•°~°Capítulo 24°~°•

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Al verla allí, el pelimora no entendía bien porqué, creía que quizá ella no lo hacía con intención, pero venga a saber Bennett qué demonios era lo que estaba haciendo la chica aquí a la entrada de su departamento, parada enfrente de él, y al parecer -por la forma casual pero arreglada en que estaba vestida- se había desviado de nuevo para venir. Traía el cabello un tanto despeinado y una sonrisa nerviosa, jadeaba levemente y eso sólo le daba indicios de que había venido muy apurada hasta aquí ¿por qué?

Jeremy se le quedó mirando igual de interrogante, encogiendo los hombros dando a entender lo muy poco que le importaba esta escena, siguiendo con lo suyo y saludando a los perros que se asomaban por la puerta, con todas las intenciones de mostrar que no iba a quedarse.

—Bueno y ¿qué sucede? —se atrevió a preguntarle por fin Bennett a la fémina, soltando un largo suspiro.

Era algo sumamente impropio de la situación. Le pareció como si todo hubiera pasado de forma abrupta, pues ese lapso de tiempo que le tomó a Bennett ver a Margaret acomodando su cabello no duró mucho, que llegó a olvidar cuando esta le llamó y suspiró mirándolo fijamente; como si lo estuviera analizando ¿de qué querría hablar ahora... justamente con él?

—¿Tienes un momento? —La oji-ámbar mordió débilmente su labio, con una sutileza que a Bennett le daban nervios.

Bennett la siguió mirando, no se hallaba con el mejor ánimo que digamos. No después de haberla visto precisamente a ella con Ben, juntos y extraños. Al moreno no se le notaba el nerviosismo y por alguna razón que desconocía se esforzaba más en fingir frente a él que era un hombre tranquilo, cuando ya sabía Bennett que no era así. Lo conocía bastante como para darse cuenta de ello.

Qué decir de Margaret, la de mechón rosa solo lo miró por encima y bajó la vista, como si sintiera vergüenza al mirarlo después de eso. Como si hubiese algo que, a pesar de que no le incumbía porque era un tercero, ella se esforzase por no mostrarle.

Bennett siempre se temía lo peor cuando los veía juntos. Aunque sabía con seguridad que no era apropiado estar en medio como un estúpido, pretendiendo que era bueno. No cuando su atracción por Ben iba más allá que un crush tonto por el artista al cual admiraba o al hombre que le llamó la atención por su mirada ruda y desinteresada a la vez. Pasar tiempo con el pelicalipso sólo había alimentado su indudable amor hacia este y... definitivamente ahora no estaba dispuesto a dejarlo ir, no sin intentar antes.

«¿Qué debería hacer? ¿Tengo que ser amable con ella o dejar que las cosas pasen? ¿Le digo que no puedo, que estaré ocupado?». Se decía a si mismo, apretando los labios. Oh pero allí había un error; él no era amable con ella, no por conveniencia, sino porque eran amigos. Eso era peor. Solía sentirse por eso, que era un tonto que en un principio intentó meterse en medio, porque era la única manera de estar cerca de Ben. No estaba orgulloso, porque al final tanto Margaret como Ben resultaron ser buenas personas, llenas de defectos, pero sentía que así era.

—B-Bien... ¿por qué no? —volvió a farfullar Bennett, queriendo pedir ayuda con la mirada a su compañero al lado.

Quiso llorar internamente ¿por qué que tenía que ser así de torpe y no poder negarse? Hizo a escondidas de la chica una mueca de pena, podía jurar que se le veían unas cascaditas de lágrimas imaginarias cayendo de sus ojos. Pero Jeremy sólo suspiró, como si le estuviera diciendo a Bennett lo estúpidamente amable que era con ella a pesar de que de lejos se notaba que no andaba con ganas de hablar.

—Ya, en ese caso vayan hablando entonces hah... yo como que igual tenía cosas que hacer, mi amigo. —carcajeó un poco el de cabello ondulado, dándole unas palmadas en el hombro al más bajito. Le hizo un gesto de amor y paz y se despidió de Bennett, con una sonrisa, yendo con las manos en los bolsillos camino al ascensor, silbando.

«Gracias por nada, Jeremy». Suspiró Bennett, pero no importa, ya estaba aquí. Talvez si se calmaba y sonreía haciéndose el ánimo, quizá pueda tener una conversación netamente normal y centrada con ella.

—Ya, eh... este ¿vas a pasar? —dijo Bennett, indicando con un gesto a un lado.

—Por supuesto, gracias...

Entraron en silencio, y ese silencio se fue junto al gesto sorprendido que hizo Margaret al ver a tres perros saltar sobre el pelimora con alegría; la más pequeña ladraba alto y agudo, sacando la lengua y dando saltitos tratando de llegar más alto como los dos mallorquines negros que posaban sus patas delanteras cerca del pecho de su dueño.

Bennett acarició a sus dos bebés perros grandes, regalándoles mimos y después sostuvo en brazos a la cachorra, la cual al instante le dejó pequeñas lamidas en la mejilla, moviendo la cola. Pudo ver que nuevamente el pelaje de la misma estaba un tanto sucio, pues cobraba un ligero tono de amielado a un tierroso claro. Talvez debiera de darle un baño antes de llevarla de regreso.

No faltó mucho para que la mayor se incorporase también en la vivienda, mirando las facciones cálidas del de piel clara, que miraba con anhelo y cariño al perro más pequeño. Algo bastante extraño pero que, la hizo sentir una calidez en el pecho, porque el menor era bastante sencillo. Aquella cualidad le gustaba.

Luego de una atención especial a sus perros, Bennett invitó a la mujer a sentarse en el sofá luego de ofrecerle alguna bebida. El menor no quería admitir que cada que se hallaba en esta situación, con Margaret a un lado jugando infantilmente con sus dedos y la mirada baja, sentía una emoción sumamente incierta; ella era linda y amable, justamente por eso que de cierto punto, muy en el fondo también detestaba eso.

Ya que al parecer había descubierto del mismo modo que una parte de suya sentía cierto recelo al saber que él no era ni un poco lo que ella era para Ben, seguramente.

