Los caminos de la vida

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Los caminos de la vida... no son los que yo esperaba, no son los que yo quería... ¿Qué buen rolon no?

Nunca una canción pudo estar tan en lo cierto, yo no esperaba perder a mi padre a una corta edad, mucho menos quería quedar en silla de ruedas por una lesión en la columna vertebral.

No esperaba mudarme a otro país y que mi madre fuera negligente dejándonos al cuidado de mi hermana mayor, o que mi abuela se tuviera que mudar para cuidar de nosotros cuando mi hermana se fue a la universidad.

Tampoco esperaba que en mi último año de preparatoria mi hermana nos hiciera mudarnos al otro lado del país para vivir con ella después de estar al cuidado de nuestra abuela por un par de años.

No lo esperaba pero aquí estamos, en los caminos de la vida.

Mucho menos esperaba que aquel camino me llevaría a conocerte... pero me estoy adelantando.

Seis treinta de la mañana me despertó el bendito Juanga con su saludo al sol, ¿Por qué? Pues mi hermana tendría veintitrés pero era toda una doña.

—Buenos días solecitos la tierra les dice hola —entró haciendo ruido.

—¡Déjame dormír! —me quejé enterrando mi cabeza en la almohada.

—Llegarán tarde a su primer día de escuela —regañó mi hermana besando al menor de los tres.

Me había tocado compartir habitación en lo que terminaban de arreglar la mía.

—Primer día de escuela —dijo el moreno entusiasmado.

—Primer día de escuela —repetí asqueado.

Mi hermana besó mi frente para quitarme las cobijas de encima.

—Venga Ander a desayunar —ordenó.

Bufé para mirar a mi hermano que sonreía feliz como siempre.

—¿Tú porque sonríes? Te van a comer vivo solecito —me burlé.

—No, yo si sé hacer amigos —estableció Dani, mi hermanito menor— mejor empieza a sonreír un poco, con esa cara de culo no llegarás a ningún lado.

Sonreí para levantar mi dedo medio y enseñárselo.

Mi hermano solo negó para meterse al baño y tardarse horas probablemente.

Me deslicé para pasarme a mi silla de ruedas y empezar a cambiarme, apenas me estaba recuperando del viaje hasta aquí cuando me iban aventar al área de guerra e hipocresías mejor llamada preparatoria.

El desayuno fue bueno, mi hermana se esforzaba por darnos todo lo que no habíamos podido tener, ahora más que nunca pues se encontraba por fin estable en un buen trabajo y ganando bien.

—Te encantará tu nueva escuela, tiene elevadores y muchas actividades para chicos como tú —trato de venderme la idea.

—Mi otra escuela también tenía elevadores —le recordé— y a mi novio.

—Ya terminaron que te quejas —me expuso mi hermanito comiendo sin cuidado.

—Estamos en una relación a distancia —establecí.

—Practicamnente cortaron —repitió burlón.

Un pedazo de pan lo golpeó misteriosamente.

—Estarán bien —nos calmó Sofía, mi hermana— pero si no nos vamos ahora, no llegarán.

—Que tragedia —me queje irónico.

Ahora fui yo el que recibió el pan a la cara.

Los nuevos inicios nunca han sido buenos para mi, e iniciar este... no me entusiasmaba.

Dejamos a mi hermano en su escuela, el moreno de cabellera larga se bajó del auto lleno de confianza... quisiera.

Mi hermana me llevó a la mía, claro escuela de ricos pero no esperaba menos.

—Necesitas ayuda para...

—Ya no soy un niño pequeño puedo bajar perfectamente bien —la amenacé.

Cuando mi hermana se fue a la universidad yo solo tenía doce, aun necesitaba mucha ayuda y en su cabeza yo seguía siendo ese niño.

—Está bien, está bien —puso los ojos en blanco.

—Déjame atrás, no quiero hacer un expectaculo al entrar —pedí como era normal.

Como si nunca en su vida hubieran visto alguien en silla de ruedas.

Me bajé del auto con la mirada de mi hermana en mi.

—Te recojo en la tarde de acuerdo, te amo —me sonrío.

—Si, nos vemos —dije tomando mis cosas.

—Dime que me amas o lo voy a gritar —ordenó molesta.

—Yo también te amo Soso —bufé para cerrar la puerta.

La morena se fue conduciendo tan mal como es común en ella.

Cada escuela tiene como regla tener al menos una rampa para sillas de ruedas, pero no tiene como regla impedir que la gente idiota se quede como pendeja estorbando.

Y ahí estaba él, la clase de imbecil favorito, ese que se cree rudo por usar ropa toda negra y traer un cigarrillo en mano... aquel que ni siquiera noto mi presencia.

Patético...

Me acerqué con la frente en alto para pedirle de manera amable que me diera permiso.

—Puedes moverte para que pase —ordené serio.

—Podría o podría partiré las piernas para que uses la rampa con gusto —bufó sin mirarme aún dándome la espalda.

—No puedes romperme lo que no me funciona —señale.

El chico se giró para por fin verme, aquella cara bonita solo ocultaba lo mierda que era.

Esa mirada... no era la que esperaba, suele haber algo de lástima pero esta vez no fue así, solo me miraba con aquellos ojos azules que mostraban indiferencia.

—Me seguirás mirando o te moverás para que pase —insistí.

El chico pálido como la nieve dejó caer su cigarro para apagarlo.

Apartó su mochila que estorbaba el camino haciéndola un lado.

—Pues pasa pero yo no me muevo —se cruzó de brazos serio— hay otra rampa del otro lado por si quieres ir a molestar a alguien más —continuo con indiferencia.

Sonreí para tomar vuelo y empujar mis ruedas hacia arriba lo que involucró pasar por encima de uno de sus pies.

—Hijo de...

—Dijiste que pasará no —me burlé una vez arriba abriendo ya la puerta— pues pase —me despedí levantando el dedo medio para entrar escuchándolo maldecir.

¿Qué iba hacer golpearme?

Otra cosa que aprendí a la mala, cuando era pequeño los otros niños se burlaban de mi y llegaron a golpearme, pero cuanto más creces "la moral" dice que si golpeas al de silla de ruedas eres un idiota, por lo que aproveché para ser un cabron gozando de la inmunidad.

Odiaba ser el nuevo pero no me quedaba de otra, era una gran escuela de esas en las que te perdías fácilmente.

Llegué a la oficina de la directora para ir por mi horario.

—Buenos días joven Macotela —saludó la mujer— nos da gusto tenerlo con nosotros.

—Mi hermana dijo que era la mejor escuela —asentí— pueden empezar por dejar libres las rampas para poder subir.

La mujer asintió para darme mi horario y una tarjeta para poder usar los elevadores.

—Tu compañero no tarda en venir para darte el recorrido —mencionó.

—Me las puedo arreglar yo solo gracias —negué tratando de escapar.

—No te preocupes todos los chicos nuevos lo tienen —me calmó sin dejarme ir— ah mira ya llegó

—Buenos días directora —saludó la voz.

Me giré para ver a la persona frente a mi... mi maldita suerte burlándose de mi.

—Ay mierda tu —me quejé en mi idioma.

—¿Qué? —me preguntó la directora.

Negué para mirar al chico que se limitaba a verme con una sonrisita burlona de esas que te joden hasta el alma.

—Ander te presento al joven Aslan Caswell él será tu Carer —expresó— porque no empiezan con un tour, si necesitas ayuda para lo que sea él con gusto te ayudará.

Bufé para salir con el chico tras de mi.

—No creí que eras de los que se ponían al servicio de la comunidad —mencioné molesto.

—No lo soy —contestó— pero odio subir escaleras —señaló sacando la tarjeta del elevador.

El castaño se adelantó para pasar su tarjeta por el lector y presionar el piso.

—Aslan... como el del libro de narnia —supuse ante su nombre tan peculiar.

—No, por el personaje del manga —aclaró sin darle importancia.

Había de dos, reírme y recibir un putazo de eso brazos bien desarrollados o callarme y asentir... opté por la segunda pues era muy temprano para morir.

—Biblioteca, baños y salones —señaló lugares al azar— ¿Tu horario? —pidió extendiendo la mano.

Se lo di, aún confundido de lo que pasaba.

—Tienes las mismas clases que yo —me lo devolvió— lo que ya me esperaba.

—Estupendo —gruñí frustrado.

—No significa que soy tu amigo —dejo las cosas en claro— mucho menos que me agrades, creo que eres un idiota.

—Quien dijo que te quería de amigo —remarqué— y aquí el único idiota eres tú.

El chico solo puso los ojos en blanco, se hizo un gran silencio que se hizo eterno.

La puerta del asensor por fin se abrió.

Seguí al poste con patas para entrar al salón.

—Busca donde quieras sentarte —murmuró viendo su teléfono.

—Ya estoy sentado —respondi, algo que me abría ganado un golpe de mi hermana.

El chico solo lo considero para asentir.

—Pues donde quieras entonces —levantó los hombros para darse vuelta y salir.

Me acomodé hasta el final del salón pues se me hacía más cómodo y podía pasar desapercibido.

Me quedé a un lado de la ventana para ver el cielo con esas tonalidades de azul, en casa siempre hacía calor y llevar la bufanda podía ser incómodo, pero aquí si ameritaba incluso el gorrito.

Aún no era invierno pero el calentamiento global se encargaba de que ya hiciera frío.

Me quedé mirando la ventana deseando estar en casa cuando escuché una palabra que no escuchaba en años.

—Marco —dijo la voz de una chica.

Tenía de dos opciones, ignorarlo ya que posiblemente estaban llamando a alguien llamado Marco... o contestar el juego que me encantaba de pequeño.

—Polo —me giré.

La chica a mi lado me sonrió, cabello chino y piel morena con aquellos dos lunares en su pómulo... alguien que solía conocer.

—Xim —pronuncie confundido.

—Andy si eres tú —se emocionó.

De un momento a otro la chica ya estaba sobre mi en un abrazo al que correspondí con fuerza.

Ximena Díaz, mi mejor amiga de toda la infancia.

—Mírate tu... estas tan —dijo emocionada.

—Guapo —completé ante su mirada nerviosa.

Que iba a decir, en silla de ruedas, la última vez que había visto a la chica yo aún caminaba y tenía un padre.

—Eso siempre cariño —presiono mi mejilla— pero grande, iba a decir grande.

—Tú —la miré— te crecieron las bubis.

La chica negó riendo para abrazarme.

No soy muy afín a los abrazos pero... íbamos empezando bien.

—Te extrañe muchísimo, no nos vemos desde...

—Que me mudé —la apoyé.

Me había ido a visitar un par de veces al hospital cuando estaba recuperándome.

—Te ves bien —sonrió— y cómo está Dani, apuesto que está guapísimo, era un bebé lindisimo.

—Es guapo el niño, sigue siendo un bebé —asenti.

La chica soltó una pequeña risita, seguía igual de linda como la última vez que la vi.

—¿Y qué haces aquí? Pensé que seguías en México —dije asombrado.

—Ah el divorcio, me vine a vivir con mi papá hace un par de años —asentí— aún no me creo que después de tanto estemos juntos otra vez.

Los caminos de la vida... vaya si que asustan.

Mientras echábamos el chismesito, poco a poco los demás fueron llegando.

El chico regresó ya casi hasta el final de la clase, cuando claro los únicos lugares que quedaban era cerca de mi, el chico se sentó en la banca de a lado.

—Hola Cas —lo saludó mi amiga emocionada.

El chico levantó la cabeza para mirarle y asentir a manera de respuesta.

—Lo conoces —le pregunté pues tenía cara de pocos amigos.

—Claro, es mi novio —sonrió mirándole con amor.

Ese fue el primer indicio de que debía huir de ese camino, pero ahí fui yo... directo a él.

Buenas, buenas aquí andamos de nuevo otra vez, caras conocidas pero un poco más grandes. 🥰

Es una historia hecha con mucho amor así que espero que les guste 🫶🏻

Nos estaremos viendo por aquí los viernes. 💕

Un gusto volverlos a leer y bienvenidos a los nuevos lectores.✨🥰

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