Capítulo 25

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La expresión de Blake, oculta tras la máscara de Tsukino Tadauki, reflejaba una confusión profunda, una sorpresa que rozaba los límites de la incredulidad y, si uno observaba con suficiente atención, un atisbo de temor que se filtraba a través de su fachada de calma. Como hijo de una eminente científica y sujeto de prueba del ambicioso proyecto "Lobo Gris", un esfuerzo por replicar al enigmático P.A.R.I.A.H., su presencia era lo suficientemente intimidante como para sembrar el pavor incluso en el corazón del más osado entre los mortales y las deidades. Akeno, la renombrada sacerdotisa del rayo, se llevó una mano a la boca, emitiendo un suspiro sofocado que bien podría estar cargado de un miedo repentino, de asombro o quizás de alguna otra emoción inesperada que luchaba por salir a la superficie.

—¿Es tu primera vez aquí? —inquirió Zackary Wells, dirigiéndose a la dama japonesa de cabellos ébano. Se posicionó justo detrás de ella, depositando unas palmadas reconfortantes sobre su hombro, una acción que resultó ser extraordinariamente incómoda para Himejima— Con el tiempo te acostumbras, todos lo hacen tarde o temprano. Al principio, el miedo es natural, pero luego, aprenderás a apreciar las maravillas y las infinitas posibilidades que nos brinda la ciencia. —prosiguió, desviando su mirada y sus pasos hacia Blake, quien permanecía erguido, su semblante serio y su postura inmóvil, manteniendo una actitud de alerta constante— ¿Qué te parecería si te diésemos una demostración de lo que es capaz? Desde luego, sería en primer plano, te aseguro que la vista es impresionante.

—Creo... creo que ya hemos visto suficiente. —articuló Blake, incapaz de apartar sus ojos del joven de piel grisácea que, a simple vista, parecía más un cadáver que un ser viviente—

—Oh, vamos, viejo, ¿en serio me vas a abandonar ahora? —Zackary, el hijo adoptivo de Peter Randall golpeó amistosamente el hombro de su "compañero"— Recuerdo cuando estabas ansioso por ver en qué se invertía tu dinero. ¿No te acuerdas de cuando insististe en ver el "Proyecto Orión"? Te quedaste maravillado con él. Sí, después ocurrieron ciertos incidentes, pero eso ahora no viene al caso. Solo te ofrezco una pequeña demostración, un atisbo del poder que hemos logrado desatar.

—Zack, es solo un niño. —replicó Blake, girándose para enfrentar al mencionado, su rostro reflejando una preocupación palpable— ¿No te pesa en la conciencia?

—Somos la Blackwatch, no nos detenemos en sentimentalismos. Los visionarios, los Generales Militares, nos enfocamos en el presente, en las cuestiones de verdadera importancia. —Zackary alteró su tono y su expresión, adoptando una gravedad que no admitía réplica. Luego, giró ligeramente su cabeza hacia el equipo de doctores— Comiencen las pruebas. —ordenó, y los científicos se pusieron en marcha sin demora—

Las compuertas se abrieron lentamente, y de su interior emergieron cincuenta entidades infectadas que avanzaban con una lentitud ominosa. Akeno, Blake y el resto de los espectadores de importancia se refugiaron tras un ventanal reforzado. La sala estaba completamente aislada del mundo exterior, con una única entrada y una única salida. Rebeca cerró los ojos, rehusándose a presenciar la primera de las pruebas. Por su parte, Zackary no podía disimular su complacencia; la perspectiva de ver al "Lobo Gris" en acción nuevamente lo llenaba de una alegría indescriptible, pues aquel era el proyecto más exitoso de Blackwatch y Gentek hasta la fecha.

Akeno se situó junto a Valler, y ambos se alejaron discretamente para conversar en privado, sus voces susurrantes apenas audibles por encima del estruendo de la batalla que se libraba al fondo.

—¿Cómo procedemos? ¿Acaso esto formaba parte de tus planes? —preguntó Akeno, su voz teñida de preocupación—

—En absoluto. —respondió Blake, cruzándose de brazos con firmeza— Prepárate para lo que sea, porque en cuanto se nos dé la oportunidad, pasaremos a la acción. Romperé el cristal y liberaré al "Lobo Gris". Él causará una distracción lo suficientemente grande como para que se centre primero en la científica y después en Zackary Wells. La obtención de información es nuestra máxima prioridad.

