Capítulo 11

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

.Más tarde, en ese mismo día.

.Ciudad de Kuoh - En lo alto de un edificio.

La ciudad de Kuoh se extiende bajo el cielo, una amalgama de luces y sombras que danzan entre los edificios. En lo alto de una estructura de acero y cristal, Blake Valler, el sujeto de pruebas número once, se encuentra inmerso en una meditación profunda. El sol, como un antiguo faro, se alza en el horizonte oriental, y Valler le da la espalda, como si desafiara su ardiente mirada.

Sus pensamientos, sin embargo, no se centran en la luz solar que se filtra entre las rendijas de los edificios. En lugar de eso, su mente se sumerge en los recuerdos, en los fragmentos de una historia que se despliega como un rompecabezas. Gordon Smith, el hombre cuyos recuerdos comparte, es su ancla en este mundo de secretos y conspiraciones.

En uno de los tantos flashbacks, Valler se ve transportado al pasado, a un momento crucial en la búsqueda de respuestas. Desde la perspectiva de Gordon Smith, observa una escena que se desarrolla en los pasillos de un laboratorio clandestino.

.Inicio del Recuerdo:

"Un convoy militar saldrá de la ciudad de Kuoh en una semana. Me gustaría verte en él".

Dice una voz masculina, firme y autoritaria. El interlocutor no es otro que Dekion Burton, un científico de renombre, compañero de Gordon Smith en sus investigaciones. La figura de Burton se recorta contra la luz de las lámparas fluorescentes, su traje de científico impecable, su mirada penetrante. Gordon frunce el ceño.

"Tengo algunos asuntos que terminar aquí, Burton. No creo poder estar allí."

El científico negro sonríe con malicia.

"Es una lástima, Smith. Te vas a perder de toda la diversión. Las chicas aquí vienen con mucha facilidad."

Gordon no se inmuta.

"Gracias, pero... no va conmigo."

Burton se acerca, su voz baja y confidencial.

"Si cambias de parecer, ve al Castillo Nijō. Allí se alojan varios convoyes de la Blackwatch, la organización que nos reclutó. Diles quién eres y que eres un invitado mío. Te aseguro que te dejarán viajar."

Gordon asiente, sin revelar sus verdaderas intenciones.

"Como digas."

.Fin del Recuerdo.

Los ojos de Blake Valler se abren lentamente. El nombre resuena en su mente: Dekion Burton. Un científico con secretos, un eslabón en la cadena de misterios que rodean a la Blackwatch. Pero la pregunta persiste: ¿Cómo se infiltrará en ese convoy? ¿Qué papel desempeñará en la partida de ajedrez que se desarrolla en las sombras? El viento acaricia su rostro mientras contempla la ciudad extendiéndose ante él. El Castillo Nijō se alza en la distancia, sus torres vigilantes. Blake sonríe, decidido. La partida está en marcha, y él es una pieza en movimiento. Pronto, las respuestas se revelarán, y la verdad se alzará como un sol implacable sobre las sombras.

[...]

.Castillo Nijō - Dos horas y media después.

—Tío, esta mierda no me gusta nada. —dice un soldado con voz ronca, hablando con sus compañeros del pelotón Cuervo mientras revisa su rifle— Primero muere un científico en Kuoh, un pueblo perdido en medio de Kioto, y poco después nos transfieren de California, a miles de kilómetros de distancia, ¿qué clase de sentido tiene eso? ¿Qué demonios estamos haciendo aquí?

—Órdenes son órdenes, Malcom. —le responde otro soldado con calma, ajustando su casco— No es nuestro trabajo preguntar, nos pagan para seguir órdenes, eso es todo. Somos soldados, no políticos. No tenemos que entender el porqué de las cosas, solo tenemos que cumplir con nuestra misión.

