Parte 1: Todo tiene algún sentido

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Encontré el sentido a la vida hace poco.



Yo era nuevo en un instituto llamado... ¡Espera! ¡No he dicho mi nombre! Bueno, mis amigos me llaman Mark, eso sería si tuviera alguno...

Es Márquez, soy Márquez Jabalión, soy un Leafeon Shiny evolucionado a la fuerza por mis dos padres...


Volviendo al tema, soy nuevo en el instituto llamado "Eedóneo" (pronunciado «idóneo»), donde al parecer, a los y las Eeveelutions nos tratan bien.

Ese día pasó muy rápido, me parece que fue por ella...


Pasó así:

—¿Qué es ese ruido...? —somnoliento, levanta y agita el brazo con ánimos para apagar la alarma del despertador y mirar la hora.

—¿¡LAS SIETE?! ¡Voy a llegar tarde!

De un salto me levanté de mi cómoda y desechada cama, para seguido caer con el pie un poco doblado y perdiendo el equilibrio, chocándome así contra el armario, haciéndome daño con el porrazo. Sobándome la cabeza, dije:

—Au... Eso ha dolido...

Pronto recordé lo que tenía que hacer, por lo que abrí el armario, por cierto éste ya abollado de otras veces, y cogí mi vestimenta: una camisa azul marino con una chaqueta de marinero, y como pantalones, unos negros vaqueros me puse.

Vestido, fui corriendo a la cocina, encendí las luces a base de dar al interruptor y me dispuse a hacer mi desayuno, también a hacer mi almuerzo para después.

—Tu turú... tu turu, turu, turu, turu turúuuu...

Tarareando la canción de inicio del Kirby, cogí la sartén, añadí aceite, y casqué en ella un huevo al mismo tiempo que encendía el fuego. Por lo distraído que me encontraba, no me di cuenta de que también había incluido la cáscara.

Aparte, puse a fuego lento otra sartén donde puse unas tiras de beicon de coco, y elevé el valor de la temperatura de la sartén, equivocándome en el proceso y subiendo la temperatura a la del huevo.

Agarré un cuchillo además de la bolsa del pan, y corté tres trozos. Tras eso, cogí los trozos de pan y los puse en la tostadora, la cual encendí después de llenarla.

Abrí uno de los cajones y saqué una espátula de goma. Con ella, removí, no quité el huevo, sino que solamente lo moví un poco; pero como yo tenía mucho sueño y estaba distraído, no me di cuenta de que la clara se estaba volviendo negra.

Tras unos segundos de estar así, las tostadas saltaron, por lo que apagué la llama del crudo beicon, tanto como también apagué la de los carbonizados huevos revueltos.

Me di la vuelta ya con un plato preparado, y cogí las tostadas de su "horno", las coloqué en el plato de porcelana que llevaba cogido, y llevé éste a la mesa.

Con los ojos un poco cerrados por el cansancio de los lunes, cogí una bolsa de yo qué sé, y por poco vierto en ella los huevos quemados, pero me retracté antes de hacerlo. Dejé la bolsa en la encimera, abrí otro cajón, y tomé papel de plástico del interior. Desenrollé un poco, y ahora sí, vertí los "huevos" en ella. Enrollé la bolsa como envoltorio, y la metí en la otra. Cuando terminé, repetí el mismo proceso de nuevo, ahora con el bacon crudo, pero no me di cuenta del último adjetivo.

Abrí el frigorífico y llevé la mermelada y la mantequilla a la mesa. Después fui a la despensa y llevé a la mesa de nuevo el azúcar y el aceite. Pero un molesto y repetitivo sonido me detendría.

—¿Qué está sonando?

Probé a ver si era el microondas, el horno, el extractor, la cafetera, y ya de paso me serví un café bien cargado; la rumba... Pero ninguno de éstos era el causante, y entonces caí en la cuenta:

—¡El frigo!

Corrí, me resbalé, me caí de espaldas y con ello, el aceite en mi cara y mi pelaje, pero por suerte no en mi traje. No me di cuenta de que el aceite sí que llegó a mis hombros. Me levanté con cuidado para después ir al frigorífico y cerrarlo.

—Genial, ahora tengo la cara resbaladiza. Bah, luego me la lavaré.

Me senté en una de las sillas de la mesa, y empecé a comer mi desayuno: un café, una tostada con mantequilla y mermelada de bayas aranjas; junto con otras dos tostadas con azúcar y un montón de aceite, ¡me encanta el aceite!

En cuanto terminé llevé los platos a la isla y me fui al baño. Pero no sin antes haber apagado la luz.

Parece que hice mucho ruido, y mis padres y hermanos se levantaron, ya que los oí bostezar. Pero tenía el tiempo justo, así que no me entretuve. Me limpié un poco en los sitios donde el aceite reposaba. Cogí mis cosas, y me fui corriendo al insti.


El trayecto era largo, por lo que pensé en ir en bus. Vi en el móvil, cuya pantalla se encontraba resbaladiza, las paradas que el bus recorría, y una de sus estaciones que su recorrido incluía el instituto, resultó estar cerca de donde estaba caminando, así que esperé en ella a que un bus viniera.

Mientras esperaba, observé a un zoroark con gran aspecto de matón. Como yo no buscaba pelea, no le dediqué muchas de mis miradas a él.

El bus llegó dos minutos después. Pagué al conductor, y me retiré de las puertas para estar de pie durante el camino.

En una de las paradas, cuyo destino no era el mío, un gardevoir y su respectiva versión «shiny» se levantaron y se fueron, por lo que yo ocupé el lugar al lado de la ventana.

Estuve muy distraído mirando por la ventana. Tanto, que no me di cuenta de que en la ahora parada, una glaceon se sentó en el sitio que no estaba ocupado: el de mi derecha, poniéndome un poco nervioso.

Pero mi nerviosismo empeoró cuando ella quiso hablar conmigo. Empezó así:

—Disculpe —tocando mi aceitoso hombro—, puaj... ¿a-...ceite?

A lo que yo respondí con una voz temblorosa a causa de mis nervios sociales y en un tono bajo por el silencio del bus:

—Lo siento, me resbalé y se me desparramó encima y...

Pero antes de que pudiera terminar mi explicación, ella me interrumpió, con una voz dulce y calmada, también pude oír una risita que se la escapó:

—No pasa nada, ocurre a veces.

—¿Qué se le ofrece a us-...

Y me volvió a interrumpir. No me enfadé por eso, ya estoy acostumbrado.

—Sí, bueno, es que, mire... Estoy aburrida y sin quien hablar, y es que como nadie del bus salvo usted parece amable. O sea, no estoy diciendo que...

Según iba diciendo las cosas, más nerviosa se ponía. Hasta ya en un punto donde la paré:

—Lo pillo, tranquila. Te entiendo, parece más seguro alguien pariente de tus evoluciones, que otro Pokémon cualquiera...

Le dije mientras levantaba mis manos a la altura de mi pecho y movía éstas queriendo indicar que parase.

Ella aprovechó para echarme un ojo, así que yo hice lo mismo, pero yo estaba nervioso, al contrario que ella, hasta que se fijó en mis ojos. Los dos coincidimos en lo mismo, cruzando miradas. El tiempo se detuvo. Sus brillantes perlas blancas, adornadas con un círculo azul cielo, y con un puntito negro en el centro.

Me parecía ver al mismísimo ángel, pero ninguna emoción en mi interior. Hasta que ella «disculpadamente» rompió el momento:

—Ehmm... mis disculpas, he sido un poco despistada...

No supe qué responder, lo único que pude hacer fue pestañear repetidas veces, hasta que el bus se frenó de golpe. Mi espalda se echó un poco hacia delante, y la suya hizo lo mismo. Por suerte, moví mi brazo izquierdo y pegué la mano de éste a la "pared" del autobús, y mi otro brazo la sujetó a ella.

