Capítulo 3 - Lastimando

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Rubén

— Joder Rubius, te pedí que tuvieras cuidado. —y aquí me encontraba en el baño de varones junto con Tom e Isaac, este último curando las heridas causadas por las fuertes golpizas de Lucas. Morgan esperaba afuera y es que prefería cualquier cosa a pasar tiempo con las chicas de nuestra clase.

— Vale, a la próxima no seré tan gilipollas. —giré a mirar como podía a Tom, este mantenía su semblante serio, sabía que después se encargaría de hacerme entrar en razón.

— Eso es lo que me preocupa, que siempre dices lo mismo y no cambias. —Isaac suspiró. — Está bien que sea vuestro amigo y que vaya a estudiar medicina, pero no pueden seguir aprovechándose de eso. —se oía muy cansado, peor por las repetitivas veces que venía ayudándonos en este mes. — Desde ya os digo que se cansen tanto de tener peleas callejeras, —miró a Tom. — recibir golpizas estúpidas, —esta vez su vista se posó en mí. — o por alguna razón sin sentido ¡Autolastimarse! —gritó lo suficientemente fuerte como para que Morgan escuchara. — Ya me basta con mis propios problemas. —dejó el algodón en el lavadero y salió rápidamente del baño. Algo le había pasado y yo sabía que era, otra vez estaría atormentado y lo peor era que no quería que nadie más se enterará.

— No creas que te salvas de esta. —Tom rompió el silencio. — Aún tenemos que hablar. —y sin más salió del baño dejándome completamente solo. Joder, la que había liado. Me apoyé en el lavabo mirándome en el gran espejo, había adelgazado mucho, pero no me preocupaba, estaba bien a comparación de las cosas aquí en Madrid.

Abrí el grifo dejando correr el agua, me sentía peor que ayer cuando Lucas me pateó fuerte en el estómago, sí que había dolido, pero ahora me sentía pésimo. Mojé mis manos, el agua estaba fresca tirando para fría, pero no me molestó, pasé mis manos empapadas por todo mi rostro, esperando que esta se lleve todo rastro de dolor tanto propio como ajeno. Repetí el acto un par de veces y al ver que el sentimiento no se iba me detuve, cerré el grifo y me di vuelta apoyándome de espaldas en el lavadero.

— ¿Por qué las cosas no pueden salir bien? —suspiré pesadamente. Alcé un poco mi camiseta, así secándome el rostro por completo dejando un toque de frescura y humedad. — He estado haciendo las cosas correctas. —solté la camiseta notándola tanto arrugada como mojada, no me importó y la estire acomodándola a mi fisonomía. — He estado arriesgando todo lo que he querido. —volteé mi cuerpo quedando nuevamente frente al espejo. Mire mi rostro pasando las yemas de los dedos suavemente por mi mejilla y luego lo hice. Un fuerte manotazo cayó fuertemente en la misma dejándola con una marca enrojecida entre aquellos magullones que ya tenía. — ¡Nada sale bien!

Los puñetazos que propinaba en mi cuerpo ya no dolían, estaba totalmente perdido en la culpa que sentía. Mi fuerza no era mucha, pero en mi debilucho cuerpo era tan fuerte como un camión. Ya me esperaba moratones por toda mi piel al día siguiente. Era tonto hacer este tipo de cosas, pero no hacía lo de Morgan que se notaría mucho en mí. Entre moratones que ya tenía, estos disimulaban y nadie sospecharía de más cosas.

Cansado de todo y con la adrenalina a tope, decidí dejar de hacerlo. Acomodé mis ropas y salí del baño. Morgan seguía en la puerta, aún escuchando nuestros gritos se mantuvo ahí. Tenía la mirada gacha, quizás le habían afectado las palabras de Isaac y estaría dolida. Sus brazos cubiertos por las mangas de su sudadera estaban llenos de cicatrices tanto recientes como imborrables, pude verlas en su tiempo, pero en la escuela ella las escondían para no tener que recibir más burlas y cortarse más.

— Bien, campeón. —sí, estaba dolida.

— Calma Morgan, no fue mi intención. —suspiré. — Aparte, él ya estaba alterado. —no necesitaba más detalles.

— Pero tú lo hiciste cabrearse. —y ella también lo estaba.

— No me culpes. —espeté. — Yo también puedo tener los míos y no voy por ahí diciéndolos.

— Pero Isaac es diferente, debiste tener más tacto al hablar con él. —Isaac le estaba importando mucho.

— Morgan, a ti no... —no pareció entenderme. — ¿A ti te gusta Isaac? —palideció.