—Lo sé, Earl. Lo sé. —le dice el soldado, ahora bautizado como Malcom, suspirando con frustración— Pero... piensa esto. Desde que "ese tipo" llegó aquí, las cosas fueron muy diferentes. Apenas pasaron dos días desde ese desastre con la sujeto de pruebas cuarentaicinco, esa chica que se volvió loca y mató a media ciudad, ¡y ya se han hecho decenas de cambios aquí! Nos han cambiado el uniforme, el armamento, el protocolo, ¡hasta el menú!

—Tengo que reconocerlo, también me resulta curioso. —dice otro soldado, su etiqueta dice su apellido, Marshall, y tiene una cicatriz en la mejilla— Desde que el director de Gentek vino aquí, por alguna razón no puedo dormir tranquilo. Casi me siento más seguro en Manhattan, donde al menos sabía contra qué estaba luchando.

—¿Lo ves? No soy el único paranoico, Earl. —le dice Malcom, a quien intentaba dejar ese asunto de lado, pero no podía evitar sentirse inquieto— ¿Desde cuándo Desmond Tyler abandona la cede de Gentek al otro lado de Estados Unidos, para venir de un día para otro a Japón? Piénsalo un poco. ¿Qué es lo que crees que está pasando aquí? ¿Qué es lo que busca ese hombre?

—Lo que yo creo, es que bebiste demasiado sake. —le dice Earl, burlándose de su compañero— Ya dejen de parlotear, estos convoyes tienen que llegar a la base Tango Cuarenta, sanos y salvos. Luego de toda la mierda de Manhattan, me sorprende que alguien no intentara sabotear nuestras operaciones. Así que mantengan los ojos abiertos y la boca cerrada.

—¿Qué me dices de los Yakuza? —pregunta Malcom, sin rendirse— No han aparecido desde que llegamos a Japón, y, si son como yo creo que son, deberían habernos saboteado mil veces para quedarse con el armamento. Esos tipos están a punto de desatar la guerra contra otra familia de la mafia en este país. Tal vez tengan algún trato con Tyler, o tal vez quieran eliminarlo. 

—Coincido con Earl, Malcom... bebiste demasiado. —dice Marshall, mientras niega con la cabeza, incrédulo— Muy bien, señoras. ¿Tienen todo listo? ¿Preparados para salir?

"Sí señor".

Responde el pelotón cuervo al unísono, con voz firme y decidida. Pero entonces, un grito se escucha a lo lejos, rompiendo el silencio. Marshall se voltea confundido, y sus ojos divisan a un novato, un raso recién salido de la academia que corre con bastantes bolsas encima, tropezando con todo lo que encuentra a su paso. Marshall ríe por la cómica situación, y le hace una seña para que se apure.

—¿Eres el "novato"? ¿Al que transfirieron del campo de entrenamiento? —pregunta Marshall, con una sonrisa leve en su rostro curtido por el sol y el viento. El joven asiente con la cabeza, mientras intenta recuperar el aliento después de correr tanto. Su rostro está sudoroso y su uniforme está arrugado— ¿Cuál es tu nombre, soldado? ¿Cómo te llamas?

—C-cabo Tommy Neal, señor. —dice el novato, mientras traga saliva y asiente rápidamente, nervioso. Tiene varias bolsas en sus manos, que parecen pesar mucho— Me dijeron que llevase todo esto a la base. Ha-hace dos horas que estoy corriendo, sin parar. Ufff, por un momento creí que no llegaría a tiempo, que me dejarían atrás.

—Sube, hijo. —dice Marshall, haciéndole un gesto con la cabeza, invitándolo a subir al vehículo— ¡Convoy Jarana, nos vamos! —grita el capitán, mientras golpea el convoy en la parte del costado, con fuerza. Al mismo tiempo que camina para subirse al vehículo, mira a sus hombres con orgullo—

Entonces, el vehículo arranca con bastante velocidad, haciendo un ruido ensordecedor. El novato Tommy Neal casi se cae del susto, pero rápidamente se sujetó de un barrote, con firmeza. Está ligeramente nervioso, no sabe qué esperar de esta misión. A todo esto, el resto del pelotón Cuervo, se reían de la situación, divertidos. Siempre les resultaba gracioso ver a un novato en su primer día, tan inocente e inexperto.

