•°~°Capítulo 66°~°•

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Ben se notaba... distraído, si es que Bennett podía utilizar aquella palabra para describirle; quizás por su amplia experiencia actuando como la persona tosca que aparentaba ser, Ben no demostraba estarlo, pero Bennett estaba muy seguro de qué sólo había visto a Ben presionar los labios con impaciencia y mantener la vista al frente con rigidez, en muy, muy pocas ocasiones.

Demostrar tranquilidad y arrogancia era una postura a la que Ben estaba sin duda muy acostumbrado, pues a pesar de que ambos se levantaron temprano y disfrutaron de su mañana libre sin más que hacer -exceptuando por el hecho de haber tenido que ir a buscar a sus perros al departamento-, Bennett aún tenía ese impulso incontrolable de molestar un poco más a Ben, bueno... no buscaba molestarlo como tal, pero sabía que tras ese fuerte semblante lleno de seguridad, había algo que hizo que Ben hiciese muecas en la mañana y que hiciera muecas hace unos momentos.

Y Bennett era un firme partidario de que las cosas debían decirse o cuanto menos preguntarse, aunque él pudiera morir de vergüenza al hacerlo... así que lo haría.

—Dime, ¿estás nervioso?

Ah, pero sonaba tonto si se ponía a pensar en lo inoportuno que había sido eso. Ben lo miró con una ceja alzada, seguramente preguntándole qué razón había para estar nervioso al presionar un botón en el ascensor. Bueno, talvez no se estaba preguntando eso, pero seguro que se le acercaba, Bennett conocía bien esa expresión sarcástica y serena.

—No. —La respuesta llegó, dudativa, después de un suspiro.

Ben encogió los hombros; luego hizo un gesto a la canina a su lado para que se mantuviese quieta junto a la maleta, en lo que los cinco -sí, contando a los perros de Bennett- estuvieran en ese espacio tan pequeño.

Bennett era quien estaba nervioso ahora. Lo intentó, aunque terminó más perdido en la docilidad de la pequeña nena y en lo suaves que podían llegar a tornarse las expresiones de Ben, cuando este parecía no estar muy atento a lo que sucedía alrededor, que prefirió tomar un respiro más amplio y volver a intentar.

Después de todo, Bennett ya no perdía pena por cosas tan comunes.

—¿Por qué no? —preguntó casi con infantilismo, esperando que Ben justificara su respuesta. Quizás con un «no, porque...», podría saciar un poco más su curiosidad y pensar que quien estaba nervioso era él mismo, la verdad.

Entonces iba a estar tranquilo, hasta que la idea volviese a su cabeza, trayéndole esa bonita imagen de Ben formando un mohín y encogiendo los hombros, esa misma que había visto hace menos de una hora, antes de salir.

—¿Por qué debería?

—Bueno... es que pensaba qu- No, espera, no se supone que me contestes con otra pregunta —reclamó, agitando los brazos. En respuesta Ben presionó los labios en una leve mueca burlona; y junto a Alan y Matthiew, la pequeña Isabella ladró respondiendo al movimiento repentino.

—Bien, no lo haré. —Ben mantuvo esa misma expresión confusa y burlona, Bennett no dejó de fingir indignación, mientras tomaba respiros de forma exagerada.

—Bien, porque... Mmh, e-es que... tengo una duda —le dijo Bennett. Siquiera tuvo que esforzarse en buscar la mirada ajena, cuando ya tenía los ojos verdosos del moreno, sobre los suyos—. Ah, bueno...  has estado... haciendo esas expresiones inquietas desde hace un rato. —indagó, enogiendo los hombros, la mirada atenta del mayor lo ponía nervioso a él—. ¿E-En qué... piensas?

La pregunta no molestó a Ben en lo absoluto, Bennett pensó que había sido algo invasivo e insistente. Pero al contrario a como esperó, el peli-calipso volvió a achicar levemente los hombros, peinando el fleco de su cabello, antes de suspirar, negando con la cabeza.

—Nada en particular.

—¡Mmn! —Bennett ladeó la cabeza, alzando una ceja e inflando sus mejillas con cierta duda. Sin embargo, cuando el sonido del ascensor lo sacó de sus pensmientos, observó a Ben esforzándose en reprimir la curva que se formaba en sus comisuras; oh, una sonrisa reprimida, a Bennett le causaba mucha gracia verlo así—. Bueno, bueno, está bien. No insisto.

—Mmm, voy a resolver un par de asuntos en la recepción ¿quieres sostener su correa un momento? —ofreció estirando la correa de la cachorra, enseguida el pelivioláceo tomó un amplio respiró y sonrió, tomando la correa.

—Sí, sí. —Bennett dirigió su vista a la canina, esta saltó a un lado de los azabaches y terminó enredando las cuerdas entre los tres—. Ow, siempre tiene tanta energía... Espera, me va a costar sostenerte así. —carcajeó, miró a la canina, tratando de sostener las correas y su maleta al mismo tiempo—. Ya, ya... me voy a adelantar tantito para que mis bebés se vayan a poner cómodos primero. —avisó, al divisar a través de los cristales de la entrada que el coche ya les estaba esperando— ¿Quieres que lleve tu maleta?

—Mmh no hace falta, yo la llevo.

Bennett asintió, guiando a sus tres impacientes y alegres perros hacia la salida, inspiró con profundidad el aroma frío del ambiente. A diferencia de los últimos días, la helada era poco más soportable, acompañada por los cielos nublados y las ventiscas de la tarde. Le parecía el clima perfecto para atarse el cabello, cubrir sus labios con la bufanda, enrrollada de forma dispareja sobre su cuello, y usar un abrigo amplio que podía ajustar a su cuerpo sin enrrollarse en su propio calor.

Ya esperando pacientemente en el asiento trasero del transporte junto a sus perros, su vista se entretuvo detallando el aspecto exterior del gran edificio que ya no vería en un par de semanas; esta imagen lo tenía curioso y pensativo, pues le hacía recordar esta misma escena hace exactamente un año atrás: él aún recordaba, con una vaga claridad, el color del saco que Ben traía puesto y la forma indiferente en que este mismo le había mirado esa vez. Claro, ahora podía asegurar bien que esa mirada dedicada no había sido en absoluto «indiferente» como creyó, sino más bien muy complicada y reprimida.

Un tipo de mirada tosca que en aquel entonces él no había sabido reconocer ni interpretar muy bien.

Ambos habían pasado por muchas cosas en ese entonces, Ben había sido confuso y ambiguo con él, y ambos no lograban hablar con claridad, sino hasta que luego ya no tuvieron el tiempo de explicarse o aclarar las cosas «extrañas» que ocurrieron entre los dos; entonces él se había ido conformándose tan sólo por esa pobre despedida, que bastó para no hacerlo sentir ignorado y deprimido.