Ser hombre no le impedía en absoluto sentirse talvez con una oportunidad ilusa de que podría ser importante, pero estaba más que claro que Margaret era la mujer por la que Ben había decidido muchas cosas, alguien con quien convivió y a alguien a quien quería. Y Bennett no se sentía en absoluto cercano a ser comparado con ella. Incluso si de todas formas no quería parecerse a ella.

Apretó los labios y dejó salir un suspiro abrumador, poniendo su mejor sonrisa al dirigirse a la chica.

—Entonces... ¿es algo serio como para querer hablar ahora?

—Realmente no lo sé... —miraba al suelo, mordiendo otra vez sus labios. Cuando alzó la vista Bennett se hallaba mirándola no de una forma pacífica, parecía intrigado y nervioso. Ante eso, agachó las cejas— ¿Te estoy molestando con esto?

—No... no lo haces. —respondió Bennett, las manos le temblaban y quería pegar la vista a cualquier lugar en el piso, quería tener ahora mismo a sus perros cerca para tener con qué distraerse, pero ellos estaban en la cocina. Dejó escapar una gran cantidad de aire y tragó en seco, Margaret lo encontró con su mirada y entonces comenzó a hablar.

—Lamento meterte siempre en todos estos asuntos, en mis estupideces, en mis problemas con Benjamín, en todo... en verdad. —Maragret habló con su voz temblorosa.

—¿Por qué crees que esto... me molesta? —Se atrevió a preguntar, sintiendo que eso había sonado bastante dudoso de su parte.

—Te noto incómodo y no me gusta molestarte, Bennett. Pero siento... —Ella colocaba su mano en el hombro del menor, mostrándole una liviana sonrisa— que necesito de verdad hablar contigo.

—Está bien, da lo mismo. Yo... n-no tengo problema en escucharte. —suspiró Bennett— Si de algo puedo... ayudar cuanto menos.

—¿Estás seguro de eso? —Ella lo volvió a interrogarle con la mirada, haciendo erizar completamente a Bennett. Margaret no estaba segura de si era por los nervios o simplemente porque, como varías veces lo había estado observando, el menor solía responder de esa forma ante preguntas que implicaban miradas fijas.

—Eso creo... ¿por qué lo preguntas?

—Lo hago porque... me importa muchísimo lo que tú piensas ¿lo sabías?

Ante eso Bennett suspiró con duda. De algún modo detestaba que ella fuese tan amable con él cuando, en las circunstancias en que se encontraban, no andaba con los ánimos suficientes para fingir que el tema le interesaba lo suficiente aunque no era culpa de la contraria en si. Margaret era buena, era agradable, pero ya no aguantaba el estar siempre en medio, como si ella algo se trajera entre manos teniéndolo involucrado en esto, como si fuese algo normal.

Siempre llegaba aquel punto que lo hacía sentir inseguro, su atracción por Ben era demasiado notoria como para que la mayoría lo pudiera ver a simple vista, pero eso sólo si le prestaban atención a alguien como él, mientras estaba tratando de acercarse al pelician. Entonces ¿Margaret... se habría dado cuenta de ello?

Tembló de sólo hacerse esa pregunta y girarse disimuladamente a mirar a la chica quien esperaba que dijese algo. Aunque... si lo miraba desde otro lado, ella no tenía pinta de interesarse nuevamente en Ben, entonces... ¿por qué siempre le hablaba de ello?

—¿P-Por qué debería importar lo que pienso? D-Digo... hablo de ustedes... dos, es más ¿quién quiere a un tercero en medio de un problema de ex pareja, Margaret? Eso ni siquiera tiene sentido. —Bennett trató de sonar bien, pero realmente se mostraba como un niñito haciendo gestos raros porque estaba frustrado el día de hoy. Lo peor era cuando la mayor se reía de ello con cierta calma.

—Sí, eso no tiene sentido hah. —ella río.

De algún modo, incluso teniéndolo afecto, Bennett detestaba esa risa sutil, esa risa que para cualquiera sonaría tan bonita, tan femenina; era de esas risas que te hacían sentir muy mal al pensar algo malo de esa persona.

Pensó entonces que ella era perfecta, era guapa y amorosa, educada y aunque bien habían veces en que se comportaba extraño, seguramente algo como eso había atraído al Ben. Se dio cuenta de que era tonto competir con ella, en cierto punto conocía al mayor y sabía que, aunque lograse algo con él, siempre iba a preferir a una mujer como agradable e inteligente como Margaret.

Simplemente sonaba tan tonto de su parte intentar tener algo con Ben compitiendo con Margaret, era amigo de ambos, sentía que no le correspondía abusar más de esa confianza, parecer que sólo se aprovechaba de eso. Que le convenía.

Pero aun siendo así, de verdad quería intentarlo. Bennett aceptaba que quizá era un cobarde, pero no un derrotista.

—Bien ¿me vas a contar de qué es lo que quieres hablar? Me estoy impacientando. —Bennett formó una mueca algo extraña en un intento por mostrar una sonrisa amable, la cual se disipó al verla a ella bajar la vista a otro lado— Mmh lo siento es... ¿muy serio?

—N-No, verás yo...

•[▪]•

En aquel instante el recuerdo de cuando Ben y Margaret se encontraban en el camerino del moreno le vino a la cabeza, recreando ciertas y certezas emociones de ese momento. Donde ambos se miraban tratando de ensamblar un ambiente ante la extraña charla que pensaban tener.

De brazos cruzados, el peli-calipso la analizaba de pies a cabeza, algo muy acostumbrado de Ben, a quien le venía a la mente la misma idea de que ella era perfecta; el aire suave de dominancia en su mirada, tímida, educada, estéticamente era una mujer de un físico hermoso y natural, pero cielos que, con todo lo que había pasado y las facetas nuevas que Ben descubrió de la victimizada chica, sólo supo que ella tenía un lado B muy distinto al que conocía; uno egoísta y apático.

Por supuesto ¿cómo es que él no llegó a notarlo incluso antes? Margaret de a poco fue siendo sutilmente fría, menos afectuosa, más distante y despreocupada, hasta el punto en que ya no podía aguantar seguir con él en una relación que más que parecer pacífica, llena de amor y compromiso ante los medios que los reconocían, detrás de ello era aburrida, apagada y aunque Ben admitía que adoró con el alma a esa mujer, hoy en día no era la chica que conoció hace cinco años, ni a la que juró querer recuperar hace unas semanas.

