♢Dos♢

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Mis dedos se mueven nerviosos sobre la pantalla táctil de mi teléfono. He perdido la cuenta del tiempo que he estado en la misma posición, batallandome si llamar o no a la famosa consulta del sexólogo Jos Canela. Cierro los ojos y cuento hasta tres tocando el botón verde y deslizando el teléfono hacia mi oído.

La llamada en espera suena tres veces y contestan. Los nerviosos vienen a mi y en ese momento sólo deseo colgar y lanzar el teléfono a cualquier parte de la habitación.

— Buenos días, consulta del sexólogo Jos Canela, ¿En que puedo ayudarla? —Dice una suave y robótica voz que me hiela entera.

— Yo... yo... mi nombre es Natasha Woodson y... y bueno, me gustaría...

— ¿Una consulta? —pregunta interrumpiendome, su tono de voz suena gracioso.

— Si. —Murmuró con la voz ahogada.—¿Cuando podría ser lo más pronto?

— Hmm... déjeme ver. —musita y la escucho teclear algo en su computadora. Comienzo a morder nerviosamente mi uña.— lo más pronto y que tenemos libre sería para el Viernes de la próxima semana.

Suspiró y me encojo de hombros, pensado que era lo más óptimo. Tomó un pequeño papel y pluma y aceptó, la chica me dicta una dirección y me pide los simples datos; número de teléfono, mi edad, mi fecha de nacimiento y nombre completo.

Al colgar me lanzo de espaldas a la cama y botó todo el aire retenido. Tomando nuevamente el teléfono, llamó a Sara para decirle que la cita ya está programada.

[...]

Y la semana vuela como el agua entre los dedos y llega en menos de lo que me esperaba. Nisiquiera pude pegar un ojo en toda la noche. Esto es completamente notorio, mis ojos están rodeados por enormes bolsas de color violeta y mis labios parecen haber perdido toda la vida, es tan completamente secos.

Sara llega temprano en la mañana, casi dos horas antes, completamente emocionada.

— ¿Que-sucedio-contigo? —pregunta modulando cada palabra incrédula.

— Estoy jodidamente nerviosa, eso sucede. No he podido pegar ojo.

— Nat sólo es una consulta, imagínate al dentista.

— Odio a los dentistas —Contesto agarrando fuertemente la taza de café sin mirarla. Ella bufa sentándose frente a mi, con ambos brazos sobre la mesa.

— Buen punto —dice susurrando.— pues imagínate que es tu... bueno, cualquier médico, quien simplemente te hará un simple chequeo, nada más.

— Eso es completamente incoherente, primero que nada, él no es un médico, es una especie de psicólogo... ¡de sexo! —exclamó levantándome rápidamente, botando casi todo el café en la encimera.— un sexólogo a quien tendré que contarle "mi problema" y luego se reirá de mi en cuanto me valla y quizás lo publique en algún libro que tenga pensado escribir, llamándole a este "Virgen a los 25" una comedia erótica para que se diviertan de él estúpido caso de una joven que le tiene fobia a que los hombres la toquen. —grito histérica tomándome el cabello con desesperación y con la respiración completamente agitada, caminando de un lado a otro. Sara me miraba entre asustada y divertida aún sentada en la barra de a cocina.

— Estás completamente loca Nat, él no hará eso, ¿No crees que tendría miles de libro con los "problemas" de todos sus pacientes? No eres la única chica que está pisando los veintiséis y aún es virgen. Eso es algo normal.

— ¿Conoces a alguna otra estúpida igual que yo?

— No —Murmura.— pero sé que en algún otro lado puede que haya, y hasta con más edad, no deberías ponerte así por un problema tan minúsculo como ese. Jos te ayudará a superar tu fobia. Así que no te pongas nerviosa y paranoica y ve por tu bolso que es hora de irnos. El camino es un poco largo.

Suspire tranquilizándome y subí las escaleras a mi habitación para tomar mi bolso, un poco de perfume y arreglar un poco más las ojeras para que no fueran tan notorias.

Sara tenía su auto ya y quiso que fuéramos ambas en el por miedo a que yo pudiera desviarme del camino y escaparme a otro lugar. Jodida puta que me conoce tan bien.

Reí pensándolo y cerrando los ojos para poder descansar aunque sea un poco. El camino, como ella había dicho, era un poco largo y muy cansador. Quedaba a las afueras de la Ciudad de México, apartado de la civilización. Sara sonrió estacionando y desabrochando su cinturón de seguridad y haciendo un gesto con la cabeza para que nos bajáramos. Los nervios que se habían ido hace unos minutos, volvieron fuertemente. Mis manos comenzaron a temblar y a sudar frío. Al parecer, Sara se dio cuenta del problema y me tomo del brazo y comenzó a caminar más rápido hasta entrar completamente en el edificio.

Un gran mesón de caoba estaba en la gran sala de espera. En ella, una secretaria rubia con una sonrisa algo fingida y muy mal pintada de color rojo. Sara se acercó a ella sonriendo y le saludo alegremente mientras decía cantando mi nombre.

— Pues pónganse cómodas allí. El doctor Canela está aún dentro con un paciente.

— ¿La conoces?

— ¿Recuerdas que he venido ya?

— Claro, al parecer muchas más veces de lo requerido.

— Se me había olvidado que aún no ves a el doctor. —murmuró con una sonrisa picarona.

— ¿Como es eso... de doctor? —pregunté ignorando completamente su tono de voz y sonrisa. Ella rodó los ojos y se acomodó en el blanco sillón para mirarme.

— A los psicólogos también se les dice así, es algo normal, ¿Porque no decirle así también a él?

— ¿Porque él no es un psicólogo normal?

— Si lo es, Natasha, sólo es un psicólogo especializado en parejas o gente loca.

— Esos son psiquiatras.

— Como sea. Debes llamarle doctor Canela cuando quieras hacerte alguna consulta. Si es que vienes seguido y él te da la confianza, hasta le podrás llamar por su nombre.

— Estoy emocionada por eso. —pronuncie sarcástica. Recortandome en el sillón.

La puerta color blanca a un lado de él mesón se abrió y de ella, salió un sexy muchacho de cabello color oscuro. Unos maravillosos labios y unos ojos realmente únicos. ¿Él era un paciente?

— Él es.

— ¿El doctor? —pregunté sorprendida.

— Si, ¿A que está buenísimo? —susurro sonriente. Mis nervios aumentaron aún más y pensé que me desmayaría en cualquier momento.

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