— ¡Qué mierda dices! —se alteró de repente. — ¡Eso, jamás! —pasó sus manos desesperadamente por su negra cabellera mientras su rostro pálido se enrojecía. Había dado en el punto.

— Ahh... lo siento, me confundí. —era mejor hacerse el desentendido. De ahí lo usaría a mi favor.

— Sí, lo hiciste. —calmó su voz. — ¿Cómo pudiste pensar eso? —preguntó retóricamente.

— Sí, una loca idea. —vacilé. — ¿Todo va bien hoy? —cambié de tema.

— Sí. —bajó la mirada, ella sabía a lo que me refería con esa pregunta. — Nadie me ha dicho nada, también es porque yo misma me alejo de todos. —la notaba consternada.

— ¿Qué pasa? Tú siempre hablabas sobre eso muy tranquila y hasta feliz. —algo estaba muy raro.

— No es nada. Solo estoy pensando. —miró hacia el corredor evadiendo mis ojos.

— No Morgan, a ti te pasa algo. —aseguré. — ¡Dime qué te pasa! ¡¿Acaso no confías en mí?! —y ya estaba gritando, odiaba tanto eso. Ella me miró atónitamente.

— No confío en nadie. —y se fue.

Odiaba esto, odiaba estar enfermo y que aquellas personas que llamaba amigos lo pagaran, en lugar de aquellos que sí se lo merecían. Ellos no tenían la culpa de haber aceptado en su vida a alguien como yo, a quien le daría un arranque en cualquier momento.

 Caminé sin más a mi siguiente clase, no me importaba cuan cabreados estuvieran mis amigos conmigo, no dejaría que aquello me afectara, había crecido así y no podía volver atrás. La siguiente materia, Química, era en el laboratorio y estaría llegando tarde si no me apuraba.

Apresuré el paso viendo a aquellas desorbitadas personas en el corredor, también yendo veloces a sus respectivas clases. Estando a pocos pasos, el estómago me comenzó a doler, los moratones ya estaban marcándose en mi piel y estos causaban aquel fastidio momentáneo. Con más prisa, llegué al aula haciendo buen tiempo y es que por más débil que me encontrara tenía buen estado físico o al menos buena salud, de eso se encargaba mi madre al alimentarme.

Entré notando la presencia de mis aislados amigos y es que en esta clase el profesor nos hacía formar grupos casualmente de cuatro, esta era la única clase donde estábamos juntos y ahora la había cagado. Miré a los lados buscando a aquellos que solo eran compañeros de clase, mientras ellos me llamaban amigo, pero no los hallaba. Ahora no tenía salida, estaba jodido.

Sentí una mano posarse en mi hombro, volteé pensando que era uno de ellos, pero no, ahí estaban los tres hablando amenamente hasta que Tom alzó la mirada encontrándose con la mía. Estaba cabreado, eso lo sabía, pero sus ojos no demostraban eso, en su lugar había desconcierto y asombro, alertándome también. Seguí su mirada notando que esta se posaba a mi lado, justo donde mi hombro era cubierto por una mano.

Volteé lentamente topándome con aquellos cautivadores ojos azules, ese sedoso cabello rubio, ese reluciente piercing en sus labios que se movieron brindándome una blanca sonrisa. Lucas, él estaba ahí a mi lado, no podía creérmelo.

— ¿Lucas? —hablé desorientado.

— Hola Rubén. —parecía tan distinto que en la mañana.

— ¿Qué haces aquí? —trataba de hacer notar los nervios que sentía.

— Pues no sé si lo habrás notado, pero tenemos las mismas clases. —y ahí se iba mi intento.

— Ahh... no lo sabía. —susurré. Bajé la cabeza, no podía seguir soportando aquellos ojos azules suyos.

— Te veo solo. —siguió.

— Pues esta mañana no ha sido tan buena que digamos. —me referí indirectamente a las golpizas que me había dado horas atrás.

— ¿Qué dices? ¡Ha sido grandiosa! —exclamó. — Ya despidieron al profesor nuevo, no sabes cuánto me jodía su presencia. —y ahí se iba otro docente más.

— Eres un ingrato. Solo piensas en ti, en tu bienestar y nada en los demás. —me estaba cabreando. — ¡¿Quién sabe que será ahora de ese pobre hombre?! ¡Ehh! ¡¿Lo sabes?! —estaba comenzando de nuevo. — Joder... —la cabeza me dolía y él pareció notarlo.

— Oye... —tomó la palabra. — No era mi intención cabrearte. —decía como si le hubiera afectado. ¡No le creía ni una mierda!

— ¡Pues no parece! —el dolor se intensificaba. — Mierda... —maldecía internamente la presencia de Lucas, ya le bastaba con alejarme de las únicas personas en quienes confiaba.