—¿Estás dispuesto a matar a la madre del niño? ¿No temes que eso pueda "despertar a la bestia"? —inquirió Akeno, lanzando una mirada furtiva a su compañero de misión—

—Soy capaz de luchar. —afirmó Blake con una determinación inquebrantable— Me encargaré personalmente de ello, pero necesito que me cubras. —su mirada se posó en la sacerdotisa del rayo con una intensidad ardiente— No te contengas, no muestres piedad... ellos no tendrán ninguna contigo. Elimina a cada científico y soldado armado que encuentres, y por el amor de los cielos... no permitas que te capturen. Sería un verdadero dolor de cabeza tener que solicitar refuerzos.

—Soy capaz de luchar. —repitió Akeno, girándose hacia otra dirección con resolución—

La tensión en la sala era palpable, un silencio espeso se cernía sobre el grupo mientras observaban la escena que se desarrollaba tras el cristal. El "Lobo Gris", una vez liberado, se movía con una gracia letal, sus movimientos eran fluidos y precisos, como los de un depredador en su hábitat natural. La habitación, antes llena de un silencio expectante, ahora resonaba con el eco de sus pasos y el murmullo de los infectados que se agitaban inquietos.

Akeno, con su postura erguida y su mirada fija en el "Lobo Gris", sentía cómo la adrenalina comenzaba a fluir por sus venas. Era una sensación familiar, una que había experimentado en innumerables ocasiones en el campo de batalla. A su lado, Blake permanecía inmóvil, su mirada no se desviaba del niño que ahora representaba la clave de su misión.

—Recuerda, Blake, no es solo nuestra supervivencia lo que está en juego aquí. —susurró Akeno, su voz apenas es audible sobre el caos que comenzaba a desatarse— Es el futuro de todos los que están fuera de estas paredes. No podemos permitir que lo que sucede aquí se extienda más allá.

Blake asintió, comprendiendo la magnitud de sus palabras. No había vuelta atrás, habían cruzado el punto de no retorno. La decisión estaba tomada y las consecuencias, cualesquiera que fueran, tendrían que ser enfrentadas.

El "Lobo Gris" se detuvo de repente, su cabeza se inclinó ligeramente, como si percibiera algo que los demás no podían. En ese momento, Blake dio un paso adelante, su mano se deslizó hacia el cristal, listo para romperlo y desatar el caos necesario para su plan. Akeno se preparó, sabiendo que el momento de actuar estaba a punto de llegar.

—Vaya, vaya... —Zack se acerca a Blake, aún bajo su disfraz, con una sonrisa que apenas oculta una mezcla de burla y genuino interés— Parece que el pequeño ha notado algo familiar, ¿no es así? ¿Qué me dices, amigo? ¿Te atreverías a acercarte? Te prometo que es bastante manso, especialmente cuando su madre está cerca. Es casi como si pudiera sentir la conexión, ¿no te parece?

—No, gracias. Prefiero mantener la distancia. —respondió Blake con firmeza, y sin previo aviso, lanzó un golpe certero contra el cristal— ¡Ahora, Akeno!

El estruendo del cristal fracturándose reverberó por toda la sala, un sonido que marcaba el inicio de un caos inminente. El "Lobo Gris" giró sobre sí mismo, sus ojos, que destilaban una inteligencia sorprendente, se fijaron en Blake y Akeno. La criatura parecía reconocer algo en ellos, algo que iba más allá de su apariencia física.

Mientras tanto, Zackary observaba la escena desde su posición, una sonrisa de satisfacción adornaba su rostro. No había previsto este giro de los acontecimientos, pero lejos de preocuparle, le intrigaba. Para él, era simplemente otra variable en el gran experimento de la vida, un desafío más a su ingenio.

—¡Atención a todos, es el Sujeto de Pruebas Número Once! —anunció con un tono triunfal, dirigiéndose a los presentes— Desmond Tyler estará más que complacido con los resultados.

La confrontación que siguió fue intensa y sin cuartel. Akeno, maestra del rayo, convertía la sala en un espectáculo de luces y electricidad, cada destello un golpe dirigido con precisión milimétrica. Blake, por otro lado, se movía con una eficacia implacable, cada ataque meticulosamente calculado para maximizar el daño entre los infectados que se agolpaban en la sala.

—¡Damián! —la voz de Rebeca de Aragónes resonó por encima del caos, llena de desesperación y amor maternal, mientras atravesaba la barrera de cristal roto para llegar hasta su hijo—

El "Lobo Gris" se detuvo en seco, girando su cabeza hacia la fuente de la voz. La presencia de su madre parecía ejercer un efecto calmante sobre él, un contraste marcado con la violencia que lo rodeaba. La criatura, una amalgama de fuerza y naturaleza salvaje, se mostraba reacia a continuar su asalto ahora que el abrazo de su madre lo envolvía.

—¡Rebeca, regrese a la zona segura inmediatamente! —ordenó Zackary, su voz cortante como el filo de una navaja, mientras desenfundaba su pistola y la apuntaba hacia la científica— ¡Es una orden!

La tensión en la sala alcanzó su punto álgido, y el aire se cargó con la electricidad de la inminente confrontación. Rebeca, con su hijo ahora en brazos, se convirtió en el epicentro de todas las miradas, una madre desafiando las órdenes por el amor a su hijo. El "Lobo Gris", sintiendo la presencia reconfortante de su madre, se calmó visiblemente, su postura agresiva se suavizó en una muestra de humanidad que pocos esperaban.

Zackary, con la pistola aún firmemente apuntada hacia Rebeca, se encontraba en una encrucijada de emociones y deberes. Su dedo, que se había tensado alrededor del gatillo, revelaba una tormenta de dudas que se reflejaba en la profundidad de sus ojos. No era solo un momento crítico de decisión para él, sino que el destino de todos los presentes pendía de un hilo. La atmósfera en la sala se había cargado con una electricidad palpable, cada inhalación y exhalación parecía contener el peso abrumador del destino que se cernía sobre ellos. Blake, con sus garras desplegadas y listas para desatar la violencia, mantenía su postura amenazante, un depredador en el umbral de abalanzarse sobre su presa. Zackary, por otro lado, sostenía su arma con una determinación gélida, aunque la incertidumbre comenzaba a asomarse en sus ojos, que destellaban con el reflejo de la luz tenue.

"Si jalas el gatillo, mueres".

La advertencia de Blake era clara y resonante, su voz no dejaba lugar a dudas ni interpretaciones. La tensión que se había tejido entre los dos hombres era casi tangible, un duelo silencioso donde el más mínimo error podría desencadenar consecuencias fatales.

—No hagas nada de lo que te puedas arrepentir.

—¡Ja! ¿Arrepentirme, yo? —Zackary replicó con una sonrisa forzada, que no lograba ocultar el conflicto interno que lo consumía. Su mirada oscilaba entre Blake y Rebeca, como si buscara en ellos la respuesta a su dilema— No, no lo creo. Esto es lo que somos, esto es la esencia de la Blackwatch. ¿Dudas de que sacrificaría mi vida por el éxito de esta corporación?

—Eres lo suficientemente inteligente como para saber lo que te conviene, y lo que no. —respondió Blake, su tono serio y su mirada fija en Zackary, como si intentara perforar el velo de bravuconería que este había erigido— Solo quiero información, no es nada personal.

—Ah, pero estás dispuesto a matar a quien sea para conseguirla, ¿no? —Zackary mostró sus dientes en una sonrisa desafiante, una mueca que hablaba más de desesperación que de confianza— Adelante, mátame... acaba conmigo. Veamos qué tan útil te resulta la información que poseo. Pero déjame darte un adelanto: no vas a encontrar la ubicación de Desmond Tyler ni de P.A.R.I.A.H.

—¿Qué tan seguro estás de ello? —Blake inclinó la cabeza, evaluando a su oponente con una mirada que parecía intentar descifrar los pensamientos más ocultos de Zackary— 

—Desmond Tyler es un hombre misterioso, aficionado a los secretos y a los juegos de sombras. —dijo Zackary, manteniendo su postura desafiante, como si cada palabra fuera un desafío lanzado al viento— Aunque me mates, nunca te dará la información que buscas.