Si lo veía así, no sólo el aspecto del gran edificio, antes monótono y sin color, había cambiado, también la gente que veía entrar y salir en ocasiones. Los enormes ventanales que brillaban como un espejo hacían a la luz reflejar los tonos fríos y resaltar el verde de las hierbas cercanas, meciéndose por el viento helador de la tarde. Todo le parecía tan alegre, en comparación de antes, que Bennett creyó no haber notado lo solo que pudo sentirse antes de que todo cambiara...

Miró sus manos, las recordó más pálidas y delgadas, siempre estaban bien cuidadas aún si sufría pequeños raspones mientras practicaba, pero ahora las veía mucho más saludables, había un tono más fuerte en el color de su piel y en el coral de sus uñas. Tocó su rostro, a pesar de que hacía un frío horrible fuera, él se sentía muy cálido y lo suficientemente abrigado, como para que la temperatura dentro del coche no chocase contra las capas de ropa que llevaba encima.

Estaba tan cómodo y tan melancólico, que la eternidad que estaba pasando mientras esperaba que Ben terminase sus asuntos en la recepción, sólo estaba haciendo que su situación empeorara. Si agudizaba la vista, lograba observarlo claramente a través del bonito cristal de la entrada, caminando a la salida mientras ordenaba la solapa de su abrigo, con la vista a un lado; desde allí Ben siempre le pareció inalcanzable, igual a como solía recordarlo en sus inicios.

—Él me gusta tanto, bebés... —musitó en un tono lastimero y prolongado.

—Mi amigo, ni un saludo y es lo primero que dices... —dijo cierto peli-cobrizo, girándose desde el asiento del copiloto, para verle a los ojos.

—Jeremy... —nombró Bennett, y encogió los hombros tras presionar los labios—. Mh, había olvidado que nos acompañas...

—Me doy cuenta —rió el pecoso. Bennett sólo pudo agachar las cejas—. Pero no te preocupes. Tú ponte bien cómodo, que como yo ya me encargué de todas tus cosas, ahorita fingiré que no estoy. Igual que este buen amigo aquí.

Apuntó con el pulgar a un lado, Bennett quiso encogerse todavía más; apenado, vio cómo el chofer asentía con simpatía, dedicándole una mirada relajada por el espejo retrovisor, antes de volver la vista al frente.

—Mm, n-no es necesario. Pero está bien.

Bennett tomó un largo respiro y buscó distraerse en sus tres acompañantes caninos. Matthiew se sentaba a un lado en la ventana, con la vista atenta a los pocos coches que pasaban en la cercanía, mientras en sus piernas Alan descansaba la parte inferior de su cuerpo, recibiendo un par de caricias. Y a pesar de que la pequeña Isabella ya no era la cosita enana de antes, con su presencia a su otro costado -justo en la ventana desde donde él observaba el edificio-, aún había espacio de sobra para que estuvieran todos cómodos.

Con sólo un gesto, consiguió que los tres perros le mirasen y se encimaran a su lado, acompañándolo en su eterna espera, mientras veía, casi con lentitud, a Ben acercarse, guardar el equipaje y abrir la puerta a su lado.

—Ya, puedes dejar de mirarme como si fueses a llorar —le dijo Ben, ocupando el espacio al lado, mientras desplazaba sus dedos por el fleco de su cabello. Al instante, sintió a la canina y al pelimora encima suyo buscando su atención; fue peor, cuando aquello marcó un visto bueno, pues los perros de Bennett se acercaron y ladraron—. ¿Ahora qué?

—Nada, es que te queremos mucho... —Bennett lloriqueó, sujetando la manga del abrigo del moreno—. Ven, abrazo.

Aunque había querido decir más cosas, en el momento en que Ben rodó los ojos fingiendo desinterés, Bennett no evitó sonreír enteramente embobado ante la forma en que, incluso si pretendía lucir borde, Ben repartía caricias en la cabeza de la canina a su lado, mientras estiraba su brazo hacia él y lo atraía en un curioso pero confortable abrazo, permitiéndole de ese modo recostar la cabeza en su pecho y mantenerse cómodo para continuar acariciando a sus perros.

Era quizá esa forma indirecta que Ben tenía para pedir afecto, la que hacía que Bennett notase lo accesible que se comportaba el moreno desde el comienzo de su día. No era un detalle muy notorio, podría parecer que Ben sólo estaba siendo «amable» con él, luego de no haber tenido suficiente tiempo para ambos pasada la noche, pero usualmente Ben era... un poco arrogante a la hora de demostrar que no había necesidad de pedir ni avergonzarse, cuando quería un beso.

Era por ello, que notar a Ben distraído, tenía a Bennett demasiado ansioso e intrigado. Lo sabía desde que lo mencionó con emoción en la mañana, desde que no apartó el móvil de su oído mencionando lo contento que estaba, y sobre todo, desde que se encontraron subiendo al coche. Bennett preguntó directamente, pero Ben sólo había soltado otra negativa simplona y se mostró muy dispuesto a partir.

Bennett estaba emocionado, sabía que Ben no estaba inquieto como parecía, pero Bennett conocía aquella sensación invasiva casi a la perfección: él era una persona que solía estar nerviosa la mitad del tiempo, por lo general, sus nervios no derivaban de emociones negativas, sino más bien de toda su emoción impaciente, así que, de algún modo podía reconocerla.

¡Bien! No importaba como fuera, era suficiente si podía aprovechar un abrazo cálido y sostener la mano de Ben, bajo la poca importancia que le ponían a lo que sucedía a su alrededor.

•[▪]•

Era cálido. Ben no sabía como sentirse al respecto.

Desde el momento en que puso un pie en aquella -para nada modesta- vivienda, desde que detalló con sumo interés el tono claro de las paredes, las piezas sencillas de decoración y los variados tipos de plantas; los cuadros repartidos en distintos puntos del lugar, le entregaban una idea clara del afecto familiar y de la merecida atención que recibieron al llegar.

Junto a las bibliotecas proporcionadas en la sala, llenas de libros valiosos que llamaron su atención; se topó con bonitas piezas de arte colgadas y muchas, muchas fotografías de los perros de Bennett.

Los adornos de la festividad invadían toda la sala de estar, junto a la chimenea no podía haber esperado menos: vio desde el adorno más cliché, hasta la decoración más extraña. Era abundante pero suficiente. Estaba lleno de guirnarlas alrededor de toda la sala, en la baranda de la escalera también, luces parpadeantes y, claro, un enorme y para simple árbol ocupando un noveno de todo el lugar.

«—No te preocupes, mis papás son muy sencillos; no solemos hacer grandes cosas, pero nos gusta mucho la navidad».

Tonto y divertido: Bennett no necesitó decirlo para que él supiera que así era. Tal parecía que este no tenía idea de lo que significaba la sencillez, al menos dentro de lo que Ben consideraba modestia. Pero bien, eso no era lo importante. Ben no se había sentido tan bien recibido ni en el mejor lugar al que había llegado a asistir; notar cada gesto, ya sea analítico o sincero, pudo llegar a dejarlo sin palabras por momentos.

No le disgustaba, en absoluto, pero aquel sentimiento que burbujeaba en su pecho, abrazando el resto de su cuerpo en un manto de alteración que lo mantuvo rebosante de emoción. Era algo muy distinto a cómo antes se había estado sintiendo, un tipo de calidez a la cuál no estaba adecuado.

No acostumbraba a pasar por algo así, ni sabía como reaccionar a nada de esto. Habían pasado años desde que alguien le llamó «hijo», o desde que tuvo ganas de disfrutar de alguna festividad; incluso desde que se sintió cómodo con una caricia en el pelo.

Todo eso, sumado al hecho de que los amables señores Thompson no parecían ser del tipo de personas más cariñosas y liberales que habían, pero casi se le encimaron con la mayor de las confianzas y le presumieron a su hijo, después de exponer a Bennett como un fanático de su carrera artística...

Ben tampoco necesitó saber eso, que los padres de Bennett supieran quién era él -bastante bien- le hacía entender que si que lo habían estado esperando.

En sorpresa a lo que había esperado, Bennett presentó a toda su familia con actitud e interés: después de haberlo presumido también, como «una gran persona y un actor increíble, al que quería mucho», en cuanto se presentó, el chico sonrió de oreja a oreja y volvió a presumir, esta vez, su relación, riendo y balbuceando tonterías sobre lo contento que estaba.

Luego lo tomó de la mano y después de recuperar la compostura, Bennett le presentó mejor a sus padres: eran casi idénticos al chico, dos carismáticas personas, altas de cabello oscuro y una capacidad para no quedarse sin una palabra que decir.

También presentó a su querida tía, al parecer, la señora que cuidaba la casa, y la mujer más sencilla que Ben había conocido, lo suficientemente confiable como para ganarse su favor con solo un par de interacciones...

Y oh, por supuesto, al pelirrojo ese que se auto-nominó como hermano mayor, para ofrecerse a ser su cuñado.

Sí, eran una familia acogedora, todos eran extraños, pero muy agradables al mismo tiempo. En todo momento se sintió incluido en esas extrañas charlas familiares y era llenado de atenciones recurrentes. Ben podría pensar que aquello era molesto e invasivo, pues no estaba acostumbrado a ello, pero era incapaz de sentir disgusto, cuando en todo lo que recordaba de su vida, nadie había estado dispuesto a tratarlo con legitimo cariño parental.

La manera en que trataban a los perros, decía bastante del tipo de personas que eran, si él llegó a creer que Bennett no tenía remedio, los padres de este eran un caso más allá: el menor le había contado del día en que, junto a ese pelirrojo amigo suyo, habían adoptado a los perros, un poco antes de navidad; como reacción común, sus padres no llegaron a estar de acuerdo y lo hicieron educar sólo a sus perros, pues ellos no tenían tiempo para ello ni eran buenos para tratar con animales. Así que Bennett tuvo que ser responsable y no causar líos.

Aunque las personas que veía mimando a los perros, eran muy distintas a como Bennett le había dicho que eran.

Ben también había creído que Bennett los llamaba «bebés» por mero cariño, como un clásico apelativo de una persona que amaba más a su mascota que a su vida social. Pero ese instante en que los, hasta el momento, educados y agradables señores Thompson los llamaron con orgullo «sus nietos», jugueteando con ellos con igual o más rareza en que Bennett lo hacía, Ben tomó un respiro y torció los labios, con mucha... mucha confusión.

Entendió después el significado que tenía para Bennett poder llamar «bebé» a su cachorra; y no, tampoco necesitó preguntar.

Luego de tomar un descanso de las muchas historias que tenían para contar, Bennett se lo llevó a su cuarto, allí le mostró desde sus fotos preferidas, sus montones de premios de la escuela, su primera guitarra; su enorme, en verdad enorme, colección de CDs y álbumes, sus cuadros de honor y hasta aquel álbum familiar, que prefirió enseñarle él mismo antes de que sus padres lo hicieran.

Ben pudo encontrarse muy cómodo allí, Bennett tenía una familia acogedora y cariñosa, que lo quería, lo apoyaba y regañaba a partes iguales; entendió desde luego, la razón del porqué Bennett era un chico tan peculiar e ingenuo, con una visión muy distinta de lo que era una familia y un hogar.

Ellos le habían recibido y aceptado con gusto, con genuino interés, rodeándolo de emoción y cercanía, donde al mismo tiempo le habían dado, a su debido tiempo, ka confianza e integración que él no creyó haber necesitado hasta este momento; pues para Ben, había sido más que una mera formalidad, y aunque no quiso admitirlo, agradecía estar siendo parte de una familia que no tenía problema en compartir sus ideas y en dedicar cada momento a conocerse mejor y charlar.

—¿Qué te pareció tu primer día en mi casita? ¿Fue bonito? ¿Te sentiste cómodo? —Bennett lo sostuvo de la mano, mirándole, lleno de ansias.

Lo notó, a Ben le había costado, pero poco a poco se mostró más dispuesto a convivir. Incluso recordó con mucha claridad haberlo visto sonreír, un par de veces. Le encantaba, mucho. Este sin duda sería una de sus recuerdos más preciados.

No había tenido la oportunidad de aclararlo, pero Bennett sabía muy bien lo que Ben pensaba de la formalidad en una relación: poder conocer a su familia debía de ser algo mucho más importante de lo que él creía, incluso si lo sugirió por la idea de hacer sentir a Ben como parte de la suya, porque lo quería y por simple capricho. Pero lo cierto es que a él no le importaría hacer todas esas cosas raras y seguir cada pequeño paso, si así podía disfrutar junto a Ben de todas esas «fases» que conlleva tener una relación.

—Sí... —Lo escuchó suspirar, con la vista sobre la suya, sujetando con más firmeza su mano.

—¿Sólo «sí»? —dudó, ladeando la cabeza. Luego de echarles una mirada a sus perros, muy bien acomodados en sus camas, cálidas junto a la chimenea, Bennett arrastró al moreno hasta las escaleras, buscando su cuarto.

—Es... diferente a lo que esperaba. —Ben rascó su nuca y alzó los hombros. Supo que su respuesta no fue tan clara y mucho menos bastó, porque el menor volvió a mirarlo con capricho—. Quiero decir, me gusta...

—¿En serio? —sonrió. Al cerrar la puerta tras de él, tomó un respiro y se acercó al pelicían, empujándolo contra la puerta tras atacarlo en busca de un necesitado abrazo—. Q-Qué bueno, me alegró mucho que te llevaras bien con ellos —suspiró, a penas capaz de controlar el tono tembloroso de su voz—. A m-mis papás les agradaste mucho. ¿Ellos ah, ellos te-

—También me agradaron. —respondió, antes de que Bennett terminase de hablar y siguiese trabandose. Lo sostuvo por los hombros, acarició su espalda y antes de rodearlo con los brazos, Ben permitió que recostara su cabeza en su hombro—. Pude notar de donde sacaste toda esa energía, se parecen bastante.

—¡Sí, verdad! Al igual que a mi, no fue una sorpresa que les gustaras tanto. Y yo te quiero mucho.

Comentaba con emoción, inspirando el aroma de aquella colonia persistente impregnada en la piel del moreno. Dejó un pequeño besito sobre la camisa de este, frotando su rostro en ese lugar.

—También te quiero. —Ben respondió, imitando el gesto, dejó un beso sobre su cabeza—. Talvez... sólo fue más una sorpresa lo de tus perros, que el hecho de saber que eres un fan muy rarito —dijo Ben, paseando con tranquilidad sus palmas por la espalda del menor.

—Te dije que ellos lo sabían... —Bennett continuó empujando su mejilla contra el hombro del mayor, y deslizó sus manos por la espalda de Ben—. Me emocionaba mucho que empezaramos a ser amigos, y m-me gustaba contarles mi progreso contigo a mis papás.

—Raro... —dijo Ben con cierto toque burlezco, haciendo que el menor alzara la vista y apretara los labios.

—No es raro, me emociono mucho con lo que me gusta —aclaró, encogiendo los hombros. Antes de poder hablar, la manera relajada en que Ben lo estaba viendo, le hizo perder la pena—. Luego yo quería... q-que fuera una sorpresa traerte como mi novio. —balbuceó, poco a poco con el rostro más rojo—. Y luego todo fue tan rápido, q-que ya no me dio tiempo ni para ponerme nervioso.

—Lo sé... —Ben acarició el cabello del chico, quitando cada pelito molesto que le impedía mirar su rostro.

Bennett sonrió. Talvez el moreno no lo dijo de forma directa, pero sólo con poder sentir el latido de su pecho aumentar con emoción al platicarle sobre esto, él se sentía sumamente realizado. No podía evitarlo, por mucho que ya estuviese acostumbrado al tacto y la cercanía, su cuerpo aún no dejaba de temblar, ni su cara de enrojecer, cada vez que Ben lo miraba con esa atención particular.

Estaba contento, en verdad que sí; no solo estaban aquí los dos, juntos y aún de buen humor, sino que también tuvo la oportunidad de apreciar la nueva faceta de un Ben que se esforzó por disfrutar de un día como este.

Aún faltaban un par de días para navidad y año nuevo, así que esperaba poder disfrutar de la estadía con sus padres, sus tres bebés y con su oficial y mucho más formal novio.

—Es cierto, tienes que cumplir lo que me dijiste... —Bennett dio un saltito, para empujarse contra el pecho del moreno y abrazarlo por encima de los hombros. Al mirarlo, Ben alzó una ceja, y él no tuvo problema en explicar—: D-Dijiste que vas a querer a mis bebés... como si fueran tuyos.

Habló con mucha más euforia de la que había mostrado antes, mordiendo su labio mientras se acercaba, esperando una respuesta positiva. Ben suspiró, guiando sus manos hasta la cintura del menor.

—No dije eso... —siseó, intentando apartar la mirada, mas no logró siquiera desviarla un momento, cuando Bennett gimoteó haciendo un puchero—. Bueno, puede que lo haya dicho.

—¿Puede?

—Bien, lo dije.

—¡Sí! N-No es que sea super especial, pero quiero que podamos... q-quererlos juntos. —pestañeó, viéndolo fijamente y con capricho.

—Lo sé, no tengo problema con eso. Haré el intento por... quererlos más. —el pelicían lo atrajo para dejar un suave beso en sus labios.

Lo que le costó no fue decirlo, sino tener que responder al emocionado beso con el que Bennett contestó al suyo, tan intenso y entregado como él, permitiendo que con ello pudiese sentir las ansias y los nervios ajenos. Restregándose sobre él hasta que el cansancio obligó al menor a tomar pausas largas en medio del contacto entre sus labios.

—B-Bien, eh... Mejor c-cámbiate y vamos a acostarnos. —Bennett hundió su rostro en el pecho del peli-calipso, inspirando hondo antes de deslizar las manos por el torso del mismo, luchando por darse el ánimo de apartarse de él—. Ya quiería compartir mi habitación contigo. Ven, mi cama es tu cama ahora.

—¿Por qué haces que todo suene extraño? —Ben reprimió una sonrisa, Bennett hizo una mueca, queriendo ocultar el color que adoptaba su rostro.

—Ah, pero ¿q-qué es lo extraño? —el pelimora suspiró, y recordó lo divertido que había sido cuando le sugirió al moreno la idea de compartir su cuarto, en frente de sus padres—. No entiendo porqué te costó tanto aceptar compartir mi habitación, no es raro si ya dormimos juntos. Así que yo quiero.

—No se supone que sea apropiado. —Fue lo único que dijo, exhalando con lentitud.

—Raro... —copió Bennett, riendo ante la curiosa expresión de Ben.

—De acuerdo, no estoy acostumbrado a estas cosas —admitió—. Lo quiera o no, me crié así, supongo.

—Bueno, te puedes acostumbrar estos días; de todos modos ya no hay una habitación de invitados disponible con Jeremy aquí. —carcajeó Bennett, y guió al pelicían hasta donde se encontraban sus cosas, buscando la ropa de dormir—. Así que fue la excusa perfecta para que duermas conmigo.

—No tienes que decirlo: ya no sé ni para qué me das opciones, si de todos modos iba a dormir contigo. —Ben rodó los ojos, cuando el pelimora le tendió el pijama y luego se sentó sobre la cama, tomando el suyo.

—Preguntar no está de más, y fue... muy gracioso verte tratar de decir que no.

Sonreía Bennett, quitándose la ropa exterior para buscar su camisa del pijama, quitó sus zapatos y se subió a la cama. Notaba a Ben más ansioso que hace un momento, quieto desde su sitio, así que palpó la cama para hacerlo sentar a su lado, una vez lo consiguió, llevó sus manos rápidamente a las solapas de su abrigo, quitándolo y continuando con los botones de la camisa ajena.

—Lo que sea, no importa —suspiró Ben, desviando la vista para evitar que Bennett continuase mirándolo con esa expresión confiada y ansiosa, mientras le ponía las manos encima, sin pena en lo absoluto—. ¿Puedes... dejar de manosearme ya?

—N-No lo hago a propósito, ya sabes, mis manos están un poco frías y tú... siempre eres calentito —musitó, con la vista muy atenta en cada pequeño trazo de piel que descubría al abrir los botones. No había pasado mucho, pero aún podía apreciar algo de color en su cuello y clavículas, su piel morena se veía tan bonita y él quería seguir recorriendo cada sector con la misma atención de siempre.

—Bennett... —Ben le sostuvo la mano, buscando apartarla de su pecho, sólo porque ya notaba lo fácil que el menor se distraía, incluso para olvidar que aún no terminaba de cambiarse.

—T-Te ayudo a quitarte esto... —risoteó lleno de nervios, jalando los últimos dos botones. Inspiró hondo, y apartó la vista, mientras aplastaba sus palmas en los costados del torso descubierto del mayor, queriendo impregnarse de la tibieza de su piel, por un par de momentos, antes de apartarse—. Puedes cambiarte aquí, no voy a mirar...

Lo había dicho, incluso sostuvo las prendas, dispuesto a apartarse y girar la vista. Cuando vio a Ben sonreír y asentir en respuesta, Bennett presionó los labios, y siseó antes de empujar su cuepo contra el ajeno, demasiado emocionado para lo que le gustaría. El contacto de esa piel desnuda contra la suya, manchando de calor su propio cuerpo, le hizo sentir cómodo y relajado. Olvidó el sueño que tenía y lo nervioso que se sintió desde el primer instante, para disfrutar de esto.

—Bennett —llamó otra vez.

—Mmh, bien, bien... sólo un poquito, he querido abrazarte así desde hace rato, pero mis papás te acapararon toda la tarde. —confesó, ya encimando sobre él, y unió sus manos tras la espalda de Ben, por debajo de la camisa abierta—. Y ya es tarde, y t-tenemos que acostarnos. Quiero disfrutar un rato más así...

—Lo sé, ¿puedes dejar que me cambie primero? —Ben palpó su espalda, dejando pequeñas caricias allí.

—Mmn, pero...

—Después te abrazaré cuánto quieras.

•[▪]•

Tal como el primero, el segundo, el tercero, cuarto y quinto día, cada uno fue... poco a poco más agradable que el otro. Por primera vez, desde que podía recordar, Ben disfrutó de costumbres familiares que antes solían parecerle tan repelentes y desagradables: algo tan insulso, incómodo e irritante como sentarse en la cena de noche buena, le resultó mínimamente extraño a lo que esperó. Talvez fue bueno, talvez sólo necesitaba aprender a entenderlo.

Incluso el bajo grado de confusión que sintió ante lo raro que era el amigo de Bennett hablando estupideces, se le hizo algo soportable. Disfrutó casi sin problemas de todo lo que le siguió después, de la amabilidad de aquella buena mujer que no dejó de ofrecerle ensalada; de la analítica madre de Bennett sonriendo y hablando sin parar buscando hacerlo sentir cómodo, y de aquel simpático hombre que, sin duda alguna, era alguien a quien Ben no le importaría sacar alguna plática por real interés.

La mañana del día de navidad, Bennett lo había despertado temprano, compartiendo su interés por disfrutar de un momento a solas bajo el calor del fuego, le preparó chocolate caliente y dulce, mientras lo atraía en un duradero abrazo, sentados en el sofá de la sala junto a la chimenea y la televisión encendida, de la cual disfrutaban más los perros que ellos mismos.

Aquel recuerdo impreso en montones de fotos propias y familiares, podía ser fácilmente atesorado por Ben. Incluso sin entender algo tan común como una genuina muestra de interés, una cena casera, un regalo barato; algo tan raro como un beso frente a la chimenea, o las molestas canciones repetitivas hasta el año nuevo, Ben aún así sintió que bajo la guía de las raras costumbres de Bennett, podía llegar a sentirse parte de ello y poder disfrutar y atesorarlo como es debido.

Pues a pesar de no tener una muy clara comparación para lo que venía siendo «sentirse como en casa», creía poder acostumbrarse a esta nueva sensación hogareña que hacía que cada día pareciese más largo, rápido y agradable que cualquier otro.

Ben nunca había escuchado tantos «Feliz navidad» en un mismo día. Ni esperó que hubiese más gente que pensara que podía ser una persona «accesible», al punto de no necesitar un permiso para encimarse sobre él y estrujarlo sin pena alguna en los abrazos familiares, tras la llegada de Año nuevo.

En realidad, una de las pocas cosas que llegó a esperar, era que la familia de Bennett fuese igual de alegre y extrovertida con sus cercanos, amante del arte y el entretenimiento; y no se equivocó. Bennett nunca paraba de hablar de eso, era notorio que tenían un carisma enorme e innovador. Capaz de sacarle una sonrisa y un poco más de charla, aún si se esforzaba en no hacerlo.

Una de las cosas más extrañas para él, era aquella facilidad para aceptar lo que a él tanto tiempo le tomó. Bennett no negó haber sido evidente frente a sus padres, pero estos se interesaron más en el hecho de que su hijo por fin tenía una relación estable, que en todo lo que a él le pareció un punto que tomar en cuenta.

En ocasiones, cuando sus pensamientos no dejaban de girar en torno a lo fácil e irreal que era todo, Bennett tomaba su mano y lo llevaba a su cuarto, sólo para quedarse con él, aun cuando no era capaz de decir ni una palabra, para lo muy angustiado que pudo llegar a sentirse. Lidiando con emociones que no esperó volver a sentir, luego de haberse esforzado en sepultarlas.

Ben no solía tener alguna clase de inseguridad o inquietud, más allá de cualquier molestia habitual del día a día, pero Bennett -que claramente no tenía problema en admitir lo nervioso que estaba siempre por cosas como esas- no dudó en acompañarlo y esperar a que se sintiera listo para expresarle esas cosas «tontas», que le impidieron sentirse tranquilo ante el afecto que trataban de darle y la aceptación por su relación que nadie dudó en demostrar, desde el inicio.

Los días siguientes se sintieron lejanos y efímeros, por muy presente que Ben estuviera, seguía sintiéndose distinto, un poco más... nostálgico.

Bennett lo había notado, pero esperó hasta que pudiesen hablarlo mejor, lo cual, era complicado aunque el pelicían se notase mucho más dispuesto a decir lo que pensaba. Creía que Ben necesitaba un poco más de afecto después de todas aqullas pláticas; así que se encargó de que los días restantes a su estadía, Ben sintiera todo el cariño familiar que no había tenido.

—Voy a querer esta foto, mucho, mucho. —Bennett abrazaba un cuadro recién puesto y listo para empacar, que contenía una de sus últimas fotografías del año, compuesta por toda su familia—. La voy a poner en mi habitación, al lado de la foto de mis bebés. Oh, y esta...

Se detuvo, tomando otra que ya había puesto en un cuadro, al mirarla, todo su cuerpo se sintió cálido. Deslizó su mano por la misma, recorriendo cada pequeño detalle, con la yema de sus dedos: en ella, miró el rostro de Ben, esforzándose por mantenerse relajado, su pelo brillante tintado por las luces de guirnalda, sus ojos fijos y su postura rígida, mientras una de sus manos se posaba sobre la cabeza de la cachorra sentada entre sus piernas, en el suelo y frente al sofá, mirando a la cámara, junto a ella estaban sentados los dos mallorquines, posando...

A un lado, su madre sonreía estirando el brazo izquierdo tras la espalda del menor, allí con su mano en el hombro derecho del pelicían; a su otro lado, su padre imitaba el gesto. Así ambos se encontraban abrazándolo como si se tratase de su propio hijo, ellos miraban con alegría a la cámara. Ben parecía tan inmutable, pero Bennett no podía evitar recordar aquella emoción que había visto en sus ojos.

Hubieron un par de fotografías más que se asimilaron a esa, con todos en casa turnándose para posar en las fotos de año nuevo.

Pero Bennett sentía que ya amaba esta foto en particular: sus padres, su novio y sus tres bebés en una misma imagen eran simplemente todo lo que estaba bien y todo lo que había necesitado hasta este momento.

Ansioso, soltó un emocionado «los amo mucho», a la vez que le dedicaba miradas más y más atentas a la fotografía. Entonces, cuando a su lado Ben no dejaba de observarlo, Bennett se giró, contento y le enseñó la foto, lleno de orgullo.

—¿Qué haces? —confundido, Ben le miró a los ojos, alzando una ceja.

—¡Es tuya ahora! —le sonrió Bennett—. Ten, puedes quedártela. —tomó las manos del pelicían, para entregarle aquel bonito cuadro.

Ben siquiera había estado mirando qué era a lo que Bennett le murmuraba tantas palabras de cariño, hasta que observó la fotografía que le mostraba. Por un momento, sintió que algo debía de estar mal con él, como para pensar que algo que como esto pudiese estar obligándolo a pelear con otra sonrisa involuntaria. Por un segundo sus manos temblaron, pero después de mirar con más atención, tomó un largo respiro, asintiendo.

—Bien... —musitó, apartando la vista—. Gracias.

—No digas eso, no necesitas agradecer, ese debería ser yo. —soltó, haciendo un pecho, allí observó las expresiones sinceras del moreno—. Este ha sido uno de los mejores años que he pasado; g-gracias por venir conmigo.

—Mm bien, gracias por invitarme. —Ben se encogió de hombros, dejando aquel cuadro sobre su ropa, organizada en la maleta.

—No, gracias a ti por aceptar mi invitación. —agregó Bennett, sonriendo.

—No me agradezcas. —Ben alzó una ceja, dedicándose a organizar el resto de sus pertenencias, antes de levantar la vista y observar al pelimora volver a mirarlo con esa atención tan extraña.

—Gracias por ser lindo conmigo... —voceó, se volteó a empujar su propia maleta, aplastándola antes de siquiera poder cerrarla bien. En respuesta a su lucha, el peli-calipso lo tomó por los hombros y acarició su cabello, para luego tomar la maleta, organizar su desastre, y cerrarla correctamente—. Oh mira, gracias por cerrar mi maleta.

—Deja de hacerlo. —suspiró el mayor, encogiendo los hombros.

—Si me ayudas con mi bufanda, dejaré de hacerlo. Me la quiero poner ahora. —risoteó, alzando la prenda rojiza y estirandola hasta que el oji-jade rodó los ojos, asintiendo y tomándola entre sus manos.

—De acuerdo.

Dedicó un par de segundos en pasarla alrededor del cuello del peli-violáceo y anudarla correctamente encima del abrigo. Su trabajo no terminó allí, pues el cabello de Bennett quedó atrapado dentro de esta y se había esparcido por sus hombros y cara, haciendo que de todos modos, tuviese que reordenar el resto de la ropa; volvió a peinar sus hebras con la punta de sus dedos.

Cuando terminó, muy difícilmente bajo la mirada fija del más bajo, vio a Bennett sonreír con vacilo, achicó los hombros y luego dejó un par de toques sobre la prenda que abrazaba cómoda su cuello.

Ben suspiró, ya sabía que diría.

—Qué lindo, gracias por- Nnh. —. Así que no lo dejó terminar.

En su lugar, silenció sus labios con los suyos, impidiendo que siquiera pudiese concentrarse en otra cosa.

Al parecer había funcionado, Bennett no continuó agradeciendo cada pequeña cosa, pero en su lugar, no soltó su mano ni por si acaso.

Compartieron buenos momentos juntos, y como si estuviera todo planeado, en lugar de Bennett, los padres de este se dedicaron a agradecerle cada buen momento que estuvo aquí; desde algo realmente significativo como estar orgullosos por su relación y por querer a su hijo, hasta algo tonto como «darle otro cachorro» al raro de Bennett.

«Demasiado extraño». Ben no tenía otra forma de describir esto: todos eran personas cálidas, a quienes podía hablar sin pensar en la imagen que debía o no darles. Así, entre charlas casuales, los acompañaron hasta la puerta.

—Ten un buen viaje de vuelta; en serio, ha sido una completa alegría pasar las fiestas con ustedes. —. Escuchó la voz nítida y fuerte de la mujer de melena azabache, palpando las mejillas de su hijo—. Siéntanse libres de venir a visitarnos cuando gusten, eh.

—Y ya no te metas en más problemas, hijo. —. Fue su padre, tenía una voz firme y modulada; él carcajeó tras atraer al pelimora en un rápido abrazo.

—Bueno, no lo haré. —Bennett río, y cielos, Ben consideraba que su risa tonta era exactamente igual a la de su padre, mucho más desequilibrada y rápida.

Ben no dejaba de mirarlos desde la entrada, atendiendo con interés las despedidas familiares. Incluso sin querer, también estuvo al pendiente de lo profundamente cariñosa que era aquella agradable mujer de rizos, que no dejaba de repartir besos en el rostro de ese pelirrojo hablador, luego soltando algún regaño en español lleno de reclamos y consejos, llamándolo «mi niño» más veces de las que él podía contar.

Observándolos en silencio, Ben quiso mantenerse al margen, esperando que tales momentos familiares pasasen ya, aunque también quiso guardar aquella imagen de Bennett con sus padres, muy abrazados en la entrada. A pesar de que Bennett era casi tan alto como ambos, se veía bastante más pequeño de lo que era estando en medio de los dos, mezclando esas facciones simpáticas e idénticas de su padre, con la mirada profunda y la postura desinteresada de su madre.

—Ven aquí, Benjamín. —. Le llamó el mayor, haciendo un gesto con la cabeza. Allí, los dos restantes le vieron con una sonrisa, y él no pudo decirles que no.

—Vamos a extrañarte. Eres un gran chico, no lo olvides. Nos encantó conocerte. —. Se despedía la mayor, junto a su esposo, ambos terminaron envolviendo al pelicían en un pequeño abrazo, que a penas pudo responder a ello, muy difícilmente, debido a la sorpresa—. Cuídense bien los dos. —agregó, volviendo la vista a su hijo—. Oh, y no olviden recordarle a ese muchachito llorón que nos llame un poco más seguido.

Ante el reclamo, el peli-cobrizo risoteó con fuerza, alegando que no había sido su culpa no tener el número de nadie. Así, en medio de otro par de charlas fugaces y más abrazos, esta vez dirigidos con exclusividad hacia los tres caninos, Ben supo que en realidad, talvez... iba a extrañar esto.

Bennett pareció notarlo, pues tomó su mano y le sonrió, mientras los tres se encaminaban, junto a los perros, hacia el coche que los esperaba fuera, para marcharse.

Bennett no esperó para preguntar si era posible que pudiesen venir juntos otra vez. Bastó con haber visto aquel pequeño deje de ansias en los ojos de Ben al momento de despedirse, para saber que a pesar de que Ben dijo: «supongo», si que podría llegar a considerarlo.

•[▪]•

Ya estaban aquí, de vuelta. No es que él lo extrañase demasiado, pero ciertamente prefería estás calles asfaltadas y relucientes, los suelos humedecidos por el frío, el verde brotando por todos lados y, claro, le gustaba esa escencia estética que siempre le recordaba a Ben y a si mismo, comenzando por primera vez y creciendo con cada experiencia nueva.

Bueno, quizá había un par de cositas que no extrañaba para nada.

Bennett sabía que la diferencia de prensa entre aquí y allá era bastante, ciertas cosas no solían esparcirse más allá de lo que las noticias importantes hacían, mientras que otras eran muy llamativas; por ello Bennett esperaba cerrar y solucionar todas esos asuntos ahora que volvía con mejores objetivos. Quería disfrutar plenamente de las buenas oportunidades que le deparaba el futuro...

Y que su nuevo año, fuese el primero de muchos años mejores.

Estaba seguro de que todo marcharía bien, creía tener tan sólo un par de cositas tontas por resvolver, nada que fuese relevante, bueno, no tanto: ya recordaba como unas semanas atrás los habían tomado por sorpresa un par de veces, cada que estaban cerca del estudio, juntos; estaba acostumbrado, así que siempre sonreía de todas formas.

Ya había pasado casi un mes de ello, así que él siquiera recordaba lo que sea que dijo. Lo que había sido algo sorpresivo, terminó siendo una reseña corta acerca de su experiencia en el rodaje y su opinión personal sobre el tema, nada que fuese distinto a lo habitual; pues una vez entraba en confianza, Bennett no paraba de hablar ni de sonreír siempre que se lo permitieran.

Desde luego que no iba a olvidar como tuvo que morder su lengua para no hablar de más con respecto a los rumores sobre Ben durante el rodaje; para ese punto ya estaba más que claro que la relación que tenían y la situación entre los dos había cambiado mucho desde el inicio hasta el termino del mismo. Él no había podido decir mucho, más que soltar respuestas simples y simpáticas, como algo que contestaría si le preguntaran sobre su relación y su opinión sobre el resto de sus compañeros.

No había sido un secreto, ni antes ni ahora, que ambos eran amigos y que las confusiones los seguían invadiendo cuando se los podía ver juntos en muchas ocasiones, ligandolos a malos entendidos y rumores infundados.

Con la vista fija en su celular y la cabeza reposada en el hombro de Ben -ambos en el coche ya de camino a la residencia-, Bennett había estado deslizándose por las redes, mirando sus fotos posteadas y las etiquetas con bonitos mensajes de año nuevo; respondió varios de los mensajes de sus compañeros de banda y se entretuvo vagando y marcando Me gusta en varias de las fotos en las que lo etiquetaban.

«Me acuerdo de eso», suspiró. Cuando la razón del porqué no usaba mucho sus redes, volvió a presentarse en el inicio de su pantalla; sin importar cuántas veces quitó esos artículos de sus recomendaciones, Bennett siempre se encontraba con puro chisme, no los entendía ni le gustaban, pero si no fuera por su curiosidad impulsiva, no podría enterarse de muchas cosas como estás.

Su inquietud fue interrumpida al sentir un suave apretón en su hombro. Asumiendo que Ben también mirada su pantalla, Bennett suspiró, y aprovechó el abrazo en que se encontraban ambos, para apoyarse en él, mientras se escondía hundiendo la mitad de su rostro en el pecho del mayor. Apenas llegaban, y ya estaba nervioso otra vez.

—Lo siento, eso si fue mi culpa —se disculpaba, alzando la pantalla del móvil para permitir al mayor mirar.

—Bennett, no importa; está bien. —Ben siquiera se molestó en mirar un más, comparadas con las calumnias a las que estaba acostumbrado, esto era... bueno, nada por que molestarse.

Ben lo había decidido ya: no permitiría que esta clase de cosas empezaran ni siguieran afectándoles. Después de todo lo que habían pasado, de todo lo que pudo conocer y de lo seguro que pudo sentirse acerca de sus objetivos y de lo que quería, iba a hacer frente a todo aquello que alguna vez le impidió disfrutar de su carrera, su posición y su vida.

Empezando por ser objetivo con temas como estos. Lo había prometido, bueno, no lo hizo como tal, pero en el segundo en que le mencionó a Bennett que iba a «tratar», sabía que no había forma de ignorarlo. Era extraño estar ansioso por cumplirlo, pero quería demostrarlo, no sólo por Bennett, sino para ser claro y sincero consigo mismo.

—Me habían preguntado qué tal era besarte y yo respondí: «No es para nada incómodo, es bueno». —citó, hundiendo el rostro más y más en el pecho del moreno—. Y luego entendí que ya no hablaban del rodaje ¿pero c-cómo iba a saberlo? Todo lo que dije después debió sonar muy mal.

—Lo sé, estuve ahí. Ese reportero era estresante...

—¿Y p-por qué me dejaste hablar? —reprendió más para si mismo. Su rostro, antes oculto en el abrigo del moreno, se alzó para mirarlo a los ojos.

Ben sabía que esto iba a ser un poco complicado, si tomaba en cuenta lo inquieto que era Bennett cuando se lo tomaba muy literal, era natural que el pobre no supiese cuando llorar y cuando decir: «Está bien, no es algo de gran importancia». Ben se lo dijo muchas veces: no se trataba de ocultar su relación, él detestaba eso también, pero tampoco era agradable la idea de que medio mundo hablase de ello. Era irritante y lo detestaba, pero quizá... sólo quería disfrutarlo.

Las cosas eran así, la gente siempre iba a hablar y como una figura pública, él debía lidiar con ello de la mejor forma posible. Antes su vida privada e íntima no era algo que le resultase tan importante, no necesitaba poner un alto, porque no era un punto de interés y nunca dejaba que le afectase; sin embargo, iba a poner un punto aparte, porque Bennett era parte de su vida ahora.

—Es un truco muy viejo, siempre puedo desestimarlo con una repuesta simple. —Ben siquiera se esforzó en sonar arrogante. Sentía que una parte de él se había ablandado mucho, pues sólo se sentía preocupado por calmar los nervios de Bennett, en lugar de pensar en el resto—. Recuerdo que parecías muy contento al responder, así que no lo vi necesario.

—¿Cómo que no? —Bennett presionó los labios, más curioso que confundido. Las caricias en su brazo y el silencio dentro del coche, estaban siendo muy efectivas—. Hubieron... montones de fotos etiquetándonos estas semanas.

Mencionó, echándole un vistazo a la pantalla de su móvil. La tocó antes de que la misma se apagara, queriendo entretener su vista ahora que había encontrado una posición más cómoda, con Ben rodeando sus hombros, cada vez más recostado sobre el cuerpo ajeno.

—El equipo sigue trabajando en la publicidad, es natural que se hable de nosotros aún.

¡Ah! Bennett lo había olvidado por completo, eso tenía más sentido. Había estado tan distraído e inmerso en sus recuerdos lindos junto a Ben, que no tuvo tiempo de pensar en algo más que no fuese aprovechar su año y no dejar que ya nada le impidiese disfrutar de su relación y sus días libres.

—Ah, sí; es verdad —suspiró. Dejó el móvil de una vez, para dedicarse por completo a abrazar a Ben—. Lo siento, es que...

—Acabamos de volver, intentemos no preocuparnos de esta clase de cosas por ahora. —añadió, dirigiendo una rápida mirada al otro lado de los asientos, allí vio a esos tres revoltosos dormir aún muy cómodos. Así que aseguró su agarre, buscando que el chico estuviera cómodo también.

—Bueno, es sólo que me pone algo nervioso, yo también prometí... que iba a evitarnos problemas.

—Está bien, no cada pequeño lío o rumor nos va a causar problemas. —Le ánimo Ben, buscando recrear su vista en el camino. Ver la expresión serena y ansiosa del menor, parecía no ayudarlo a pensar con claridad a ratos—. En verdad no me interesa negarlo, los rumores siempre van a estar, así que no veo porqué gastar energía haciendo algo al respecto.

—¿Negarlo? —. Exaltado, el pelimora empujó sus palmas en el pecho de Ben. La distancia bastaba para poder verlo enteramente. Ben en seguida suspiró y respondió al contacto, luciendo seguro—. Oh, sí lo pensaste; q-quieres decir que no tenemos que...

Ben lo pensó, no había sabido el porqué había tardado sino hasta este punto, el porqué llegó a costarle tanto dejar en evidencia algo que le hacía mucho bien, cuando una parte suya estuvo segura desde el primer instante, y se decidió. Incluso cuando nunca le importaron las críticas ni los rumores, él no quería verse obligado a hacerlo bajo presión, ni menos que Bennett pasara por todo eso.

Así que esto era distinto, era nuevo, pero era mejor, y ya no tenía razón para ocultar algo que nada ni nadie le impedía disfrutar.

—Lo hice, no tenemos porqué tratar de esconderlo. —asintió; la sonrisa curiosa e ilusa de Bennett sólo creció más—. Quiero intentarlo...

Parecía un tema común, pero de algún modo, ambos sabían que era más que eso; algo muy importante había estado cambiando durante estas semanas. Y en el fondo les había hecho sentir más confiados y sinceros entre ambos y con ellos mismos.

—¿T-Tú...? —Bennett acortó la distancia, sus narices chocaron y volvió a sentirse rodeado por los brazos ajenos—. ¿Hablas en serio? —siseó lleno de emoción, logrando sentir el roce cercano de esos labios, tocando los suyos, en un toque lento y ligero.

—Muy en serio... —murmuró contra sus labios.

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Hola! Qué tal? QvQ☆

Nuevo capítulo, posiblemente el único de este mes, o no, veremos que sucede ^^)

Como pudieron notar, este ha sido de los pocos capítulos alejados del tema y la narrativa común en Detrás de Cámaras, y si soy sincera, pudo ser mucho más largo, pero de momento, me decidí por hacerlo simple, conciso y centrado más que nada en Ben.

Si pudieron notar al mismo tiempo, estos últimos caps, por mínimo que sea, he ido adaptando más los pensamientos y emociones de Ben a la narración neutra, sin seguir su perspectiva como tal, es por eso que me decidí a centrarme más en él y dejar el resto para otra ocasión...

Ben ha ido cambiando mucho a lo largo de la historia, y puedo decir que es quien más lo ha hecho a lo largo de la misma, es alguien complejo, pero si lo ven mejor, en realidad sólo es tantito difícil sjjs

Pueden tomar este capítulo como un intermedio al cierre de la trama; dudé un poco sobre si mostrar ciertos escenarios o describir más a los personajes, ya que en si (incluso si son mínimamente importantes) no son parte de la historia central, aunque no descarto la posibilidad de emplearlos más adelante qvq

En fin, espero hayan disfrutado de leer este cap y les haya gustado mucho!
No olviden votar y comentar, cualquier cosita, los estoy leyendo siempre que puedo! UoU)9

Nos leemos pronto, espero☆
Bye!

                   「NiakuTan」

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