Ben siquiera sabía qué clase de fuerza extraña era la que no lo dejaba liberar el nudo en su garganta, la que le había llevado a encerrarse con la fémina para encararla tras su reciente sospecha que tildaba tan agudamente a ser cierta, ¿en serio se sentía en el derecho de hablar del tema después de tanto? ¿En estos momentos con ella? ¿Sobre... sobre Bennett?

Allí cayó en cuenta de que le había jodido mucho más la idea de que Margaret precisamente hubiese puesto los ojos en Bennett, en lugar de cualquier otro sujeto, en lugar de cualquier conocido o colega. Era... eso era lo que le molestó de pronto. Y lo peor era que la amargura inundando su boca no se iba aunque lo desconocía en su totalidad.

Tras un largo silencio en el que seguían buscando escapar de la mirada del otro. Fue Margaret quien quiso hablar, dando un fuerte suspiro antes de ello.

—Ben, no deberíamos...

—Deberíamos.

Y Ben la interrumpió, frunciendo el ceño en cuanto la vio apretar los labios.

—Lo siento, Ben... hablar sobre esto me parece... absurdo. —Margaret desvío la vista— Ya no es un tema que tenga que...

—¿Qué tenga que corresponderme? —completó, frunciendo el ceño— Oh, por favor ¡Pudiste haber sido más clara desde el primer momento sin tener que seguir jugando conmigo! —le encaró Ben y la miró con desagrado. La desaprobación en su rostro sólo podía confundir más a la menor, y qué hablar de si mismo. Pensó que era patético hablar sobre este tema, reclamar sobre el mismo, pero lo necesitaba— ¿Q-Qué mierda te costaba haberme dicho que le tienes ganas a Bennett antes de hacer todo este show, de haberme hecho pasar por esto? No... —Ben trató de felajarse, no queriendo parecer débil e impulsivo frente a ella— ¿Sabes qué? Esto es muy estúpido ¿tú propósito era joderme a mi?

Los ojos verdes de Ben estaban algo brillantes, señal de que esta situación, al tener el tiempo de pensarlo mejor, era específicamente molesta, sinsentido. Pero le afectabande una forma que no entendía, que todo este tiempo ella hubiese sido capaz de interesarse en el pelivioleta, porque no le cabía la menor duda, porque ella no lo había negado.

Encima, que primero lo hubiera lastimado tanto y que de pronto que estaba todo mejor, venga a dejar relucir algo como esto. Se sentía bastante idiota. Todo eso había pasado en frente de él y no lo pudo notar. No pudo darse cuenta antes, mucho antes de haberle agarrado estima a ese hombre y haberse machacado emocionalmente por ella. Joder. Era doloroso porque una parte suya aún quería que Margaret de alguna forma, se apresurase a negarlo y a decirle que estaba equivocado, pero no lo hacía y no parecía tener intenciones de hacerlo.

—N-No... yo sólo quería tiempo para mi. —Margaret retrocedió un par de pasos, sólo para respirar hondo— Quería pensar en las cosas y... yo sólo, uhm t-te juro que no... en... en verdad que no es así... como pasó.

—De a poco... lo metiste en nuestra relación y no te bastó sólo con eso, te esforzaste en que fuésemos amigos, querías esperar a que le tuviera estima para venir a fijarte en él ¡Oh Margaret! —Ben reclamó de nuevo, más irritado, casi sin poder pensar bien en todo. De verla y notar que no estaba negando nada, que le daba la razón con su silencio y con sus expresiones.

Verla a los ojos, de algún modo, ya sólo le provocaba molestia, mucho descontento y aun más al saber de la casi evidente atracción de la mujer por el bajito pelimorado, algo que siquiera quería plantearse de cuándo sucedió, o si es que en realidad Bennett sabía aunque sea algo de esto.

Oh, pero saberlo con certeza que era así por parte de Margaret le producía una emoción insípida, un amargura que apretaba su garganta y le revolvía el estómago con repugnancia. No podía ni quería imaginarse algo como eso, ni qué podía llegar a ser, con ella, con Bennett y con él.

—¡No fue así! Esa... no era mi intención, él realmente... te admira mucho, q-quería... —Margaret se detuvo, suspirando nerviosa, con la voz temblorosa— que fuesen amigos... pero sólo...

—¿Te interesabas en alguien más mientras estábamos juntos? ¿Mientras... fingías que éramos una pareja amorosa? —Las palabras de Ben escapaban rasposas y rudas.

—Yo no quería, pero él... es... tan interesante. Fue algo inesperado, yo... cuando me di cuenta ya era muy tarde. —Margaret trató de explicarse— Sé que Bennett no tiene idea de esto y al parecer también te tiene mucho aprecio, más de lo que crees, es por eso que... no podía decírtelo. Lo sé, soy estúpida. —Al decir eso y mencionar a Bennett, el rostro antes molesto del oji-jade, se deformó de irritacion a resigno. No lo entendía, mucho más al notar que todos los reclamos de Ben iban en relación a Bennett. Ella no comprendía en absoluto esa molestia tan repentina, pero sus ideas eran reducidas, su poca imaginación no ayudaba en nada— En serio lo lamento. Ya no hablemos de esto, Ben, cariño. Ya no ¿t-te parece? Al menos no aquí...

—Oh cielos... ¿por qué me hiciste esto? —Ben pasó una mano por su frente— ¿Te costaba tanto... hacer todo esto de forma sana, terminar bien, explicarlo? Me cortaste de pronto, te victimizaste para nada, y de pronto... ¡mierda! —apretó los dientes, inspirando hondo y entrecortado— Lo metiste a él en todo esto cuando ya sabías que podías hacerme más daño de lo que quizá ya me has hecho, del que nos has hecho y... —suspiró— Bennett...

—Sé que en un principio te obligué a pasar tiempo con Bennett, pero... te prometo que esa no era mi intención, es cierto que él... s-siempre te ha adulado, y como era tan pequeñito en el elenco yo sólo quise ser buena y... —ella mordió leve su labio, agachando las cejas— Ay Ben, sólo pasó, no lo tomes a mal. Ya debemos irnos. Dejemos esto hasta acá, no tiene caso.

—¿Qué fue...? —Ben iba a hablar, pero su lengua se trabó de pronto. Era una de las pocas veces en que se sentía vulnerable ante una idea. Apretó las manos y se volteó para evitar mirar el rostro de Margaret, ese lindo rostro tratando de parecer dulce cuando en realidad era tan hipócrita. Suspiró hondo— ¿Qué fue... lo que le viste a él?