—No, en eso tienes razón. No me la dará por las buenas. Pero al acabar contigo, habré eliminado a un verdadero bastardo de la Blackwatch. —Blake sentenció con frialdad, su voz era un cuchillo de hielo que cortaba el aire cargado de la sala— Será un duro golpe para Peter Randall y su juego de soldaditos.

En un acto sin ningún atisbo de piedad, Blake insertó sus garras derechas en el pecho de Zackary Wells. Los tendones de material vírico emergieron de la espalda de Valler, consumiendo a su objetivo y adquiriendo sus recuerdos en un proceso voraz y despiadado.

.Recuerdo Adquirido: Zackary Wells.

.Primer Recuerdo:

La base de la Blackwatch bullía con actividad; el sonido de las botas golpeando el suelo resonaba como un tambor de guerra. Cincuenta soldados, imponentes en sus uniformes negros, formaban una línea perfecta, sus rostros ocultos tras máscaras que reflejaban una determinación férrea. Peter Randall, flanqueado por Robert Cross y Jason Rogers, inspeccionaba a los reclutas con una mirada que no admitía debilidad. Los novatos, con voces que se elevaban en un coro marcial, proclamaban el juramento de la Blackwatch, un credo que hablaba de sacrificio y de una lealtad inquebrantable:

"¡Cuando cazamos, matamos! ¡Nadie está a salvo! ¡Nada es sagrado! ¡Somos Blackwatch! ¡Somos la última línea de defensa! Quemaremos a los nuestros para mantener la línea roja, ¡es la última línea a mantener!".

Randall se detuvo ante un joven soldado, cuyo rostro descubierto revelaba una juventud apenas tocada por la sombra de la guerra. El líder de la Blackwatch sonrió con orgullo paternal al reconocer en él a su hijo adoptivo, un guerrero forjado en los secretos más oscuros del gobierno de los Estados Unidos de América.

.Segundo Recuerdo:

La sala de conferencias estaba bañada en una luz tenue, que se reflejaba en la mesa circular de caoba pulida. Seis asientos, cada uno ocupado por una figura clave en la jerarquía de la Blackwatch. Peter Randall, sentado en la cabecera, dominaba la reunión con su presencia imponente. A su lado, Zackary Wells, su hijo adoptivo, permanecía alerta, su mirada escudriñando cada sombra como si esperara que de ellas surgiera una amenaza.

"¿Cuál es la situación con nuestro Sujeto de Pruebas Número Once?".

La pregunta de Randall cortó el aire, cargada de expectativas. Zackary, con un dossier en sus manos, respondió con la confianza de quien conoce los entresijos de un proyecto revolucionario:

"Desmond Tyler y Raymond McMullen están convencidos de que este uno de sus proyectos más prometedores. Una vez completado, será capaz de enfrentarse a Alex Mercer y ganar. Todos estos años de esfuerzo y recursos invertidos, finalmente darán sus frutos".

Randall asintió, su expresión era un enigma, una mezcla de esperanza y la inquietante conciencia de que estaban a punto de cruzar un umbral del cual no había retorno.

.Tercer Recuerdo:

El orgullo era palpable en la voz de Peter Randall cuando se dirigió a Zackary. Estaban solos, en una oficina que olía a cuero y a decisiones que cambiaban el curso de la historia.

"Estoy orgulloso de ti, hijo mío".

Las palabras resonaron en el espacio, llenándolo de un significado que iba más allá del reconocimiento paternal. Zackary, con su uniforme impecable, asintió con respeto y gratitud.

"Gracias, Padre".

Era un momento de conexión, un lazo que se reforzaba no solo por la sangre adoptiva, sino por la causa común que los unía: la supervivencia de la Blackwatch y, por extensión, de la humanidad.

.Cuarto Recuerdo:

La tensión era casi tangible en la habitación donde Peter Randall impartía sus órdenes. Su voz, firme y autoritaria, dictaba el destino de aquellos bajo su mando.

"¡No regreses a esta casa, hasta que me traigas al Sujeto de Pruebas Número Once, o al Proyecto Lobo Gris con resultados positivos! ¡Largo, Soldado! ¡Para ayer!".

Zackary, de pie, con la espalda recta y la mirada clavada en su padre adoptivo, respondió con la disciplina que definía a la Blackwatch:

"¡Señor, sí señor!".

Era un mandato que no admitía fallos, una misión que pondría a prueba su lealtad y su habilidad para navegar en las aguas turbulentas de la conspiración y el poder.

.Quinto Recuerdo:

La tensión entre Desmond Tyler y Zackary era palpable, un choque de voluntades en el corazón de un laboratorio donde la ciencia se balanceaba peligrosamente en el filo de la innovación y la catástrofe. La voz del joven Wells, impregnada de una calma que desafiaba la gravedad de la situación, resonaba en el espacio lleno de equipos que zumbaban con una energía latente.

"No lo entiendo, señor Tyler".

Tyler, envuelto en su bata blanca que simbolizaba su estatus de científico, miraba a Zackary con un desdén apenas velado. Su postura era la de un hombre que se sabía portador de un conocimiento que los demás solo podían soñar con comprender.

"Por supuesto que no lo entiendes, no tienes alma de visionario. Los soldados como tú son excelentes para seguir órdenes, como canes bien adiestrados, pero carecen de la capacidad para concebir grandes ideas, o incluso para pensar por sí mismos. Son lo más parecido a un encefalograma plano que existe".

Su tono era cortante, cada palabra era una estocada dirigida a la mentalidad militar que Wells representaba.

Zackary, sin embargo, no se dejaba intimidar. Su uniforme de la Blackwatch era un escudo tan firme como su convicción. Respondió, su voz un desafío silencioso, defendiendo no solo a la Blackwatch sino también a aquellos que, como él, habían jurado proteger lo que consideraban sagrado, a cualquier costo.

"Creo que subestima la capacidad de mis hombres, señor".

Tyler se inclinó hacia adelante, su aura de autoridad científica se intensificaba con cada palabra pronunciada.

"Su unidad no me ha proporcionado resultados positivos desde el incidente con el Sujeto de Pruebas Número Once. Si usted y sus condecorados soldados de... lo que sea, no pueden entregarme lo que busco... no se sorprenda si se encuentra repentinamente sustituido y relevado de la Blackwatch. Me importa una mierda que sea el hijo adoptivo de Peter Randall; no tiene más autoridad que el director de Gentek, o sea yo. Tráigame lo que quiero, o le aseguro que encontraré a alguien que sea diez veces más competente que usted. Sería una verdadera deshonra para el General de la Blackwatch descubrir que su hijo pródigo es tan inútil y limitado como un cavernícola mono neuronal".

La amenaza de Tyler era tan clara como el cristal, y el aire se electrificó con la promesa de un enfrentamiento inminente, un juego de poder donde las palabras eran tan mortales como balas en la recámara.

.Fin de los Recuerdos.

Con un gesto casi imperceptible, Blake sacude su cabeza, como si intentara deshacerse de las últimas gotas de un sueño profundo. La realidad se impone con crudeza tras haber devorado los recuerdos de su presa; lo que en el mundo tangible fueron apenas unos milisegundos, para él, el sujeto de pruebas número once, se desplegó como una extensa y detallada película de una hora de duración. Su mirada, antes perdida en la vorágine de memorias ajenas, ahora se torna seria y penetrante, desviándose hacia la derecha, donde se topa con la última superviviente de "Los Siete", Rebeca de Aragónes. La científica española se encuentra atrapada, sin salida, abrazando a su hijo en un último acto desesperado de protección, consciente de que su final está cerca, marcado por las mismas garras que acabaron con la vida de Zackary Wells.

Blake se gira lentamente hacia Rebeca, cuyos ojos reflejan la aceptación de un destino inevitable. Ella resguarda a su hijo detrás de su figura, ofreciendo una barrera tan frágil como inútil ante la amenaza que se cierne sobre ellos. ¿O quizás no tan inútil? A pesar de poseer todas las ventajas para reclamar lo que ha venido a buscar, Blake avanza hacia Rebeca con una calma inquietante. Sus garras, ahora desplegadas y brillando con un filo metálico que promete un final rápido y certero, parecen listas para dictar la sentencia de muerte a aquellos desafortunados que se crucen en su camino. Sin embargo, permanecen inmóviles, como si aguardaran una orden que su dueño, por razones desconocidas, aún no está dispuesto a dar.

—B-Blake... p-por favor, n-no lo hagas. —suplica Rebeca, extendiendo una mano temblorosa hacia él. La falta de aire entrecorta sus palabras, su voz se quiebra bajo el peso del terror absoluto, y su súplica se carga de una urgencia desgarradora—

Ella está protegiendo a su vástago, a su "Lobo Gris", Damián de Aragónes, un niño de apenas ocho años que ha sido objeto de experimentación desde su nacimiento, destinado a ser una marioneta en manos de Gentek y la Blackwatch. Desde aquel primer momento en que Rebeca sostuvo a su hijo entre sus brazos, comprendió el propósito oscuro para el cual sería utilizado. A pesar de ello, el miedo y las amenazas no pudieron eclipsar su instinto maternal. Con amor y determinación, ella lo cuidó, lo educó y lo alimentó en la medida de sus posibilidades, siempre bajo la vigilancia implacable de estas dos entidades gubernamentales y clandestinas. Pero su amor por Damián nunca flaqueó, incluso sabiendo que su hijo estaba destinado a ser una réplica del sujeto P.A.R.I.A.H y que su vida estaría marcada por experimentos y pruebas que desafían toda descripción y humanidad.

Desarmada y acorralada, Rebeca se enfrenta a una realidad donde las opciones son escasas y el tiempo, un lujo inalcanzable. La posibilidad más remota sería intentar alcanzar el rifle de un soldado de la Blackwatch caído por la mano de Blake, pero tal hazaña requeriría de un tiempo y una oportunidad que simplemente no existen. Físicamente, la científica española no representa una amenaza; sin embargo, su mente sigue siendo un recurso valioso para Gentek, y su papel dentro de "Los Siete" es crucial para sus oscuros designios.

Con un leve movimiento, Blake inclina su cabeza hacia la derecha, observando con una intensidad que desafía la oscuridad del lugar. Ante él, una madre se convierte en escudo, su cuerpo un bastión frente a la amenaza que representa el Sujeto de Pruebas Número Once. Rebeca, con una determinación férrea y una desesperación palpable, protege a su hijo, ofreciendo su propia vida como último recurso, negándose a permitir que el peligro se aproxime, incluso si ello significa enfrentar su propio fin.

—N-no lo hagas, te lo imploro. —reitera Rebeca, su voz temblorosa se mezcla con el sonido de su propia deglución, al borde del llanto— Él es inocente... p-por favor, reconozco mi error, lo admito. Viviré con esa culpa por siempre, pero te ruego... permítenos partir. Te aseguro que jamás interferiremos en los asuntos de Gentek o la Blackwatch. Nos iremos lejos, te lo prometo con el alma.

Blake, en un gesto inusual, frunce el ceño, confundido. Un torbellino de imágenes asalta su mente, oscureciendo su capacidad de decisión. Sacude la cabeza, intentando despejar la irritación que le causan esos recuerdos inesperados. Visiones de una madre defendiendo a su hijo emergen sin previo aviso. ¿Por qué? ¿Por qué estas imágenes inundan su mente ahora, en este preciso instante? ¿Cuál es su origen? Estas incógnitas asaltan a Blake, pero las respuestas se esfuman antes de tomar forma.

—No encontrarán seguridad frente a Gentek o la Blackwatch, ni siquiera en el exilio. Ellos ven y escuchan todo, sin importar dónde te escondas. —responde Blake, su rostro se contrae en una expresión de desilusión. Su deseo, su meta, la fuente de conocimiento que tanto anhela está frente a él, defendiendo a su descendencia con la ferocidad de una leona protegiendo a su cría. A pesar de ello... se abstiene de atacar—

Blake exhala un suspiro cargado de pesar, sus dientes se cierran con fuerza, y su mirada se desvía hacia Akeno, quien acaba de eliminar a los últimos vestigios de la Blackwatch en la base. Ella está demasiado inmersa en su tarea como para notar la tensión del momento. El Sujeto de Pruebas Número Once se ve asaltado por la duda: acabar con Rebeca de Aragónes y obtener la información que tanto desea, arriesgándose a enfrentar la furia de un "Lobo Gris" desbocado... o permitirles escapar, renunciando a sus datos y enfrentándose a la perspectiva de empezar desde cero.

La mirada de Blake regresa a Rebeca de Aragónes y a su hijo Damián. Tras otro suspiro profundo, una decisión se cristaliza en su interior.

Retrae sus garras, señal de un destino alterado.

Los ojos de Rebeca de Aragónes se abren ampliamente, reflejando una mezcla de sorpresa y alivio. La tensión que había dominado cada fibra de su ser se disipa, reemplazada por un sosiego efímero. Parece que el peligro inminente ha retrocedido, al menos por el momento.

Blake Valler, con la humanidad de sus manos aún intacta tras una elección moralmente noble pero estratégicamente inútil, realiza un sutil movimiento con su cabeza hacia la izquierda. Es un gesto silencioso pero elocuente, una señal para que Rebeca y su hijo Damián se alejen de este lugar de pesadillas. Les concede la libertad, pero con su partida, se esfuma también una fuente de información crucial. Blake sabe que no puede contactarla, que cualquier intento de comunicación podría dejar un rastro, poniendo en peligro el preciado anonimato que tanto desean preservar. Rebeca, comprendiendo la magnitud del gesto, se pone de pie, toma la mano de su hijo, asiente con gratitud y esboza una sonrisa tenue.

—Te estoy profundamente agradecida... —articula ella, su voz aún temblorosa mientras se apresura hacia la salida de aquel recinto subterráneo, desapareciendo en las sombras, posiblemente para no volver jamás—

Blake cierra sus manos en puños cerrados, una manifestación física de su frustración interna. Desvía la mirada, sus labios se curvan en un gesto que refleja su lucha interna. Se contiene, resistiendo el impulso de desatar su ira contra el entorno inerte. Se gira, permitiendo que Rebeca se aleje. En lo más profundo de su ser evolucionado, de manera sorprendente, surge un destello de algo parecido a la "empatía", débil pero significativo, lo suficiente como para frenar su mano de cometer un acto irreparable frente a un niño y su madre.

Una risa suave interrumpe su introspección, es Akeno, quien se acerca a Blake con un aplauso discreto.

—Vaya, has perdonado una vida. ¿Quién lo diría? —observa la sacerdotisa del rayo, su tono revela una mezcla de asombro y reconocimiento— No quiero decir: "te lo dije", pero... hm, sí, en realidad sí quiero. Te lo dije. Incluso en los más oscuros y recónditos lugares de tu ser, hay un resquicio de humanidad, por más diminuto que sea.

—Agh, cierra la boca. —replica Blake con un tono que no admite réplica, su frustración palpable en cada sílaba—

Akeno, sin embargo, no puede contener una sonrisa juguetona que se dibuja en sus labios. Su postura relajada contrasta con la tensión de Blake, y con una mirada llena de astucia, decide presionar un poco más.

—Oh, vamos, no seas así, Blake. No todos los días se ve a alguien como tú haciendo una buena acción. Es... refrescante. —dice ella, su voz baila entre la burla y la sinceridad—

Blake se gira hacia ella, sus ojos destellan con un brillo de ira contenida. La confusión se mezcla con su enojo, una tormenta interna que lucha por encontrar salida.

—No fue una "buena acción", fue una... decisión estratégica. —gruñe él, intentando convencerse a sí mismo tanto como a ella—

Akeno se acerca un paso, inclinándose ligeramente hacia adelante, desafiando el espacio personal de Blake con una confianza que pocos se atreverían a tener.

—Hm, si tú lo dices... Pero dime algo, ¿no sientes al menos un poco de alivio? ¿No es acaso un peso menos que llevar en tu conciencia? —pregunta, su tono ahora más suave, casi compasivo—

Blake desvía la mirada, su mandíbula se tensa mientras procesa las palabras de Akeno. Por un momento, parece que va a responder, pero en su lugar, opta por el silencio. La respuesta, aunque no verbalizada, se cierne en el aire, pesada y significativa. Akeno, satisfecha con la reacción que ha provocado, da un paso atrás y cambia el tema con una gracia que solo ella posee.

—Bueno, dejemos eso de lado. Tenemos asuntos más importantes que atender, ¿no es así? —concluye, girando sobre sus talones y dirigiéndose hacia la siguiente tarea, dejando a Blake con sus pensamientos y una decisión que podría cambiarlo todo— Vamos a casa, muero de hambre.

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