—Bien, ahora que estás dentro del pelotón cuervo, tendremos que decirte los nombres de cada uno. —dice Earl, con voz amable— Yo soy Earl Murphy, subteniente del escuadrón. Ellos son Malcom Graham, Víctor Norton, Daniel Waley, Lloyd Faulkner, Alex Hodges y él, Corey Dotson. —dice el subteniente, señalando con el dedo a cada uno de los mencionados, mientras le sonríe al novato—

—Es un placer. —dice Tommy, con una sonrisa leve, intentando ser educado— ¿Saben a dónde estamos yendo? ¿O qué es lo que tenemos que hacer?

—A la base Tango Cuarenta, niño. —dice Víctor Norton, mientras afilaba su cuchillo con una mirada seria, casi amenazante— No hables y quizás sobrevivías. No te metas en problemas y sigue las órdenes. Aquí no hay lugar para los débiles.

—Vamos Norton, no lo mires así, harás que se haga en los pantalones. —bromea Daniel Waley, el elemento cómico del pelotón, mientras reía a carcajadas y golpeaba el hombro de Víctor, con camaradería— Déjalo, le gusta hacerse el serio. Y dime, cabo, ¿de dónde te transfirieron? ¿De qué base vienes?

—Base Alfa Dos Cinco. E-en Michigan. —dice Tommy Neal, mientras sentía un leve mareo debido al terreno rocoso, que hacía que el vehículo se moviera mucho— S-salí hace unos días de allí. Fui el mejor de mi grupo. Me gradué con honores.

—¿En qué te destacas, cabo Neal? —pregunta Lloyd Faulkner, el hombre de los explosivos, con curiosidad. Tiene una granada en su mano, que juega con ella como si fuera una pelota—

—Medicina. —dice Tommy Neal, con orgullo— Soy un médico. Estudié la carrera en la universidad, antes de alistarme. Quería ayudar a la gente, a salvar vidas.

—¿Y esta es tu primera misión real fuera del campo? —pregunta Alex Hodges, el mejor francotirador del pelotón cuervo, con admiración. Tiene un rifle en su espalda, que acaricia con cariño—

—S-sí. —dice Neal, con una sonrisa leve, agradecido por el gesto— Agradezco que no me hayan asignado a Manhattan, no creo haber podido sobrevivir con todo lo que sucede allí. He oído historias horribles, de monstruos y mutantes.

—En Harlem está peor. —dice Malcom, con una expresión algo preocupada, recordando lo que vio— Muchas familias están muriendo por culpa de la enfermedad. Los frikis de Gentek no parecen querer encontrar una cura, y nuestros superiores nos dicen que lo dejemos estar... que no será letal. Pero... viejo... cuando ves las caras de las personas... no puedes evitar sentir empatía por ellos. Son inocentes, no merecen sufrir así.

—Eres médico, supongo que lo entiendes. —dice Earl, con compasión— Nosotros intentamos ayudar a la gente con todo lo que podemos, pero cuando un mayor o un coronel dice que no, es no y punto. No podemos desobedecer, o nos meteremos en un lío. Tenemos que confiar en que ellos saben lo que hacen.

—¿Creen que habrá una cura? —pregunta Tommy, con esperanza. Quiere creer que hay una solución, que no todo está perdido—

—No lo sabemos, chico. —responde Corey, quien hasta ese momento nunca había hablado. Tiene una voz grave y profunda, que impone respeto— Todos deseamos que se cure esa mierda del virus... mi madre dice que nunca hay que perder la fe. Que Dios tiene un plan para todo.

—La esperanza es lo último que se pierde. —dice Lloyd, con optimismo. Tiene una sonrisa en su rostro, que contrasta con su aspecto rudo— O al menos eso dicen... Tal vez algún día podamos vivir en paz, sin tener que luchar contra el enemigo invisible.

