008 | Malas Enseñanzas.

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Título: Malas Enseñanzas.
Autor: @Thegirlwithbandana
Género: Comedia - Romance.
Prólogo hecho por: @_Eternity_Elaine

Prólogo 1:
Revolví con poco entusiasmo la chocolatada caliente que tenía sujetando con una mano mientras agarraba una tostada y lo llevaba a mi boca. Masticando ruidosamente, la taza tintinea y la irritación de mi hermano, teniéndole en la silla de enfrente termina por caerse y explota verbalmente. Cosa que me dio igual.

Detengo mis movimientos y una curva muy amena cruza por el rostro de mi otro hermano. Compadeciéndose termina por calmarlo. Llevo a mis labios este manjar delicioso y por el rabillo veo cómo uno se vuelve a sentar con el ceño fruncido tomando su desayuno y el otro con una sonrisa amable volviendo a leer su libro mientras que con la otra mano toma a sorbos su café sin tanto escándalo.

Así era siempre, aunque claro, cualquier lugar donde haya amor, empatía y diversión, puedo llamarlo hogar. El último integrante de esta familia entra en el comedor con una sonrisa tan grande que toma una tostada, ve su reloj y se sienta, significado de que vamos bien de tiempo para el colegio.

-¡Mi pimpollo cumple años mañana! -grita feliz. En tanto me atraganto y todos ríen.

-¡Papá, ya cumpliré 17; ya no vale que me digas así!

Seguimos platicando, riéndonos y molestándonos como siempre, como cada mañana. A pesar de lo difícil que es vivir con tres gorilas sobreprotectores siendo la única mujer de la casa; el tema de mi progenitora es un cuento que no tiene caso, ya me hice a la idea de que nos abandonó y era mejor estar así, ni mencionarla.
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El colegio había sido una tortura después de marcharme de casa. Siempre que me llevaban los gemelos, el murmullo de las féminas esperando para verlos o que estos la saluden me daban ganas de partirles la cara, pero a la vez me daba risa porque nadie podrá tener a los gemelos.

Pero, en estos instantes, su celular había muerto porque era el medio en que no se aburría tanto con el fin de que todo pasase rápido la mañana, y ahora ya eran las 13:00 pm. Debieron haberme buscado hace como media hora y ninguno se dignó a recogerme.

No me quedaré más esperando para jubilarme así que tomé marcha unas cuantas cuadras hasta que el ruido de un motor me ensordece, era la maldita motocicleta que justo se le ocurrió pasar junto a mí y me pegó alto susto que al ver que es el mejor amigo de los gemelos; le suelto unas cuentas soeces.

-¡Idiota, casi me muero del susto!

-Disculpa, enana. Tu familia se atrasó por algo inesperado en tu casa y me pidieron que pasara por vos -le da un segundo casco negro ya que él portaba el suyo en su cabeza-, a menos que quieras seguir yendo en pie.

Le pregunto qué cosa inesperada pasó, y su contestación fue un encogimiento de hombros. Ambos nos situamos en la moto, dando marcha a casa y entre el poder sentir su abdomen siempre que podía sentir lo fuerte y duro que podía estar él aunque me llevará varios años, bajo esa remera negra. Bien podía seguir diciéndole como cuando era pequeña que él era mi dragón rojo.

La ironía de no querer príncipes azules venía de una película entre trágica y romanticona.
Justo en el momento en que bajé de la moto, vi aparcado un auto rojo hermosísimo y no me estaba gustando.

Detrás sigue él, poniéndome nerviosa mientras sujeto el par de llaves y entro una en la cerradura, escuchandose el clic para abrir a continuación. Había unas maletas enormes casi llegándome a la cintura y cuando las toqué, una de estas se cayó, por el peso al recogerlo estaba demasiado ligero para ser de un tamaño proporcional.

Grité en la entrada que ya había llegado y los gemelos son los primeros a quienes veo algo serios, ya estaba pensando en que algo estaba pasando con papá pero el mencionado estaba bajando por las escaleras que queda enfrente de la entrada. Ella con su ropa cara, su cabello largo cayéndole en cascadas, con un perfume extra horrible, aretes y pulseras del color del oro, me sonreía y en cuanto llegó a mí. Algo no cuadraba en nada, hasta que oí la peor noticia y las peores palabras dirigirse a mí sin ningún derecho.

-¡Hijita, qué grande estás y muy hermosa! -dice la mujer-He venido a buscarte para ir conmigo a Canadá. Es un regalo maravilloso por adelantado, ¿qué te parece?

Todos, inclusive mi padre, los gemelos, el amigo de ellos del cual estuve enamorada en mi niñez y yo, exclamamos: ¿qué?
Si de por sí, mi cerebro ni mi cuerpo me respondían ya, como para apartar a la mujer, el abrupto de la noticia era demasiado gracioso para que yo pueda desmayarme y que todo sea un sueño. Sí, eso debía ser.
Abandonandome en la oscuridad, me desmayé.

Servilmente mi único pensamiento fue ¿por qué tenía que aparecer ella ahora?


Prólogo 2:
Corrí hasta estrellarme con la espalda de uno de los gemelos y caer en el pasto, mientras nos reíamos y el otro caía encima mío aplastandonos, casi no podía respirar.

-Me rindo, me rindo, salí gordo. Me moriré aplastada por ti -digo con dificultad exagerada.

-El único gordo aquí sos vos, querida -dice ofendido haciendo gestos con su mano, en tanto hace voz de mujer. Los tres nos partimos de la risa.

Entre charlas y chistes malos de mi parte, papá se acerca con un par de gaseosas y la canasta de comida la traía en su cabeza como si fuera malabarista. Cuando llega hasta nosotros le ayudemos, sin que este cause ningún accidente con la comida, como el que se estrelle contra el piso y ya no sea nada comestible.

Estábamos fuera en el patio trasero y unos ladridos con el timbre hicieron que nos miráramos entre todos; rodeé los ojos cuando posaron sus miradas en mí y fui a ver quién era.

Al parecer no era nada, así que entré al perro de... ¿qué hacía...? No terminé de procesar cuando de la nada, unos brazos fuertes me imposibilitan mover mi cuerpo y brazos. Por autoreflejo muevo mi cabeza hacia atrás, escuchando su quejido y el susurro de su voz grave hace que me detenga.

-¿Ya no pondrás resistencia, mi fierecilla? -decía uno de los amigos de los gemelos.
El guapo y fortachón Tomás que desde pequeña fui muy enamoradiza de él y hacia que me confiese todo el tiempo cuando tenía la oportunidad de también robarle algunos besos. Frunzo el ceño y le pisó, este afloja, liberándome.

Lejos de su alcance empiezo a correr hacia dónde está mi familia y a mi paso me sigue su perro negro que tanto adoro.
Después de la conmoción, de que mi corazón alocado se calmara y pudiera disfrutar de la comida que había hecho mi padre con ayuda mía esa misma mañana; otro timbrazo suena y esta vez pido a uno de los gemelos a que vaya.

Si alguien me hubiera dicho que una noticia peor iba acontecer un antes y un después en mi cumpleaños 17. Me habría reído en su cara.
Pero al ver a aquella mujer, mi progenitora entrar al patio tan despampanante con la noticia de irme con ella a Canadá. Es que estaban todos locos.

¿Yo?, ¿irme sola con ella?

-Qué gran chiste, papá -fue lo que dije al final.

Este negó con la cabeza con media sonrisa en el rostro y mis hermanos sin poder creérselo. Esta vez, por primera me dirijo a ella con la pregunta un tanto amarga.

-¿Por qué quieres llevarme, Marta? -dije énfasis en su nombre. Su pregunta un tanto ambigua y su sonrisa no terminaba por convencerme.

Tres horas después, aquí me encontraba con ella en el avión con destino a Canadá.
¡Qué me parta un rayo y la reverenda...!
¿Cómo pasó todo esto?

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