El bochornoso poema

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Estaba en la cocina cuando mi hermano Marcus entró, tirando su mochila al suelo y dejándose caer en una silla.

—Estoy lleno, tu amiga hizo puchero y me comí tres platos —dijo mi hermano sobandose su barriga.

—Pero que suertudo... aquí cortaron el agua hace una hora y no me puedo hacer ni un café —dije.

—Génesis, no sé como decirte esto, pero Raquel me ha invitado a vivir en su casa.

Lo miré sorprendida. Raquel era una amiga cercana y creí que me contaba todo.

—¿Qué? ¿Por qué? —pregunté tratando de entender.

—Ella dice que necesita compañía que está cansada de vivir sola y que yo necesito un cambio de ambiente. Ya sabes, desde que perdí el laburo, no he encontrado mi lugar.

—Mamá no te va a dejar ir. Vos no trabajás y ella depende de una mesada que le envía su papito.

—¡Pero Génesis, eso que importa!

—Es una fija que el papá de Raquel te va a echar a patadas en el orto.

Suspiró, entendiendo mi punto de vista.

—¡Llorona! No pongas excusas, vos no querés que me vaya de esta puta casa —se sonrió mi hermano— vos me querés aquí para que lave los platos y ponga la mesa.

—Bueno, bueno, si te hace feliz, entonces estoy de acuerdo. Pero eso significa que tendremos que buscar otro lugar para el club de lectura.

Marcus asintió.

—Sí, ya lo hablé con Raquel y estamos pensando en eso. Tal vez podrían reunirse en la casa de Ray. Ya que es el nuevo...

—No estoy segura de que sea una buena idea —respondí recordando nuestras recientes tensiones—. Pero supongo que podríamos preguntarle o ponerlo a votación.

Esa tarde, nos reunimos en una plaza, con el resto del grupo para discutir el nuevo lugar de encuentro. Pero mi madre tenía una opinión diferente.

—Creo que deberíamos hacer la reunión en mi casa esta vez —dijo mamá mirando a todos—. Quiero conocer a Ángel, el hermano de Fabri, y tengo miedo de que surjan problemas si vamos a casa de Ray. Porque para los que no saben, Ray es el ex novio de mi hermanita, Génesis.

Montserrat que siempre había sido la voz de la razón en nuestro grupo, intervino:

—Podríamos hacer la reunión en mi casa. Vivo muy cerca de Raquel y todos conocen bien la ubicación. Nadie se puede perder en el camino, ¿no?

Después de discutir un poquito, finalmente, todos votamos a favor de la propuesta de Montserrat. Beto, nuestro miembro más sencillo y humilde, parecía un poco incómodo y raro.

—¿Está todo bien con vos, Beto? —le pregunté.

—Sí, claro. Solo es que nunca he estado en una casa tan lujosa, Montserrat me mostró unas fotos una vez —respondió mientras se rascaba la cabeza.

Montserrat le sonrió pícaramente y dijo:

—No te preocupes, tontito. Todos son bienvenidos en mi hogar. Solo ven, te escribiré mi dirección.

La semana pasó rápidamente, y pronto llegó el día de la reunión en la casa de Montserrat. Al llegar, no pude evitar sentirme impresionada. La casa era realmente preciosa,  perfecta de elegancia y comodidad.

Beto se quedó boquiabierto al entrar.

—Nunca había visto una casa así —murmuró.

Montserrat nos dió un tour rápido, mostrándonos las diferentes habitaciones y decoraciones. Beto estaba claramente deslumbrado, pero trató de disimularlo lo mejor que pudo.

Nos instalamos en el amplio salón, donde Montserrat había dispuesto una mesa con pequeños sandwiches, vino y champagne. Todos tomamos asiento y nos preparamos para comenzar la reunión.

Ray, con su poemario "Conexión" en la mano, se levantó para leer algunos de sus poemas.

—Este poema se llama: Olor fétido

En un arroyo negro, donde la muerte vive,
las aguas putrefactas y su hedor desatan la ira. Es como una pasta densa, como un suspiro asqueroso, donde la vida muere y el aire horrendo se abalanza.

Las burbujas fétidas rompen en la superficie, en una asquerosa noche de descomposición, horror en derroche.
Las ranas, ahogadas, flotan en su tumba,
la podredumbre reina como nunca.

Los peces yacen muertos, con las carcasas hinchadas y la carne se descompone, podrida y negra. El sucio arroyo susurra un canto macabro, donde el agua envenena, y los sapos explotan.

Mamá meneó la cabeza y me miró fijamente. Beto se río estrepitosamente, balanceándose entre los sandwiches.

—He trabajado mucho en este poema. ¿Qué piensan?

—El resultado final no era exactamente lo que esperába. Tu poema es horrendo y carece de intelectualidad —dijo Montserrat en voz baja—. Solo quiero que sepas que soy ultra sincera.

—Léelo otra vez —dijo Beto.

Mientras Ray leía, todos nos miramos entre sí, tratando de encontrar una manera diplomática de responder, pero Montserrat  finalmente insistió. A mamá le centellaban los ojos y me miraba con fijeza.

—Ray, aprecio mucho tu esfuerzo. La poesía es algo muy pero muy personal y es bueno que compartas esto con nosotros. Pero me dió náuseas pensar en sapos muertos y un arroyo de aguas hervidas —volvió a decir Montserrat.

Pude ver la decepción en los ojos de Ray.

—Gracias, Montserrat. Sé que no son perfectos, pero seguiré trabajando en ellos.

Julie se levantó y puso una mano en el hombro de Ray.

—Lo importante es que sigas escribiendo. Todos empezamos haciendo cosas simples y siempre hay un tiempo para mejorar.

Ray esbozó media sonrisa tratando de ocultar su desánimo. La reunión continuó con la lectura de otros textos, y poco a poco, el ambiente se volvió un poquito más libre.

Después de la reunión, nos quedamos un rato más en casa de Montserrat, disfrutando de la conversación y la compañía. Beto, todavía impresionado por la casa, se acercó a Montserrat.

—Gracias por recibirnos, Montserrat. Tu casita es realmente impresionante.

Ella sonrió y le dio un ligero golpe en el brazo.

—Beto, siempre eres bienvenido aquí. No importa el lujo, lo que importa es la compañía.

La noche avanzó, y poco a poco, todos comenzaron a despedirse. Antes de irme, me acerqué a Ray.

—Ray, lamento lo de la última vez. Fue un malentendido y una mala reacción de mi parte.

Acto seguido me plantó un beso corto en los labios.

—Está bien, Génesis. Todos tenemos nuestros momentos difíciles. Gracias por tu ayuda con el poemario, aunque no sea lo que esperaba.

—Vos tenes potencial, solo necesitas encontrar tu propia voz —le dije muy nerviosa tratando de animarle.

Ray sonrió y me abrazó brevemente.

—Gracias, Génesis. Significa mucho para mí.

Fabri y su hermano me seguían con la mirada y me ponían aún más nerviosa.

—Chicos, coman y diviertanse —nos gritó Montserrat.

Al día siguiente, recibí un mensaje de Marcus. Había comenzado a instalarse en la casa de Raquel y parecía contento con el cambio.

—¿Cómo va todo? —le pregunté.

—Bien, Raquel es muy fogosa. Me está ayudando a organizarme y a encontrar un nuevo trabajo. Es todo lo que necesito.

—Me alegra escuchar eso. Solo asegúrate de mantenerme informada, ¿de acuerdo?

—Claro, hermana, no me extrañes demasiado.

—Ok, Marcus. Cuídate.

Después de unas horas me sentí satisfecha con como las cosas estaban progresando. Mamá, que había estado observándome desde la cocina, se acercó y me preguntó:

—¿Querías que Ray pase vergüenza en el club?

—Algo así —dije avergonzada.

—No estoy orgullosa de ti, hija. Has manejado todo esto pésimamente.

Mi madre me miró muy feo y me dijo que lavara los platos.

Las semanas siguientes fueron una mezcla de tranquilidad y nuevos comienzos. Marcus se adaptaba bien a su nueva vida con Raquel, y nuestro club de lectura prosperaba en el ambiente acogedor de la casa de Montserrat. Incluso Ray, con sus horrendos poemas, encontraba su destino como poeta.

Un día, mientras revisaba algunos de mis propios escritos, recibí un mensaje inesperado de Fabri.

—Hola, Génesis. He escuchado que estás ayudando a Ray con su poemario. ¿Te gustaría venir a mi casa y hablar sobre poesía? Creo que podríamos colaborar en algo interesante.

Le respondí rápidamente, me sentí intrigada por su propuesta.

—Claro, Fabri. Me encantaría. ¿Cuándo? ¿Está Angel?

Quedamos en vernos esa misma semana. La casa de Fabri era más modesta que la de Montserrat, pero tenía un encanto único, con estanterías llenas de libros y autitos hot wheels en las paredes. Nos sentamos en su sala de estar y comenzamos a hablar sobre poesía, escritura y todo lo que inspiraba nuestra creatividad.

—Ray tiene un buen corazón, pero necesita mucha guía —dijo Fabri —. Tal vez, entre los dos, podamos ayudarle a mejorar su trabajo.

—Yo no quiero —respondí—. Ray tiene pasión, solo necesita encontrar la manera de canalizarla.

Fabri me mostró algunos de sus propios poemas, que eran realmente impresionantes. Mientras leía, no pude evitar sentir una chispa de inspiración.

—Fabri, estos son increíbles. Tienes un verdadero don.

Él sonrió humildemente.

—Gracias, Génesis. Escribir siempre ha sido una forma de liberar mis pensamientos y emociones. Estos dos poemas son inspirados en tu mamá.

Al final de nuestra reunión, Fabri me acompañó a la puerta y apareció su hermano Ángel.

Volví a casa en el auto de Angel,  sintiéndome energizada y con ganas de conocerlo. Él no decía mucho, estaba concentrado en oir mis boludeces.

Esa noche, mientras me preparaba para dormir, reflexioné y me di cuenta que realmente me gustaba Ray.

Marcus me envió un mensaje justo antes de que apagara las luces.

—Buenas noches, hermanita. Raquel y yo estamos viendo una película de terror. ¿Quieres venir?

—Ya estoy en mi cama, Marcus. Te quiero.

Puse a cargar el teléfono y me recosté en la cama, dejando que los recuerdos del día se desvanecieran lentamente.

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