—¿Y qué hay de ti, Marshall? —pregunta Tommy, con curiosidad. Quiere saber más sobre el líder del pelotón, que parece ser el más experimentado y respetado de todos— ¿De dónde vienes? ¿Qué te motivó a alistarte?

—Vengo de Texas, chico. —dice Marshall, con un acento sureño— Nací y crecí en una granja, con mis padres y mis hermanos. Siempre me gustaron los animales, y la naturaleza. Quería ser veterinario, pero no tenía dinero para estudiar. Así que me alisté en el ejército, pensando que podría ayudar a mi familia, y a mi país. Pero no sabía lo que me esperaba...

—¿Qué pasó? —pregunta Tommy, intrigado—

—Pasó Manhattan, chico. Pasó el infierno. —dice Marshall, con un tono sombrío— Estuve allí, en el epicentro de la pesadilla. Vi cosas que no podrás imaginar, cosas que te harían vomitar. Vi a mis amigos morir, uno tras otro, desgarrados por esas aberraciones. Vi a la ciudad arder, y a la gente sufrir. Vi al enemigo, y no era humano. Era algo peor, algo que no tenía piedad ni razón. Era el virus, chico. El maldito virus.

—¿El virus? —pregunta Tommy, asustado— ¿Qué virus?

—El virus que creó Gentek, chico. El virus que convirtió a las personas en conejillos de indias, en carne de cañón. El virus que infectó, y transformó a las personas. El virus que les quitó la humanidad, y los hizo monstruos. El virus que les hizo... —dice Marshall, pero se detiene, como si recordara algo terrible— 

—¿Qué? ¿Qué les hizo? —insiste Tommy, impaciente—

—Nada, chico. Nada. —dice Marshall, sacudiendo la cabeza, como si quisiera olvidar— Olvídalo, no es importante. Lo que importa es que sobreviví, por pura suerte quizás. Y que escapé de allí, con la ayuda de estos hombres. Ellos son mi familia ahora, los únicos que me entienden. Los únicos que me quedan.

—Lo siento, señor Marshall. No quería molestarle. —dice Tommy, apenado—

—No te preocupes, chico. No es tu culpa. —dice Marshall, con una sonrisa forzada— Solo es el pasado, y el pasado ya no importa. Lo que importa es el presente, y el futuro. Y el futuro es incierto, chico. Muy incierto.

—¿Por qué lo dices? —pregunta Tommy, confundido—

—Porque... hay algo que no cuadra, chico. Algo que no tiene sentido. —dice Malcom, con una mirada suspicaz— ¿Por qué nos han traído aquí, a Japón? ¿Qué tiene que ver este lugar con el virus? ¿Qué tiene que ver ese científico muerto en Kuoh con Gentek? ¿Qué tiene que ver Desmond Tyler con todo esto?

—¿Quién es Desmond Tyler? —pregunta Tommy, ignorante—

—Es el director de Gentek, chico. El jefe de los frikis luego de que Raymond McMullen se haya disparado en la mandíbula. —dice Marshall— El hombre que vino aquí, hace unos días. El hombre que está detrás de toda esta mierda.

—¿Qué quieres decir? —pregunta Tommy, sorprendido—

—Quiero decir que hay algo que no nos están diciendo, chico. Algo que nos ocultan. Algo que nos afecta. Algo que tiene que ver con el virus, y con nosotros. Algo que puede cambiarlo todo. —dice Marshall, con una voz grave— Algo que puede ser muy peligroso.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta Tommy, incrédulo—

—Lo sé porque lo siento, chico. Lo siento en mis putos huesos. Lo siento en mi sangre. Lo siento en mi alma. —dice Marshall, con una expresión seria— Y no soy el único que lo siente, ¿verdad, Malcom?

—Tienes razón, Marshall. Yo también lo siento. —dice Malcom, asintiendo con la cabeza— Y no solo eso. También lo sé, porque lo he investigado.