— Rubén, tranquilo. Yo solo venía a proponerte hacer grupo juntos —desvió la mirada hacia otro lado.

— ¿Qué? —estaba flipando.

— Eso, que hagas grupo conmigo y mis amigos. —seguí su mirada hacia la última mesa donde esta se posaba, ahí estaban Chris y Nick, sus amigos. Chris era moreno y alto con ojos cafés, muy atlético y el cabello negro corto, vestía igual que Lucas y Nick, que era castaño con ojos cafés, más bajo que ambos y con tez más blanca que Lucas. Eran cuatro en realidad, pero hace un año no se sabía nada de su otro compañero, solo que se no había salido del país.

— ¿Me estás pidiendo que haga grupo con ustedes? —los miré intercaladamente, tanto a los chicos en la mesa como al que tenía enfrente.

— Sí. —volvió a sonreír.

— Y una mierda. —giré mi cuerpo decidido a irme.

— No. —tomó mi brazo. — No te vayas. —aseguró el agarre.

— ¿Y qué si lo hago? —volteé mi rostro enfurecido, pero me sorprendí al notar la escasa distancia que había entre nosotros.

— Rubén, créeme cuando te digo que quiero pasar tiempo contigo. —sentí el vaho de su aliento chocar con mi rostro. Se sentía tan cálido y placentero, me estaba rindiendo sin pelear.

— No me has dicho eso. —jugeteé en tono seductor. Lo que este chico me causaba era calentura en su máximo nivel.

— ¿Quieres qué lo haga? —asentí emocionado. Apegó sus a labios en mi oído. — Quiero estar contigo, Rubén. Quiero hacerlo contigo. —y ahí estaba, cayendo de nuevo. Estaba caliente, muy caliente y es que Lucas era una de mis debilidades.

— Yo-yo también quiero hacerlo contigo. —estaba excitado no podía negarlo, la cercanía de nuestros cuerpos no ayudaba. Pasó sus manos por mi cintura acercándonos más, mientras yo posaba mis manos en su fornido pecho. Moví mis manos de arriba hacia abajo deléitandome con su cuerpo notando como su sonrisa crecía sin más y ahí me di cuenta. — ¡Vete a la mierda! —me separé rápidamente de él, oyendo las estruendosas risas de las que se había llenado el laboratorio, era una total mierda.

— Has mejorado, Rubén. Duraste más de lo que pensé y eso me costará unos billetes. —rió conjuntamente con el resto de la clase, dándome tanto asco que la calentura que tenía se esfumara. — ¿En serio creíste que me gustabas? —se burló más fuerte.

Entre todo aquel barullo volteé mirando hacia mis amigos quienes estaban igual de cabreados que yo, pero esta vez por él. Al menos me reconfortaba saber que se preocupaban por mí, que les importaba a pesar de que les jodiera tan seguido.

Tom se puso de pie y caminó hacia nosotros haciendo que la risa de Lucas parara al igual que todos a nuestro alrededor. Sus pasos firmes era ahora lo único audible. La ausencia de un docente era algo raro.

— Lucas. —este lo miró fijo. — Tu equipo y mi pandilla, el sábado afuera del bar de Tony. —le retó.

— Pelea blanca, sin armas. Ya sabes, tendrías cierta ventaja. —refutó.

— Vale. —aceptó. — A la hora de siempre. —terminó de decir para darme señal de que lo siga y así lo hice. Me había salvado el día después de haberlo hecho cabrear dos veces y es que él era la única persona que sabía mis secretos.

— Gracias. —susurré débilmente al llegar con los demás. — No sabía que hubiera hecho sino llegabas. —me sentía del asco.

— Dejar de ser tan gilipollas es una opción. —él único que había tomado la palabra, volvía a hacerlo. — Ahora tendré que hablar con Kevin para que reúna a la pandilla. —y con esto se ganaría otro problema con Isaac, pero esta vez por mi culpa.

— Chicos. —Isaac irrumpió. — Saldré el fin de semana con mi familia, iremos a un pueblo, así que no os podré ayudar. —acomodó nervioso su gorra esperando una respuesta.

— Genial. —ironizó Tom. — Ahora tendré que llamar a la puta de Karina. Joder, esa mujer está obsesionada con mi pene. —y ya eran tres, no sé como podía soportarme.

— Lo-lo siento. —estaba sumamente avergonzado y en deuda con ellos, sobre todo con Tom.

— No te preocupes Rubén. —habló aquel chico que conocía desde la primaria. — Jamás te fallaría, por más cabreado que esté, tengo una deuda contigo a muerte. —y él si valoraba mucho nuestra amistad.

— Gra-gracias. —lo abracé, amigos como Tom ya no habían, los únicos que se asemejaban eran tanto Isaac como Morgan que los había conocido recién en la ESO, pero nos habíamos hecho buenos amigos en todo este tiempo.

El profesor llegó disculpándose por su retraso y sin más la clase comenzó. Hoy teníamos que hacer experimentos básicos ya que solo había pasado casi un mes desde que comenzó nuestro último año.

— Ahora alumnos, mezclen el bicarbonato de sodio y dos gotas de cianuro. —explicaba tan concentrado que no se dio cuanta que nadie entendía. — Vale, mezclen el tubo blanco con dos gotas del tubo rojo. —ahora sí, todos agarraron el gotero para succionar dos gotas de la pipeta con líquido rojo y pasarla a la que tenía el líquido blanco.

— ¿Está bien así? —pregunté mientras echaba las gotas al tubo de ensayo y de este se escurría aquel líquido, ahora, espumoso.

— Muy bien, Rubén. Tendrás una buena calificación. —me sentía bien por lograr algo por mis propios medios.

— Gracias. —y el profesor se retiró a seguir calificando trabajos. Isaac como siempre se había llevado la mejor calificación y es que se lo merecía, era buen chico después de todo lo que había hecho y lo que hacía por consecuencia de ello.

Pasé mi vista por todas las mesas, pero me detuve en una en particular. Lucas me observaba fijamente y yo parecía no entender de mis errores. Lo observé detenidamente en su no tan lejana mesa, movía su piercing con la lengua que mojaba sus labios, deliciosos labios que era mi anhelo probar, me gustaban y mucho.

La campana del receso me hizo salir del trance en el cual me encontraba, haciendo que desvíe mi vista por completo de él y concentrándome en mis amigos.

—  ¿Vienes, Rubius? —habló Morgan, que ya no parecía tan cabreada como antes.

— Ehh... No me esperen, tengo que preguntarle al profesor sobre la tarea. —inventé cualquier excusa para encubrir lo que tenía planeado.

— Vale. —sonrió y sin más los tres dejaron el laboratorio al igual que toda la clase, menos tres personas aparte de mí, hasta el profesor se había ido.

Pasaron por mi lado, el moreno que iba adelante me dio una ligera sonrisa al igual que el castaño que lo seguía hacia la salida del lugar. Por último el rubio que no soportaba se acercó a mi cuando notó la falta de sus amigos.

— En los baños del tercer piso en dos minutos. —susurró contra mi oído para después irse. Joder, las cosas que hacía.

Al salir del laboratorio, prácticamente corrí escaleras arriba hacia el piso siguiente para ir a mi encuentro en el baño de varones, un baño no muy concurrido y perfecto para este tipo de encuentros. Al llegar al tercer piso doblé a la izquierda comenzando a caminar para recuperar el aire perdido, no sabía porqué lo hacía, pero lo necesitaba.

La puerta estaba ahí frente a mí esperando para ser abierta, mi cuerpo me pedía que lo hiciera, mi polla mandaba y eso era lo que quería. Inhalé y exhalé fuerte. Abrí la puerta y entré. Ahí estaba él, tan fuerte como siempre, tan atractivo como solo él podía serlo, tan hombre puesto que había repetido dos años y es que no podía repetir más por ley. Era un hombre tan sexy, tanto para las chicas como para los chicos, y yo era uno de ellos.

— Que bueno que viniste. —esa sonrisa con la que sabía que podía ganarme estaba en su rostro y logrando su cometido.

— Sí, lo sé. —me acerqué lentamente a él, hasta quedar a su altura o bueno casi ya que le ganaba por un par de centímetros. 

— Rubén. —llevó su mano derecha hacia mi mejilla. — Creo que puedes entender a lo que quiero llegar. —comenzó a acariciarme. Me estaba dejando llevar, Lucas me estaba tocando. — Y podría ser más. —y sentí como su mano libre apretaba mi culo.

— Vete a la mierda. —me alejé abruptamente.

— Qué vas a decir. —rió. — Sé que te mueres por mí. —inquirió.

— N-No. —palidecí. — Yo no te deseo. —los nervios me dominaron.

— Así que me deseas en eso. —tocó su miembro sobre la ropa. 

— ¡Jódete! —salí corriendo mientras él se carcajeaba a mis espaldas.

Casi perdía la conciencia al haberlo visto tocándose frente a mí. Lo peor es que él sabía de que a mí me gustaba y esto me jodería la existencia.


Holaaaaaaaaaaaaaa después de tiempo sigo esta novela :D

Spam: El nuevo One Shot que he escrito, See you Again en el Vínculo Externo

Espero que les guste ❤

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