«¿Qué es lo que de pronto lo hace... tan especial?». Esa idea surgió de pronto en Ben, y en un punto, más que una pregunta para ella era también una para si mismo.

Él tiempo fue pasando, y aunque no fue suficiente, con esto había aprendido a no aferrarse tanto a su ex relación y a cosas estúpidas que le hicieran parecer débil. Bennett fue la razón principal para ello, la admiración que este le tenía había subido demasiado su ego y la sensación de ser importante al punto en que Bennett era capaz de soportar su actitud, que a veces era tan mierda y otras tan vanidosa, malhumorada y hasta ignorante de su parte. Dudaba de si sus días antes de tener un mensaje o una visita de Bennett fueron entretenidos o ya de plano le sacaban una pequeña sonrisa sincera. Y eso sólo... hacía de su cabeza un lío más grande.

¿Cómo seguirían siendo sus días al tener ese fantasma de inseguridad encima, al ya saber todo lo que pasaba? Estaba bien, Ben conociendo a Bennett, sabía que este mismo no pudo haber hecho algo intencional para cautivar a su antes pareja, pero... con sólo ser él mismo, ya se había ganado un trocito de su simpatía y era, muy tedioso pensar en ello en momentos como este.

—No me hagas hablar de esto... no te hagas más daño, Ben.

—Creo que el daño... ya lo hiciste tú ¿sabes?

Dijo, esperando no sonar más dolido de lo que ya. Y lo peor fue que, Ben en realidad no quería escucharla aunque fue quien lo pidió. Porque detestó aquella forma suave en que primero se negó, y en que después comenzó a explicarle, saltándose a si misma en el proceso, de que Bennett era un hombre tan delicado, amable y fiel que con ello, se había sentido ligeramente atraída en un principio, al punto de que se sintió maravillada, enternecida y atraída.

A medida que ella le contaba con temor, él la escuchaba, con una expresión severa pero, en el interior, algo no parada de molestarlo incansablemente. Estaba herido por ello pero, a la vez... no.

Se suponía que debiera de sentirse enojado, traicionado al oír hablar a su ex de esa forma sobre otro hombre pero, extrañamente se sentía tan bien... el como la imagen de Bennett llegaba a su cabeza, cual transición lenta conforme las palabras de la oji-amarillo iban reproduciéndose en su cabeza.

Esto era tan contradictorio a sus pensamientos, tan ilícito que le hacía subir el calor y apretar los puños con irritación. Ya no sabía si estaba así por Margaret o si en verdad la idea de que Bennett se hallase metido en esto lo ponía en un desacuerdo emocional y sentimental.

—Ben, yo... ¿me estás escuchando? —Margaret le cuestionó de pronto al verse totalmente ignorada por el peli-calipso. Ella puso su mano en el hombro ajeno y cuando él volteó, no parecía muy propio de la conversación, ni de él mismo—. Ben...

La menor pudo notar en los ojos de Ben el disgusto, veía como apretaba los puños, cerraba los labios y trataba de mantener una expresión calma y serenidad. Ella no lo entendía tampoco ¿eso en el rostro de Ben era rubor tenue? ¿Qué le ocurría? Margaret no dejó de mirarlo sino hasta que este farfulló colocando sus dos manos, severas y aplastantes sobre sus hombros, mirándola a la cara y marcando distancia.

—No te le acerques a Bennett ¿quieres? —Ben sentenció con dureza, los ojos brillosos por los nervios internos lo carcomían, y evitaban que ella pudiera ser capaz de leer con sus ambarinos orbes que, esto ya no era solamente por ella—. Ya lograste lo que querías, y te perdí. Ahora no me hagas perder una amistad.

«No me hagas perderlo». Una corriente de nervios culminó a Ben de pronto al haber sido conciente de eso ¿en verdad fue capaz de pensar algo así?

No era una voz ajena, era él mismo dándose un maldito golpe mental por no haber dejado escapar esas palabras de tal modo que pudiera oírlas. Sólo para... darse cuenta realmente que Bennett había removido su tranquilo y casi perfecto mundo. Que lo había cambiado casi por completo a comparación del desgraciado hombre que era antes, que era hace tan sólo un par de semanas.

—¿C-Cómo dices?

En ese momento un sonido en la puerta alertó a ambos haciéndoles terminar casi abruptamente el tema. Ben no contestó y Margaret no habló de nada más. Porque de pronto Bennett estaba allí con una mueca de nervios, misma que los hizo a los dudar a ambos. Demasiado.

El semblante molesto, frío y antipático del moreno desapareció en un instante, Margaret sólo bajó la cabeza. Bennett mostró una mueca de sumisión y nervios, ella abrió los ojos al oírlos hablar con total amabilidad, con afecto y confianza. Y ella, al tratar de calmar su propia situación, no pudo detener sus pensamientos que también habían formado ideas muy rápido.

¿Estaba mal... haber pensado algo que seguramente no debiera de ser cierto? Porque Margaret, en ese momento, era quien estaba pensando cosas que no quería creer.

•[▪]•

Tras regresar al presente, los pensamientos de Margaret fueron interrumpidos por un suspiro largo de Bennett, que mostrando ante la forma en que inclinó su cabeza, lo impaciente que estaba con respecto al tema, y lo ansioso que se ponía al verla tanto tiempo hundida en sus recuerdos.

—¿Hum, tú...? —Bennett hizo un gestito, que fue un intento sutil por apresurarla. Con ansías y curiosidad, nervios e inquietud.

—Ah s-sí... verás, hay algo que... no me deja tranquila desde que Benjamín y yo tuvimos la oportunidad de hablar y aclarar... algunas cosas. —Margaret inspiró profundamente. Al mirarlo no evitó agchar las cejas.

—Oh y... ¿c-cómo qué cosas?

—¿Ustedes... qué tan bien se llevan? —cuestionó la mayor, causando que el pelimora ladease la cabeza— Hablo de... Ben y tú, Bennett. —aclaró.

—Pues... bien ¿por qué la pregunta? —Bennett levantó una ceja con curiosidad, pero bastó sólo ver a la mayor apretar los labios para darse cuenta de lo que quería decir ¿hablaba de Ben y él en algún otro tipo de sentido?

Entonces la mente de Bennett comenzó a trabajar reclutando a su sentido de defensa, pensando en que quizá ella lo había notado y ahora iba a recriminarle, podría ser desastroso, podría mirarlo con asco. Podía ver como Margaret agachaba ligeramente las cejas al ponerse seria. Cielos no ¡¿y qué pasaba si era eso?! No estaba listo para enfrentarlo con alguien más, para negarlo o para decir algo.

Bennett no dudaba en que Margaret posiblemente guardaría las apariencias y talvez hasta sea comprensiva con él en algún punto, eran amigos, pero... ¿y qué sino? Su carrera se iría en picada, iban a hablar de él, lo tacharían de algo que si bien no le importaba, sería molesto. Y qué hablar de Ben ¡no podría soportar la idea de que lo sepa públicamente! No sin antes ser él quien se lo dijese a la cara, con valor.

Si iba a pasarle algo así prefería tan sólo un rechazo en privado, algo que sólo fuese vergonzoso para él, sin que nadie, ni menos Ben, salgan comprometidos. «Oh cielos, no puedo... ¿qué hago? ¿Le digo que sí? Si lo hago tendré que resignarme, bien... ya qué. N-No importa». Pensaba Bennett, mordiéndose las uñas.

—P-Por nada raro, es que noté que...  ¿Bennett? —inquirió Margaret tras ver a Bennett morderse las uñas y murmurar cosas que no comprendía para nada, sin prestar atención a lo que estaba diciendo. Se notaba nervioso pero... se veía muy tierno e infantil haciendo esos gestos raros— ¿Bennett, ocurre algo?

—¡Ah no! Nada, nada... —el menormovió sus manos con vageza y nervioso— sólo pensaba... es que... d-discúlpame ¿qué decías?

—Está bien. —Ella sonrió— Es sólo, que he notado que... q-que Benjamín y tú son muy cercanos ahora —. Tras escucharla decir eso con un tono curioso, a Bennett casi le da algo; entre un terror de que lo suyo sea notorio, pero mezclado con lo lindo que sentía saber que su cercanía con el moreno se notaba mucho y era de poner atención—. Él te tiene mucha estima por lo que puedo ver y... a juzgar por la forma en que me habló yo... —Margaret apretó los labios— sólo quiero que me aclares una duda.

—¿C-Cuál duda?

Ella lo miró, no sabía porqué estaba tan nerviosa. No era como si le fuera a preguntar algo malo, no debía de ser malo y ya conocía bastante a Bennett, él era honesto y... no la juzgaría aunque su pregunta pudiese sonar muy rara o estúpida. Inhaló hondo, recordando que no estuvo tan nerviosa ni cuando le preguntó por casualidad a Bennett una vez si es que aún tenía pareja, llegando con ello una calma a su pecho al saber que el menor nunca tuvo una, cosa que le costó creer en un principio debido a la fama que tenía entre las mujeres jóvenes.

—¿Hay algo... más entre Ben y tú? Porque estoy... c-casi segura de que no es tan normal que él haya sido tan grosero conmigo sólo por... p-por... porque tú....

Fue un milagro para el pelivioláceo el no farfullar tontamente en medio de aquella pregunta que ella le hizo casi con la misma inquietud. Lo que creyó una conversación o una visita vacía y que solamente le quitaría tiempo, ahora era una tortura a su torpeza para conestar a cosas como esta sin exponerse, porque mentir y esconderse no era algo propio de él.

Tenía un susto encima desde hace rato; sus malos presentimientos esta vez no fueron erróneos y definitivamente sabía que algo extraño pasaba. No tenía la idea absoluta de qué fue lo que ella habló con Ben pero, por una parte estaba contento de que al parecer no habían vuelto ni parecido, sin embargo, de que él se sostuvo metido en esa charla, talvez era cierto. Sino ¿por qué otra razón Matgaret estaría aquí preguntándole cosas como estas?

—S-Se podría decir que por fin... somos amigos. Diría que hay... u-una buena amistad, al menos desde mi punto de vista, creo que él aprecia eso también. —Bennett contestó a eso, con toda sinceridad. Al pensar en el avance de la confianza entre Ben y él, y saber que era importante para Ben le brindaba una calidez enorme. Pero toda esa sensación se veía apocada por la forma en que Margaret le miraba de pronto— ¿Us-Ustedes hablaron sobre... sobre mi?

—No podría decir que lo que tuvimos fue una charla, pero... algo así. —respondió Margaret, jugando con sus manos— Fuiste... todo un tema.

—Pero ¿por qué? ¿Qué tengo que ver yo ahí? —Bennett tragó saliva y bajó la vista, encontrándose con un par de ojitos ansioso ¡Allí estaba su salvación momentánea! La cachorra sentada a sus pies le daría distracción, necesitaba pegar la vista a algo que no le hiciera parecer ido del tema, pero que lo pudiera mantener tranquilo a la vez— Mmh... si es que... he sido una molestia metiche, yo en serio lo siento. Nunca ha sido mi intención parecer que estoy interesado en estar en medio... di-digo ¿de qué otra cosa pudieron hablar sino es de eso?

—¿Uh? No, tranquilo, no es nada de eso... pero ¿sabes una cosa? Yo creo que a él le irritó oírme hablar... de ti, todo el tiempo.

—¿Hablaste de mi? —Bennett se confundió aún más al oírla decirlo de cierta manera calmada, nerviosa y extraña, misma que le hizo alzar la vista.

—Pero él... lo pidió —mencionó Margaret, inspirando hondo— y me pidió que no me acercara a ti pero, no puedo... —mordió su labio. Observaba demasiado a Bennett, y él inclinaba la cabeza, abriendo los ojos tras su prolongado silencio— porque verás... yo...

Margaret le sonrió, de forma amistosa en un principio que por un segundo había hecho al menor relajarse un poco. Mas Bennett al notarla considerablemente cerca de él, poniendo con sutileza su mano cálida encima de las suyas que estaban sobre sus piernas, tembló.

Tembló como si se tratase de su yo en la adolescencia, cuando una chica era linda con él, sin pretender verlo como a un niño raro, aunque nunca llegó a tener novia o un tonto beso real en los labios, a pesar de que después fue alguien bastante popular. Bennett sentía que iba tanto tiempo desde que una mujer no lo miraba así... ¿así?

Se detuvo parpadeando nervioso ante ese fugaz pensamiento ¡Oh! ¡¿Así?! ¡¿Margaret lo estaba mirando así?!

—¿Q-Qué tratas de decirme, Margaret? —Bennett entrecerró los ojos. Ya no le estaba gustando esto. Se sentía atrapado y temblaba aunque trató de disimular esto de la chica; de lo extraño e incómodo que era de pronto tenerla cerca.

Oh no... ¿no era lo que estaba pensando? No podía ser esto ¡No tenía sentido!

—Va a sonar extraño, pero... esto ya se me está yendo de las manos, no puedo seguir así. —Margaret lo tomó de las dos manos, inclinando sus rodillas en su dirección, alzando su vista nerviosa con los labios apretados para observar los mismos nervios en aquel chico tímido en frente suya.

Se sentía vulnerable y algo egoísta por apresurarse tanto, pero ella ya no aguantaba. No después de haber descubierto ciertas cosas que la hacían sentir amenazada.

—Sólo... dime ¿quieres? Esto es extraño...

—La verdad es que yo... ya n-no quiero causarte problemas a ti, ni a la amistad que tienes... con Ben, pero, necesito que me escuches... hay algo que quiero decirte.

•[▪]•

A Bennett le pareció que los momentos en que ella relató todo un semestre de convivencia fue lo más raro de todo, por supuesto, aun se aferraba a aquella pequeña posibilidad de que todas esas dudas pasaban sólo en su cabeza y que en realidad la mayor tan sólo quería decirle lo buen compañero y amigo que siempre había sido con ella.

Quería pensar que esa mirada brillosa dirigida a su persona era porque trataba de abrirse con él, de ser sincera y decirle que... ¿qué era mejor para él a todo esto? ¿Qué le diga que talvez andaba confundida y quería volver con Ben o que... lo estaba mirando demasiado, tanto que más que hacerlo dudar sólo lo asustaba más? Ninguna de las dos era buena a decir verdad, pero ya no hallaba más explicaciones ni espacio para echarse para atrás, su espalda ya estaba a tope tocando con el extremo del sofá, sus brazos temblando y sus manos tiesas bajo las ajenas no ayudaban en nada.

«¡Ahh vamos! Que ya me diga lo que sea que va a decir, no soporto más la presión, esto es demasiado para mi». Se dijo Bennett, tragó saliva, con tan sólo escuchar la voz calma y ligeramente bajita de la chica no ayudaba ¡en nada! Quería agarrar su propia y jodida amabilidad para lanzarla por la ventana, pararse, negar con la cabeza y decirle que ya no le interesaba nada, que no lo metiera en esto para por fin poder respirar plenamente, tirarse al sofá y hacerle cariño a sus perros ¿acaso era mucho pedir no ser tan tonto, aunque sea por unos momentos?

—Y yo...

—Escucha... no le des más vueltas, sólo... p-puedes decirme lo que sea ¿bien? —Bennett se atrevió a interrumpirla por fin, respirando hondo.

—Sí, lo que trato de decirte es que... Bennett, ya no puedo ocultarte que he estado todo este tiempo tratando de llamar tu atención, no sé si sólo soy yo pero... —Margaret inhaló hondo, aplastando sus labios tras una pausa. En lo que baja un poco la vista—... me gustas; Bennett, me gustas demasiado... —ella alzó la vista, subiendo sus manos de sobre las ajenas, por el pecho del menot, hasta posarse en sus mejilla, en lo que se a acercaba, cada vez más.

Ella murmuró su nombre, pero apretó los dientes, con incertidumbre al ver que Bennett no hacía nada, la miraba aunque parecía desconectado de si mismo por unos segundos. Se notaba muy, muy incómodo, pero que aun así tenía un poco de rubor en el rostro, estaba nervioso. Cuando sus miradas se conectaron por fin, y la mejillas calientes bajo sus humectadas manos se calentaron más de lo debido, Margaret agachó las cejas, inclinando su cabeza con cuidado ante la ternura que le provocaban las muecas aniñadas y confundidas de Bennett, el hombre también era adorable. Como le gustaba.

El pelimora no hallaba que hacer, estaba consternado y alterado. Entonces ¿si le atinó? Y no era para celebrar, era... diferente. No podía creerlo, o sea que... ¿Margaret estuvo jugando con él todo este tiempo? Como si lo mantuviese a raya, hablando maravillas de un hombre que resultó ser él mismo.

Cielos, no encontraba reacción para esto, estaba temblando y con la cara caliente de la adrenalina que le provocaba esta situación. Ella con sus manos acariciaba sus mejillas, lo miraba con un cariño que le producía molestias, lo incomodaba demasiado. A juzgar por su mueca expectante esperando oírle decir algo, supo que... para su mala suerte, su horrible y detestable suerte, ella no estaba mintiendo. Ella en verdad sentía... algo por él, y no lo había notado.

Allí Bennett supo que ella siempre lo hizo con intención. Como si todo lo que habían convivido juntos como compañeros, como amigos, de pronto cobrase sentido.

Fue entonces en que en un despiste, en una tontería suya, bajó los brazos queriendo sostenerse del sofá, de algo para sentirse seguro y no sobre reaccionar, pero ella estaba invadiendo demasiado su espacio personal. Sentía un nudo en la garganta y una presión en el pecho, necesitaba calmarse, no verla a los ojos.

Mas un sobresalto lo atacó de pronto, cuando el aliento caliente de Margaret chocó contra sus labios cerrados, tan tensos y temblorosos que no dijo absolutamente ni una palabra aunque quería. Abrió los ojos de golpe cuando se dio cuenta de que... ella acababa de besarlo. Lo estaba besando.

—¡No! Hey... —Bennett sintió qur tuvo que hacerlo, aunque al empujarla se hubiese sentido tan mal, mismo sentimiento que luego fue amainado por su egoísmo. No le agradaba que ella esté haciendo esto, justo ahora ¿por qué? Lo detestaba— No... para. —dijo esta vez más calmado— L-Lo siento...

Y se levantó del sofá, esto lo había frustrado mucho de un segundo a otro. Nervioso tocaba su frente. Evitando mirarla.

—Bennett... c-cariño, yo estoy... —Margaret intentó hablar, apretando los labios— quiero que sepas que...

—No, n-no me digas así, Margaret ¿q-qué demonios...?

El ambiente era pesado, no aguantaría mucho para lo sensible que andaba hoy. Bennett se detuvo, inspirando hondo, buscando relajarse. Margaret era una mujer hermosa, él la admitía, él la veía, pero no... no podía con esto. Lo mareaba.

—Q-Quiero que sepas que... en verdad, no planeé esto, pero me gustas demasiado, Bennett. —dijo Margaret, levantándose igualmente, queriendo verlo a los ojos— Al menos... dime si, es que sientes aunque sea algo por mi... quiero saber sí...

—No sé qué decirte. —Bennett la interrumpió— Me tomaste por sorpresa y... lo siento, necesito estar... solo ahora ¿pu-puedes...? —Su voz se cortaba de pronto, estaba agitado, pero quería regularse o iba a ser inmaduro y no quería lastimarla, no quería terminar siendo él quien fuese grosero— ¿puedes irte... por favor? Por favor...

—¿Ah? Eh... s-si... lo lamento.

—Está bien, sólo... necesito espacio ahora ¿bien?

—De acuerdo, yo... te dejaré solo, pero por favor, considéralo. —Ella le brindó una última sonrisa, una gastada mueca de nerviosismo. Creyó que esto sería menos complicado pero, de cierta forma se esperaba una reacción así, aunque...— En otra ocasión, por favor; hablemos más... tranquilos ¿si? —. Bennett la observó, a penas y pudo hacer un gesto, suspirando y asintiendo—. Nos... nos vemos.

Al verla salir, Bennett se quedó en la puerta, sosteniendo el pomo con dureza, sintiéndose tan tonto, demasiado. Era un idiota ingenuo por no haber notado que ella siempre lo miró a él, y darse cuenta de que fue la causa por la cual la relación de Ben terminó así, por la cual Margaret seguía metida en esto... era todavía más inquietante.

También, justo en ese punto en que ya no sabía que hacer, todos sus ánimos sólo habían empeorado. Ignorando los ladridos de sus perros ladeando la cabeza al verlo tan alterado, se fue a sentar nuevamente al sofá, tocando sus mejillas con ambas manos, agachando la cabeza, se dio cuenta entonces de qué clase tema había sido el que pudo haber centrado en la conversación Ben y Margaret antes, por el cual ella había venido.

Y eso sólo significaba que... Ben ya estaba al tanto de todo. No podía ser cierto.

•[▪]•

Anteriormente, para Ben haber salido totalmente calmo del estudio y haber enseñado una amable sonrisa a Bennett antes de encaminarse por rumbos diferentes, le había costado mucho más que sólo haber sido rudo o amargado con él, diciéndole que no se interponga en sus asuntos. Pero últimamente la importancia que Bennett tenía para él iba en ascenso. No podía negar que le importaba mucho y no lograba ser tan insensible.

Fue demasiado saber que su ex, la mujer con la que había compartido mucho, estaba atraída por alguien a quien estimaba mucho, parecía tan baja traición a sus ojos y... se sentía dañado. Era un golpe muy fuerte, hasta para alguien egoísta, imprudente y descarado como él, alguien que pretendía ser maduro, frío y de carácter impenetrable, pero realmente no lo era. Y le afectaba en verdad.

No sabía siquiera como afrontar una situación como esta. Estaba atrapado entre dos paredes que lo presionaban, la que antes creyó cálida y reconfortante ahora era hostil y áspera, contrario a la que detestó, Bennett ahora era el soporte que creyó necesitar, pero... no podía, se sentía tan estúpido ahora mismo como para nunca haberse dado cuenta de nada. Quería estar solo. No, lo necesitaba.

No tuvo la cara para ir a emborracharse a algún bar, pero necesitaba un buen trago en estos momentos. Ya había dejado de fumar hace ya bastante, por lo que no halló de otra que ir directamente del trabajo a su departamento, cansado, frustrado, enojado. Había toda una combinación de emociones que escapaban de él que, hasta lo atemorizaban más que la mismísima comodidad que le costó admitir que sentía cuando estaba con Bennett.

—Maldita sea... —bufó ben al entrar a su frió y fresco departamento.

Había suficiente luz del ocaso traspasando en las cortinas, llegaba a iluminar de forma tenue la sala. Ni se molestó en prender las luces, dio pasos largos y vagos hasta la cocina, buscando con la mirada el anaquel donde reposaban los vinos. Agarró uno, un vaso y una copa, sacó de paso una botella pequeña de cerveza y algun aperitivo, siquiera se había molestado en pasar a comer algo. Y se sintió tan patético luego del primer sorbo a la copa.

No tenía algún soporte del cual sujetarse emocionalmente ¡era una idiotez! ¿cómo iba a saber que Margaret le haría algo como esto? Por supuesto, cómo olvidar igual el primer día que decidió tomarle atención a Bennett: un compañero de elenco que había tenido por a penas un par de años y que jamás le interesó, cuando de pronto Margaret le hizo notarlo, diciendo que lo consideraba como un hermano menor, un buen amigo, un colega igual que todos los demás.

Y él, frustrado por oírla hablar de alguien así, se acercó a Bennett, comprendiendo al instante que no había necesidad de sentirse amenazado por un jovencito como ese; tan torpe y poco masculino. Pero en verdad no imaginó algo como esto. Ben pensaba en que debió haberlo notado, al menos una señal. La insistencia de ella y lo torpe e ingenuo que era Bennett hacían de ello un ambiente perfecto.

Ahora no sabía a quien demonios echarle la culpa, si a él, a ella o a si mismo. Aunque no sabía si debía siquiera echarle la culpa a alguien.

Estaba bloqueado, Margaret si bien ya no le producía la misma sensación de afecto que antes, aun sentía ciertas cosas por ella ¡era natural! Fue su pareja por muchos años, eran estables, unidos, para que ahora en menos de dos meses todo haya acabado así. Para que luego de cinco años se haya dado cuenta de que nada importó, de que incluso desconocía por completo a Margaret también.

Se dio cuenta de que esa mujer lo tuvo como un cachorrito amoroso todo este tiempo. Ella era la única que conocía ese lado suyo, y acordarse de esos tiempos suyos lo hacía estremecer, haciéndolo sentir débil.

Poca fue su sorpresa al darse cuenta del vacío del ambiente, no había ruidos, gruñidos o ladridos, había olvidado que siquiera la cachorra estaba aquí con él. No sabía cómo iría a ver a la cara a Bennett sin sentir... tanto resentimiento, una sensación tan distinta a las demás. Creía estar haciendo mal en tener resentimiento hacía Bennett, pues ¿de qué lo iba a culpar a él? ¿Por ser tan lindo y amable? Si sólo era un tonto idiota que con sólo ser como es había atraído a una atractiva mujer y... también su atención, pero no, Dios que no, no quería cambiar el tema.

Le dolía la cabeza. Apretaba sus sienes con sus dedos, su otro brazo estaba reposado en el respaldar del sofá donde aun sostenía una copa, pero esta ya estaba vacía. Miró la botella y por la poca luz que estaba de allegada, pudo ver que ya había bebido casi la mitad. Mierda.

Entre más tomaba, más le dolía la bendita cabeza, punzaba horriblemente en los costados y había sobre todo, un dolor permanente que se alojó en medio de su ceño dejándolo aun con más nervios que antes. Acabó por dejar a duras penas la copa sostenida en la mesa de café del centro, y llevó esta misma mano hasta su entrecejo, masajeando constantemente ese sector que le impedía pensar con claridad.

Justo cuando quería pensar meticulosamente y tratar de entender que quizá el idiota aquí fue él. Pero a la vez el pasar ese líquido fuerte y ardiente por su garganta lo relajaba, haciendo que el duro tema pase a un segundo plano momentáneo.

No, quería decirse que Margaret tuvo la oportunidad de decirlo, la confianza y la atención requerida para ser sincera, para poder abrirse con él y terminar de una manera menos ruda, pero no lo hizo. Ya estaba, no le daría más vueltas. Al menos no en estos momentos, se conformaba con eso.

Por otra parte, detestaba ese lado suyo, ese que le obligaba a mirar a otro sitio, a cuestionarse tanto que siempre lo hacía llegar al mismo punto; él y su cercanía con Bennett. Porque, cielos que de sólo recordar haberle dicho eso a Margaret se le revolvía el estómago «No te le acerques a Bennett».

Si pudiera regresar y evitar decir esa idiotez, lo hubiera hecho sin duda alguna. Cerraba los ojos con fuerza, buscando apartar ese recuerdo de su rigidez ante la confesión de su ex y a la misma vez disminuir el dolor de cabeza. Pero de todas formas seguía bebiendo, intentando borrar con cada trago la cara de ella, sus mejillas rosas, sus ojos ambarinos fortaleciendo la veracidad de aquella explicación.

No sabía si detestaba más eso o el hecho de que no dejaba de pensar en Bennett. Recordar a Margaret hablando con tanto esmero de ese hombre sólo lo irritaba más.

Porque sí, estaba celoso aunque quisiera negarlo, era así pero, su problema no era ese tampoco ¿por quién? ¿por él? ¿por ella? Incluso ya que le daba exactamente igual que Margaret por fin haya sido capaz de quitarse esa máscara que no pensó que tenía para decirle de quien estaba enamorada, pero imaginar ya, qué cosa pudo haber hecho Bennett para tener así de cambiaba a Margaret lo alteraba aun más.

Porque era ese mismo hombre delicado y amable el que terminó por alterarlo demasiado a él también.

—No puede ser... —Ben jadeó ante una punzada en su cabeza. Jaló de sus cabellos tras intentar pasar su mano izquierda por sus hebras buscando peinar ese desorden de cabello.

Se dio cuenta de otro maldito detalle con ello; todo ese drama, toda su exigencia sólo fue porque no soportaba que haya sido capaz de fijarse exclusivamente... en Bennett. Era un pensamiento tenebroso y repulsivo, porque para Ben estaba siendo muy recurrente.

«Mierda, no jodas». Ben negó... negó una y otra vez, justo cuando la imagen de la sonrisa del mismo aludido se reprodujo en su cabeza a medida que trataba de bloquear a Margaret de esta. Le estaba siendo muy difícil estar tranquilo.

«Bennett es tan tierno, Ben. Es amable y comprensivo. Lo sé, no puedo compararlo contigo, pero es tan... distinto, simplemente pasó y no sabes cuánto me atrae, y cuánto intenté de que dejara de suceder.»

Con solo recordar las palabras de Margaret la sangre se le subía a la cara y no de manera benigna. No le gustaba que ella hablase así de alguien más, y para colmo frente a él, intentando hacer contacto visual mientras sonreía al hablar con afecto. Ella quería ver como reaccionaba a eso. No podía soportarlo aunque fue él quien lo pidió, buscando así poder saciar sus dudas.

«Realmente no me importa si es muy masculino o no, porque me gusta como es... su forma de mirar, es tan amable, es capaz de estar al lado de alguien que lo trata tan frió y lejano a la vez. Me gusta su persistencia aunque él sea algo distraído, c-creo que es un hombre... divertido».

Ben apretó los labios, queriendo reprocharse por no alzar la voz al momento de haberla oído hablar así, recordaba sus palabras aunque pareciera que no las escuchó. Recordaba su cara, analizando sus facciones, esperando ver que tal reaccionaba.

¿Cómo pudo...? No, si echaba en cuentas ¿cómo es que Bennett era tan tonto como para seguir siendo amable con ella, cuando el objetivo de Margaret era él? Santo cielo, pobre hombre tonto. Pensaba.

Sonrió un poco... era muy estúpido pero, Bennett era tan torpemente bueno. Eso era lo que lo hacía tan distinto a los demás, no era un joven embustero, tampoco era un santo pero era capaz de ser el mismo aunque estaba dispuesto a aceptar las críticas que le molestaban «Así que es de esa forma». Se dijo Ben, en un suspiro, entendiendo que sólo iba a necesitar tiempo, porque su enfado no iba hacia Bennett, y no iría aunque quisiera.

La conclusión a la que llegó al final acabó siendo esa, necesitaba espacio, y no ver a nadie. Entonces recordó que tenía trabajo, y que para colmo, la mayoría de ese tiempo era junto a Bennett.

—No sé que hacer... —Ben pasó toda su mano por su cara, y se recostó boca abajo a lo largo del sofá, suspirando— maldición.

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