Fénix no se daba cuenta que realmente Lyes no me veía de la misma manera en la que yo a él—. ¿Puedo preguntarte algo?

—Dime.

— ¿Por qué cuando me conociste fuiste de otra manera conmigo?

Jamás había podido encontrar esa respuesta por más suposiciones que tuviera. Lyes me había tratado como una zorra, cuando efectivamente estaba en una relación con Fénix y estaba esperando a alguien más.

Inclusive, la cita que me pidió.

—Solo quería comprobar que tipo de mujer eras —dice sin titubear—. Leartled no es conocido como una de las mejores calles y en ese momento mi relación con Fénix no estaba del todo bien. Quise probarme a mí, realmente ver si podía conseguir a alguien más y que mi vida no girase en entorno a ella.

— ¿Y lo conseguiste?

—Para nada. —Sonríe con nerviosismo—. Creo que realmente estoy enamorado de Fénix.

Trago saliva cuando siento una opresión en mi pecho y decido quedarme en silencio. Lyes se da cuenta de mi repentino cambio, pero no dice nada y seguimos caminando bajo la lluvia en un gran silencio.

Por momentos los ojos me abordan de lágrimas, pero no soy capaz de rebajarme tanto para desperdiciar ninguna. Las manos me tiemblan y no sé si realmente es por el frio al estar toda empapada o saber que una vez más estoy entrando en un prejuicio conmigo misma.

Aceptar que Lyes estaba enamorado de alguien más me era casi imposible, de igual manera que aceptar que Lyes me gustaba y esto no solo era una atracción sexual. Él me hacia bien, me complementaba, su inocencia era la mía, su dulzura y cariño era eso que jamás había sentido con alguien más.

Me sentía querida y no con un cariño que los demás me daban, era el cariño que necesitaba. Sus ojos eran los que necesitaba para que me observen, para que abra la puerta de mi corazón y se siente en la oscuridad de mi alma a oír mis gritos silenciosos.

Lyes me hacia bien, pero no había manera que yo lo acepte sabiendo que él amaba a alguien más.

Suspiro al sentirme ahogada por mis propias lágrimas y cuando trato de bajar mi mirada para salvarme de la Oceanía de mi angustia, siento como sus brazos me envuelven.

Lyes me abraza y no es necesario decir o hacer algo más para que él comprenda mi situación.

Deja un beso en mi coronilla y me aprieta contra su pecho, dejándome como testigo de cómo su corazón late a una gran velocidad. Bajo la lluvia permanecemos abrazados unos minutos, hasta que de apoco me voy apartando de él para borrar todo rastro de tristeza.

—Te juego una carrera hasta los coches.

Lyes amplía su sonrisa y antes de que pueda comenzar a contar se echa a correr.

— ¡Eso es trampa!

Furiosa corro hacia él tratando de alcanzarlo y cuando lo hago, me tiro a su espalda logrando que ambos cayéramos al suelo. Ambos riendo nos recostamos en la calle de Burblon y viendo las gotas caer presenciamos el cielo iluminándose gracias a un trueno.

—No quiero que esto cambie —dice Lyes, después de un gran silencio—. No quiero perderte, Amunet.

«Yo tampoco, créeme que yo tampoco.»

(...)

—Todo esto es tú culpa. —Estornuda desde el otro lado de la línea.

—Que seas un flojito no significa que sea mi culpa, Lyes.

—Todavía no entiendo porque no estás en cama como yo —refunfuñe—. ¡Estoy a minutos de ir a tocar el arpa con Dios! Como buena chica deberías de venir a visitarme.

—Lástima que no lo soy, descuida, tal vez tengas suerte y te mande flores a tu funeral —bromeo.

—Que graciosa, muchas gracias por tu colaboración. —Cuelga la llamada enojado.

Niego con mi cabeza aún riéndome sobre su actitud y guardo el móvil en mi bolsillo para terminar de hacer las compras.

La noche anterior me había traído un resfrió fatal, pero como estaba acostumbrada después de todas las veces que con Trevor lo hacíamos, pude sobrevivir. De todas formas había decidido salir para hacer las compras necesarias y luego me encerraría en casa.

— ¿Amunet? —Reconozco la voz del doctor a mi espalda.

Giro sorprendida para verlo, no por mucho tiempo cuando ataco con mi curiosidad a la mujer rubia que esta acompañándolo con una sonrisa. Supongo que es su esposa y si lo es, se gano la lotería con la belleza de mujer que tiene al lado.

—Doctor, que sorpresa encontrarte. —Finjo una sonrisa sin ánimos.

No estaba cómoda en ese lugar, quería huir literalmente a casa lo antes posible.

—Claudio me hablo mucho sobre ti —cuenta su mujer entusiasmada, robándole las palabras al doctor.

El estomago se me revuelve al recordar mi última conversación con él.

—Yo creo que debería...

—Me gustaría conocerte —dice rápido, antes de que acabe. Veo la tristeza en su mirada y eso me hace tragar saliva—. Luego de aquí iremos a comer, ¿Te gustaría ir con nosotros?

«NO.»

«NO.»

«NO.»

«NO.»

—Por supuesto, me encantaría.

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