01 de diciembre / 1929

La primera nevada cayó anoche y revivió recuerdos que atesoro con recelo.

Llegaste a este pueblo muchos años atrás y trajiste contigo la nevada más cálida que he visto. ¿Lo recuerdas? Estaba jugando en el pórtico cuando la camioneta de tu padre se atascó enfrente y él te pidió que te quedaras adentro, pero aún así bajaste.

Tenías el cabello más corto entonces.

Detuve mis soldados de madera para verte. Tus piernas eran delgadas, tenías una rodilla raspada, los pantalones te quedaban grandes y te faltaba un diente.

Tenías 8. Lo recuerdo como si fuese ayer.

Te acercaste a mí como un gato curioso y preguntaste que hacía. Me mantuve callado y creo que eso te molestó.

Quiero confesar ahora que no era mi intensión ser grosero. Solo eras algo demasiado hermoso como para tenerte delante.

Después de un largo silencio dije "Juego a la guerra". Pusiste una mueca de espanto y te marchaste.

En ese entonces no sabía que tu madre había muerto por un bombardeo cuando la primera guerra estaba en su apogeo.

No recuerdo haberme disculpado después de eso, así que quiero hacerlo ahora.

En verdad lo lamento, era un niño burdo de campo, viví de manera segura desde mi nacimiento y no conocía los horrores por los que habías pasado. Tengo unas ganas dolorosas de romper la pluma e ir a buscarte. Tenerte entre mis brazos y permitir que llores por lo que perdiste. Sé que tu padre no te permitió hacer algo tan vergonzoso.

Rompí mis soldados de madera después de eso. Los eché al fuego de la chimenea.