Capítulo 3

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.Más tarde, en ese mismo día.

.Ciudad de Kuoh - Japón - 11:30 pm.

El joven reflexionaba en silencio mientras se hallaba sentado en la cornisa de un modesto edificio de diseño japonés. La majestuosa luna adornaba el cielo nocturno, pintando de plata las calles que se extendían ante él. Sus pensamientos resonaban con la urgencia de la misión que tenían entre manos.

"Es crucial encontrar a los científicos y soldados, para luego localizar a un individuo de gran importancia. Suena rebuscado, y en realidad lo es".

Musitó para sí mismo, mientras su mirada se perdía en el horizonte urbano. La oscuridad de la noche confería una serenidad única a la ciudad, distinta a la brillante y caótica Manhattan que conocía.

"Realmente son unas vistas encantadoras".

Añadió, dejándose cautivar por la tranquilidad del momento.

De repente, un sonido inusual interrumpió sus reflexiones. Sus sentidos se agudizaron al instante, alertándolo de un posible peligro. Con cautela, se puso de pie y observó a su alrededor, tratando de identificar la fuente del ruido misterioso.

"¿Qué fue eso?"

Se preguntó en voz baja, manteniendo la guardia alta mientras se encaminaba hacia la dirección del sonido, la cual parecía llevarlo hacia una especie de almacén abandonado cerca del puerto. Blake avanzó en silencio, con cada paso evaluando los posibles riesgos y preparado para cualquier eventualidad. Aunque Valler era un maestro en emboscadas y ataques sorpresa, rara vez se veían enfrentados a tales situaciones. Sin embargo, la precaución era su mejor aliada en ese mundo de intriga y peligro constante.

[...]

.Quince Minutos Después - Zona Desconocida.

El Sujeto de Pruebas número Once se desplazó con agilidad por el terreno boscoso, sorteando los obstáculos naturales con destreza hasta llegar a un enclave desconocido. Se encontró ante la entrada de un edificio abandonado, cuyas paredes estaban profusamente adornadas con grafitis que contaban historias de antaño. La estructura, que parecía ser una fábrica o almacén en tiempos pasados, yacía en un estado de descomposición notable. Las paredes, testigos mudos del tiempo transcurrido, estaban cubiertas de imágenes y palabras que hablaban de una era olvidada. Fragmentos de vidrio y escombros salpicaban el suelo, mientras las ventanas rotas permitían que la luz penetrara en el recinto, iluminando los rincones oscuros con un resplandor sombrío.

En primer plano, una pared destacaba entre las demás, adornada con un grafiti que proclamaba la presencia del "Terreno Yakuza". La variedad de colores y estilos en los trazos sugería la intervención de múltiples manos en su creación, otorgándole un aura de eclecticismo y misterio. Al fondo, una gran puerta se erguía entre las sombras, invitando con su apertura a adentrarse en las profundidades del edificio. Sin embargo, la oscuridad reinante en la habitación contigua y los escombros dispersos ofrecían una visión sombría de lo que aguardaba más allá.

La atmósfera general del lugar evocaba un sentimiento de abandono y desolación. El paso del tiempo había dejado su huella indeleble en cada rincón, transformando el edificio en un monumento a la decadencia y la desolación. La tenue luz que filtraba entre los vidrios rotos creaba sombras danzantes que parecían susurrar historias olvidadas, mientras el silencio reinante era interrumpido únicamente por el crujir de los escombros bajo los pies.

En medio de este paisaje desolado, el Sujeto de Pruebas número Once no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su espina dorsal. 

"Tengo un mal presentimiento".

Blake avanzaba con determinación dentro del almacén, su intriga guiándolo hacia lo desconocido mientras su corazón latía con inquietud. Con cada paso, la sensación de malestar crecía en su interior, como una advertencia silenciosa del peligro que se cernía sobre él.

Finalmente, el motivo de su inquietud se reveló ante sus ojos en una escena que parecía sacada de un cuento de horror. En el rincón más oscuro del almacén, una mujer arrodillada imploraba clemencia entre sollozos desgarradores y lágrimas desesperadas. Frente a ella, se alzaba una figura inquietante, un hombre de aspecto sobrenatural que desplegaba majestuosas alas negras a sus espaldas, como un ángel caído de las páginas de la mitología antigua. Su presencia irradiaba un aura de poder y misterio, contrastando con el entorno desolado del almacén.

El hombre, con semblante sereno pero cargado de una ira latente, empuñaba una espada resplandeciente que parecía desafiar la oscuridad reinante. Sus ropajes evocaban una era olvidada, como si hubiera emergido de las páginas de un libro de historia medieval. Ante él, la mujer temblaba, con la voz entrecortada por el miedo y la desesperación.

—P-por favor... te lo imploro. —balbuceaba la mujer, su voz estaba quebrada por el temor que la consumía— Ha-haré to-todo lo que me pidas... t-te lo juro. —añadió entre sollozos, su rostro empapado por las lágrimas de angustia—

El hombre, con un gesto de desdén, sujetó con firmeza el cuello de la mujer, su mirada desafiante reflejando un desdén frío y calculador.

—Qué tierno. —murmuró con voz impasible y con sus palabras cargadas de una malicia, que helaba la sangre— Una belleza como tú, suplicando por piedad... hazlo otra vez. —demandó con un tono que resonaba con una autoridad oscura y perturbadora—

Los gritos desgarradores de la mujer resonaron en el aire, un eco desesperado que imploraba clemencia en medio de la oscuridad opresiva del almacén.

—Hmm, no. No me convenciste. —sentenció el ángel caído con frialdad, su voz resonó con indiferencia—

Sin vacilar, hundió la afilada hoja dorada en el abdomen de la mujer, silenciando sus súplicas de manera instantánea. El destello de la espada resplandeció con una luz ominosa, arrebatando la vida de su víctima en un instante.

—Si tan solo hubieras nacido con ese "algo" importante... a lo mejor hubieras vivido más tiempo. Pero bueno, ¿qué se le va a hacer? —añadió con desdén, como si la vida de la mujer fuera poco menos que un capricho efímero en su existencia eterna— Supongo que no todos reciben una bendición del "Señor Todopoderoso".

Entonces, el ángel caído giró su atención hacia la izquierda, donde una figura emergía de las sombras con una presencia inquietante. Iluminado por los pálidos rayos de la luna llena, un hombre joven de mirada dual, un ojo carmesí y otro esmeralda, se erguía con una serenidad que contrastaba con el caos que lo rodeaba. Vestido con una camisa roja y un chaleco negro por encima, su presencia emanaba una mezcla de sorpresa y desdén, como si la escena ante sus ojos no fuera más que una mera distracción en su camino.

El ángel caído, con la sangre de su víctima evaporándose sobre su espada dorada, se volvió completamente hacia la figura desconocida, su semblante refleja una confusión momentánea ante esta presencia inesperada. Los misterios que rodeaban a este encuentro, parecían tejer una trama aún más compleja en la oscuridad del almacén abandonado.

El ángel, con voz grave y autoritaria, rompió el silencio cargado de tensión que envolvía el ambiente.

—¿Quién eres tú, humano? —inquirió, su mirada penetrante estaba fijada en Blake, mientras alzaba su espada en un gesto amenazador— Y más importante, ¿cómo llegaste aquí?

La curiosidad se reflejaba en la expresión de Valler, quien, con una ligera inclinación de la cabeza, formuló su pregunta con cautela. 

—¿Esas alas son de verdad? —indagó, con sus palabras impregnadas de una mezcla de sorpresa y escepticismo— Wow... nunca creí que los ángeles realmente existieran. 

—Te equivocas, mortal. Yo no soy un ángel. Soy un Caído. —declaró con solemnidad, su voz resuena con poder y firmeza— Mi nombre es Gemyo. Ahora, ¡responde mis preguntas! —exigió con determinación, la espada aún estaba en alto, como en un gesto de amenaza inminente—

Con un tono de superioridad y desdén, el hombre con la espada, identificado como Gemyo, desechó la noción de su divinidad con un gesto de desprecio. La respuesta de Blake fue simple pero contundente:

—Paso. —declaró con calma, su voz estaba cargada de una extraña calma, que desafiaba a la autoridad del ángel caído— 

La reacción de Gemyo fue inmediata, llena de furia y desprecio ante la insolencia del humano. 

—¿Qué? —rugió con indignación, la ira era palpable en su tono— Insignificante humano... ¿¡Quién te crees que eres?! —retumbó en el recinto, su voz resonó con una fuerza sobrenatural—

—Nadie relevante. —murmuró con desdén mientras se alejaba, su indiferencia ante la situación parece palpable en su gesto—

La ira del ángel caído se desató en un grito de furia desesperada. 

—¡Ningún mortal le da la espalda a Gemyo el Cazador! —proclamó con voz atronadora, su autoridad ahora se veía por la insolencia de un simple hombre— ¡Aprenderás tu lugar!

Con un gesto de poder, Gemyo invocó una lanza de luz con la intención de castigar a Blake por su osadía. Sin embargo, para su sorpresa, el humano "insignificante" demostró una agilidad sobrehumana al esquivar el ataque con una destreza impresionante. La lanza de luz pasó zumbando cerca de él, pero no logró alcanzar su objetivo. La mirada llena de odio que le dedicó Valler, fue un recordatorio claro de que subestimar a un humano podía resultar en "consecuencias imprevistas".

La sorpresa y el temor se reflejaron en los ojos del ángel caído mientras contemplaba la transformación asombrosa de Blake. La mera idea de que un ser humano poseyera tal poder era inconcebible para él.

—¿Qué? ¿Cómo...? —balbuceó Gemyo con la voz temblorosa, revelando el desconcierto que lo embargaba— Nunca... ningún humano habría podido esquivar ese ataque. ¿¡Q-qué eres?!

La respuesta de Blake resonó con un tono cargado de resentimiento y determinación. 

—Eso es porque yo NO soy un humano, maldito infeliz. —declaró con vehemencia y con su voz resonando en un sentimiento odio profundo—

Ante la mirada atónita del ángel caído, el brazo derecho de Blake experimentó una metamorfosis sobrenatural. La transformación que experimentó el brazo derecho de Valler fue más allá de cualquier comprensión humana o celestial. La masa retorcida y oscura que emergió en lugar de la piel y los músculos habituales revelaba una metamorfosis profunda y poderosa. La hoja afilada y reluciente que surgía de su extremidad irradiaba una energía oscura y pulsante, como si estuviera viva, como si fuera consciente de su propia naturaleza letal.

El "brazo espada" poseía una superficie compuesta de una sustancia negra y opaca, similar al ébano, pero con una textura sorprendentemente rugosa e imperfecta. Líneas brillantes y resplandecientes se extendían a lo largo de la cuchilla, otorgándole un aura amenazadora y sobrecogedora. Cada centímetro de aquella arma mortal parecía susurrar peligro y poder, envolviendo al Sujeto de Pruebas Once en una presencia imponente y aterradora.

La generación de este poder trascendía lo físico y lo mental para Blake, revelando una simbiosis perfecta entre su voluntad y la poderosa infección viral que lo transformaba en un ser sobrehumano. Su capacidad única de manipular y remodelar su propio cuerpo le otorgaba un dominio absoluto sobre su forma física, una habilidad que desafiaba las leyes de la naturaleza y la comprensión convencional.

En ese momento, Blake se erguía como un testamento viviente a la capacidad del ser humano de trascender los límites impuestos y enfrentarse cara a cara con el misterio y las maravillas físicas y genéticas.

—Esa Sacred Gear... nunca la había visto antes...—murmuró Gemyo, retrocediendo con gesto cauteloso y con su espada dorada en alto, como una última defensa— ¿¡Q-quién eres?! —preguntó con voz temblorosa, su orgullo y confianza se habían resquebrajado ante la revelación de este nuevo y misterioso adversario—

La respuesta de Blake fue simple pero impactante, resonando con una autoridad que desafiaba toda oposición. Sus palabras sonaron en el aire, cargadas de una promesa implícita de desafiar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.

"Sencillamente un tipo al que NO debiste hacer enojar".

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Apariencia del Ángel Caído Gemyo:

Poderes de Blake Valler: (Brazo Espada)

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