Capitulo 15 (Caída Mega Colosal)

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Dairiki46 Aka Dyrroth

Writer: ¿Quieres que siga con el fanfic de Ymir Ō x Ben? Aún estás a tiempo para decirme otro verso si quieres

Writer: ¿Para cuando el de AoT reacciona? Recuerda que para hacer el de Ymir Ō, nadie sabe que ella en realidad es Ymir Fritz y que se haga la revelación cuando ella lo diga

Narrador Omnisciente

La batalla entre Eren y el Titán Infernal Mega Colosal se desarrolla en un escenario desolado y devastado. Eren, con su Titán Fundador debilitado de 180 metros, se enfrenta a un enemigo formidable. A pesar de la desigualdad aparente, la combinación de una pequeña parte del Titán Fundador y una fracción de la coordenada le otorgan a Eren una oportunidad de igualar la contienda.

Con determinación y valentía, Eren se lanza hacia el Titán Infernal Mega Colosal. Utilizando su habilidad para manipular el aire, crea una corriente ascendente que lo impulsa hacia el cielo. Sus músculos tensos y su mirada fija en el objetivo, Eren se eleva majestuosamente por encima del campo de batalla.

El Titán Infernal Mega Colosal, consciente de la amenaza que representa Eren, intenta defenderse. Sus brazos gigantescos se mueven con fuerza y velocidad, buscando golpear al intrépido protagonista. Sin embargo, Eren muestra una agilidad sorprendente mientras esquiva cada embestida. Sus movimientos son precisos y fluidos, evitando los golpes con una gracia sobrenatural.

En un abrir y cerrar de ojos, Eren aprovecha una apertura en la defensa del Titán Infernal Mega Colosal. Con una fuerza sobrehumana, descarga un poderoso golpe sobre su enemigo. El impacto es devastador. El Titán Infernal Mega Colosal es derribado con una fuerza abrumadora, estremeciendo el suelo y generando un estruendo ensordecedor.

Las llamas que envuelven el cuerpo del Titán Infernal Mega Colosal se propagan rápidamente, consumiendo todo a su paso. El bosque que rodea el campo de batalla se convierte en un infierno ardiente, con árboles calcinados y llamas danzantes que iluminan el horizonte. El calor es intenso, y el aire se carga con humo y cenizas.

A pesar de la contundente derrota sufrida, el Titán Infernal Mega Colosal se levanta con dificultad, emitiendo un rugido ensordecedor que reverbera en el aire. Con la intención de aplastar a Eren bajo sus pies gigantescos, el Mega colosal enemigo se abalanza hacia él.

Sin embargo, en un giro inesperado, Eren utiliza su habilidad para convertirse en humo. En un abrir y cerrar de ojos, se desvanece de la vista del Titán Infernal Mega Colosal, alejándose rápidamente y volviendo a su forma humana. Ahora, nuevamente en su estado normal, Eren se prepara para lanzar un nuevo ataque.

Reuniendo toda su fuerza y determinación, Eren se lanza hacia el Titán Infernal Mega Colosal. Su espada reluciente se alza en el aire, cortando el viento con ferocidad. Con un movimiento preciso y certero, logra seccionar las piernas del mega colosal enemigo, dejándolo postrado en el suelo una vez más.

El impacto de la caída del Titán Infernal Mega Colosal sacude el suelo, enviando vibraciones por todo el campo de batalla. Atrapado en su propia inmovilidad, el enemigo yace impotente, incapaz de volver a levantarse.

Mientras Eren se acerca, decidido a seguir atacando, su cuerpo comienza a flaquear. El agotamiento causado por el uso de una pequeña fracción del Titán Fundador y la coordenada comienza a hacer estragos en su organismo. Sus rodillas ceden bajo el peso de la fatiga y cae de rodillas.

El Titán de Eren, que había sido su mejor arma en la batalla, comienza a disolverse en vapor, como ocurrió la primera vez que utilizó el poder del Titán Fundador y la coordenada. Aunque solo utilizó una pequeña parte de ambas habilidades, el costo es alto y su cuerpo ya no puede soportar más.