Pero aparté el brazo derecho enseguida.

Resulta que el autobús ya había llegado al próximo destino, el mío, por lo que me levanté y me fui rápidamente para no tener que dar explicaciones ni excusas...

—Soy —pensé en voz baja, con ánimos de que nadie me oyera—... un cobarde... —pero la cosa no fue así, y la glaceon también salió del bus por la misma puerta que yo.

Me empecé a poner nervioso de nuevo.

—¿Qué hago yo ahora? —pensé en mi cabeza, en silencio, y sin que nadie me pudiese ni escuchar ni oír.

Mi pregunta no fue respondida sino ignorada, siendo ésta la razón: empezó a hablarme:

—Uhm, te quería dar las gracias por atraparme de aquella situación... No estaba muy bien sentada ni asegurada, y me has salvado de aquel golpe...

No supe qué responder, por lo que me guié por mi instinto.

—No hay de qué... —dije rascándome la cabeza. Pero recordé lo que tenía: instituto—. Bueno... yo, me tengo, que ir... —me excusé lenta y pausadamente por el nerviosismo que me invadía.

—Ahm... ¿a dónde vas? —me preguntó, ahora -o ya de antes, la verdad es que no presté mucha atención en su vestimenta- llevaba unos libros abrazados por sus brazos cubiertos por una camisa de mangas largas blanca—. Tu uniforme me resulta familiar...

—¿Uhm? Ah, vale, yo voy al instituto de la esquina: Eedóneo, ¿lo conoces?

—¡Sin duda! ¡Ese es al que voy!

Respondió ella enérgicamente, pero no lo hizo chillando, sino con un tono dulce que hizo que mi cabeza suspirara ante la dulcedad de su voz.

Una voz nos interrumpió, pero para mí fue casi como una salvación, no sé cuánto más podría haber soportado... No se me da muy bien hablar con otra gente...

—¡Hey, Laura!

Era una sylveon con tonos azules en sus ojos, tenía un lado de flequillo rosa, siendo éste el color de su pelo, tapando un poco de su ojo derecho; tenía un símbolo de corazón en su mejilla izquierda, y uno de sus lazos se revolvía en su oreja derecha mientras que otro lo hacía en la otra. Llevaba una mochila a su espalda con la cremallera entreabierta, sobresaliendo de ésta unos libros. Las dos se quedaron a parlar, y pude oír su nombre:

—Hola, Dayra. ¿Qué tal? —dijo la llamada Laura, la glaceon.

—Bien. ¿Y tú?

Respondió con alegría la sylveon con otra pregunta.

Me estaba incomodando un poco, parecía como si fueran amigas, y yo no quería interrumpir eso.

—Yo estoy bien, ¡y me alegro de que estés bien! —se dieron un abrazo. Yo estaba por irme, hasta que me unieron a la conversación cuando se separaron. La glaceon giró la cabeza hasta verme, y dijo—. Este es... uh... no me has dicho tu nombre... —sus ojos me miraron, y su mirada me dio fuerzas para superar la timidez, por lo que respondí:

—Mark, llámame Mark —no me gustaba decir mi nombre completo, no quería avergonzarme de mí mismo.

—Gran nombre, yo soy Dayra —dijo la sylveon ladeando un poco la cabeza mientras que entrecerraba un poco los ojos y ampliaba su sonrisa.

—Bueno... Antes no te he dicho mi nombre... —Dijo la llamada Laura. —Soy...

Pero fue interrumpida por Dayra, ésta se encontraba con la espalda curvada y acercándose peligrosamente a mí, mientras que su nariz se movía, parecía que había olido algo...

—¿Eso que huele es aceite? —interrumpió de esa manera Dayra, olfateando mis hombros por el fuerte olor que me perseguía.

—Uhm... sí... lo siento...

Intenté describir lo que me había pasado, pero no lo vi importante.

—...Laura... —terminó de decir la glaceon, ahora con Laura como nombre confirmado.

