11. Un largo viaje.

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Primera hora

Ian ni siquiera tuvo que rogar mucho para convencerme de ir a Oakland para el dia de acción de gracias. Solo tuvo que decir las palabras: Cariño y ven conmigo a casa para tenerme empacando.

—Esto es todo —anunció Ian luego de haber puesto mi equipaje en la plataforma de carga de su camioneta.

Eso era todo. No vuelta atrás. Cinco horas de viaje y estaría rodeada de la familia Reed completa. Y tal vez sí debía quedarme en la residencia y no causar molestias a la familia de Ian pero, ¿Cómo decirle que no a él?

Julliete se despidió de Jacob en las escaleras y yo abracé a Hannah que pronto iría al aeropuerto.

—Ten un buen viaje y llámame —le susurré.

—Por supuesto que lo haré. —Se alejó de mí—. Por favor no estés nerviosa, su familia es un encanto. Te lo prometo.

Sonreí débilmente.

—Lo intentaré.

—¡Phoebe! —gritó Julliete abriendo la puerta de la camioneta—. Ven aquí y deja de actuar como si no la volverás a ver.

Abracé a Hannah por última vez y corrí hasta la camioneta mientras que Ian abría la puerta de copiloto para mí. Antes de sentarme en el asiento le di un corto beso en los labios y susurré:

—Gracias.

—Todo para mi chica. —Cerró la puerta y trotó alrededor del auto hasta llegar al asiento del conductor.

Encendió el vehículo y buscó mi mano para sostenerla. No importaba cuantas veces le dijera que debía tener ambas manos en el volante y que ya no me daba miedo estar en un auto, él siempre contestaría: "No es eso. Simplemente me gusta sostener tu mano".

—Este será un viaje muy largo y haremos solo una parada para llenar el tanque. Pónganse cómodas.

—Ya lo estoy —respondió Julliete recostada en los asientos traseros. Se había traído su almohada con ella para dormir durante todo el viaje—. Pero necesito música y que no sea sosa.

Encendí la radio y busqué entre varias emisoras alguna buena canción.

—Detente ahí —pidió Ian—. Me gusta esa.

Fruncí el ceño tratando de identificarla. Sonreí cuando finalmente la recordé. Brand new day de Kodaline.

—A mí también me gusta.

Él sonrió y subió el volumen.

Well it's your hometown. —comenzó a cantar—. I think I've outgrown.I wanna travel the world but I. —Apretó mi mejilla—. I just can't do it alone.

Moví mi mano derecha como si fuera una ola: —So I'm just waiting on fate to come. Wrap around me. —Seguí.

Think about all the foreign places we could be. —Guiñó un ojo. Era un milagro que aún pudiera seguir respirando.

»I'll be flicking stones at your window. I'll be waiting outside 'til you're ready to go. Won't you come down? Come away with me. Just think of all the places we could be. I'll be waiting, waiting on a brand new day. —Cantamos juntos a coro. Sí, ninguno de nosotros tenía talento para el canto y tal vez deberíamos dejarle esta parte a Hannah, pero a quien le importaba lo feo que sonaba nuestras veces si el momento lo era todo.

—Ian —Julliete interrumpió nuestro momento—. ¿Crees que puedas bajar el cristal? Puede que vomite con tanta ternura en este vehículo.

Reí.

—Y te quedan par de horas por soportar —le recordó Ian.

—Genial —masculló ella.

Ian ignoró su queja subiendo incluso más el volumen y ambos cantamos más alto.

—¡Me sangran mis oídos y tal vez mis ojos! —Julliete tapó su cara con la almohada.

Sería un viaje largo para todos. En especial para ella.

Segunda hora

Ojeé la historieta en mi mano hasta encontrar la página que debía leer a continuación.

—¿Por dónde vas? —preguntó Ian, sus ojos enfocados en la carretera. Hace unos días atrás Ian y yo habíamos vuelto a nuestro hábito de intercambiar comics. Por esta semana me tocaba leer todo sobre los "Guardianes de la galaxia".

—Pues Iron Man ha abandonado el planeta tierra y se encuentra con los Badoons. Los guardianes de la galaxia han llegado para ayudarlo. —Dejé de mirar la historieta—. Cuando sea grande quiero ser como Gamora.

—La mujer más letal en toda la galaxia —agregó Ian.

—Exacto.

Escuché un suspiro en los asientos pasajeros.

—No puedo creer que hayas pasado tus vicios a Phoebe. Pero, sobre todo, no puedo creer que Phoebe se haya dejado manipular para leer esa basura. Frikis —gruñó Julliete.

—No obligué a Phoebe a leer historietas.

—Y no son basura. —Giré a ver a Julliete.

—Como digan. —Rodó sus ojos.

Tercera hora

Finalmente llegamos a nuestra primera y única parada. Ian aprovechó el momento para llenar el tanque de combustible mientras que Julliete hacía una gran compra en la tienda de comestibles. Todos moríamos de hambre y aún quedaban dos horas más de viaje. Y, aunque estaba nerviosa de llegar a nuestro destino, prefería llegar a estar sentada en un auto. Odiaba los viajes largos.

—¿Alguna vez has intentado manejar? —preguntó Ian a mis espaldas aún llenando el tanque.

Giré y caminé hasta él para luego apoyar mi brazo en la camioneta.

—¿Estás cansado de manejar?

Él sacudió su cabeza.

—Para nada. Ya estoy acostumbrado. —Se encogió de hombros como si no fuera nada—. Preguntaba por curiosidad.

Observé el cielo por un rato y suspiré.

—Estaba a punto de conseguir mi licencia antes del accidente. Luego de lo sucedido no quise intentarlo.

Él asintió comprendiendo.

—¿Quieres intentarlo ahora?

Miré a Ian para asegurarme de que no bromeaba luego mi vista pasó al vehículo y por último a la carretera. Estaba tranquila, muy tranquila.

—¿Estás seguro de esto?

—Solo si tú lo estás.

Extendí mi mano. Podía hacer esto. Si nunca lo intentaba nunca lo lograría.

—¿Mis llaves?

Él sonrió.

—Esa es la actitud. —Sacó el juego de llaves de su bolsillo trasero y las dejó caer en mi mano.

Corrí al asiento del conductor. Mi corazón latía con emoción y mis manos temblaban con nerviosismo. Tenía que hacer esto. Ya era hora de superar mi miedo por completo. Encendí la camioneta e Ian se ubicó en el asiento del copiloto.

—No olvides ponerte el cinturón. —Se inclinó sobre la consola para él mismo ponerlo—. No tengas miedo, manejar no es tan complicado.

—Entendi...

La puerta trasera se abrió y Julliete entró con varias bolsas.

—Traje un sándwich de jamón para Phoebe, un taco para Ian y... ¡¿Qué diablos hace Phoebe en el asiento conductor?! —Julliete dejó caer la lata de soda en su mano

De inmediato Ian se inclinó para ponerles seguro a todas las puertas y cristales.

—Ella manejará solo por un rato.

—¡Estás loco! —Julliete trató de abrir la puerta y luego bajar el cristal. Cuando ninguna funcionó procedió a golpear a Ian—. Déjame salir. ¡No quiero morir!

Ian agarró ambas manos de Julliete.

—No vas a morir. Solo relájate y ponte el cinturón. Phoebe lo hará bien.

Julliete me dio una mirada y luego se dejó caer en el asiento.

—Sé que actúo como si no me importara una mierda el mundo, pero realmente aprecio mi vida. —Colocó una mano en su pecho—. ¡Tengo personas cuyas vidas debo hacer un infierno!

—No vas a morir —repitió Ian.

Julliete se cruzó de brazos y resopló. Su señal de que se había resignado. Ian soltó un suspiro de alivio.

—Bien. Ahora escucha, cariño, el freno es tu mejor amigo y el acelerador es tu enemigo. ¿Entiendes eso? —Asentí—. ¿Estás segura de querer hacer esto? —Volví a asentir—. La carretera es tuya, cariño.

Moví la palanca de cambios y el vehículo estuvo en movimiento. Al principio todo fue frenar, un poco de acelerador y frenar otra vez. Parecía que la camioneta estaba bailando o tenía un ataque epiléptico.

—Creo decirte que el acelerador era tu enemigo, pero el tipo de enemigo a quien recurres de vez en cuando. Tienes que relajarte cariño y soltar un poco el freno.

Tomé una respiración profunda y seguí su consejo. Ya ahora manejar no parecía tan difícil. Lo hice en una velocidad considerable y permití que cualquier auto avanzara porque el hecho de tenerlos tras de mí me ponía los pelos de punta. Pronto cada auto se fue por la salida que les correspondía y la carretera era nuestra.

—Si quieres puedes subir la velocidad, ya no hay autos por los cuales preocuparse.

Seguí su consejo porque si seguíamos a este paso nunca llegaríamos. Y puede que tal vez haya abusado de la velocidad o tal vez el hecho de que un venado haya decidido cruzar la carretera en este mismo momento afectara mi intento de enfrentar mi miedo.

—¡DETÉN EL AUTO! —gritó Ian mientras yo aún seguía en un estado de shock y no sabía qué hacer—. ¡Maldición, Phoebe, detén el vehículo! —gritó Ian más alto.

Pisé con fuerza el freno justo a tiempo. Gracias a Dios por los cinturones de seguridad o sino mi cara estaría pegada al cristal o aún peor. El venado me miró con sus ojos asustado y luego corrió.

—Creo que he visto mi vida pasar por mis ojos en este momento —murmuró Julliete.

Apagué el auto aún en mi estado de conmoción sin importarme que estuviéramos en medio de la carretera y luego salí. Caminé hasta al frente de la camioneta y me apoyé cruzando mis brazos. Puede que hiciera calor pero yo sentía frío del miedo. Escuché la puerta del auto abrirse. Levanté la cabeza para ver como Ian caminaba hacia mí.

—¿Estás bien? —El llanto que guardaba fue liberado en el momento en que colocó sus manos en mi rostro.

—Lo lamento —dije entre sollozos.

Me acercó a él en un abrazo y mi cara terminó enterrada en su pecho. Llenaría su camisa de lágrimas y mocos, pero a él parecía no importarle. Se dedicó a peinar mi cabello con su mano izquierda.

—No tienes nada que lamentar. Estamos bien, el venado está bien y así lo está la camioneta. —Siguió peinando mi cabello tratando de tranquilizarme—. Fue solo un susto.

—Yo quería... Yo solo debía vencer mi miedo.

—Lo sé y lo entiendo. Y lamento ponerte en ello cuando claramente no estás lista. También lamento gritarte cuando sé lo difícil que te resulta esto. —Besó mi frente—. Pero lo importante es que estamos bien, ¿Sí?

Sorbí mi nariz.

—Sí.

Besó mi nariz y limpió las lágrimas de mi rostro.

—Bien. ¿Por qué no volvemos al auto y descansas un rato?

—Está bien.

—Esa es mi chica.

Cuarta hora

Dormí. Durante toda la hora.

Quinta hora

Abrí los ojos para encontrarme con el sol esperando por mi despertar en el lado de mi ventana. Intenté moverme y gemí. Tenía un fuerte dolor en mi cuello y espalda. Mala posición para dormir.

—Ahí está mi bella durmiente.

Le dediqué una tímida sonrisa mientras restregaba mis ojos.

—No dormí tanto.

—Sí, lo hiciste. Mira a tu alrededor cariño.

Me fijé por la ventana. Casas, apartamentos, un parque, varios negocios. Un vecindario.

—¿Hemos llegado? —pregunté sorprendida.

Él sonrió.

—Bienvenida a Oakland.

Bajé el cristal para tener una mejor vista de todo. Cuando el viento empezó a molestar sujeté mi cabello en una coleta. Era un lugar tranquilo, familiar y muy bonito.

—Y ya hemos llegado a nuestro destino. —Ian estacionó la camioneta en la entrada de una hermosa pero sencilla casa de dos plantas.

Bajé de la camioneta para encontrarme con un hermoso y cuidado jardín. Lleno de tulipanes blanco y lirios de color anaranjado. La casa tenía un porche, un garaje y un pequeño balcón. El tejado era de color marrón y la casa del color crema.

Julliete salió del auto algo adormilada y fue a buscar su bolsa para luego encararme.

—Iré a ver a la mujer que me trajo al mundo. Va a mantenerme junto a ella por el día completo. —Señaló con su pulgar la casa del frente la cual era mucho más lujosa que la de Ian—. Pero creo que puedes sobrevivir sin mí. Su madre hará toda la cosa de avergonzarlo y contar lindas anécdotas. Tu primera regla es no mencionar a su marido en ningún momento. La mujer es bastante sensible. Las gemelas son dos ángeles. Si las confundes ya no serás de su agrado. Daisy, aparte de que comparte el mismo lunar que Ian en la barbilla, es la inteligente y Delilah la dulce. ¿Queda todo claro para ti?

Parpadeé analizando toda la información que me había dado Julliete. ¿Por qué no me pudo decir todo esto antes? Claro estaba que Julliete no lo decía todo para que pasara mi prueba, sino que en verdad ella amaba y se preocupaba por esta familia.

—Algo.

—Te irá bien. —Palmeó mi hombro con fuerza—. Te veo luego.

—Adiós, Jules.

Julliete me dio una última palmada y cruzó la calle corriendo para luego golpear su puerta con fuerza.

—¡Más vale que me abras la puerta, Agatha! —La escuché gritar.

Sonreí. Ian posó una mano en mi hombro. Giré a verlo.

—¿Lista para conocer a mi familiar?

Traté de que la sonrisa no abandonara mi cara y que el nerviosismo volviera.

—Lista.

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