4. Pelea.

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Pocas veces había presenciado una pelea con navajas. De hecho la única que vi, fue la vez que salí del cine con Cashie y en un callejón presenciamos una pelea que fue detenida por un oficial cercano antes de que se convirtiera en desgracia.

Usualmente las peleas callejeras en Leartled jamás fueron con algo que verdaderamente pueda lastimarte. Si los Dawash muy bien permitían ciertas cosas, no iban a permitir algo que convirtiese las calles de Burblon en una escena de asesinato.

Por eso, cada vez que habían peleas callejeras, los Dawash siempre intervenían cuando veían que uno de ellos ya no podía sostener la situación. La pelea terminaba cuando uno lo decía, no cuando el otro lo matase.

Sin evitarlo mi vista recorrió los rostros de todos los hombres que estaban detrás del chico llamado "Cody". Todos tenían pinta de no tener la edad de Elyas, ni mucho menos la de Cody. Vestían con ropa rasgada, aretes, cabellos revueltos y rostros con expresiones malévolas.

Todos estaban rodeando a los chicos mientras abucheaban como si fuera un partido de fútbol. Elyas y Cody se repartían miradas cargadas de odio, mientras movían sus muñecas luciendo las navajas: justo como hacen los gitanos cuando uno quiere pisar terreno de otro.

Parecía de película. Elyas y Cody con unas navajas, los hombres abucheando, Maywer preparado por si alguien decidía meterse, Cashie que trataba de salir del coche, Elyes que me cubría como si los pequeños rayos de sol pudieran quemarme y él.

Que si muy bien estaba apartado a todos nosotros, no podía no contarlo.

Aparté mis ojos cuando vi lo concentrado que estaba sentado en el cofre del coche, mirando la escena con Tyson y Dimitris.

—¿Vas a hacer algo o te quedarás aquí tratando de cubrirme como si uno de ellos pudiera tirarme un Kame hame ha? —Apoyó ambas manos en la espalda de Elyes para empujarlo hacia adelante, pero se detiene apoyando las suyas a cada lado de la puerta.

—No, mejor vamos adentro. —Se voltea rápido. Lo observo como si acabara de decir una gran estupidez y arrugo mi nariz.

—Te corres o juro que te daré una patada en tus huevos que lo recordarás para toda tu vida. —Me cruzo de brazos y con la punta de mi pie, comienzo a golpear el piso.

—Lo siento, preciosa. —Aprieta sus labios y sonríe forzadamente—. Pero esto no es Leartled.

Grito cuando sus brazos me cargan como un saco de patatas y con apuro comienza a alejarse de la salida. Con mis manos y la botella que tenía en una, comienzo a darle en sus piernas, que sin éxito alguno al final me dejé vencer.

Cuando llegamos a la parte delantera de la universidad, Elyes me bajó y pasó una de sus manos por mi cintura para atraerme hacia él y no dejarme escapar. Por lo poco que vi, se que estaba pidiendo un Uber, así que intenté relajarme.

Como el móvil marcaba, en menos de cinco minutos el Uber ya estaba aparcándose en el cordón de la vereda. Elyes sin preguntármelo abrió la puerta y me empujó para subirme al coche.

«Valiéndole madres mi vida.»

Cuando vi que el Uber iba a poner el recorrido hacia el departamento de Elyes en el GPS, me acerqué al otro costado y con apuro abrí la puerta. Al hacerlo, con triunfo comencé a correr como una desquiciada hacia el lugar donde estaban los chicos.

—¡Amunet! ¡Mierda, regresa aquí!

Ignore por completo el grito de Elyes a mi espalda y tratando de calmar mis nervios comencé a acelerar mis pasos cuando vi que me estaba por alcanzar. Cuando logré llegar, un pequeño jadeo salió de mis labios al ver el desastre que se había armado.

Los hombres, esos mismos que reían y abucheaban a Elyas y Cody, ahora estaban sobre Maywer y Elyas. Mientras que ellos, a puras penas, trataban de defenderse.

Y hasta me atrevería a decir que parecía la película planeta de los simios.

Sin calcular mis actos me vi acercándome a la muchedumbre de hombres que golpeaban a Elyas y Maywer. Ya sabía de antemano que mis brazos sin fuerzas no harían nada, pero tenía que probar y con probar solo me gane una paliza cuando trate de jalar el brazo de uno y este se sacudió.

Cuando mi cuerpo cayó, como si fuera de un barranco y la cabeza se me azotará contra el suelo, lo único que oí tras el silencio antes de perder la conciencia fue—: No Elyes, no.

Y como el hombre que sin querer me había hecho caer, cayó frito contra el suelo.

(...)

—Me han dicho hace unas jodidas horas que despertarías y no lo haces, bebé —susurra una voz muy cerca mío. Un pequeño olor a menta se apiada de mis fosas nasales, al igual que un suspiro golpea como bofetada mi mejilla—. ¿Por qué no lo haces?

Un chillido de puerta le da un puntazo a mi cabeza y con ganas de querer oprimir mis ojos y hacer una mueca de dolor, me quedo de la misma manera. Sin poder hacer nada.

— ¿Ya despertó? —El murmullo de Drake se suma a la charla solitaria de Zack—. Mierda, esta niña hasta dormida me da buenos sustos.

Me quiero reír porque se a que se refiere y también me quiero tirar a los brazos de Zack, pero no logro mover mi cuerpo.

—Los doctores han dicho que la anestesia se le iba a ir e iba a presentar acciones para poder despertar, pero ni eso. —Zack suspira.

—Lo hará, solo fue un jodido golpe en la cabeza. Con los dolores de huevo que da, te aseguro lo fuerte que puede llegar a ser. —Drake suelta una pequeña risa tras su chiste de mal gusto que apuesto mi vida que Zack se lo tomó a mal.

—Iré por algo de beber, ¿Te quedas?—Tomó el silencio como un asentimiento de cabeza ya que no se escucha nada más, aparte de la puerta cerrarse y unos pasos acercarse.

—Yo no vine a verte en una puta camilla, ¿Sí? —Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando una de sus manos frías envuelve mi cintura y la otra mi cuello—. Dime, ¿Quieres esto a lo princesa de Disney o a lo príncipe Drake?

De nuevo me quiero reír y me entran ganas de darle un golpe, pero a comparación de las anteriores veces, está vez logró mover uno de mis dedos. Sé que lo ha notado porque suspira aliviado y me vuelve a dejar sobre la camilla.

—Esa es mi chica de Leartled —susurra antes de oír cómo sus pasos se alejan y la puerta nuevamente se cierra, deduciendo que me dejó sola.

¿Solo fue un golpe en la cabeza?

Porque puedo jurar que no siento nada del cuerpo.

Como si mover uno de mis dedos fuera un dominó cayendo de su hilera, cada pedazo de mi cuerpo comenzó a responder. Primero fueron los dedos de mis manos, los de mis pies, mi muñeca y cuando menos lo espere mis ojos se volvieron a abrir.

Los tuve que volver a cerrar cuando la luz volvió a impactar contra mi rostro, luego poco a poco los fui abriendo con pesadez. Una vez que lo logré, solo los pude tener abiertos unos pocos segundos antes de que se me cierren.

—¿Cómo está, Zack? —No intento abrir más mis ojos cuando oigo la voz de mi madre en la habitación—. Tome el primer vuelo. Tardó más de lo que esperé.

—Qué raro que mi padre no te trajo. —Note el lado agridulce con el que se lo había dicho, pero seguro que lo convirtió en un preocupado comentario con una de sus sonrisas—. Está mejor. Tuvo un fuerte golpe en la cabeza y tuvieron que hacerle pequeños puntos.

—¿La anestesiaron?

—No querían que lo sintiera y como la anestesia no funcionaba la tuvieron que duplicar.

—Es alérgica a la anestesia. —El aroma dulzón del perfume de mi madre invade mis fosas nasales.

—No lo sabían, por eso es que no despierta. Tendría que haber despertado hace mucho, pero como luego intentaron remediar el error, la siesta se alargó. —Muerdo mi lengua incómoda con la situación y muevo un poco mi cuello.

—Zack llama al doctor, creo que está despertando.

Finjo que recién voy moviendo mi cuerpo por partes y al abrir mis ojos imito la acción de recién. No es mucho tiempo lo que logro ver el rostro de mi madre, ya que cuando el doctor ingresa la hace hacia una parte.

Un gruñido ronco sale de mi garganta cuando el doctor alumbra mis ojos con una pequeña linterna y me revisa para ver que todo haya salido bien.

—¿Y doctor? —Mi madre se asoma por mi campo visual—. ¿Todo bien?

—Sí, un milagro ya que no sabíamos sobre la alergia que Amunet tenía con las anestesias. Fue un error nuestro porque tratamos de actuar con urgencia ante la situación. Iba derramando sangre y si proviene de su cabeza, puede ser muy grave. —La enfermera a su lado termina de escribir y se acerca para verificar el suero—. Amunet está muy bien, mañana por la mañana podrá irse a casa.

—¡Qué alivio! Muchas gracias.

El doctor solo asiente con su cabeza y se disculpa nuevamente por el asunto de la anestesia. Antes de que mi madre decida salir para comunicarle a mi suegro que todo está bien y una de las imagen importante de la empresa no murió, se acerca a besar mi frente.

Justo como hacía cuando era una niña y me caía de mi bicicleta.

—¿Quieres agua? —decide romper el silencio Zack cuando me quedo mirando la puerta de la habitación.

Asiento débilmente con la cabeza y me acomodo con ayuda suya en la camilla.

—Me diste un susto, nena. —Suspira y sirve un poco de agua para luego dármela—. Por cierto, Logan te manda muchos saludos.

Sonrío.

Bebo el agua y cuando está pasa por mi garganta, el dolor y la calentura de ella comienzan a disminuir.

—¿Quién te avisó? —Carraspeo.

—Tú amiga. —Hundo mis cejas. Yo no tengo amigas—. Creo que se llama Cashie. Me dijo que habías tenido un accidente y que ella no podía venir a verte porque tenía a su novio y cuñado en prisión.

—¿Elyas y Elyes? —Zack asiente con su cabeza. Me remuevo en la camilla de solo pensar que están en prisión y cuando Zack ve mi intento de levantarme me detiene—. ¿Qué sucedió? ¿Dónde están?

—Tranquila, por lo poco que sé, pagaron la fianza y salieron de la comisaría. —Un suspiro de alivio me recorre por completo—. Drake y sus hermanos les impidieron venir a verte.

Al decir aquellas palabras, Zack baja la mirada y acaricia con delicadeza la parte de mi muñeca.

—Han ido al departamento de ellos y luego de discutir, se llevaron tus cosas. Por lo que oí, tu madre aceptó que vivas con los Dawash porque los conoce mejor que los otros y después de esto también los apoyó para que no se te acerquen.

—¿Dónde están?

—¿Quienes?

—Los Dawash. —Llevo mi mano hacia mi frente cuando me da una punzada.

—Afuera, ¿Quieres hablar con ellos?—Asiento con mi cabeza con dolor y él no duda en salir de la habitación.

Al segundo que Zack sale, los Dawash entran a la habitación. Tristán con un oso de peluche enorme en sus brazos, Dyan con un ramo de rosas y Drake con sus manos en sus bolsillos. Sonriendo. Como si horas atrás no hubiese decidido por mí.

—Nena, me alegra que estés...—Lo detengo apoyando mi mano en su pecho. Drake sorprendido ante mi acción repentina, da un paso hacia atrás.

—Creo que ya habíamos hablado sobre el pequeño problema que tienes en tener que decidir todo por mí. —Dyan y Tristán miran a Drake dándome a entender que la idea principal fue de él.

—Si decido por ti, es porque te estoy ayudando —dramatiza con su ceño fruncido.

—¡Oh, lo siento súper héroe! Pero yo no te pedí ayuda. Tengo la edad suficiente como para decidir por mí.

Drake se ríe irónico de mis palabras.

—Se nota, porque las estupideces que decides son las consecuencias de tu cabeza rota. —Inclina su cuerpo hacia el mío para observarme mejor o tal vez, para decir palabras que me las sé de memoria—. Si quieres quedarte en Seattle, las cosas serán de mi manera, ¿Sí? Tienes veintidós y tu madre me ha dado el permiso de poder decidir por ti.

—Drake, ya bájale. —Intenta intervenir Tristán.

—Iras a vivir con nosotros el tiempo que te quedes en Seattle. —Drake ignora a su hermano por completo y da media vuelta para ir hacia la puerta—. Solamente irás a Burblon si nosotros vamos. Vas a despedirte de los Coleman y escúchame bien. —Vuelve a girar para verme—. Si veo un solo mechón de ellos cerca de ti la pagarán muy caro. No solo casi hacen que te maten, ahora estoy en un jodido problema gracias a ellos.

—No me vas a...

—Te trajimos tu ropa, guárdala porque mañana te llevaré a casa. —Y sin decir nada más, sin estar interesado en lo que le iba a decir, me da la espalda y se va de la habitación.

(...)

Según por lo que he leído, la rebeldía es un tipo de comportamiento que se caracteriza por una resistencia o desafío a la autoridad. La desobediencia de una orden o cuando no cumples una obligación.

Según el psicólogo al que mi madre me mandó y a la terapia de parejas que mi suegro nos sugirió: la rebeldía puede ser buena o mala, depende del propósito del otro.

Jamás me consideré de esa manera, pero solamente estos últimos años me lo tocó aceptar. ¿Por qué? Porque con una madre que te elige hasta el color de las bragas y conjuntos íntimos para dormir con tu pareja, es difícil llevarle la contraria.

Toda mi vida se basó en aceptar las cualidades de los demás, pero las mías estaban muy lejos de ser aceptadas.

Cuando estuve en el avión con destino a Seattle lo único que pensé fue: "Libertad" y cuando lo pise lo único que recordé fue la cárcel por la cual hui.

Los Coleman eran los únicos que jamás, en los años que nos conocemos, han decidido por mí. Ni siquiera el gusto de mi helado.

Con ellos siempre fue: Mi vida y las suyas, pues las suyas.

Y jamás tuvieron la idea de cambiarlo, de exigir, de decirme: «No. Eso verdaderamente está mal.»

Ellos jamás escogieron por mí, ellos jamás juzgaron mis razones, ellos simplemente entendieron que la vida de uno mismo estaba hecha para cometer errores y elegir por sí mismo.

Nada comparado a los Dawash.

Por eso es que también me sorprendieron cuando Elyes trató de alejarme del problema en el que Elyas se había metido.

—¿Lo marcó en tu libreta? —Lo miro por unos segundos aún sentada en el frío piso del baño.

—¿Ahora también aparecerás aquí?—Limpió las lágrimas que quedaron en mis mejillas.

—No, solo vengo a tratar de hacerte entender que la mierda que tienes en la mano no va a ayudarte.

—Lo hubieses pensado antes de irte.

—¿Todavía piensas que me fui porque quise? La muerte no la escoge uno mismo. Las personas que le tiran flores a la vida viven hasta hacerse ancianos y las porquerías como yo mueren cuando un cable de freno falla en una carrera ilegal.

—Me dejaste sola.

—No lo hice.

—¡No era tu carrera!

—Y este no era tu destino. —Se pone acuchillas para verme mejor. Los ojos se me nublan de lágrimas y con agresión las arrebato cuando bajan a mis mejillas—. Volvería a morir por ti una y mil veces más.

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