•°~°Capítulo 32°~°•

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Pasaron los días. Su colaboracuón había sido todo un exito a pesar de ser sólo el principio de algo que junto a sus patrocinadores habían planeado y fuese más grande ante el gran recibimiento positivo. Como rayo, ya se acercaba el día de una agendada presentación en vivo, los nervios y las ansias aparecían. Aunque antes grabarían el sencillo que se sacaría más tarde, y aquello era el escenario que al pelimora más le costaba entender.

¿Qué era exactamente lo que obligaba a Bennett a quedarse mudo una vez se encontraban los tres en la sala de grabaciones, en un reducido lugar compartiendo silencios y mirabas? Claro, talvez estaba nervioso y tenía miedo de decir alguna tontería o de estropear toda la letra si se equivocaba. Necesitaba un gran espacio para él solo en lugar de estar en medio del hielo de miradas que se lanzaban Margaret y Ben.

¿Por qué le hacían esto? Siempre tenía que estar en medio de los dos, soportando esa fea tensión. Soportando esa pelea silenciosa que poco a poco comprendía, no entendía el porqué exactamente, pero sabía bien que se miraban con una rivalidad algo... infantil.

—No te quedes tenso, Bonnie. —el pelician le dio una amistosa palmadita en el hombro para sacarlo de sus pensamientos.

—Sí, perdona. —respondió Bennett— Sólo... trato de respirar, estoy un poco nervioso, supongo.

—Tampoco te mortifiques tanto. —mencionó Ben achicándose de hombros para mirar al lado contrario, apartándose el flejillo de la cara.

—Sí...

La prueba de sonido, el tono de voz, cuando y cómo debía de empezar, esas eran demasiadas reglas para Bennett. Él solía improvisar, sacaba lo que sea que le transmitiera una canción y hacía que se escuchara con su guitarra y sus ideas. Creía que grabar por primera vez en un estudio cerrado con el de orbes jade sería un momento asombroso, independiente de lo que había pasado o no.

Pero estaba tan muerto de nervios que cualquier ilusión, problema o hasta su misma confianza se veían debiluchas ante el comienzo de esa voz clara y potente, una voz diferente a la habitual y a aquella que le había dicho que no se tensara. Bennett sabía que le encantaría oír ese tono tan varonil, sensato y sensible de voz todos sus días. Se estaba empezando a poner nervioso.

Poco a poco la música lo atrapó, no era la misma sensación llena de emoción que estar en un escenario pero, se sentía calma. Margaret solía ser tan potente a la hora de cantar, era serena, parecía que aunque nadie la estuviera viendo, trataba de impresionarse a si misma ¿cómo lo hacían esos dos para transmitir tanto con una letra tan simple? Ahora no temblaba de los nervios, sino que estaba impregnado de la escencia de un tema profundo, repleto de emociones. Podría concentrarse y cantar como es debido.

Pero parecía que esa canción estaba llena de indirectas que raramente sentía y le llegaban, lo molestaban, le revoloteaban por encima y terminaban por confundirlo. No era como una típica balada que caracterizaba al par, era... demasiado buena para lo que esperó y le proponían interpretar junto a ellos.

Comenzó a impregnarse de la escencia de la canción, que a simple vista parecía una canción de amor, pero era... más bien parecido a una declaración de guerra, una melodía mezclada con un trasfondo profundo que con audacia trataba de eliminar la ilusión, que lo dejaba con ganas de escuchar más aunque no era el tipo de música que a sus oídos agradaba al cien por ciento, pero que la mezcla entre estos también terminaba siendo algo bueno de interpretar.

Bennett no podía esperar a que el día del debut en vivo llegara.

Decidió tomar un transporte para irse hasta su departamento temprano y tener tiempo de pasear a sus perros antes de irse a la cama. A decir verdad todo esto del trabajo extra y lo que conllevaba toda una planificación eran agotadoras. Naturalmente él hacía todas sus cosas solo cuando podía, porque así le gustaba, y por que de la misma forma parecía que su música improvisada y potente le gustaba a su público tanto como a si mismo. Y hacer algo con un equipo distinto era... nuevo y agradable también.

—¡Ya llegué! —anunciaba Bennett a sus dos perros, quienes corrieron hacia él dando saltos con demasiadas energías a la puerta del departamento— ¡Hola bebés! ¿cómo están?

