Día 1: Primera cita.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Un día en la que el cielo se veía en hermosos colores anaranjados al ser un bello atardecer presenciarse, en las calles avanzaba un auto de color negro en el que en su interior se encontraba un lobo de traje blanco que conducía con una expresión de... ¿Nervios?

Sus dedos no dejaban de golpear la funda del volante, mirando la ruta con miedo y sintiendo que en cualquier momento se desmayaría.

─ Vamos, Lobo, relájate. No es para tanto. ─ Hablaba la única chica del quinteto tratando de calmar a su amigo, estando posicionada en el hombro del gran tiburón que estaba sentado en los asientos de atrás.

─ Quizás sea cierto. Todavía no puedo creer que la invité a salir... ─ Había dicho ese comentario en voz alta, aún en shock por haberle dicho a la gobernadora que si quería tener una cita con él esa misma tarde.

─ Amigo, ¡Cálmate! No es como si no hubieras hablado con ella antes. ─ Trataba de hacerlo entrar en razón la pequeña piraña, sentado a su lado y al lado de la amargada serpiente que miraba por la ventana del vehículo, sin prestar mucha atención a la conversación.

─ ¡Lo sé! ─ Exclamó el canino de ojos brillantes, sin apartar la vista del camino. ─ Pero en esta ocasión se siente... diferente. Digo, ella y yo solos.

─ Todavía no comprendo tu preocupación. ¿Por qué te asusta tanto todo esto, Lobo? ─ Cuestionó el tiburón, acercando un poco su rostro hacia adelante para ver el perfil del rostro del lobezno que conducía.

─ No lo sé... ─ Un silencio se presenció en el ambiente después de que el canino de pelaje gris oscuro dijera esa duda. Sus amigos se miraban entre sí con confusión en sus ojos. Jamás lo vieron de esa forma y eso les preocupaba. Sin embargo, escucharlo suspirar hizo que el trío de animales volviera a ver al líder de la banda. ─ O tal vez sea... porque una cita hace oficial este tipo de relación que tenemos Diane y yo. Me pone nervioso pensar que voy a arruinarlo.

Todos quedaron mudos al escucharlo decir esas palabras, no sabían cómo reconfortarlo. Pues, ¿Cómo sabrían? ¡Nunca estuvieron en una situación como está!

Lobo veía al frente con una mirada algo entristecida, haciendo la falta de brillo en sus bellos ojos, pero los mismo voltearon a ver en su hombro en el cuál se encontraba la cola de la serpiente, su mejor amigo. Cómo siempre, el reptil tenía esa mirada enojada y seria que lo caracteriza, mirando al canino fijamente.

─ ¿Serpiente? ─ Llamó el lobezno a su amigo, sintiéndose un poco incómodo por ver qué la víbora lo miraba fijamente.

─ Déjame decirte algo, Lobo ─ Empezó por hablar la serpiente con su tono agrio y seco. ─ , de todo el tiempo que llevo de conocerte me he dado cuenta que puedes ser un tonto, torpe, o incluso un idiota.

─ ¿Tú intención es animarme? ─ Un comentario sarcástico había escapado de sus labios, mirándolo con enojo.

─ Déjame acabar. ─ Le dijo mientras siseaba. ─ Pero apestar de eso, cada día demuestras que tienes mucho que dar. ─ Ese comentario había hecho que no sólo Lobo se sorprendiera, sino también los demás integrantes del equipo. Jamás pensaron que serpiente, el peor de todos ellos, fuera a decir tan reconfortantes palabras. ─ Por lo tanto, relájate y asegúrate que la zorra vaya a disfrutar esa cita tanto como tú, ¿De acuerdo?

─ Sus ojos, apesar de no quitarse de la carretera, estaban abiertos como platos por escuchar a la serpiente más amargada del mundo animandolo. De sus labios se logró ver una sonrisa, volteando a ver a su mejor amigo más tranquilo. ─ Gracias, Serpi.

─ Si, si. No me lo agradezcas. ─ Hablo indiferente, volviendo a ver por la ventana. Lo que sintió después fue como lo abrazaban de manera repentina, siendo el tiburón. ─ ¡¿Qué crees que estás haciendo?! ¡Suéltame ahora!

─ ¡Sabía que en el fondo tenías un corazón cariñoso dentro de ese cruel exterior! ─ Afirmaba el grandote, usando una aleta para frotarla contra la cabeza del reptil, haciendo que arrugara su pequeño sombrero.

─ ¡Claro que no! ─ Contradecía la serpiente con rabia, tratando de liberarse del fuerte abrazo del tiburón pero le era inútil al contrario poseer más fuerza.

Los otros integrantes, más específicos la tarántula y la pequeña piraña al observar esa escena no dudaron en empezar a reírse a carcajadas. El líder de la pandilla no hizo más que soltar una suave risa por ver eso, notando que su destino ya estaba más cerca. Una sonrisa había tomado lugar en su rostro, ahora en lugar de estar nervioso y asustado, estaba más que alegre por ver a esa chica que había robado su corazón.

Se había estacionado frente al restaurante en el cuál le dijo a la vulpina que se vieran unas horas después de las doce del medio día, exactamente a las cuatro y quince de la tarde.

El mayor de traje blanco había volteado a ver a sus amigos mientras ellos también le regresaban la mirada, deseándole lo mejor para esa cita. Todos habían salido del auto negro, puesto a que Lobo estará ocupado, los demás pensaban en hacer cualquier otra cosa que no sea interponerse en esa cita. Aunque cierta tarantula haya rogado y suplicado a su amigo de grisáceo pelaje ir con él para ver cómo resultaba al final esa cita, siendole negada la petición.

El de traje blanco antes de entrar había escuchado el grito de su amigo pez llamarlo, viendo que el pequeño se acercaba a él con unas rosas algo dañadas. Lobo le había dado esas flores a piraña para que las cuidara mientras él conducía, me parece que no fue una gran idea por ver a las pobres flores ligeramente arruinadas. De todas formas no podía presentarse sin nada, así que había tomado las flores agradeciéndole a su amigo, viendo que él asentía ante su agradecimiento.

Al estar arrodillado ante Piraña para recibir las flores se había enderezado frente a la puerta de cristal, aspirando el aire suficiente para seguidamente suspirar profundamente y relajarse como sus amigos le habían dicho. Había abierto la puerta del local, siendo un lugar elegante pero a la vez casual. Música de jazz se hacía sonar en el lugar por una pequeña banda conformada por tres personas, los colores entre dorados y plateados les daba un gran toque a la decoración. Un lugar bastante agradable a su parecer.

Después de unos segundos sus ojos de detuvieron en una zorra que estaba sentada en una mesa mirando su teléfono con una pequeña sonrisa. Parecía que por un instante estaba apunto de darse la vuelta pero decido seguir adelante y acercarse a ella.

─ ¿Señorita Foxington? ─ La había llamado con un tono de voz suave pero divertido. Poco a poco la seguridad que siempre lo acompañaba volvía.

─ La jóven de mirada esmeralda había volteado a ver al dueño de esa voz resultando ser su cita. Una sonrisa se hizo presente en su rostro y se levantó de la silla. ─ Buenas tardes, Señor Lobo. Siempre es un gusto verlo.

─ Digo lo mismo, Señorita. ─ Hablaba coqueto ante ella, guiñándole un ojo, viendo en ella un ligero pero hermoso color carmín en sus anaranjadas mejillas. Eso lo había hecho agrandar un poco más su sonrisa. ─ Y déjeme decirle que se ve hermosa hoy, Querida Diane.

─ Una suave risa había escapado de sus labios, mirando al mayor con sus manos en la cintura de ese vestido rosa pastel que llegaba hasta sus rodillas. ─ Muchas gracias. Es muy amable.

Ambos ante esos cordiales saludos no hicieron más que reírse por lo graciosos que sonaban, haciendo que el mayor de ojos brillantes se colocara detrás de la silla en la que estaba sentada Diane corriendo esa silla hacia atrás para que la jóven vulpina pudiera sentarse, lo que provocó en ella una risita por lo caballeroso que se volvió su enamorado. El hombre de traje blanco al ver que su dama se había sentado se había encaminado s la silla que estaba frente a ella, tomando asiento también.

─ ¿Y hay algo nuevo que quieras contarme? ─ Inició por hablar la jóven de pelaje anaranjado.

─ Bueno, no hay mucho que contar en realidad... ─ Respondió el contrario, pasando una de sus manos por sus orejas.

─ Antes de que la jóven pudiera decir algo más había notado ese bien arreglado ramo de rosas rojas en la otra mano del lobezno. ─ ¿Y esas flores... son para mí?

─ Él al escuchar esa pregunta de la menor con referente a las flores no hizo más que desviar su mirada avergonzado, suspirando por ello. ─ Si lo son. Perdón si se ven algo dañadas, se las había dado a Piraña mientras conducía hacia acá. ─ Se disculpó mientras le entregaba ese ramo de rosas a la jóven que no encontraba palabras para ese lindo gesto del depredador.

─ Recibió las flores, viéndolas atenta y dulcemente. Le parece tan tierno de él darle unas flores y fracasar en el intento. Siempre le gustó de él que fuera atento con ella pero que algunas veces no le resulte, lo había ver tan adorable el como sonreía con nervios en espera de su respuesta. ─ Me encantan. No debes preocuparte por nada.

─ Eh... ¿En serio? ─ Cuestionó incrédulo por lo que acaba de oír.

─ Sí. Cómo dice el dicho: "La intención es lo que cuenta", ¿No? ─ Eso que ella había dicho era cierto. Lo importante es la intención. Eso había hecho que el lobo sonriera alegre por esa respuesta tan dulce de la menor.

─ Si... Creo que tienes razón. ─ Admitió el lobo, acercando su mano a al de ella para entrelazar ambas con cariño, haciendo que ella se ruborizara por esa acción.

La velada fue más que encantadora, acompañados por el otro llenaba un gran espacio en sus corazones, dos almas tan diferentes pero tan iguales la vez. Entre charlas animadas, bromas del lobezno hacia la jóven zorrita y de ella algún comentario que lo dejaba en ridículo habían disfrutado mucho esa tarde hasta oscurecer. Compartieron una cena mientras decían algo trivial para volver el ambiente mucho más agusto de lo que ya era.

Cierto lobezno sentía su corazón más que contento. Nunca se imaginó estar con una mujer tan hermosa como ella en una cita como la que tenían ahora. Siempre de consideró un pillo seductor que nunca pensó en algo serio con respecto al departamento del amor. Ya se ve claramente que con Diane ese pensamiento cambió. Ella era única, lo tenía bien claro, y haría por qué fuera con tal de que ella fuera felíz. Si ella se encontraba feliz, él también lo era.

Al haber terminado la cena de dieron cuenta de que ya era muy tarde por lo que decidieron que era hora de que cada uno se fuera a su hogar a descansar para despertar animados al día siguiente. Lobo se ofreció en llevar a la menor a su hogar y aunque ella le dijo que no necesitaba hacerlo, él insistió. No pudo negarse de cualquier forma. Ambos subieron al auto del mayor de traje blanco y encendió el motor para comenzar la ruta hacia el hogar de la gobernadora. El ambiente ahora era silencioso, lo único que se oía era el sutil sonido de la música que sonaba de la radio, junto con sus serenas respiraciones y los ruidos de los autos que aún conducían en la noche.

Cada uno no decía nada, no por vergüenza, porque no era necesario hablar. Se sentían tan cómodos con la compañía del contrario que las palabras era lo único que podía sobrar. Y ese silencio duro hasta el hogar de la vulpina.

─ Gracias por traerme, Lobo. ─ Habló ella mientras bajaba del auto, siendo el mismo can que abrió la puerta.

─ No es nada. No me molesta. ─ Respondió él cerrando la puerta al ella haber salido. Ambos habían caminado hasta la puerta de la casa de la menor, quedando frente a frente.

─ Otra vez el silencio que siempre los seguía como un invitado frecuente, bailando entre ellos como acostumbraba hacer. Fue así hasta que ella tomó la palabra. ─ Gracias por hoy. Me divertí mucho contigo.

─ Si je... Cuando quieras. ─ Habló el mayor con sus manos metidas en los bolsillos de su blanco pantalón.

Sus miradas conectaron entre sí, siendo ambas igual de brillantes por la luz de la luna que era testigo junto con las estrellas ante la escena que estaban apunto de ver. Parecía que los ojos del otro los llamaba porque sus rostros se acercaban lentamente, como si estuvieran hipnotizados.

Al estar con sus frente unidas sus respiraciones se mezclaban entre sí, volviéndose una. El canino la miraba fijamente, desviando su brillosa mirada a los labios de su chica, labios que lo llamaban para probarlos, devorarlos como una bestia en busca de su comida. No va a negar que desde que la vio esa tarde tenía unas ganas de besar esos labios que lo volvían más que loco. En un simple movimiento unieron sus bocas en un tierno, lento pero amoroso beso. Un beso entre enamorados que decía más que mil palabras.

Un momento tan único entre ambos caninos, un momento tan mágico para ellos que no necesitaba palabras en nada. La vulpina para profundizar más esa muestra de afecto había rodeado sus brazos en el cuello del mayor a modo de abrazarlo y acercarlo más a ella, él no se quedó atrás porque sus manos tomaron lugar en la pequeña cintura de la zorra, la cual encajaba a la perfección entre sus garras. Disfrutaban demasiado ese encuentro entre sus labios, el cuál poco apoco también sus lenguas quisieron unirse. Era una batalla para ver quién se separaba primero.

Había resultado un empate. Los dos se separaron lentamente viéndose que seguían unidos por un pequeño y perfectamente fino hilo de saliva que juntaba sus labios. Una sonrisa pícara se presentó en el rostro del lobezno, haciendo que la menor entendiera sus intenciones por lo que lo empujó con sus manos en su firme pecho. Ella había entrado a su hogar, no sin antes darle un beso en la mejilla a su lobito y despedirse de él.

Lobo por otro lado, también se despidió de ella junto con un ademán de mano. Por consiguiente se encaminó de regreso a su auto con una gran sonrisa que ni con las preguntas de sus amigos al llegar se la quitarían.

Tal parece que esa cita salió más que excelente. Y es seguro que si cada cita termina con un beso como el de esta, no dudaría en planear las siguientes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro