6. Boquita sucia.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

L Y E S

Clavo las yemas de mis dedos en la pálida piel de su cintura y con un leve empujoncito hundo su cadera hacia la mía. Con liberación esta vez es ella quien mueve su cadera hacia la mía, provocando que un gruñido se escape de mis labios. 

Y no justamente de satisfacción.

Aparto su cuerpo del mío tratando de ser delicado, pero la verdad ni siquiera medí la fuerza con la que lo hice. Me levanto de un salto de la cama y dando pasos hacia su tocador tomo la cajetilla de cigarros. Pongo uno en mis labios y haciendo un puente con mi mano lo enciendo.

Dándole una calada para terminar de prenderlo, guardo el mechero en el bolsillo trasero de mi pantalón y tomo la chaqueta para colocármela. Al terminar me giro para verla venir con mi camiseta, acerca su rostro al mío y enciende su cigarro.

—Lo de siempre, no te justifiques.

Asiento con mi cabeza complacido de que sea ella quien me entienda y salgo de su habitación al mismo tiempo que Dimitris. No intercambiamos palabras algunas, pero si el destino ya que ambos vamos hacia Burblon.

—Lyes, por fin. —Tyson suspira y se acerca apenas me bajo de la motocicleta—. Los Dawash correrán la última carrera.

Cuando lo escucho detengo mis pasos y lo observo con mi ceño levemente fruncido. — ¿Los Dawash?

Era muy extraño que los Dawash quisieran correr luego de lo que sucedió con su amigo... ¿Trevor? La verdad, es que ya ni lo recuerdo. Su amigo fue uno de los chicos a quien le vendimos la mitad de Burblon, desgraciadamente, aparte de los Dawash.

Elías les vendió su parte a ellos cuando nuestro padre falleció y como no tenían comunicación conmigo, Elías no interfirió y aclaro que solo les vendería su parte. Quedando como socios míos. A lo que, por lo que se ve, no se negaron y aquí están los muy cabrones.

Aún sigo odiando a Elías por venderle justamente a los Dawash la parte de la herencia que nos había dejado nuestro padre. La calle de Burblon, la que ahora malditamente se hace llamar como: Leartled.

—Dicen que como acabas de llegar te quieren dar una bienvenida como se debe. —Tyson pasa una mano por su cabello, ya sabiendo desde entrada que no me gustará para nada lo que va a decir—. ¿Qué mejor que una carrera con todos los dueños de Burblon?

—Imposible, ¿No había muerto el amigo de los Dawash? Bueno, no solo falta uno. También falta Elías. —Le hago saber tomando mi camino. Tyson no se rinde y me vuelve a seguir pisándome los talones. Y los huevos también.

—Sabes que Elías no viene a estas calles desde...en realidad nunca vino, es más, no le conozco ni el rostro.

Y era cierto. Mi querido hermano jamás quiso formar parte de esto, pero ya que conserva un poco de amor hacia nuestro padre, decidió quedarse con un piquito de estas calles. No es un socio importante, pero tampoco es nada.

—De todas formas, faltaría uno.

—En realidad no. —Me hace detener antes de que llegue a las personas que bailan entre sí—. Al parecer Trevor hizo el papel de la herencia antes de morir y el propietario de su puesto ya está aquí.

—¿Y por qué no me lo has dicho antes?

—¿No estabas con Fénix?

Revoloteo mis ojos con frustración y tomo nuevo rumbo hacia Bictone, justo cuando la tercera carrera está por comenzar. Chocando con algunos cuerpos el camino se me hace más largo, pero no me impide llegar justo cuando el cuerpo de Drake sale hecho una fiera.

Al parecer no me noto, pero yo si a él y de verdad que quería enfrentarlo por no haberme dicho tal cosa, pero le deje de dar tanta importancia cuando la puerta se abrió y salió Sendella. Que no fue lo más importante, si no que antes de que la puerta se cerrase pude ver una cabellera conocida.

Sin perder un minuto más de mi vida a las fuera del bar Bictone, empuje la puerta una vez mas y me quede en el marco sin saber si dar un paso más. Confundido y ansioso de que ella sea la socia, le di por completo mi atención a la conversación.

—Se que esto es muy fuerte, que no es el mejor momento para contártelo, pero no solo nosotros somos dueños de todo esto, ¿Te acuerdas sobre los hijos del mafioso ex dueño de este lugar?—Mierda, que incomodidad—. Los hijos de aquel hombre no nos vendieron al cien por ciento las calles.

—No estoy entendiendo.

—Que no solo los Dawash y tú, son dueños de Burblon, mojigata —decido intervenir sin saber si en verdad ella era la nueva socia. De todas formas la duda no me recorrió por mucho tiempo porque los rostros de los Dawash me lo confirmaron—. Mi hermano y yo también lo somos, lo sé, ¿Qué loco, no?

La mojigata se levanta del asiento como si fuera un resorte y vacila un poco, pero termina sonriendo apartando sus ojos de los míos para mirar a los Dawash.

—Esto tiene que ser una puta broma. —Contengo mis ganas de decir algo al respecto y me dirijo hacia la barra por algo de beber—. No puede ser cierto, Trevor no pudo haberme puesto a mí.

—¿Tan malo es saber que ahora serás parte de esta asociación? —disfruto cada una de mis palabras, colocando hielo en un vaso de Whisky—. Digo, perdón si es que me meto en política pero no lo veo tan malo. —Me acerco al el estante de las bebidas y llevo una mano hacia mi mentón.

—Púdrete. —Logro oír su gruñido, lo cual me hace sonreír y girar para verla.

—Retiene esas palabras, porque me veré obligado a hacerle algo a esa boquita sucia.

—¿De dónde se conocen? —Por el color en su rostro se que está lo suficientemente cabreada como para no contestarle, así que miro a Dyan.

—¿Ella no es la chica por la cual me regalaron el Audi7? Una carrera fácil, por cierto. —A la mojigata no parece importarle tanto mis palabras y toma lo del coche a algo muy personal.

—Los creí un poco más inteligente que Drake. —Eso de verdad debió doler. Deslizo mi trasero por la barra para disfrutar la pelea bebiendo de mi vaso—. Pero que decir, tienen el mismo apellido y las mismas mañas.

Desde mi punto de vista siempre me molesto que digan exactamente lo mismo. Que por tener el mismo apellido, tienen que ser exactamente lo mismo. Una completa mierda.

Mi padre vivía rompiendo reglas, amaba lo ilegal.

Yo la única regla que rompo son las de la velocidad actualmente. Amo las carreras ilegales.

Y Elías la única regla que rompió fue estacionar mal afuera de la universidad donde va. Lo único ilegal que ama, es robarse los jabones del baño de los hoteles a los que va.

¿No ven? Tenemos el mismo apellido, pero no somos iguales, ni tenemos la misma maña. Jodida mierda el que invento esa patética frase.

No conozco a los Dawash, ni mucho menos los quiero conocer. Por lo poco y único que se, se que Drake es el que manda entre los tres. Él toma las decisiones, él da la cara si algo malo pasa y él es quien se encarga de mantener el apellido Dawash lejos de Burblon.

Dyan es el que siempre da las malas noticias y Tristán el apoyo moral. O así es como lo ven todos.

—Amunet —la llama Dyan cuando la mojigata comienza a dar pasos hacia la salida de Bictone.

Sin detenerse a escucharlos sale del bar dejando un gran silencio en las paredes de Bictone. Me bajo de la barra y tomando mi trago de un solo sorbo me dispongo a irme también.

La tercera carrera ya había acabado, al parecer la había ganado un chico de cabello celeste, pero como no jugaban por apostar la ganó Elyes.

Una vez más cuando la fiesta tomo su rumbo para que los corredores de la última carrera se acomoden y los que aún faltaban pudieran apostar, me escabullí entre las personas para ir hasta mi motocicleta.

—¿Estás nervioso? —pregunta Dimitris al frente mío. Lo miro con mis cejas hundidas y paso las vendas por mis manos.

Siempre las usaba a la hora de correr en motocicleta porque al transpirarme tanto las manos a veces me jugaba en contra.

—Ni que fuera mi puta fiesta de quince años. —Dimitris pone sus ojos en blanco y se aproxima a aclararlo.

—Es la primera carrera que correrás con los Dawash. Es normal que lo estés, son los mejores. —Tyson le da una mirada reprobadora y antes de que pueda decir algo, lo detengo enseñándole la palma de mi mano.

—¿Y por qué sean los mejores de la pista me tiene que temblar los huevos?—Me cruzó de brazos y sonrío—. Que mal concepto tienes sobre una táctica juego, querido Dimitris. Te informo que en la guerra no servía quien mejor sabía disparar, ni quien tenía la mejor arma. Se ganaba y se sobrevivía con la inteligencia, no con cosas prácticas que las puedes tener. —Deshago mi postura y enciendo el motor de mi motocicleta, aferrando mis manos al manubrio—. Anótalo en tu libreta para la siguiente carrera.

Dejando atrás los cuerpos de los chicos conduzco fuera de la estampida de personas que bailan entre sí. Aún faltaba algunos minutos, así que me fui hasta la parte trasera para calentar un poco más el motor de mi querida Summer.

Burblon era un laberinto, tal vez por eso mi padre se adueñó de estas calle para sus negocios ya que contaba con calles extensas, callejones angostos y lugares escondidos donde a simple vista no lo podías ver. Por eso me sorprendió bastante que ella estuviera en la misma calle a la que solamente yo sabía sobre su existencia.

Aparte, obviamente, de mi difunto padre que se sabía cada rincón y me los enseñó a la perfección.

Cuando el motor de mi Summer hizo eco en la calle solitaria y olvidada, la chica que pateaba un cesto de basura giro sobre sus talones totalmente asustada. Supongo que al igual que yo, ella también pensaba que nadie sabía de este lugar.

—¿Te trato mal, mojigata? —pregunto, refiriéndome al cesto de basura. Sonrío cuando veo su rostro completamente furioso y me cruzo de brazos.

—¿No te cansas de acosarme o siempre tienes ese fetiche extraño de perseguir a las personas? —Trata de intimidarme y se cruza de brazos.

—Ya veo, ya veo. —Me bajo de la motocicleta, sacándole las llaves y me dirijo hacia ella cruzado de brazos—. ¿Ahora pensarás que soy un acosador de esas historias juveniles donde al final terminan enamorados? ¿O piensas que soy un ser sobre natural que estuvo toda tu vida persiguiéndote?

—En cualquiera de las dos posturas, el rostro de psicópata lo tienes. —Se encoje de hombros indiferente.

—Y tú la de mojigata.

Pone sus ojos en blanco e impaciente comienza a golpetear con su pie el suelo.

—¿Qué haces aquí? —Arruga su nariz y toca el puente de ella cuando su flequillo le da comezón. Por momentos la escena y hasta me pareció preciosa.

—Dar algunos giros para calentarme el motor. —Parpadeo dos veces tratando de parecer lo menos interesado y vuelvo a dar pasos hacia atrás—. ¿Vas a correr? Digo, ahora que sabes que eres parte de la asociación...

—Dudo mucho que los Dawash me vayan a dejar. Primero me internan en un convento de monjas. —Me río de su comentario al igual que ella y niego con mi cabeza.

—¿Nunca te rebelaste de sus decisiones? Aparte de aquella vez, que fue más que el destino que una rebelión. —Me vuelvo a subir a la motocicleta y ajusto las vendas de mis manos.

—Vivo bajo su techo, paso de que me echen.

—¿Sabes que al ser socios de Burblon se gana dinero, no? Pídele tu cuenta, te apuesto que con todos estos años ya te hiciste una buena fortuna. —Al parecer por su rostro, se que nunca se lo pensó de esa manera—. No sé tú, pero yo me piro.

—No, espera. —Me detiene cuando enciendo el motor de la motocicleta. La luz me deja ver a la perfección cuando comienza a dar pasos hacia mí—. ¿Qué harías tú para rebelarte?

Sonrío.


(...)


—Esto me da comezón —se queja de nuevo. Carraspeo mi garganta cuando paso cerca de un grupo de chicos y sigo empujando su cuerpo.

Cuando visualizo el cuerpo de Tyson a lo lejos, me pongo acuchillas y subo su cuerpo a mi hombro como un saco de papa. Un grito de sorpresa se le escapa, por lo cual vuelvo a carraspear mi garganta sonriéndoles a las personas que pasan cerca de nosotros.

—Lyes, ¿Dónde te metiste...? —Tyson hunde sus cejas y deja de contar los billetes que tiene en la mano—. ¿Qué haces con un oso gigante? ¿Acaso es nuestro aniversario de casados y no lo recordé?

Pongo mis ojos en blanco nuevamente y bajo su cuerpo ayudándola a pisar bien para que no caiga. Mirando hacia todas partes para no encontrarme con los Dawash, le saco la cabeza de peluche que tiene puesta.

—¡Sorpresa! —el grito de la mojigata hace que Tyson de un pequeño salto sobre su lugar seguido por un grito muy afeminado de su parte.

—¿Estás secuestrado a una persona?—Me mira y luego la mira a ella—.  ¿Amunet?

—La misma.

—¿De dónde se conocen? —les pregunto, pero me ignoran por completo cuando Tyson la abraza. Situación embarazosa que me hace separarlos—. Da igual. Tyson, tendrás que prestarle tu motocicleta.

—¿Para qué o qué? —Saca la llave de su motocicleta y la coloca en la palma de mi mano sin soltarla.

—Amunet va a correr y como los Dawash no quieren, no le darán una motocicleta. —Es la primera vez que la llamo por su nombre y se siente tan extraño. Ella lo nota.

—¿Y cómo lo harán si ellos también corren? —De una vez deja las llaves y yo se las paso a ella. Que se joda Tyson si pasa algo por confiar en ella.

—Porque no correremos con ellos. —Miro el reloj en mi muñeca y hago una mueca de disgusto—. Vamos, no nos queda más que cinco minutos.

—Está bien. —La mojigata se agacha y ata los cordones de sus botas. Chasqueo mi lengua cuando veo que me estoy olvidando de algo y le saco los auriculares que Tyson tiene colgado.

—Dame tu número. —Deja de hacer lo que estaba haciendo y se levanta confundida.

—Que me ayudes a darle una patada en el trasero a los Dawash no significa que quiera salir contigo. —Tyson se ríe al oír aquello y tras darle una mirada asesina se gira sobre sus talones. Con la poca paciencia que ya maneja mi cuerpo meto mi mano en el bolsillo trasero de su pantalón y saco su móvil—. ¿Pero qué mierda haces?

—¿Tu clave?—Elevo mi vista hacia la suya—. No hay tiempo, si quieres podemos dejar esto aquí.

La mojigata suspira y toma el móvil para desbloquearlo. Me lo pasa y se cruza de brazos.

—En toda la carrera estaremos en una llamada telefónica. —Termino de anotar su número y le marco. La miro para que me atienda y lo hace. Me acerco, paso los auriculares por su cuello y se los coloco en sus oídos—. Sirve para cualquier emergencia, aun más si estamos hablando de estas calles.

—Que generoso...

—Olvídalo, no me quiero cargar un muerto en la conciencia. —Hago lo mismo que ella y me pongo los auriculares—. Ponte el casco, eso hará que los auriculares no salgan.

—¿Por qué tienes todo planeado? —me pregunta obedeciéndome.

Suspiro.

—No es estar preparado, es ser inteligente.

Me giro no sin antes poner mi móvil sobre mi pelvis y doy pasos hacia mi motocicleta. Cuando me subo ajusto la venda sobre mis manos y miro el reloj de mi muñeca.

Muy bien, que comience.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro