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Luego de mucho tiempo... volví a caer en esa mierda del amor, esta vez... me condenó para siempre.

Se llamaba Imperio Bizantino.

Si, el de Constantinopla.

Moscovia miró con atención ese Imperio, era... Dios, solo verlo lo ponía caliente, agradecía traer pantalones no muy apretados.

—Entonces eres el famoso Moscovia.

—Así es.

Parecía bastante serio, le gustaban las facciones duras, y ese de ahí tenia sus cualidades ideales, mirándolo con esa mirada tan penetrante que lo hacía estremecerse y calentarse como gata en celo.

—Supongo que sabes quien soy.

Moscovia asintió ante lo dicho.

—El Gran Imperio Bizantino...

Susurró con algo de emoción.

—Ese mismo.

Le sonrió suavemente y ambos guardaron silencio, Moscovia pensaba como coquetearle.

—Hace unos cuantos minutos era hetero.

Murmuró algo apenado, el bizantino lo miró con una sonrisa.

—¿Enserio? Yo pensaba que ya eras gay, y que te la metían cuando podían.

El moscovita lo miró ofendido, y volvió a intentar.

—¿Haces magia con los dedos?

Preguntó con algo más de confianza, el más alto se miró la mano.

—Que yo sepa no.

Se hizo el tonto moviendo sus dedos de una manera muy prometedora.

—Tan bonitas manos que tienes.

Tomó una mano del Imperio y chupo ligeramente dos dedos.

—Ojalá fueras sol para darme todo el día.

En mi defensa, era y soy malo para eso de coquetaer, aunque... no salió tan mal...

—¡Mas fuerte! ¡Aah~!

Gemia de forma alta al sentir el gran miembro del Imperio entrar y salir de su interior.

No entremos en detalle, simplemente el y yo nos convertimos en amantes, me volví más pacífico, pero... un día...

Me dijeron que iba a tener un bebé, no me importaba realmente, no me importó, hasta el momento en que lo tuve... morí, morí, literalmente me morí, le supliqué ayuda a Bizantino, se fue, abandonó a ni hijo mientras yo agonizaba...

Agonizando...

Mis ojos se cerraron aún con la esperanza de escuchar la voz de Bizantino... nada... simplemente... morí.

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