—Estamos bien, papi. —. Se le acercaba Jeremy, sonriendo para completar ese tono burlón de voz.

—¡Ay Jeremy! Olvidé que te dejé solo con ellos. —el pelivioláceo se rió— Buenas tardes. Mmh bueno, me voy a cambiar, no sé. Me relajo un poco y... ¿quieres acompañarme a pasear a Alan y Matthiew?

—Ya que me has dejado casi todo el día desde la mañana aquí, creo que es justo que me saques a pasear también hah. —Jeremy le revolvió los cabellos al menor.

—Mm, bien.

Una vez se puso cómodo, se desató el cabello y lo dejó suelto un buen rato. Se cambió de ropa y terminó por merendar algo liviano junto al mayor y sus perros.

Más tarde caerían las ocho de la noche y sacar a sus perros cuando el cielo ya oscurecía era relajante, no tanto como en la mañana, pero era tranquilo cuando no se hallaba demasiada gente en las calles ni en las áreas públicas.

—Te escuché la otra vez decir que estarás en vivo con tu amorcito y tu pretendienta la próxima semana ¿no deberías estar nervioso? No, espera ¿no deberías darme una entrada como muestra de tu afecto hacía mi persona? No sé como son tan desconsiderados con gente como yo que con suerte me alcanza para la memoria de la cámara, amigo. —hablaba el de cabellera anaranjada, animado tratando de agarrar con fuerza la correa del perro negro del menor, siempre le tocaba pasear al perro más tranquilo— ¿Puedo tener uno de los primeros vídeos? Anda, que seguramente hacerle de niñero a tus perros sale caro.

—Te aprovechas mucho, sabiendo que no me gusta decirte que no. —Bennett infló las mejillas— Si me ayudas haciéndole compañía a mis perros, siempre puedes contar con que te lo agradeceré, Jeremy. —sonrió— pero como he aprendido que no todo es gratis, puedo darte lo que quieras, siempre y cuando bajes la voz que estamos en la calle.

—Uy qué delicado andas. —Jeremy rodó los ojos— igual no creo que todos me entiendan si ando bien trabado, a veces creo que con suerte tú me entiendes las idioteces que digo. Así que cálmate.

—A veces, pero me acostumbro a tu forma de hablar. —Bennett sonrió dirigiéndose esta vez a la plaza— Y con respecto a lo del asiento... puedo pagarte uno de segunda, si no te molesta.

—¿Molestarme? Eso es lo mejor... la última vez estuve en tu concierto, me costó un chingo llegar a octaba fila, sería la primera vez que estaré tan cerca de ti... en un concierto. —el mayor lo abrazó por encima de los hombros usando sólo un brazo— Ay qué bonito. Eres el mejor ¡gracias! Mi amigo, qué lindo que eres.

—Lo soy sólo cuando hago cosas que te gustan. Pero cuando no, soy medio tonto ¿no? —el menor hizo una mueca calma, ya que, entre Jeremy y él solía ser natural.

—¡Eso mismo digo! Hah... no, ¿cómo crees? —se rió dramáticamente el más alto.

—Me desanimas más.

—Tú te desanimas solo. Pero tranqui, tranqui, algún día vas a aprender que no necesitas ser tan optimista para pensar que las cosas te van a salir mejor... sino, mírame a mi... No, mejor no me mires a mi, no soy el mejor ejemplo. Pero hazme caso. —dijo Jeremy.

—¿Qué?

—Nada, nada... olvídalo hah.

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Últimamente parecía que el mundo conspiraba trayendo coincidencias frente a su puerta. Encontrarse con Ben a pasos de las escaleras le hizo sentir bastante conformado, un tanto inquieto ya que Jeremy se había encargado de molestar indirectamente a Ben, pero también estaba animado de que al menos el pelicían saludara con calma y hasta con simpatía. Eso talvez significaba que... estaba regresando a ser ese hombre borde pero tranquilo de siempre. No sabía si eso era realmente positivo, pero le gustaba.

Por su parte, Ben sentía que había algo bastante raro consigo mismo, de pronto regresaba a lo que era su intención de algún modo u otro, donde terminaba siendo él quien caminase a la puerta de Bennett en lugar de al revés, lo cual, lo dejaba demasiado confundido y molesto. Había tenido el tiempo para pensar en múltiples asuntos de su vida de tanto en tanto, estaba entrando a un punto en que la presión lo estaba torturando a un grado estorboso y sofocante.

A veces se le olvidaba el tipo incorrecto y egocéntrico de persona que era, era un poco idiota también, podía admitir eso. Pero... estaba impulsándose peligrosamente hasta que ya se hallaba en el pasillo del décimo piso, con Bennett en frente, y su amigo ese el fotógrafo poniendo una socarrona sonrisa animosa que le hizo torcer la boca con desagrado.

Claramente a Ben se le veía algo molesto al notar a ese hombre tan cerca del menor, esa sonrisa no le inspiraba confianza y lo alteraba. Suficiente tenía con la estupidez ocurrida en sus emociones estos días para que encima tuviera que fingir ser amable en frente de otro sujeto más que se acercaba exclusivamente al pelimora, pero se reprimía, lo hacía.

Era una sensación mucho más horrenda de lo que recordaba... parecía como si en años no se hubiese sentido así. Era como revivir una parte de él que creyó perdida y sepultada.

Mientras Jeremy soltó un innecesario suspiro imprudente y  sonoro para limpiar la rara tensión del ambiente. Cielos que a penas y esos dos se veían se formaba un circulo de emociones confusas de adolescente que era muy rara. Soltó la correa del perro y se la entregó cuidadosamente a Bennett, quien la agarró y ladeó la cabeza. Jeremy estaba decidido a irse ya, porque no le interesaba meterse en medio de los dos.

Bennett le sonrió agradecido por eso y se despidieron con un gestito de manos. Ben por su parte... estaba limitándose a quedarse callado y caminar a un lado.

—Hey, ¿y no trajiste a la perrita? —se atrevió a preguntar el de menor altura de forma natural. Le sorprendía ver a Ben sólo a decir verdad, sobre todo si venía a verlo.

—¿Tenía que traerla? —Ben levanta una ceja y sonrió de tanto en tanto. No hallaba excusa, así que no respondió nada más que eso.

—N-No... es sólo que es algo extraño que ya no la uses de excusa para venir. —Bennett se encogía se hombros— Sólo... eso.

—Tú nunca te esforzaste en buscar una, así que no voy a calentarme la cabeza con tonterías. —admitió el moreno encogiéndose de hombros.

El ambiente se tornó agradable tras una risita suave por parte del de menor edad. En lo que entraban y el sonido del silencio los rodeaba al ser que los perros cansados fueron a recostarse en la alfombra.

Aquel calmo silencio le dio tiempo a Ben de aclararse lo suficiente como para saber que en verdad... algo que luchaba contra sus impedimentos por pensar claramente, le decía que quiería tratar, talvez le costaba sin duda, pues admitía que le costaba no poder pegar el ojo por bastantes noches, que lo agobiaba y con ello ansiaba quitarse ese pesar de encima, pero también, estaba dispuesto a hacer algo al respecto para calmar el fuego en su pecho y las incontrolables emociones revueltas haciendo estragos en su mente.

Lo tenían de aquí y allá, estaba siendo demasiado que soportar y el orgullo no iba a llevarlo a ningún lado. Bueno, aunque en realidad ese orgullo lo tenía bien parado pretendiendo ser alguien que no era, ya no estaba pensando en su postura en sí.

Sus sentimientos, sus emociones, estaba asustándose de lo que podía llegar a hacer sino liberaba toda esa tensión dentro de si.

—Hey... —llamó Bennett.

—¿Mmh sí? —respondió Ben aun ido en sus pensamientos.

Su mirada verdosa sin hacer caso a sus pensamientos, se perdía en ese joven al lado suyo, en su piel, su cabello, su rasposa y a veces jodida voz, ¿qué diablos le había hecho como para transformarlo en el hombre tan débil que se sentía en esos momentos? Odiaba ser así, lo detestaba, lo despreciaba mucho.

Se despreciaba por estar fijándose en lo incorrecto, que le abría un sin número de oportunidades alocadas y extrañas... pero, que a la vez le hacía notar que le encantaba eso. Lo tenía muy inquieto y ansioso.

—¿Sucede algo?

Pregunta Bennett, sintiendo que algo en Ben había cambiado. Veía efectivamente, un algo en su forma antes fría de mirar. Tenía una curiosidad muy grande, podía ser capaz de arriesgarse y preguntar, pero era difícil si pensaba que eso podría dañar la relación que ahora tenían.

Quería hacerle caso a su amigo Jeremy y tratar de ser positivo, si le ponía ganas podría hacer de su creciente amistad algo mejor. Sólo tenía que ser cuidadoso y lo suficientemente realista. Ni más, ni menos.

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Después de la espera, por fin había llegado el día, una presentación en la misma ciudad. Bennett se sentía animoso, intranquilo, contento, se le revolvía el estómago de las ganas, siempre se emocionaba ante la idea de estar ante un gran escenario, le encantaba el sólo pensamiento de la vista desde un escenario, donde perdía el miedo y se sentía libre.

La euforia lo consumía y estaba muy, muy emocionado por esto. Sería su primera vez en vivo compartiendo escenario con más gente además de la banda de su grupo, era extraño, entretenido. Era una sensación muy distinta a las que normalmente sentía antes de estar frente a un gran público. Inspiró hondo, echándole un ojo a aquel par de cantantes que nuevamente andaba tirándose la guerra encima de manera silenciosa.

Era muy raro que nadie a parte de él lo notase, pero bueno, la noche entrante anunciaba el inicio de otro evento importante en su vida. La peli-miel se veía preciosa con ese vestido de media pierna con decoraciones efusivas acorde al tema, de tono oscuro, vaya, la última vez que recordaba haberla visto en un escenario fue con un pantalón negro, verla con falda era... extraño y atemorizante, era muy atractiva a la vista.

Pero si apartaba su vista de ella, Ben a un lado, lucía guapísimo como siempre a su vista. Aunque él llegaba a verse atractivo para Bennett de cualquier forma; con una camisa negra ajustada que le quedaba perfecta, las mangas arremangadas hasta el codo con el botón abierto, cielos, «Qué bien se ve así». Pensó Bennett al mirar a Ben con el pelo para atrás y mechones escapando a los lados.

Quería disfrutarlo con sumo cariño, estaba poniéndose ansioso. Tenía que intentar quitarle la vista de encima o iba a notarse demasiado que no le despegaba el ojo de ninguna manera.

El ruido de la gente se hacía cada vez más fuerte, pero había un silencio electo lleno de unos ánimos aplastantes justo antes de que las luces se encendieran cuan flashes y el escenario en medio de unas suaves cortinas de humo anunciasen prontamente a un largo y fresco agudo de guitarra.

Bennett hacía lo que hacía, tan simple como eso, y guiarse por el tema de la canción no le resultaba complicado en absoluto. Fundiéndose en la melodía, sentir la música, estar al tanto de los tiempos al cerrar los ojos, y luego abrirlos para apreciar aquella multitud chillar al unísono.

La línea de Ben crecía acompañando su entrada, y al otro lado del guitarrista, se anunciaba la fémina sonriente danzando y complementando esa ola de gritos del público. Cerrando los ojos, luego los tres se habían dejado envolver en la música de tal manera que los actos y las palabras nacían solas poco a poco.

Era increíble. Las sensaciones, las emociones, los aplausos, sus voces mezclándose entre si, la armonía, la sincronización que tanto les costó crear.

Esa noche había marcado el inicio de algo impresionante, y Ben no supo en que momento se encontró huyendo de otra de esas fiestas de celebración absurdas que le fastidiaban, ni ganas tenía de disfrutar algo que lo dejaría despierto a la madrugada, en donde... se aburriría sin más.

Escapar de la gente molesta que trataba de seguirlo era lo peor de lo peor, lo detestaba pero de la misma forma que pasaba con toda su vida, contrario a eso, le gustaba tener esas miradas de admiración sobre él. Que la gente alabase su nombre al verlo en el asiento de un auto, las cámaras, los comentarios diciendo adorarlo, los besos, los flashes, las miradas. Llenaba ese pequeño hueco de falta de adulación, por... unos momentos.

Dadas casi las cinco de la mañana, Ben se decidió a dar por acabada su noche, no había podido hablar tanto con Bennett directamente pero estaba tan bien, este tipo de cosas solía calmarlo y hacerle olvodar sus temas personales. Pero...

¿Por qué se sentía tan estúpido mirando la pantalla del móvil esperando un mensaje? Estaba pasando la línea de lo oculto. La frescura en su sonrisa al momento en que la pantalla se encendió y el aparato vibro en su mano le hizo sentir... relajado. A veces juraba oír esa voz a través de los mensajes repletos de ánimo y testamentos de nerviosismo.

Sentado con el rostro rojisimo, mirando al vaso medio lleno de licor, soltó un largo y profundo suspiro. Esta sensación, tan cálida y cómoda de sentirse cambiaba siempre de un momento a otro, lo aceptaba, pero admitía que era difícil de sobrellevar, pues quemaba y lo inquietaba.

Rozaba de lo normal a lo incorrecto y volvía a regresar confundiéndolo una y otra vez «Esto es demasiado... ¿qué me pasa ahora?». Se mordió la boca, bebiéndose de un trago ese pequeño vaso grueso con licor, quemaba de la misma forma, ardía en su garganta y eso le gustaba, aunque no, era rico, lo calmaba y bloqueaba sus sentidos.

Fue de la misma forma en que, peinándose su celestino pelo con las puntas de los dedos, dejó caer su frente sobre su brazo sobre la encimera, jadeando al notarlo... beber no le hacía para nada de bien, pero le gustaba, era amargo y... tan embriagante como la estúpida sonrisa de ese chico, como su mirada.

¿Qué era? ¿Estaba bien con eso? Se preguntaba, talvez estaba bien, pero no tanto, no demasiado, pero ¿podía con ello? Seguir así sin siquiera ser capaz de calmarse a si mismo y aclararse si cuanto menos iba a mantener todas estas emociones ocultas. Si al menos podía aceptar para si mismo el nombre que le había dado a su sentir.

—M-Me... —. Uno de sus jadeos escapó entrecortado. Su celular volvía a vibrar, al cabo de otros dos segundos, vibró una vez más, y así otras cinco veces. Otra vez él, con sus multiples mensajes cortos. Sonrió y se tapó los ojos al hundir la frente en su brazo esta vez. Respiró de manera tortuosa— Me gusta... —Admitió, fundiendo su vista con la tenue y casi apagada luz de la sala— mierda, me gusta mucho... —Dijo, soltando el vaso y golpeando sus codos en la superficie, enterrando sus dedos en su cabeza— No puedo... maldita sea.

¿Eso había sido difícil? Oh en verdad... lo había sido, volvió a quedarse despierto toda una noche, meditando sobre ello.

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El pobre pelivioleta al despertar a la mañana siguiente, se tallaba los ojos sólo para ver que se había dormido en la sala de nuevo, luego de largarse a su departamento nervioso de que en el lugar de la fiesta fuese a llenarse de gente por fuera, no aguantó demasiado y esta vez si que salió huyendo, aprovechando distracciones se adentró a su departamento frío y fue deshaciéndose de la ropa hasta quedar sólo con una polera y su pantalón.

Los perros ladraron ante su llegada, los acarició y cuidó por unos interminables minutos hasta que no aguantó y se durmió encima del sofá. La mañana estaba helada, así que se duchó con agua tibia rozando a lo caliente... muy caliente, le relajaba y despertaba más el agua cálida que la helada.

A penas y salía el sol, era domingo, había un silencio sepulcral, pero anunciandose casi unas siete de la mañana y al ver su móvil con un último mensaje de las seis y cuarto de la mañana, supo que Ben... estaría despierto seguramente.

Cielos... tenía sueño, estaba cansado a pesar de haber dormido lo suficiente, quería caminar hasta su cuarto, abrir la puerta y tirarse a la cama ya que estaba más relajado, pero... no, ¿por qué tenía que ser así? Esa no era la puerta se su habitación... él no golpeaba la puerta de su habitación, la caminata larga lo había traído hasta la puerta de madera oscura del departamento de Ben... el sueño seguía allí, aunque el pecho le saltaba de los nervios.

—Mmh hola. —saludo soñoliento.

—Hah hola... ¿qué estás haciendo aquí? ¿A esta hora? —habló el peli-calipso, girándose a un lado para disimular como con la palma de su mano trataba de despertarse a si mismo.

Joder, después de tanto martirio para Ben, de pronto quien ocasionaba sus confusiones le llegaba a estas horas de la mañana, medio dormido a la puerta de su departamento. Suspiró una vez buscó su mejor sonrisa... y se encogió de hombros.

—No... no lo sé. —farfulló Bennett.

Ben creyó que eso fue... adorable.

Aunque no quitaba lo torpe que era venir medio muerto del sueño hasta la puerta de su departamento.

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