—¿Qué has investigado, Malcom? —pregunta Corey Dotson, interesado—

—He investigado sobre Gentek. Sobre el virus. Sobre Tyler y, sobre todo lo que ocurrió en Hope, Idaho. —dice Malcom, con una mirada de loco— He buscado información en internet, en los archivos, en los informes. He hackeado sus sistemas, he leído sus correos, he visto sus vídeos. He descubierto sus secretos, sus planes, sus mentiras. He descubierto la verdad, gente. La terrible verdad.

—¡Basta, Malcom! ¡Ya basta de tus tonterías! —dice Earl, interrumpiendo el discurso de Malcom, con enfado— No asustes al novato con tus teorías conspirativas, no le llenes la cabeza con tus fantasías. No le mientas con tus locuras.

—No le miento, Earl. Le digo la verdad. La única verdad posible. —dice Malcom, defendiéndose— Tú también lo sabes, Earl. Tú también lo sientes. 

—No le hagas caso a Malcom, Tommy. Está loco como una cabra. —dice Daniel Waley, con una sonrisa burlona— Siempre está hablando de conspiraciones, del virus, de "Mercer". No tiene ni idea de lo que dice. Solo le gusta llamar la atención.

—No es cierto, Waley. Tú eres el que no tiene ni idea de nada. Tú eres el que solo quiere llamar la atención. Tú eres el que siempre está haciendo el rol de payaso. —dice Malcom, con desprecio— ¿Qué sabes tú, Waley? ¿Qué has hecho tú en tu vida, aparte de contar chistes malos y beber como un cosaco?

—He hecho muchas cosas, Malcom. Muchas más cosas que tú. —dice Daniel Waley, con orgullo— He viajado alrededor del mundo, he conocido a muchas mujeres hermosas, he vivido una infinidad de aventuras. He sido un héroe, Malcom. ¡Un puto héroe nacional! 

—¿Un héroe, tú? —dice Malcom, con incredulidad— ¿Qué has hecho tú de heroico, Waley? ¿Qué has hecho tú que merezca el respeto de nadie?

—Pues... pues... —dice Daniel Waley, pensando— Pues... una vez salvé a un gatito de un árbol.

—¿Un gatito? ¿Eso es todo? —dice Malcom, con una risa burlona— ¿Eso es lo más heroico que has hecho en tu vida, Waley? ¿Salvar a un gatito de un árbol?

—Es más de lo que tú hiciste. —dice Corey, con una mirada graciosa—

—No era un gatito cualquiera, Malcom. Fue un gatito muy especial. —dice Daniel Waley, con una sonrisa pícara— Fue el gatito de la hija del presidente, Malcom. ¡El gatito de la hija del presidente! 

—¿Qué? ¿De qué estás hablando, Waley? —dice Malcom, confuso—

—Estoy hablando de que salvé al gatito de la hija del presidente, Malcom. Y que ella me lo agradeció, muy bien. Muy, muy bien. —dice Daniel Waley, con un guiño— Si es que me entiendes.

—No te creo, Waley. No te creo nada. —dice Malcom, con escepticismo— Eso es una mentira, Waley. Una mentira más de las tuyas. No puedes haber salvado al gatito de la hija del presidente. No puedes haber estado con la hija del presidente. No puedes haber hecho nada de eso, Waley. Porque eres un mentiroso, Waley. Un mentiroso compulsivo. 

—¡Ya cierren la boca! —grita Víctor, quien hasta ese momento se había mantenido callado, finalmente explotó— ¡A nadie le importan tus putas conspiraciones, Malcom! ¡Y a nadie le importa que te hayas acostado con la hija del presidente, Daniel! ¡Por una puta vez, cierren la boca! Imbéciles...

—Ya oyeron a Víctor, todos callados. —dice Lloyd, mientras se recuesta en su asiento—

—Este viaje va a ser largo. —dice Corey, con una sonrisa ladeada—

"Despiértenme cuando lleguemos".

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro