Capítulo 6

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.Día Seis de Julio del año 2010.

.Japón - Ciudad de Kuoh - Club del Ocultismo.

El paisaje que se despliega ante nosotros nos permite apreciar con minucioso detalle un antiguo edificio, cuya silueta se recorta entre los frondosos árboles que lo rodean, cercano a la prestigiosa academia Kuoh. Este recinto alberga el Club de Investigación de lo Oculto, bajo la dirección de Rías Gremory, quien ostenta el cargo de presidenta, con Akeno Himejima como su vicepresidenta. Sin embargo, detrás de la fachada de esta asociación estudiantil y su aparente dedicación a lo paranormal, yace el verdadero propósito del lugar. El club sirve como la sede secreta del "Clan Gremory", donde aquellos estudiantes reencarnados como demonios por la propia presidenta encuentran su lugar y pertenencia.

Al traspasar el umbral de la puerta, las siete figuras que componen el séquito de Rías se acomodan en los dos sofás dispuestos en disposición enfrentada, separados por una mesa central. Mientras tanto, la mujer de cabello carmesí prefiere ocupar una silla de alta calidad junto a su propio escritorio personal. Al sentarse, entrelaza sus manos, sumergiéndose en reflexiones sobre la situación reciente.

—¿Qué información logramos reunir? —interroga la mujer de cabello azul, dirigiendo su mirada hacia cada uno de sus compañeros y compañeras—

—Hasta el momento, muy poca. —responde Rías— Se ha derramado sangre divina. Un ángel caído ha sido hallado sin vida en circunstancias desconcertantes... y no contamos con nombres ni pistas sobre lo sucedido. Lo único que hemos recuperado es un anillo con un símbolo enigmático y un misterioso brazalete adornado con un rubí.

—¿Cuál es la relevancia de haber hallado ese brazalete, presidenta? —cuestiona Issei, entrecruzando los brazos en gesto de escepticismo— ¿En qué nos ayuda?

—Akeno y yo sospechamos que este objeto pertenece al individuo responsable de la muerte del ángel caído. —expone la presidenta del club— Si logramos desentrañar su procedencia, es altamente probable que identifiquemos a su portador.

—Entonces, ¿de quién era el cadáver? —indaga Koenko, mientras saborea un caramelo de menta con parsimonia—

—¿Como dices? ¿De qué cadáver hablas, Koneko-chan? —inquiere Rías, mostrando desconcierto—

—Había una mujer. —informa la joven de cabello albino, con una serenidad extrañamente inquietante— Presentaba una abertura en el abdomen, causada seguramente por una espada de luz que, la atravesó y cauterizó la herida en el proceso.

—No me... había percatado de eso. —admite la princesa Gremory, sorprendida por la omisión— Ciertamente, los ángeles caídos poseen la habilidad de invocar armas como espadas y lanzas de luz, al igual que los ángeles celestiales. No sería descabellado pensar que hubiesen terminado con la vida de un ser humano, por cualquier motivo que fuera.

—¿Y si se tratara de un acto de venganza? —plantea Kiba, el caballero de hebras rubias— Tal vez, la humana a la que el ángel caído le arrebató la vida era alguien importante para quien luego le cortó el brazo... quizás dejando solo esa parte del cuerpo como una especie mensaje.

—Un signo de advertencia. —razona Rías, entrelazando los brazos— Hmm... parece que nos encontramos ante una interesante encrucijada. Afortunadamente, contamos con una ventaja que los ángeles caídos no tienen: "el brazalete".

—Pero, ¿cómo podemos encontrar a su dueño? —inquiere Issei, con interés— Como bien mencionaste, no poseemos nombres ni datos relevantes para dar con el portador.

—La solución está entre nosotros. Como saben, Akeno es mitad demonio y mitad ángel caído, lo que le confiere la capacidad de "percibir el aura de los objetos". Con esta habilidad, podrá identificar el origen y posiblemente al propietario. ¿Verdad, Akeno?  —pregunta la princesa Gremory, volteando hacia la mujer de cabello negro—

—Sí, presidenta. —asiente la afamada "sacerdotisa del rayo"— Aunque... ese brazalete... emite un aura extraña, no me atrevería a llamarla "buena".

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunta Xenovia—

—Me refiero, a que el portador del brazalete... no era alguien común. Su aura, yo... nunca la había sentido antes. —informa Akeno— Ese objeto no fue forjado aquí, en Japón. Proviene del extranjero, de Estados Unidos, más específicamente de Nueva York.

—¿Entonces el asesino o asesina provenía del extranjero? —indaga Kiba—

—Es una posibilidad. —responde la mujer de cabello negro— Cuando sostuve ese "objeto", pude vislumbrar su origen. Los recuerdos no eran precisamente agradables. No se trata de un brazalete en simbolismo del amor o la amistad... es un artefacto desprovisto de significado para su portador. Quizás por eso no haya intentado recuperarlo.

—¿Qué viste en los recuerdos del brazalete? —interroga Rías—

—Las imágenes son difusas y... no se despejan en mi mente. —explica la mujer híbrida de razas— Escuché voces, gritos y... sonidos de "bestias", que nunca antes había percibido. Ese brazalete está... impregnado de sufrimiento. Su portador ha cargado con él durante mucho tiempo. Creo que mirarlo le recordaba esas experiencias, por eso lo abandonó como si fuera basura.

—¿Qué más viste? —insiste Rías—

—Solo fragmentos de... una vida llena de tormento. Visiones de carne y sangre, enfermedades y experimentos, atrocidades que... desafían la descripción. Esas imágenes harían estremecer incluso al "Demonio Primordial".

—Deben haber sido experiencias muy difíciles... —comenta Xenovia, con un destello de asombro en sus ojos—

—Ciertamente, lo fueron, especialmente para quien las vivió. Para ser honesta... siento una profunda tristeza por "él".

—¿"Él"? —inquiere Issei— Entonces el asesino es un hombre.

—Exactamente, Isse-kun. —corrobora Akeno— El individuo que acabó con la vida del ángel caído era un hombre. Bastante "atractivo", debo admitir. Sin embargo, lo interesante es que... no parece tener ningún interés en recuperar el brazalete perdido.

—Eso, hasta cierto punto, es esclarecedor. —opina Xenovia— Al menos hemos obtenido información valiosa antes que los caídos. Algo es algo.

—Hmm... parece que tenemos un perfil más claro del posible culpable. —interviene Kiba reflexivamente— Un hombre, atractivo según Akeno, pero con un pasado turbio que lo atormenta. No es un asesino común y corriente, sino alguien que ha sufrido profundamente.

—Exacto. —asiente Rías con seriedad— Debemos tener cautela al enfrentarnos a alguien así. No sabemos de lo qué es capaz de hacer, o qué motivaciones lo impulsan. Pero si logró acabar él solo con un ángel caído, no debemos confiarnos. Akeno, ¿crees que podrías intentar conectarte nuevamente con el aura del brazalete para obtener más información sobre este hombre?

Akeno asiente con solemnidad, su mirada reflejando la determinación y la seriedad del momento. La carga de descubrir la verdad y detener al culpable recae sobre sus hombros, pero está dispuesta a enfrentar el desafío. Mientras tanto, Koenko observa en silencio, su expresión tranquila pero alerta. Sabe que cada decisión que tomen podría tener consecuencias significativas, y está preparada para apoyar al grupo en lo que sea necesario.

La habitación se sume en un silencio tenso, cada uno sumido en sus propios pensamientos y reflexiones sobre el misterio que enfrentan y las posibles ramificaciones de sus acciones.

Entonces, la sacerdotisa del rayo extiende la mano hacia el brazalete con el rubí incrustado, tomándolo con cuidado entre sus dedos. Durante unos instantes, lo examina detenidamente, dejando que su mirada se sumerja en los intrincados detalles de la joya. Luego, cerrando los ojos, concentra su mente y su energía en el objeto frente a ella. Los recuerdos que emergen no difieren de lo que compartió ella anteriormente: un torbellino de imágenes fragmentadas y sonidos discordantes que evocaban un pasado turbulento.

Sin embargo, entre las brumas de la memoria, un detalle crucial emerge: el hombre que portaba el brazalete en su mano derecha exhibía un grabado negro en la extremidad contraria. Era una marca que se asemejaba a un tatuaje, pero las imágenes resultaban ser borrosas y poco definidas. Apenas logra discernir algo, una figura difusa que toma la forma de un número: "Once".

Akeno abre los ojos, su expresión marcada por la intensidad de la concentración y el peso de la revelación. Ha descubierto un indicio crucial en la búsqueda del enigmático individuo detrás de estos eventos. Ahora, el número Once se erige como un misterio adicional en este intrincado rompecabezas, una pista que podría llevarlos un paso más cerca de la verdad oculta tras el velo de la oscuridad.

—¿Qué has encontrado, Akeno? —pregunta Rías con interés, observando atentamente a su vicepresidenta mientras esta examina el brazalete con el rubí—

—Parece que los recuerdos siguen siendo los mismos que antes. —responde Akeno con una ligera fruncida de ceño— Pero... hay algo más. El hombre que llevaba este brazalete tenía un símbolo inscrito en su brazo izquierdo, como un tatuaje. Aunque las imágenes son borrosas, pude distinguir un número: Once.

Las palabras de Akeno provocan un murmullo de sorpresa y especulación entre los presentes. Todos están conscientes de que esta revelación podría ser crucial para desentrañar el misterio que los rodea.

—Once, ¿eh? —murmura Xenovia, frunciendo el ceño en reflexión— Eso podría ser un dato importante. Quizás nos lleve a descubrir la identidad del responsable.

—Pero, ¿qué significa ese número? —se pregunta Issei, con los ojos entrecerrados en concentración— Podría ser un código, una clave, o simplemente una coincidencia.

Kiba observa el brazalete con una expresión pensativa, mientras su mente trabaja a toda velocidad para encontrar conexiones y posibles interpretaciones del enigma recién revelado. El aire en la habitación se carga de expectación y anticipación, cada uno de los presentes consciente del desafío que tienen por delante. El número Once se convierte en el punto focal de su investigación, un faro de esperanza en medio de la oscuridad que los rodea.

[...]

.Base Desconocida - 3:00 am.

Una distintiva jaula envuelta en una gran tela negra comienza a emitir sonidos guturales, como si la criatura que yace dentro estuviera ansiosa por salir, liberarse y desatar su furia sobre cualquier ser vivo que se cruce en su camino. Frente a la jaula, se encuentran un dúo de individuos: un científico de cabello blanco, aparentemente en sus cuarenta años, sosteniendo una tableta digital en sus manos; y un comandante de la Blackwatch, ataviado con un uniforme amarillo y negro, armado con un fusil M-16.

—Su trabajo finalmente está dando los resultados esperados, doctor Smith. —comenta el comandante, mostrando una aparente satisfacción por los experimentos realizados— Aun no comprendo cómo logró encontrar al sujeto de pruebas.

—Una criatura como esta no pasa desapercibida. Una bestia no puede camuflarse entre las personas. Es lamentable que carezca de raciocinio, de lo contrario, sería el arma definitiva. —responde el doctor Smith con calma—

—Quién lo diría, los Demonios ahora son una realidad. Y lo mejor de todo, pueden ser infectados con el virus Blacklight.

—He pasado toda mi vida en una escuela religiosa, comandante Rogers. Sin embargo, es la primera vez que presencio algo así. Una demonio infectada. —añade el doctor con una risa leve— Oh... si tan solo pudiéramos trasladarte a Nueva York

—Pero eso no ocurrirá, señor. —afirma el comandante de la Blackwatch— ¡Soldados, retiren la tela de la jaula! El doctor Gordon Smith y yo deseamos examinar más de cerca a la bestia.

Con un movimiento coordinado, la tela negra se desprende de la jaula. Tras los barrotes de acero, una mujer demacrada y desnuda muestra un par de alas demoníacas, ahora infectadas con el virus Blacklight. Se observan agujeros y raíces en sus extremidades. Sus ojos rojos y sus afilados dientes la convierten en una criatura más semejante a una bestia infectada que a un ser humano.

"Es perfecta".

Concluye el doctor Smith, con una mirada que denota una mezcla de fascinación y perturbación ante lo que han creado.

[...]

.Día Siete de Julio - Año 2010.

.Ciudad de Kuoh - Japón - Siete en punto de la tarde

En un bar bullicioso donde la noche adquiere un tono festivo, un grupo de personas celebra el trigésimo cumpleaños de uno de ellos. La atmósfera está impregnada de alegría y júbilo, alimentada por el flujo constante de sake que no deja de fluir sobre la mesa. La euforia colectiva alcanza niveles notables, y es innegable que todos los presentes están disfrutando de la fiesta en un estado de completa embriaguez. En medio del bullicio y la algarabía, apartado de la celebración principal, se encuentra Blake Valler, el protagonista de nuestra historia. A su lado reposan una radio rectangular de tono verde oscuro y un comunicador negro con el emblema distintivo de la Blackwatch. Este dispositivo le permite alternar entre la radio secreta de la organización militar clandestina y las noticias de Nueva York, a pesar de encontrarse a miles de kilómetros de distancia.

"En otras noticias, la situación de Nueva York no parece presentar grandes avances. Gentek y la Blackwatch aseguran hacer lo imposible para detener la enfermedad y desarrollar una cura. Pero... ¿son esas sus verdaderas intenciones? ¿Cuánto de lo que dicen es verdad? Soy Meredith Winsted informando desde el New York Times. Que tengan buenas noches".

Mientras la radio emite las noticias de la ciudad de Manhattan, la voz de Meredith Winsted, corresponsal del New York Times, llena el espacio con un tono cargado de preocupación y cuestionamiento sobre las acciones de Gentek y la Blackwatch en relación con la situación crítica que enfrenta la ciudad debido a una enfermedad descontrolada.

Ante estas palabras cargadas de incertidumbre, Blake Valler no puede evitar dejar escapar un comentario cargado de desconfianza y escepticismo hacia las verdaderas intenciones de estas poderosas entidades.

—Gentek y la Blackwatch solo causan más daños que beneficios. —murmura Blake con una seriedad evidente, dirigiendo su mirada hacia la radio que sigue emitiendo informes sobre la situación en Manhattan— Esos malditos no vienen a curar nada. —añade en un tono apenas audible, sus palabras perdidas entre el bullicio y la algarabía que llenan el ambiente del bar japonés—

Blake persistía en su incansable búsqueda de cualquier indicio que pudiera conducirlo hacia algún miembro de "Los Ocho". Hasta el momento, sus esfuerzos se habían encontrado con un muro de silencio y falta de pistas útiles. Ni el científico Brian Wallace, ni el enigmático ángel caído Gemyo tenían información relevante sobre este elusivo grupo.

Con las palabras de Mercer resonando en su mente, recordaba que, según él: Cuatro de los miembros de "Los Ocho" se encontraban en Japón, mientras que los demás estaban dispersos por todo el mundo. Sin embargo, para Blake, incluso ubicar a uno de ellos, como Desmond Tyler, representaba un desafío titánico. Alex Mercer le informó a Valler que un miembro de "Los Ocho", concretamente el doctor y virólogo experto: "Stewart Rossenberg", había sido consumido por él hacía relativamente poco tiempo. Así es como Alex se enteró, sobre todo este grupo secreto.

En sus intentos por rastrear a Desmond Tyler en Washington D.C, Blake se encontró con una frustrante falta de pistas. No había rastro alguno del miembro de "Los Ocho". Ahora, en Japón, enfrentaba la misma dificultad, sin saber si Gentek y la Blackwatch tenían alguna base secreta en el país. El radar viral, su herramienta de búsqueda, no le había proporcionado ninguna pista concreta. Ninguna de las personas cuyas memorias había consumido tenía información sobre "Los Ocho", salvo Brian Wallace, quien apenas había tenido un breve encuentro con Desmond Tyler.

Si Desmond Tyler aún estaba vivo, Blake razonaba que probablemente se dirigiría a Manhattan debido al fallo en la operación de transporte encubierto. Los tanques de agua contaminados con Blacklight nunca llegaron a su destino, lo que convertía el problema en una responsabilidad compartida entre Alex Mercer y Joel Deadman.

Decidido a explorar nuevas vías de investigación, Blake tomó su radio y sintonizó una frecuencia diferente, sorteando entre varias hasta dar con una que parecía transmitir un mensaje codificado en un dialecto desconocido. Incapaz de descifrarlo, cambió nuevamente de frecuencia, esta vez encontrando una que parecía pertenecer a la red de comunicaciones secreta de la Blackwatch.

"Aquí el comandante Jason Rogers de la Blackwatch. ¿Alguien me copia? ¿Hay alguien al otro lado?".

Resonó la voz en la frecuencia recién descubierta, abriendo una nueva ventana de oportunidad en la búsqueda de Blake.

—Aquí el sargento Ivar Ellison, lo escucho fuerte y claro, comandante. Cambio. —respondió Blake, adoptando una voz distinta a la suya propia. Su origen era en la de uno de los primeros soldados a los que consumó, luego de varios años después de haber "nacido"—

"Excelente, sargento. Le informo que el sujeto de pruebas número cuarentaicinco será liberado en la ciudad de Kuoh dentro de aproximadamente dos horas. Todo como parte del experimento del doctor y jefe de Gentek en Japón: Gordon Smith. No debe preocuparse. El prototipo será contenido y vigilado en todo momento. Estamos listos por si llega a haber un desastre. Cambio".

Las palabras resonaron en la mente de Blake, y el nombre del científico, Gordon Smith, miembro de "Los Ocho", lo dejó momentáneamente aturdido. La noticia de la liberación de un sujeto de pruebas para un experimento real en la ciudad desencadenó una oleada de ira en su interior. Sin embargo, se recordó a sí mismo la importancia de mantener la compostura en situaciones como esta.

—Comandante Rogers. —intervino Blake, recuperando su serenidad— Deseo verificar al sujeto de pruebas con mis propios ojos. ¿Podría proporcionarme las coordenadas de la base? Cambio.

"Por supuesto. Solo necesito su número de teléfono para enviarle las coordenadas de la base. Cambio".

—Uno, Ocho ochenta, dos ochenta, cuarentaisiete, cero seis. Cambio.

"Recibido. Coordenadas enviadas. Base Charlie Dos, Siete, Uno. ¿Dispone del código de autorización, sargento? Cambio".

—Por supuesto que tengo el maldito código de autorización. —respondió Blake, con determinación— Cambio y fuera.

Entonces, Blake volvió a apretar la mano en la que sostenía el comunicador. De no ser porque era un objeto valioso y muy escaso, lo hubiera roto en ese instante. Y Valler no poseía conocimientos de electrónica como para repararlo. Decidió contenerse y guardarlo en una pequeña mochila verde oscuro con estampado militar cuadrado. Acto seguido, recogió su bolso y se levantó, no sin antes sacar de su bolsillo un chicle sabor menta. Un vicio siempre presente en él.

[...]

.Base Charlie Dos Siete Uno - Una hora y media después.

El comandante Rogers dirigió una mirada inquisitiva hacia el científico, cuyos ojos estaban fijos en las anotaciones que garabateaba en su cuaderno.

—¿Qué crees que hará cuando la liberemos? —preguntó con un dejo de curiosidad en su tono, buscando una perspectiva más profunda sobre la criatura que tenían bajo custodia—

El científico, sumido en su tarea, respondió sin levantar la mirada, transmitiendo una calma inquebrantable.

—Seguramente, nos atacará. —declaró con una serenidad desconcertante, como si estuviera discutiendo el tiempo en lugar de la reacción de una bestia cautiva—

La respuesta del científico provocó una chispa de intriga en el comandante de la Blackwatch.

—¿Y eso no le preocupa, doc? —cuestionó, observando con fascinación la actitud imperturbable de su interlocutor—

Gordon Smith, el científico, apartó brevemente la vista de sus notas para dirigirla hacia la criatura en cuestión.

—No, en lo absoluto. —respondió con firmeza— Sabe que no la hemos alimentado desde hace dos días, ¿verdad? Está hambrienta, pero no se alimentará de nuestros soldados, puedo asegurárselo.

La confianza del científico despertó aún más la curiosidad del comandante.

—¿Por qué está tan seguro? —indagó, deseoso de comprender la lógica detrás de la aparente certeza del científico—

—Sencillo. Todo se basa en el instinto. —respondió Gordon, revelando poco sobre su verdadera afiliación— Le proporcionaremos un rebaño de cinco vacas; la bestia decidirá si prefiere alimentarse de ellas o, de los soldados armados que la enfrentarán. "Ella" es más inteligente de lo que creíamos.

Las palabras del científico plantaron semillas de duda en la mente del comandante.

—¿Tiene algo que ver con el virus? —preguntó, tratando de desentrañar la complejidad detrás de la situación—

—Cuando la encontramos, actuaba puramente por instinto. El virus amplifica muchas características, incluida la inteligencia. —Gordon asintió con solemnidad, dispuesto a compartir su conocimiento—

—Creí que eso sólo ocurría con el virus Redlight. —la mención del virus despertó el interés del comandante—

El científico negó ligeramente con la cabeza, con gracia.

—Está equivocado, comandante. —corrigió Smith— Nuestra muestra de Blacklight difiere de la cepa que está afectando Manhattan, la cual fue liberada por el ex científico Alex Mercer, nombre clave: "Zeus", en Penn Station. Nuestra muestra se asemeja más al Redlight, que a su variante como arma biológica. Podríamos denominar a esta muestra como "Redlight versión dos". Esta es la razón por la que estamos en Japón. Es un país discreto al que no le afectará servir como campo de pruebas.

El comandante Rogers asimiló la información con atención, consciente de la gravedad de la situación.

—Entiendo. —murmuró, procesando la complejidad de la situación— Entonces, estamos tratando con una nueva variante del virus.

Gordon asintió solemnemente.

—Exactamente. Y esta variante es aún más impredecible de lo que anticipábamos.

La tensión en la sala aumentó palpablemente mientras el comandante Rogers y el científico Gordon intercambiaban miradas cargadas de significado. La incertidumbre del futuro se cernía sobre ellos como una sombra ominosa, y la presión por tomar decisiones cruciales pesaba sobre sus hombros. Gordon reflexionó por un momento antes de responder con cautela. El comandante Rogers asintió, consciente de la importancia de cada movimiento que harían a partir de ese momento.

—Entonces, ¿prepararemos las vacas como sugiere, doc? —pregunta el comandante Jason Rogers—

Gordon asintió con firmeza.

—Sí, es la mejor manera de evaluar la situación y minimizar los riesgos para nuestro personal.

Desde lo alto de un edificio, un hombre observa el trasiego de la base militar con una serenidad casi sobrenatural. Su presencia emana un aura de misterio y poder que lo envuelve como un manto invisible. Blake Valler, irradia una presencia imponente, sus cabellos negros desafían la gravedad, erguidos como llamas danzantes en la noche. Uno de sus ojos, el izquierdo, brilla con un intenso resplandor rojo, como si estuviera encendido desde dentro, mientras que el otro, a su derecha, destaca en un verde profundo, como una esmeralda preciosa.

Desde su posición elevada, Valler observa con ojos penetrantes el movimiento de un gran camión, cuyo contenedor rojo destaca entre la monotonía de la ciudad. Sigiloso como una sombra, sigue el rastro del vehículo desde los edificios circundantes, siempre en las sombras, invisible para los ojos desprevenidos. El camión avanza durante cinco cuadras antes de girar bruscamente y detenerse, desencadenando una secuencia de eventos que cambiarán el curso de la noche.

Con movimientos rápidos y decididos, el hombre desciende de su posición elevada y observa mientras el conductor del camión abre el contenedor con precaución, revelando su contenido al mundo. Sin perder un instante, se retira a un lugar seguro, consciente de lo que está a punto de desatarse.

Y entonces, emerge ella: el sujeto de pruebas número cuarentaicinco, una mujer demacrada y desnuda, portadora de alas demoníacas infectadas por el virus Blacklight. Su cuerpo, una amalgama grotesca de carne y desesperación, exhibe agujeros y raíces que serpentean por sus extremidades, como tentáculos de una oscuridad indescriptible. Sus ojos ardientes destellan con malicia, mientras sus afilados dientes reflejan la promesa del caos.

Con un movimiento grácil, la criatura avanza hacia un grupo de humanos desprevenidos, cada paso una danza macabra de destrucción y desesperación. Y así, en el silencio de la noche, el destino de la ciudad pende de un hilo, mientras Blake Valler observa en la distancia, una sombra entre las sombras, testigo silencioso del caos que se avecina.

"Esto se va a poner feo".

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Apariencias del científico Gordon Smith, y el comandante Jason Rogers:

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