5. Un partido para NO recordar.

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—Así que... ¿No me vas contar sobre tu cita con Ian? —Julliete cerró su casillero con más fuerza que la habitual.

Fruncí el ceño observando mi reflejo en el pequeño espejo.

—Pero ya te dije.

Julliete soltó una risa bastante falsa y empujó mi hombro de manera juguetona.

—No lo hiciste. Deja de ser tan reservada y cuéntame qué hicieron.

Presté atención a Jules para ver por qué actuaba tan extraño y hablaba tan alto para que todas estuvieran al tanto de la conversación. Todo en ella parecía normal, excepto la exagerada sonrisa en su cara y dos chicas a las cuales odiaba cerca de ella. Ya sé lo que tramas, Sanders.

—Ya veo lo que haces, y no —mascullé.

Ella pellizcó mi brazo y yo grité.

—Cuéntame. —La sonrisa exagerada aun en su cara.

Sabía que buscaba provocar a Gemma que estaba al tanto de la escena. Quería fastidiarla un poco y yo no sería parte de eso. No quería crear más problemas cuando ya todo iba tan perfecto. Pero conociendo a Julliete ella no me dejaría tranquila hasta que hablara. Rodé los ojos.

—Fuimos al Pacific Park.

—¡Qué romántico! —exclamó ella.

Hannah sacudió la cabeza mientras ataba su tenis. Ella ya sabía de qué iba esto.

—¿Por eso es el peluche? ¿Él lo ganó para ti?

—La verdad es que yo lo gané para mí.

Julliete volvió a pellizcarme, pero esta vez reprimí el grito.

—Apuesto a que con su ayuda. —Giró a ver las demás chicas en el pasillo—. ¿Acaso no es lindo? Ian ganó un peluche para Phoebe en su cita de ayer.

Las chicas sonrieron con dulzura y de inmediato me abordaron con preguntas. Ellas ya habían dejado atrás los rumores que corrían por la situación. Aunque un solo paso en falso haría que todo volviera. Ahora mismo quería esconderme en el casillero y no tener que responder ni escuchar sobre qué tan afortunada era —Como si no lo supiera—. Esta incómoda escena iba a la lista de cosas que haría que Julliete me pagara.

—¿Se besaron? —preguntó una con descaro.

—Eso es confidencial —respondí de manera simple.

—El sonrojo en tu cara te delata. —Señaló una chica.

A continuación, todas empezaron hablar al mismo tiempo. Muchas comentaban sus peores experiencias en citas, otras decían que llevaban semanas saliendo con un chico y éste aún no las besaba. Luego un grupo se quejaba de su soltería. Y yo... Bueno, yo quería que la tierra me tragara o que tal ataque de alienígenas ocurriera en este preciso momento. Aunque algo mejor ocurrió.

El silbato de la entrenadora Milton silenció todas las voces. El estúpido silbato podía hacer algunas buenas cosas.

—Dejen el parloteo, es tiempo de ejercitarse.

Todas soltamos un quejido. Por muy agradecida que estaba que interrumpiera el incómodo momento no estaba lista para nada de lo que estuviera en la mente de la entrenadora. Ella era buena torturándonos.

—Haremos unos cuantos ejercicios y...

Una chica en el extremo levantó su mano.

—¿Sí, señorita García?

—No me siento bien hoy... —Empezó a decir en su mal acento.

—Ya la escucharon. Ella dice que está muy emocionada por dar diez vueltas alrededor de la cancha. Qué emocionante. —Sonó su silbato una vez más—. ¡Muevan esos perezosos traseros!

Arrastré mis pies por el vestidor, pero antes de enfrentar la espaciosa cancha y el humor de la entrenadora enfrenté a Julliete:

—Vas a pagarme esa escenita.

Antes de cruzar la puerta una mano agarró mi codo con sus uñas. Revolví el codo y me volteé a ver la dueña de esta.

—¿Hiciste eso para ridiculizarme? ¡¿Cierto?! —Gemma estaba frente a mí luciendo enojada.

Acaricié suavemente mi codo. Tomé unas cuantas respiraciones para calmarme.

—Me excusas, Gemma, pero no todo gira alrededor de ti.

—Claro que sí —intervino Zoe—. Gemma es popular y no una roba novios como otras.

Mis manos se convirtieron en puños. Ya me estaba cansando de eso.

—No quiero intervenir, pero la única razón por la que Gemma es popular es por ser una zorra. Yo no presumiría de esa fama. —Julliete cruzó sus brazos. Todas las chicas que aún se encontraban en el vestidor se acercaron a ver la discusión.

—Al menos no actúo como si fuera el Grinch.

Julliete iba a contradecirle, pero decidí intervenir:

—Gracias, Jules, pero puedo con esto sola. Escucha con atención Gemma, no te robé a tu novio ni mejor amiga. Tú decidiste traspasar los límites y ahora no tienes nada. Tu vida no me importa, pero si vas a seguir metiéndote en la mía, te invito a que lo superes y sigas adelante. —Iba a seguir mi camino hacia la cancha, pero se me ocurrió algo mejor para decir. Volví a ver a Gemma con una pequeña sonrisa—. Y, un consejo, para la próxima vez que decidas ser infiel: coordinarte un poco mejor. —Guiñé un ojo.

Gemma intentó saltarme encima, pero una chica la detuvo agarrando sus brazos.

—Ya vas a ver. —Gemma forcejeó para llegar a mí.

Murmuraciones empezaron en toda la habitación mientras que Gemma seguía forcejando con la chica.

—¿Qué está pasando aquí? ¿Acaso quieren correr diez vueltas más? —La entrenadora Milton entró al vestidor.

Gemma se tranquilizó arreglando su cabello.

—No pasa nada, entrenadora —dijo Julliete—. Solo que Gemma comentaba que quiere estar en forma y que espera que usted la deje correr quince vueltas más.

Milton observó a Gemma alzando una ceja.

—¿Es cierto eso, Parker?

—Yo...

—¡Pues qué bien! Adelante, vaya a correr a la cancha. —Milton hizo señas para animarle.

—Pero yo no...

La entrenadora sopló su silbato.

—¡A la cancha!

Al pasar junto a nosotras Gemma susurró:

—Prepárate para lo que viene.

Al final la profesora hizo correr a Gemma veinticinco vueltas alrededor mientras nosotras jugábamos al baloncesto. Todo obra de Jules. Gemma estaba furiosa y aunque anteriormente había actuado de manera relajada era difícil no saber cómo desataría su ira hacia nosotras. Tuve miedo de que lo hiciera cuando estaba en la ducha y mantuve mi uniforme cerca. Julliete no paró de decir que estaba siendo paranoica, pero ella aún no entendía lo impredecible que podía ser Gemma. Más bien, lo impredecible que podía ser todo esto. Cuando todo parecía ir perfectamente entonces ahí aparecían los problemas.

—¿A qué crees que Gemma se refería con esa última frase? —Preguntó Hannah mientras caminábamos por el campus.

—No tengo idea, y trato de no pensar mucho en ello. Aunque es totalmente inevitable.

Hannah colocó una mano en mi hombro apretándolo.

—Deténganse —dijo Julliete—. Están analizando todo demasiado y eso es lo que ella quiere. Gemma saca sus garras, sí, todavía no supero la destrucción de mis amados Cheetos, pero ella no es algo que no podamos manejar. Por la tanto, la vida continúa y lo seguirá haciendo hasta que los zombis nos ataquen.

—¿Crees en el apocalipsis de los zombis? —Hannah parecía aturdida.

—Mi teoría es mucho mejor que la de Phoebe. ¡Ella cree que los alienígenas vendrán por nosotros!

Hannah quitó la mano que tenía sobre mí.

—Ustedes chicas me asustan —confesó con sus ojos marrones bien abiertos.

—Es que realmente no creo eso de que no haya otras vidas en los demás planetas. Parece imposible.

—¡¿Ves?! —Julliete señaló hacia mí como si fuera una especie rara.

—No hay tal cosa como los zombis ni alienígenos. Fin del caso —declaró Hannah.

De la multitud de estudiantes se abrió paso un sonriente Jacob que caminaba hacia nosotras. Los estudiantes a su lado palmearon su espalda e intentaron conseguir su atención para charlar con él. Todos amaban a Jacob y siendo hoy un día muy importante para él se sentía esa admiración. Cuando finalmente estuvo frente a nosotras no dudo ni por un segundo en besar a su novia. Aparté la mirada. Demasiado DPA[1].

—Hola, chicas.

—¿Qué tal Jacob? ¿Emocionado por el día de hoy? —pregunté con una sonrisa.

—Bastante. Por favor, lleguen temprano al partido. Las conozco a ustedes las chicas y su definición de puntualidad.

—Tranquilo, yo me hago cargo —aseguró Julliete.

—Oh, eso lo sé. —Besó cortamente sus labios—. Tengo una reunión con el equipo y luego práctica. Te veré en el partido. Más bien, las veré en el partido. —Se despidió despeinando mi cabello y el de Hannah.

—Él parece muy feliz —comentó Hannah.

—Lo sé —dijo Julliete poco emocionada.

—Pero tú no pareces estar alegre. —Entrecerré mis ojos hacia ella—. ¿Qué pasa?

—Estoy orgullosa de él, se ha esforzado mucho. Es solo que... Son buenas universidades y no quiero que me tome en cuenta a la hora de elegir, pero al mismo tiempo no quiero que se acabe. —Rió sin humor—. Mamá dijo que no importa que tan bueno él fuera para mí, nuestra relación quedaría en la secundaria. Supongo que tiene razón.

Por primera vez Julliete había demostrado una debilidad entre todo ese muro de chica fría que no le importa nada. Esa debilidad era su amor por Jacob. Yo comprendía. ¡Por Dios! Su romance tenía más posibilidades de las que tendría el mío con Ian. Éramos de diferentes mundos y yo no sabía si todo esto tendría fin. Pero lo disfrutaría incluso si luego terminaré con el corazón roto.

—Estarán bien. No hay de qué preocuparse, ya se las arreglaran.

Julliete sacudió su cabeza volviendo a sí misma.

—Ya no más lamentaciones. Es hora de alimentarme. —Nos empujó a Hannah y a mí.

• • •

El ruido en las gradas se intensificó con cada paso que dimos. Todo el ruido no hacía que esto pareciera un simple partido escolar. Entendí mejor en cuanto llegamos que el motivo era porque había muchos estudiantes del equipo visitante del instituto Berkeley. Las gradas estaban llenas de gente con sus carteles, listos para apoyar a su equipo.

—Iré por algo de comer —Anunció Ian apretando mi mano para llamar mi atención—. ¿Quieres algo?

—Solo soda, por favor.

—Entendido. —Soltó mi mano y se perdió entre la multitud.

Juntas —Julliete, Hannah y yo— buscamos nuestros asientos. Jacob siempre conseguía que las primeras filas estuvieran disponibles para nosotros, pero con toda la emoción encima era posible que esta vez se le olvidara. Dos chicos que intentaban coquetear con una chica ocupaban nuestros lugares. No era necesario agregar que Julliete no estaba para nada feliz con eso.

—Muévanse —ordenó Julliete.

Ellos levantaron su cabeza luciendo confundidos.

—¿Disculpa? —dijo la chica.

—Están en nuestros asientos. Muévanse.

—Jules. —Hannah pasó sus manos por su cara tratando de ser paciente con su actitud—. Podemos encontrar otro espacio.

—Pero yo quiero este. —No pude evitar reír porque ella sonaba como una niña de cinco años que estaba encaprichada con algún juguete. Pero mi cara se tornó seria porque Julliete se veía como si estaba a punto de partirles la cara y estos eran simples chicos de primer año.

—Hay mucho espacio en la fila, ¿Por qué no nos sentamos un poco a la izquierda? —sugerí.

—Pero es que en el centro puedo ver a Jacob mucho mejor.

Hannah ya sabía que Julliete no se rendiría y utilizó sus dotes de persuasión y los jóvenes terminaron cambiando de asiento.

—¿Ves? No siempre hay que recurrir a la violencia.

Julliete hizo una mueca dejando saber que no estaba para nada de acuerdo.

—¿Son esos los reclutadores? —Señalé a los hombres en trajes y con libretas que estaban entre las animadoras y el entrenador.

—Me imagino que sí. —Julliette suspiró—. En momentos como estos me arrepiento de no ser porrista. De serlo estaría manipulando a los reclutadores para que tomen a Jacob.

—¿No estabas esta mañana triste por esto? —preguntó Hannah.

Julliete se encogió de hombros y con una bolsa de palomitas que encontró en el suelo procedió a atacar a los estudiantes. Unos minutos después los jugadores salieron trotando. Ian se aproximó empujando algunos chicos y se sentó a mi lado.

—¿Llego a tiempo? —Me entregó mi lata de soda.

—Justo a tiempo.

—Bien. —Sacó algo de su bolsillo—. Traje esto para ti.

Mi cara se iluminó al ver lo que era. Regaliz.

—Recordé que te gustaban.

—¡Gracias! ¡Muchas gracias! —Arrebaté el paquete de su mano abriéndolo y colocando una tira en mi boca.

—No puedo creer que te gusten tanto. Pienso que son una ofensa para los demás dulces en el mundo.

—Lo siento, pero no puedo escucharte porque hay un eco en mi cabeza que dice comida tailandesa —dije tras masticar.

Ian rió.

—¿No lo dejarás ir?

—Aún no te escucho.

Su sonrisa se amplió y tomó mi mano entrelazando nuestros dedos. Prestamos atención al campo para ver cómo los jugadores se ubicaban en el césped.

—Mira, Optimus Prime está de vuelta.

Hice una mueca al ver al grandote jugador de piel morena del partido pasado.

—Que no sea un problema como la otra vez.

La partida inició con un saque de Jacob el cual fue bastante lejos. Después de eso todos eran cuerpos corriendo con velocidad por el campo.

—¿Soy yo o este equipo vino con las ganas de arrasar? —pregunté al ver como jugaban tan bruscamente. El fútbol era un deporte rudo, pero yo no estaba jugando y sentía el dolor de esos fuertes empujones.

—Como le hagan daño a mi Jacob se las verán conmigo y no me importa su tamaño.

El partido continúo de la siguiente manera: Touchdown de nuestro equipo y luego del visitante. Incluso llegué a pensar que se estaban turnando por los puntos hasta que nuestro equipo logró anotar dos más, por Jacob. Las cosas habían cambiado realmente. En el campo se pudo ver cómo Jacob y Caleb jugaban mano a mano. Y pensar que hace un tiempo Caleb tacleaba a Jacob sin razón aparente.

El equipo contrario se adelantó dejando al nuestro detrás en el marcador. Jacob se veía estresado y a punto de golpear a alguien. Cosa que no era normal. El entrenador gritó y cambió de tácticas junto con Jacob, pero no había progreso. A mi lado Julliete se mordía las uñas y a mí no me quedaba ningún dulce o bebida para calmar su ansiedad.

—Vas hacerte daño, Jules. —Alejé sus manos de su boca.

—No importa. Calma mi preocupación.

Eché un vistazo a los reclutadores. Ellos no parecían nada contentos con los resultados.

La primera parte del juego terminó con Berkeley teniendo diez puntos más que nosotros. Las porristas salieron a entretener al público y nuestro equipo se reunió para prepararse para lo siguiente. A mi lado Hannah hizo de consejera con Julliete mientras que Ian no dejaba de pasarse sus manos por el cabello.

De todos, yo era la que se mantenía tranquila con optimismo.

—Estarán bien —repetía una y otra vez.

El segundo tiempo fue mucho mejor. Nuestro equipo mejoró y ahora estábamos en empate. Solo quedaban unos cuantos minutos de juego, pero los jugadores parecían estar abatidos. No importaba si terminábamos ganando solo por unos puntos de más mientras el juego no quedara en empate todo estaría maravilloso.

Finalmente, Jacob se dispuso a poner fin a esta partida con otra anotación más cuando corrió por el campo siendo perseguido por Optimus Prime y sus demás amigos transformers. Jacob parecía un simple chico delante de ellos y él no era de gran fuerza o gigantesco tamaño. Él era bueno porque podía pasar por desapercibido, pero hoy era la excepción. Estos chicos del equipo contrario iban a taclearlo y justo cuando el más grande le saltaba encima a Jacob, Caleb salió de la nada y se interpuso en su camino. Entonces, los tres jugadores cayeron encima de Jacob y Caleb. Con éste último llevándose el mayor peso. Mi boca cayó.

—¡¿Qué demonios?! —Gritó Julliete—. ¡¿Es eso siquiera legal?!

Los tres chicos se levantaron sin problemas, pero Caleb y Jacob aún seguían en el suelo.

—Vamos, levántate —dijo Ian.

Pero nada. El entrenador corrió hacia ellos con algunos paramédicos a chequear su condición. Le quitaron sus cascos y desde lejos parecía como si estuvieran charlando, pero ambos aún seguían en el césped. Los paramédicos llamaron a otros y estos llegaron con una camilla. Eso fue lo único que necesitamos para saber que ninguno de los dos se levantaría por sí solos.

Oh. Oh.

[1] Demostración Pública de Afecto.

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