—Perdón, es que el olor era muy fuerte.... —se disculpó Dayra, volviendo a su posición anterior, y empezó a mover el pie con la punta posada en el suelo y girando sobre sí misma de lado a lado, su mirada bajada hasta mirar al suelo, sintiéndose culpable por haber interrumpido.

—Ugh... no pasa nada... tranquila, a mí también me sorprendió... —dijo Laura intentando calmarla.

—Uhm... me tengo que ir... No quiero llegar muy justo... —dije yo de repente sosteniendo mis libros en mi costado derecho con el brazo del mismo lado.

Giraron sus cabezas a mí.

—Vale... creo que es buena idea ir yendo... —dijo Dayra dándome la razón.

Me pareció interesante, porque pronunció "ir yendo", en vez de otras palabras como "¿A dónde tenéis que ir?" Y etc...

—Espera... ¿vas al mismo instituto que Laura? —pregunté yo al hecho de que me estuviera dando la razón cuando tal vez no íbamos al mismo sitio.

—Sip, vamos al mismo colegio, somos amigas desde hace tiempo —afirmó Laura, no me sorprendió, tampoco era un hecho súper importante.

—Bueno, ¿avanzamos? —les pregunté, con ánimos de poder llegar antes de que las clases empezaran.

Me respondieron asintiendo la cabeza.

Empezamos a avanzar lentamente. No me gustaba del todo, pero no quería empezar un conflicto. Quería correr. No quería llegar tarde ni justo, sino llegar unos cuantos minutos antes para así elegir un buen sitio.

Llegamos al instituto, y me encontré con un edificio blanco, enorme, con unas escaleras de lo que supuse que era mármol por la blanquedad que había en sus escalones, enfrente de la escalera principal, unos verdes jardines adornan los alrededores, con mis favoritas plantas: todas, no tengo una favorita, todas me parecen igual de bonitas. Será porque soy un leafeon, pero ese interés por las plantas ya lo tenía cuando era un eevee. En ese césped, unos árboles estaban dando sombra a los Pokémon apoyados en los troncos de éstos.

Me quedé asombrado, con la boca abierta. No tenía palabras.

—Wow... —eso fue lo único que pude pronunciar de la maravilla que era ese sitio.

Divisé «Eeveelutions», o «Eeveeluciones». Algunos estaban andando con la mochila en su espalda, otros estaban hablando.

Paz, eso es lo que mayormente veía. No veía discusiones. No veía riñas. Era perfecto.

Y pude ver a espeon. La evolución que antes de pasar a leafeon quise ser, pero no pude.

Cruzamos miradas, éramos ella y yo. Nadie se interpuso.

Detrás de mí, Laura y Dayra hablaban, pero no escuchaba, no lograba distraer mi atención de ella.

No puedo describirla. Era tan hermosa, tan linda, no podía, me derretía.

Las dos Eeveelutions chocaron contra mi mochila, no se habían dado cuenta de que me había quedado quieto, atónito, y asombrado.

Intenté caminar, pero no pude, no podía, quieto y pegado al suelo.

Hasta que me rompieron el momento de nuevo. Esta vez era Laura, quien me estaba tocando el hombro, no sé cómo el aceite no la molestó, antes la había dado un poco de asco por eso mismo, pero no pude preguntar.

—¿Hola? ¿Hoooolaaaa? ¿Alguien aquí? ¿Mark? ¿Estás bien? —esa voz me sacó de mi estado de pause.

Sacudí mi cabeza, y giré para ver a la glaceon, quien me preguntó:

—¿Qué? ¿Una nueva rehén?

Sonreí un poco, y avancé en dirección a las escaleras. No vi de nuevo a la espeon en ese camino, pero en la clase que me asignaron sí.

No pude prestar atención en absoluto a la clase. Todo era ella.

Sonó la campana, lo que indicaba la hora de pausa de clases. Era hora de almorzar.

Ella se levantó de su asiento, yo me levanté unos minutos después cuando ya había recogido mis cosas.

A la salida del aula me esperaban Laura y Dayra, parlando otra vez entre ellas. Me vieron salir de la clase, y se arrejuntaron a mí como una lapa, o dos en este caso.

—¿Qué tal el primer asalto de asignaturas, Mark? —me preguntó la sylveon agarrando su bolsa de lo que supuse que era comida entre sus brazos, así como si la estuviera abrazando.

—Bien, gracias por preguntar —respondí yo entre risas pequeñas—. Pero me gustaría almorzar solo, si no os importa —les conté mientras abría la cerradura de mi taquilla. Al desbloquearla, abrí la puerta de metal y saqué mi bolsa del interior.

Por suerte, la bolsa no olía tan fuerte como el aceite.

—Ah... vale... en ese caso... —se disculpó Dayra.

—Gracias por entender.

La observé, y parecía un poco decepcionada. Estaba mirando al suelo con una expresión triste, y fingiendo estar feliz.

Me partió un poco el alma al verla así, así que formulé de nuevo mi respuesta.

—Bueno, tal vez pueda hacer una excepción hoy.

Estrellas surgieron de la figura de la sylveon, y una felicidad asombrosa apareció en ella.

—¡Bien!

Por un momento mis pensamientos pensaron que me iba a abrazar, ya que ella tenía los brazos abiertos y se dirigía hacia mí como un rayo, pero creo que se dio cuenta de la sustancia viscosa de mi traje.

—Ahm...

Nos fuimos del pasillo taquillero a los jardines. No los principales, sino los que estaban por el otro lado.

Había unos bancos libres cerca, así que nos sentamos en ellos.

—¿Qué tienes de merienda? —preguntó la sylveon.

—Nada. No me he traído almuerzo —respondió Laura.

Me dio un poco de pena, y abrí mi bolsa a ver si tenía algo en buen estado.

Me encontré con que lo que había en un principio cocinado, se encontraba crudo, y quemado.

—Ay... no fastidies... —mascullé en voz baja, pero ellas me pudieron oír.

—¿Pasa algo ma-... Oy... eso no parece muy apetitoso...

—Ya, bueno, es lo que tiene cocinar por la mañana... —rié con gracia mientras sacaba una tira de bacon.

De todas maneras, tenía hambre, y me llevé la loncha a la boca, aunque estuviera crudo. Un refrán me vino a la cabeza, así que decidí comentarlo.

—Tengo hambre... así que... Lo que cocinas, te lo trincas.

Saqué otra tira, y me la comí igualmente.

Pero mis ojos captaron otra escena.

Era ella de nuevo. Salía por donde hemos salido nosotros también. La seguí con la mirada. Ahora se dirigía a uno de los árboles, para al llegar, reposar su espalda sobre el macizo tronco. A la sombra, sacó su comida de la bolsa que llevaba, y empezó a comer un sándwich, creo que de embutido.

Mientras comía, su mirada se movió, hasta quedar en mí. Me puse nervioso, e intenté alejar la dirección con la que mis ojos apuntaban, pero de nuevo, me sentí incapaz.

Hasta que un movimiento de ella me desbloqueó: ella me estaba saludando con la mano, girándola mientras me daba una sonrisa.

Mi mundo se empezó a desequilibrar. ¿Debía responderla? ¿Podría responderla?

Probé suerte:

Levanté un poco mi pata libre y recubierta de aceite, y la giré mientras nerviosamente una sonrisa se abría en mi boca.


¿Lo he conseguido?


¡Lo he conseguido!


¡Ya he dado el primer paso!

¡Me siento súper feliz!



Poco después me desmayé.




Soy sensible, ¿vale?

No puedo aguantar emociones muy fuertes, cuando lo hago, segundos después me desmayo.

Me desperté, pero sin cerrar los ojos, en donde supuse que era la enfermería, afirmé mi teoría por las cajas transparentes que había a mi alrededor, colocadas una encima de otra en unas estanterías. Dentro de ellas había medicamentos y bolsitas.

—Ahm... —empecé haciendo sonidos provocados por mis labios, una forma de empezar el día, o continuarlo, sin la boca seca. Me despierto con facilidad, y ahora ha sido por unas voces que sonaban.

—Aquí está.

No reconocí esa voz. Hubo un ruido, como si abriesen un cajón.

—Gracias.

Otra voz, ahora un poco más grave, pero me pareció del mismo género. Y otra vez el mismo ruido, salvo que ésta vez en reversa, cerrando un cajón.

Abrí los ojos, y lo que pude ver era una pikachu con traje mientras que un -o una, no llegué a poner atención- salía por la puerta.

—Ah, ya estás despierto —dije de nuevo la primera voz, la eléctrica.

—Sí... Me temo que sí... —afirmé como pude.

A ver, me acababa de despertar, ¿qué te esperabas?

—Bueno, si ya estás despierto, ya puedo llamarlas.

Me pregunté a quiénes se refería, pero no pude decírselo porque en el momento de preguntárselo, ella ya no se encontraba ahí.

Esperé a que viniese, y segundos después entró de nuevo con una sylveon y una glaceon a quienes reconocí fácilmente.

—Menos mal que estás bien... —habló Dayra, pude notar un leve tono de preocupación en sus palabras.

—¿Cómo no estarlo?

—¿Puedo pasar? —era una voz tímida, no la reconocí al principio, pero recordé la voz que hablaba en la clase, e inmediatamente supe quién era: la espeon.

Una cabeza de color morado claro asomó por el marco de la puerta, sí, sin duda era ella.

—Vale, si sabes qué ha pasado sí —respondió Laura.

—Gracias. Siento por lo que ha pasado, últimamente no controlo mis ataques y mis habilidades, y tal vez he-

Pero la interrumpí antes de que siguiera metiendo la pata.

—No no no, es una cosa que me pasa mu-mucho —empecé a decir, pero me di cuenta de con quién estaba hablando, y mi tartamudeo volvió.

—Bueno, en ese caso...

Ella tenía la mirada baja, como si estuviera avergonzada.

—¿Qué hora es? —pregunté intentando cambiar el tema.

—Las... uh... la una y cuarenta (1:40) —respondió Dayra mientras miraba el reloj de la pared.

—¿O sea, que ya se han acabado las clases?

—Sip, simplemente te estábamos esperando —afirmó Laura.

—Oy, gracias, estoy muy agradecido —en mi vida nadie me había esperado, ni ayudado, me sentía muy alegre.

—Creo que... bueno, tengo hambre, así que me tengo que ir...

Giré en busca de la espeon, pero ya no se encontraba ahí.

—Vale, bueno, ¿quedamos más tarde? —preguntó Dayra.

—Me parece bien, toma mi número.

Le enseñé el móvil por la parte trasera -tengo ahí el número- y ella lo apuntó.

—Espera —se detuvo—, tengo la agenda un poco llena...

Se quedó un rato pensando con la mirada en el techo y la pata en la barbilla. El símbolo de su mejilla cambió a un signo de interrogación azul celeste.

—Hoy es —pensó durante unos momentos—... Miércoles...

Sacó una libreta de colores pasteles pero con dibujos en bolígrafo negro en la portada, y la abrió.

Tras unos minutos de revisar y leer, afirmó.

—Mañana es fiesta. No hay escuela. Pasado tampoco. Mañana tengo el día ajetreado, y no voy a poder. ¿Te parece bien pasado mañana? El viernes —preguntó con ilusión en su voz.

Yo me encogí de hombros, y asentí con la cabeza.

Ella saltó de la emoción con estrellas en sus ojos.

—¡Ok! Me voy. ¡Chao! —exclamó mientras se despedía con un gesto, moviendo su pata y se alejaba.

Yo me fui minutos después por la entrada principal del instituto.



Ella me motivó.


¿Podré yo motivarla a ella?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro