prologue: ㅤㅤall for us

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give you the world ❜










PALACIO DE KASSEL, ALEMANIA, 1813.

—Madre, ¿ha ocurrido algo? —la pregunta de la princesa quedó en el aire cuando la duquesa bajó las escaleras a paso apresurado seguida de sus dos doncellas. Los vellos de su cuello se erizaron al darse cuenta de lo tan molesta que se encontraba que hizo caso omiso a su pregunta.

Era de madrugada y la luz de la luna iluminaba el inmenso pasillo, haciéndolo ver más tenebroso de lo que realmente era. Había sido despertada abruptamente por unos gritos masculinos, y Geneviève estaba segura de que provenían de su padre.

En un momento de silencio, se escuchó un silbido originado de la puerta contigua a la suya y la cabellera rubia de Nathaniel se pudo ver sobresaliendo del marco.

—¿Qué ha pasado, Gigi? —murmuró con voz adormilada mientras sobaba sus ojos con los dedos. Al parecer, ella no había sido la única en despertarse.

—No lo sé —respondió con sinceridad. Su mano se alejó del pomo de la puerta y caminó lentamente de puntillas hacia su hermano intentando hacer el menor ruido posible—. Le he preguntado a madre y no me ha dado respuesta —susurró sin apartar la vista de la habitación de la cual todavía se escuchaban gritos. Aunque eran tan estridentes que era imposible saber qué decía—. Ha tenido que pasar algo horrible para que padre se encuentre en ese estado.

La voz del duque resonaba en todo el pasillo de tal forma que la princesa podía casi asegurar que los cristales de las ventanas vibraban por el ruido. No era normal en su padre esa clase de comportamientos y mucho menos aún de madrugada. Rara vez se quedaba despierto hasta tan tarde.

—¿Habrá algún problema con nuestro hermano? Por la tarde llegó a los oídos de Theo que mañana volvía de su viaje.

Un hilo de preocupación recorrió el cuerpo de la princesa al pensar que algo grave podía haberle pasado y, seguida de Nathaniel, se acercaron con pasos sigilosos al despacho del duque con la única intención de poder descubrir que sucedía ahí dentro. No se podían imaginar que ocurriría con ellos si alguien se diera cuenta que estaban escuchando a hurtadillas. O mucho peor, si la duquesa o su mismo padre fueran los que los descubrieran.

Un leve hilo de voz traspasaba la gruesa madera de la puerta, lo que indicaba que el duque no se encontraba solo, pero era casi imposible descifrar que estaba diciendo. Eso sí, parecía ser James. Así que significaba que había vuelto a casa después de un año.

—¿Entiendes algo de lo que está diciendo? —susurró con la mandíbula tensa Nathaniel a su hermana mientras retiraba mechones del pelo de su oreja y la pegaba mucho más a la puerta. Casi fundiéndose juntos. Al escuchar su voz, una sobresaltada y concentrada Geneviève no dudó en golpear levemente con la palma de la mano el brazo del joven para que se mantuviera callado—. ¡Geneviève! —exclamó en un quejido mientras se sobaba el brazo.

— Silencio, si hablas no escucho —rechistó la menor. Era increíble como su hermano no podía mantener la boca cerrada aunque fueran un par de segundos.

Después de que un silencio sepulcral inundara todo el palacio y de que el leve murmullo de James desistió, pudieron escuchar cada una de las palabras que salieron de la boca de su padre.

—Quiero que empaques tus cosas y te marches de palacio ya mismo —rugió el duque. Sus cabezas sólo podían pensar en qué había hecho James para que su padre estuviera tan molesto—. ¿Sabes lo que significa esto para nuestra familia? —ambos hermanos se observaron ojipláticos sin emitir ni una sola palabra. Intentaron incluso detener la respiración para escuchar mejor—. ¿Sabes lo que ocurrirá cuando la reina sepa que su nieto heredero del ducado se ha casado con una cualquiera? —interrogó. Un fuerte estruendo dentro de la habitación hace a ambos hermanos retroceder sobresaltados. James intentó replicarle pero su padre continuó hablando—. ¡Es una bastarda, James! Y tus hijos también lo serán. ¿Eso es lo que quieres en tu vida, hijo? No te hemos educado para eso. —Un nudo se formó en la garganta de Geneviève y sus palmas comenzaron a sudar al comprender lo que estaba sucediendo.

Su hermano conoció a una señorita en su viaje y se comprometió con ella sin la aprobación del duque, y mucho peor, sin la aprobación de la reina. Era un matrimonio no reconocido ante la ley, una de las mayores deshonras que podía cometer un hijo a su padre, y más aún cuando ese hijo era el futuro heredero. Eso conllevaba que el ducado de la familia no tuviera otro heredero. Que se quedara en el limbo durante un tiempo y que luego pasara a manos de Theodore y sus descendientes. James había cometido algo horrible que no tenía perdón alguno.

—¿Qué hacéis ambos despiertos? Es muy tarde —la voz de Marion los hizo palidecer al instante. Su madre los había descubierto. Los hermanos, avergonzados, sin saber qué hacer en ese momento y sin ser capaces de mirarla al rostro pidieron disculpas con un leve hilo de voz y se dirigieron rumbo a sus habitaciones sin decir ni una palabra más—. Hija, quédate un momento. Necesito hablar contigo.

La princesa frenó sus pasos de golpe al escucharla, y observó de reojo, estática, como Nathaniel entró en su habitación y luego cerró su puerta. Aunque estaba segura de que no se había ido a dormir sino que tenía la oreja pegada a la puerta para escuchar lo que su madre tenía para decirle.

Despegó la vista de la puerta de su hermano, y después de tomar una gran bocanada de aire, decidió girarse conectando sus ojos esmeralda con los de su madre al instante.

—¿Sabes lo que ha ocurrido, verdad? Eres una mujer muy inteligente —dijo mientras caminaba a paso lento hacia ella. La mano de la duquesa se elevó y con sus dedos tomó un mechón rubio que se encontraba pegado a la mejilla sudorosa de su hija y lo depositó tiernamente tras su oreja—. De los demás no espero nada, pero prométeme que tú al menos no seguirás nunca los pasos de tu hermano, Geneviève.

Y no pudo responder porque se le cortó la respiración. No supo si iba a ser capaz de cumplir esa promesa. No al menos después de que Alexander llegó hace unos meses a su vida y le enseñó que es el primer amor.

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