Eren se desploma en el suelo, incapaz de moverse. Su respiración agitada y sudorosa revela el esfuerzo sobrehumano que ha realizado. A pesar de la victoria momentánea, su estado debilitado y vulnerable lo deja expuesto a cualquier eventualidad. Sin embargo, su determinación sigue ardiendo, y aunque postrado en el suelo, Eren se niega a rendirse.

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Rico y Dyrroth emergen en el escenario con una elegancia y destreza incomparables. El viento susurra a través de las hojas mientras Rico aterriza con gracia en una rama alta del imponente árbol. Una sonrisa de gratitud se dibuja en su rostro mientras se dirige a su compañero. "Gracias por traerme hasta aquí", le expresa con sinceridad, reconociendo la valiosa ayuda que le ha brindado.

Dyrroth asiente solemnemente, su mirada fija en el horizonte. "No hay ningún problema", responde con voz firme y decidida. "Nuestro objetivo ahora es salvar a Eren", agrega, transmitiendo la seriedad y la importancia de la misión.

Los ojos de Rico escudriñan el panorama, captando el movimiento de Reiner acercándose sigilosamente hacia el inconsciente Eren. Un sentimiento de ira y determinación se apodera de ella, y las palabras escapan de sus labios entre dientes apretados. "Maldita sea", murmura, su agarre se endurece sobre los gatillos de su equipo de maniobras tridimensional, preparándose para el enfrentamiento inminente.

Sin una pizca de duda, Rico se lanza a toda velocidad hacia Reiner y Eren, su cuerpo se convierte en un rayo de energía. Sus espadas, brillantes y afiladas, cortan el aire con una elegancia letal mientras se abalanza sobre Reiner. El acero encuentra su objetivo, hundiéndose en los antebrazos del traidor con una precisión implacable. Un doble corte profundo marca su piel, obligándolo a retroceder con un grito de dolor.

Rico se interpone audazmente entre Eren y Reiner, su presencia imponente y desafiante. "No permitiré que te lo lleves, maldito traidor", proclama con una determinación que emana de cada fibra de su ser. Las llamas de la venganza arden en sus ojos, y su voz resuena con una mezcla de ira y valentía, dejando en claro que no se detendrá ante nada para proteger a su camarada y frustrar los planes del traidor.

En ese momento, Ymir coloca una mano reconfortante en el hombro de Reiner, transmitiendo determinación y urgencia en su mirada. "Debemos irnos", le dice con voz firme y decidida, recordándole la importancia de su escape junto a Bertholdt. La situación era cada vez más adversa y no podían permitirse permanecer en ese lugar.

Bertholdt se acerca, su expresión reflejando la preocupación y el sentido de supervivencia. "Debemos encontrar al portador del Titán de 600 metros y partir", le recuerda a Reiner, haciendo hincapié en la realidad de su desventaja frente a sus oponentes. Era evidente que no podrían enfrentarlos y triunfar.

Con un asentimiento sombrío, Reiner comprende la necesidad de una retirada rápida. Sin perder tiempo, se une a Ymir y Bertholdt, moviéndose con premura para poner distancia entre ellos y sus perseguidores.

Rico exhala un suspiro de alivio, sintiendo cómo la tensión se disipa gradualmente. "Eso estuvo cerca", murmura, reconociendo la estrecha llamada que habían tenido. La sensación de alivio la inunda, pero sabe que la batalla aún no ha terminado.

Dyrroth aterriza suavemente junto a Rico, su mirada atenta y protectora. "Ahora solo nos queda esperar a que el resto aparezca", le dice, sosteniendo con cuidado el cuerpo inconsciente de Eren en sus brazos. Saben que no pueden bajar la guardia ni un momento.

Rico y Dyrroth, aprovechando su dominio del equipo de maniobras 3D, se impulsan hacia las ramas de uno de los pocos árboles que aún se mantienen en pie. Con habilidad y agilidad, encuentran un punto estratégico desde el cual pueden vigilar y esperar a sus compañeros, listos para cualquier eventualidad que pueda presentarse.

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El imponente Titán Hembra de 15 metros avanzaba con paso firme hacia el bosque calcinado, su mirada determinada y su cuerpo musculoso listo para la batalla. A medida que se acercaba, titanes puros emergieron de entre los árboles, dispuestos a atacarla y poner a prueba su poder.

Sin embargo, la Titán Hembra no se inmutó ante la amenaza. Con una destreza impresionante, desplegó su combinación más letal, una técnica que pocos habían presenciado y sobrevivido para contarla. Concentrando su energía divina, creó dos agujeros opuestos pero igualmente poderosos: un agujero Blanco y un agujero Negro.

El agujero Blanco emanaba una fuerza repulsiva capaz de rechazar cualquier cosa que se acercara a él. Era como si la misma esencia del vacío se manifestara en su forma más pura. Por otro lado, el agujero Negro ejercía una atracción irresistible sobre todo lo que se encontraba a su alcance. Era como si el mismísimo abismo se abriera ante los ojos de los titanes puros.

Pero la verdadera destreza de la Titán Hembra se reveló cuando, con maestría suprema, fusionó los dos agujeros en uno solo: el agujero Gris. Este prodigio de la naturaleza generaba un daño infinito, un poder destructivo sin límites. Los tres agujeros, creados a través del Ninjutsu divino, llevaban los nombres de "Ninjutsu Divino - Agujero Negro", "Ninjutsu Divino - Agujero Gris" y "Ninjutsu Divino - Agujero Blanco", cada uno con su propio propósito y potencial mortífero.

En un acto de audacia y valentía, la Titán Hembra lanzó el agujero Gris contra los titanes puros que la rodeaban. La energía desatada por esta combinación letal envolvió a los monstruos en un vendaval de destrucción, reduciéndolos a menos que polvo en cuestión de segundos. El bosque resonó con el estruendo de la aniquilación, mientras el Titán Hembra se erguía triunfante, observando la devastación que había generado.

"Malditos inútiles", susurró con desdén hacia los titanes puros. Su voz resonó con un tono de superioridad y desprecio, dejando en claro que no había encontrado un verdadero desafío en su camino. Era una fuerza imparable, una deidad en forma de titán, dispuesta a aplastar a cualquiera que se atreviera a oponerse a ella.

El sol del atardecer iluminaba el campo devastado por la batalla. El aroma a humo y sangre impregnaba el aire. En medio de este caos, el Titán Hembra emergió majestuosamente, su imponente figura recortada contra el cielo teñido de naranja.

Sus ojos negros, llenos de una determinación feroz, escudriñaron el paisaje en busca de sobrevivientes. Fue entonces cuando notó a Mikasa y Carla, dos figuras ahora diminutas y frágiles tumbadas en el suelo, inconscientes y heridas. Un destello de alegría brilló en los ojos del Titán, y con una delicadeza inesperada para su tamaño, se inclinó y las levantó con sus enormes manos.

"No las voy a dejar morir", susurró con una voz profunda y resonante, mientras acunaba a las dos mujeres en sus palmas gigantes. Con cautela y destreza, el Titán Hembra comenzó a caminar, sus pasos pesados pero cuidadosos, hacia la imponente Muralla Rose, el penúltimo bastión de la humanidad.

A medida que avanzaba, los titanes puros a su alrededor parecían alejarse, como si instintivamente percibieran su presencia y la temieran. Y no era para menos. El Titán Hembra había adquirido una reputación temible, un ser que emanaba un aura que manipulaba el miedo en todo ser vivo cercano a ella. Su sola presencia infundía terror en los corazones de aquellos que osaban enfrentarla.

Con cada paso, el Titán Hembra se aseguraba de no lastimar a Mikasa y Carla. Dominaba su cuerpo con una precisión asombrosa, cada movimiento calculado para evitar cualquier daño adicional a las dos mujeres que sostenía con tanto cuidado. La bestia gigante se movía con gracia y control, como si fuera consciente de la responsabilidad que tenía en sus manos.

Mientras el sol se sumergía lentamente en el horizonte, el Titán Hembra continuó su marcha hacia la Muralla Rose, su silueta imponente y su carga preciosa. Su determinación era inquebrantable, su propósito claro: proteger a Mikasa y Carla, y asegurarse de que vivieran para ver otro día en este mundo desgarrado por la guerra.

Y así, con cada paso firme y cada respiración profunda, el Titán Hembra se convirtió en un símbolo de esperanza en medio de la desesperación, una fuerza poderosa que desafiaba las expectativas y protegía a aquellos que necesitaban protección.

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